Lo dice la copla: “Ya está aquí la primavera… y no le caben más flores a Jerez de la Frontera”. Desde el 20 de marzo a las “11:44 h. T.U.” -hora en la que comenzó el equinoccio de primavera en nuestro hemisferio- dijimos “oficialmente“ adiós al invierno. Sin embargo, y pese a que por todas partes se presiente el despertar de lo vivo, aún habrá que esperar a mayo para que todo el campo estalle de flores. Esas que, en cada especie vegetal, según sus propios ritmos naturales, acuden a su cita anual con la primavera, saltándose calendarios, en un largo periodo que va desde mediados del invierno hasta bien entrado el verano.
No vamos a ocuparnos aquí de las vistosas flores que abundan en cualquier jardín o en tantos rincones de la campiña. Por el contrario, vamos a tratar de fijarnos en como ha sorprendido la primavera a algunos de los árboles y arbustos que crecen en las riberas o en los montes de nuestro entorno y que en unos casos nos ofrecen sus primeros brotes o exhiben sus humildes flores e, incluso, muestran ya sus frutos en formación.
En las orillas del Guadalete, en el Haza del Calvo, hemos descubierto a los fresnos con sus copas frondosas plenas de hojas nuevas entre las que abundan sus ramilletes de sámaras colgantes, esos frutos alados, aún verdes, que madurarán al final del verano. Junto a ellos, los álamos, más “retrasados” llaman la atención con sus inflorescencias colgantes, los amentos. Los femeninos, largos y delgados, pasan más desapercibidos. Los masculinos, más cortos, de aspecto lanoso, se deshilachan en estos días de comienzos de primavera. Como cortejo del bosque en galería del Guadalete, no faltan los sauces cuyas flores –también amentos- crecen a la par que las primeras hojas. En los cientos de diminutas flores másculinas que forman cada racimo colgante destacan los dos estambres de cada una de ellas, también pequeñísimos y de color oscuro. Menos abundantes, los chopos, colonizan las orillas de los pequeños arroyos y canales, como los que hemos visto cerca de Los Potros exhibiendo sus primeras hojas nuevas de llamativos tonos verdes y rojizos, y con sus ramas, casi desnudas, en las que desde mediados de febrero ya habían hecho su aparición los primeros amentos. Los olmos, más escasos que los anteriores, se habían cubierto de flores precoces (de color verde y sin corola) antes de que aparecieran las hojas y hoy, exhiben sus frutos alados (sámaras) en proceso de formación, ocultos por el nuevo follaje de hojas de borde aserrado de un intenso color verde, como en los olmos que hemos encontrado en La Greduela, junto al Guadalete. Pero entre todos los árboles y arbustos que acompañan al río, los tarajes, (como los de El Portal, por ejemplo) son los que pueden presumir de flores más vistosas que derrochan en densos racimos cilíndricos, muy apretados y llamativos
En la Suara los quejigos apuntan sus primerashojas nuevas junto a sus delicados amentos que fructificaran en lustrosas bellotas. Las encinas, abandonan en estos días la monotonía verde de sus copas para “vestirse de amarillo” gracias a la gran cantidad de racimos colgantes masculinos que aparecen e los extremos de sus ramillas, como las que hemos admirado en Las Arenosas, donde también los algarrobos exhiben ya sus brotes de hojas nuevas, cuyos foliolos ovalados presentan un verde lustroso y brillante. Los acebuches, presentes en tantos rincones, dejan ver también sus pequeñas flores blanquecinas y olorosas, creciendo en racimillos axilares entre el follaje denso de su copa. Junto a El Chaparrito, en las llanuras cubiertas de alcornoques, abundan también los pinos piñoneros que en estos días de comienzo de primavera, dejan ver entre sus renovadas acículas unas llamativas yemas cilíndricas de color marrón claro, con escamas bordeadas de blanco y de aspecto revuelto. Los lentiscos, muy abundantes en tantos parajes de nuestro entorno, nos ofrecen entre su follaje siempre verde sus llamativas y pequeñas flores, amarillentas o rojizas, carentes de pétalos, que se agrupan en racimos. También los sanguinos o aladiernos, se tornan más vistosos en estas fechas, como los que hemos encontrado en Las Aguilillas, cubiertos de pequeños racimos de flores amarillo-verdosas que se transformarán después en llamativos frutos marrones y rojizos.
Ente la vegetación natural crecen también, “asilvestradas”, algunas especies exóticas que forman ya parte del paisaje vegetal de nuestras riberas como las que encontramos en El Torno de Carranza, junto al Guadalete, donde no faltan las acacias de tres espinas, que con sus copas aún desnudas, ya enseñan sus primeras hojas, tan llamativas junto a las grandes espinas de sus ramas. O los ailantos, con sus hojas nuevas de colores rojizos, tan vistosas; o los omnipresentes eucaliptos, que renuevan su follaje y se visten de pequeñas flores, agrupadas en inflorescencias (umbelas) y que llaman la atención por su forma de copa y sus numerosos estambres de color blanquecino. O las higueras, cuyos primeros higos (siconos) esconden en el interior de su receptáculo hueco, abierto en su ápice, sus múltiples flores que no ven la luz y que están ocultas esperando deleitarnos en el otoño, transformadas ya en dulce fruto.
Primavera…
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Ay si no fuera por la fiebre del heno y los bichos, la primavera sería una estación redonda para mí. De todas formas, en esta época me encanta subir a Grazalema y contemplar desde la terraza alta del Hotel Fuerte las vistas. El tramo entre este pueblo y Villaluenga se pone precioso. Merece la pena parar y descansar en algunas de las áreas recreativas.
ResponderEliminarTengo un pequeño aliso que también ha despertado y está echando brotes como un descosido.Su vida ha empezado a despertar otra vez.
ResponderEliminarPrecioso post. Mi hermana y sus amigas jugaban de niñas con las hojas de eucaliptos y los 'trompitos' a las cocinitas, me lo ha recordado esas hojas de eucalipto, que eran, obviamente, 'pescaditos' :)
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