Tras la desaparición del oso en el siglo XVIII, el lobo era el mayor de los carnívoros que poblaba nuestros montes y como tal, constituía la principal amenaza para los ganados. Existen numerosos testimonios desde el siglo XIV que nos informan de la existencia de lobos en la mayor parte del territorio provincial y, en especial, en las serranías de Grazalema y en en las sierras del sur y el este de la provincia.
Se tiene constancia documental de la presencia de lobos en numerosos puntos del término municipal jerezano y otros colindantes, al menos hasta bien entrado el siglo XIX. En los trabajos de J. Diego Pérez Cebada se da cuenta de las Ordenanzas municipales para la persecución en nuestros montes de “animales nocivos” y de los premios del Concejo a los cazadores que cobraban piezas calificadas como “alimañas”: zorros y, especialmente, lobos. Hasta el primer tercio del siglo XIX se organizaban batidas (poco efectivas) y se utilizaban también otros métodos para tratar de darles caza como trampas, cebos con agujas, lazos o cebos conocidos como “matalobos”, envenenados con nuez vómica, que se dispensaba en las droguerías y las boticas. Pérez Cebada recoge en sus estudios que en el último registro de animales nocivos conservado en nuestra zona (1945-48), aparecen águilas, zorros, turones y comadrejas pero ya no figuran lobos entre las piezas cobradas por lo que, como máximo en estas fechas, puede darse por extinguido tras el acoso permanente al que fue sometido. Aunque los datos son imprecisos, según algunas fuentes el lobo desapareció de la provincia de Cádiz en la década de los veinte del siglo pasado. Otros testimonios orales cuentan que, el que tal vez fuera el último lobo de estos territorios, fue cazado por monteros de Ubrique en el Canuto de Las Palas, un paraje enmarcado en los Montes de Propios de Jerez. El caso es que, desde hace casi cien años, no se han vuelto a tener noticias de la existencia de lobos en nuestros montes.
Hoy sin embargo, como testigo de aquella presencia y del temor reverencial que los habitantes del mundo rural y los ganaderos y pastores mostraban hacia estos animales, se mantiene su recuerdo en la toponimia y muchos parajes, arroyos, puertos, cañadas, ranchos cerros y lomas están relacionados con los lobos, dejando claro así quién era el protagonista principal de aquellos lugares. En las cercanías de la ciudad (junto a la carreteras de Sanlúcar y la zona comercial de Área Sur e Ikea), la Cañada de la loba nos recuerda que no solo los parajes agrestes de las serranías contaban con la presencia de este animal, sino que las campiñas también eran marco de sus correrías. El Arroyo de la loba, próximo a esta cañada, también lo confirma. Ya en zonas más agrestes de nuestro territorio, en las sierras al este del término y en los Montes de Jerez, “viven” aún muchos lobos en la toponimia. La Cañada del moro y de la loba o el Cerro del lobo guardan esta presencia en nuestras sierras, al igual que la Casa de los lobos o la Loma del Puerto del lobo, espacios escarpados y forestales en el interior de la finca de los Montes de Propios donde encontramos también el Arroyo del Puerto del lobo.
En otros puntos de la provincia, y en especial en las sierras del sur cubiertas de alcornocales, se conservan también topónimos que revelan la presencia del lobo. Tal vez sea el término de Los Barrios el que, tras el de Jerez, guarde más ejemplos como los de el paraje de El lobo, la Loma de la loba, el Rancho de la loba, el Puerto del lobo (Los Barrios) o el Rancho, Cabeza y Cortijo del Puerto del lobo. En los montes de Algeciras pervive también un Cerro del lobo, el Arroyo del lobo o el paraje de El lobo, que también encontramos en Jimena. En Tarifa se conserva todavía el Cortijo lobote y en Alcalá de los Gazules el Cerro, Tajo y Puerto del lobo. En la localidad serrana de Olvera está el Arroyo de la loba, en la de Setenil el Arroyo de los lobos, en Benaocaz, el Arroyo del Puerto del lobo, que vierte a Los Hurones; en las de La Línea y San Roque, el paraje de Valdelobillos. Sin embargo, como ya se ha visto, los lobos no habitaban sólo parajes montuosos y alejados y, como prueba de ello perviven la Huerta del lobo, en el término de Arcos, o La lobita, en Conil.
Para saber más:
- Clavero Salvador, J. y otros.: Enciclopedia de Cádiz y su provincia. Ed. Gever. Sevilla 1984. Tomo I. p. 257
- Pérez Cebada, J.D. (2002): La regulación de la caza y la persecución de los “animales nocivos” en los montes de Jerez (SS. XV-XIX). X Congreso de Historia Agraria. Sitges, 23, 24, 25 de enero de 2002; pp. 25-40.
- Pérez Cebada, J.D. (2009): Regulación cinegética y extinción de especies. Jerez, siglos XV-XIX. En Revista de Historia de Jerez nº 14-15, 2008/2009. pp. 209-224.
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3 comentarios :
¿Lobos en Jerez? Escalofriante.
En Jerez hay peligros mayores que los lobos.
El pasado mes de julio salió a la venta el libro Leocadio y los lobos. Memorias de un pastor de la Sierra de Andújar, un apasionante viaje literario a través de los relatos y acordanzas de un serreño nacido en 1940 en la casilla de las Zahúrdas de Ventaquemá, el último superviviente de una rancia estirpe de pastores que se resiste a desaparecer. Testigo privilegiado de los avatares históricos y ambientales acaecidos en la sierra de Andújar desde mediados del siglo XX, escuchar a Leocadio es viajar en el tiempo a través de los recuerdos y anécdotas pastoriles propias de una cultura que agoniza, y que se pone en valor en las páginas de este libro.
Leocadio Rueda Checa y Víctor Gutiérrez Alba (que en 2006 publicó el libro El lobo ibérico en Andalucía. Historia, mitología, relaciones con el hombre) son sus autores. La Asociación Hombre y Territorio (entidad sin ánimo de lucro con sede en Sevilla), mientras, ejerce la tarea de editor. Prologado por Javier Talegón (Llobu. Ecoturismo y Medio Ambiente), el libro contiene numerosas fotografías tanto históricas como contemporáneas procedentes de instituciones y particulares, entre los que destacan personalidades tan relevantes como Jorge Echegaray, Rubén Portas, Ángel España Báez o Francisco Contreras Parody.
Los contenidos de la obra abarcan temas muy diversos que proporcionan a su lectura un enorme valor etnográfico e histórico: la persecución de los maquis por la Guardia Civil, las penurias de la posguerra, la irrupción de la actividad cinegética, la trashumancia, los mastines, las razas ganaderas autóctonas, los careos, las chozas pastoriles, el carboneo y los desmontes, la gastronomía tradicional, el vocabulario serreño, las romerías de la Virgen de la Cabeza… y por supuesto el mítico lobo de Sierra Morena, del que Leocadio es un gran conocedor. No en vano lleva “peleando” con él desde los seis años, edad con la que comenzó a ocuparse de las ovejas de su familia en la finca Las Pilas, como más tarde haría en Crescente, Valdelagrana, Navalonguilla, Navamuñoz, El Eucalipto o El Abogado, fincas en las que se desarrolla buena parte de este libro, además de otros lugares como Cardeña o Sierra Madrona. Este pastor de otro tiempo combatió al lobo ejerciendo de pastor: aplicando medios de defensa del ganado tradicionales que minimizan los daños, como el uso de mastines, barbacanas o la utilización de corrales y rediles para encerrar a las reses por las noches. Leocadio es la prueba viviente de que en pleno siglo XXI, la coexistencia entre la ganadería y los grandes carnívoros en Europa es posible.
Contacto para adquirir el libro por correo postal: aelvictor@hotmail.com
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