Llueve. No deja de llover.
Estos días lluviosos del invierno nos hacen recordar de nuevo muchos rincones de nuestra geografía que, aunque habían estado ahí siempre, vuelven ahora de la mano de la
lluvia y de las
inundaciones a ser triste noticia en las primeras páginas de los periódicos locales y en los noticiarios de las cadenas nacionales de televisión.
Las Pachecas, Zarandilla, La Ina, La Greduela, Los Cejos del Inglés, El Portal o el Portalillo, son otros tantos puntos donde algunas familias han debido ser evacuadas o donde otras muchas han quedado incomunicadas por el corte de carreteras y caminos rurales a consecuencia del desbordamiento del Guadalete que, con permiso de José Luis Sampedro es, más que nunca, “
El río que nos lleva”.
Sin llegar (por ahora) a los estragos que
las lluvias de diciembre de 1996 causaron en toda la provincia y, especialmente, en el valle del Guadalete, apenas cuatro o cinco días de fuertes aguaceros han bastado para que los pantanos de cabecera de la cuenca se llenen y deban desembalsar importantes caudales. Una de las consecuencias derivadas de todo ello han sido las inundaciones que afectan ya a
buena parte de la vega baja del río en muchos rincones de las
campiñas de Arcos y Jerez.
Si hacemos un poco de historia, estos días nos traen a la memoria aquellos otros de la segunda quincena de
diciembre de 1996 en los que, sin cesar de llover en toda la provincia, se produjeron también grandes inundaciones. El presagio de que algo especial se fraguaba lo
tuvimos entonces el 14 de diciembre, cuando después de varios días de lluvia se registraron 70 litros por metro cuadrado en el aeropuerto de La Parra, en tan solo dos horas, de las 5 a las 7 de la mañana, comenzando los primeros
desbordamientos en el Guadalete. Sin dejar de llover los días siguientes, el 17 se cortaban ya las carreteras en muchos puntos de las pedanías de Jerez y el 19 se inundaban buena parte de las viviendas de la barriada rural de
Las Pachecas, siendo evacuadas más de 80 familias. La situación recordó entonces a la sufrida en
1969 o a la que, con mayores problemas todavía, se vivió en
1963 cuando muchos vecinos de estos núcleos rurales debieron ser rescatados por los helicópteros de la base naval de Rota.
Como sucede en estos días, también a partir del 14 de diciembre de 1996 el río Guadalete se desbordó como consecuencia de los aportes de todos los afluentes y arroyos de la cuenca y, principalmente, del desembalse de los pantanos. El 20 de diciembre, el
Poblado de Doña Blanca se vio anegado por el desbordamiento del río que dejó aisladas a las barriadas rurales de
El Portal y La Ina.
No hemos llegado a los niveles de esas fechas, pero estos días hemos podido comprobar, y lo iremos mostrando en sucesivos reportajes fotográficos, cómo el tramo fluvial del Guadalete a su paso por Arcos va “
más lleno que nunca”, a juzgar por los comentarios de muchos vecinos, debido a los desembalses de las
presas de Bornos y Arcos, que han llegado a aliviar, como la de los
Hurones, hasta
200 m3/s. Baste recordar, para hacernos una idea aproximada de lo que esta cifra significa, que el caudal medio del Guadalquivir a su paso por Sevilla es de 170 m3/s.
En
Arcos, el río ocultaba bajo sus aguas los azudes, recientemente restaurados de los molinos del
Algarrobo y La Molina. A su paso por el núcleo rural de la Vega de Arcos (o
La Pedrosa), se han inundado todas las graveras formándose grandes lagunas que se prolongaban hasta la
Junta de Los Ríos, donde el
Arroyo Salado de Espera concurría también después de desbordarse en numerosos puntos aguas arriba.
Tras pasar por la Junta de los Ríos, las
vegas de Abadín y Albardén, frente a
Majarromaque, se muestran anegadas, habiéndose cubierto los fosos y trincheras de extracción de áridos de sus graveras por un enorme manto de agua que se prolonga hasta las
huertas de Berlanguilla y
Vega Romana, ya en las proximidades de
La Barca de la Florida.
A su paso por esta pedanía, las aguas del Guadalete han cubierto el parque fluvial que se habilitó bajo el puente de hierro y los puentes del acueducto de Los Hurones y del Tempul. Resulta llamativo ver cómo asoman entre las turbulencias del río las copas de los árboles del parque, o las mesas de los merenderos, cubiertas casi en su totalidad por las aguas que también han saltado por encima del
vado – “la Pasada”- que comunica con la barriada de Mesas del Corral. Los parajes de
Bucharaque y
La Suara, las
vegas del Torno y
Torrecera ofrecen el mismo panorama, al igual que la vega del
Cerro de La Harina, donde desagua el
arroyo Salado de Paterna, engrandecido estos días, como si de un auténtico río se tratara, por las aguas que recoge en el
valle de los Arquillos y que trae a los pies de Torrecera
formando una inmensa laguna.
El panorama que puede verse desde la
Cuesta del Infierno, en el cerro donde se asienta “Torrecera la vieja”, a los pies del torreón de esta pedanía, es sobrecogedor. Las tierras de “la
Pasada del Boyal”, inundadas hasta donde el horizonte se pierde, conectan con los lagunazos inmensos que se han formado en la
vega de Espínola, en
El Alamillo y en
Rajamancera, a los pies del Cerro del León, junto al
puente de El Torno a cuyo tablero el agua del Guadalete ya roza “los bajos”. Y después, los
Llanos de la Ina.
La carretera está cortada hacia la Ina y desde Rajamancera sólo hemos podido ver cómo el agua lo inunda todo: los
llanos de La Gredera, La Ina, los
alrededores de la ermita, el haza de Mejías, el haza del Calvo,
Los Cejos del Inglés,
La Greduela… Hace tan solo un par de días pudimos comprobar como el Guadalete ya superaba el nuevo puente y saltaba por la carretera a la altura de la antigua Venta El Suspiro…
En el
Puente de Cartuja, el caudal del río oculta ya los tajamares
la Venta –el antiguo molino de la villa- ha visto como las aguas inundaban su planta baja, extendiéndose hasta
Lomopardo. En la zona trasera de Viveros Olmedo, donde el
Arroyo Salado de Caulina se une al Guadalete, la lámina de agua penetra por el cauce de este arroyo produciendo un peligroso “efecto tapón”. Se frena con ello el drenaje natural de los
Llanos de Caulina a través de este arroyo y se deja sentir su onda, mucho má arriba, en
Estella del Marqués, donde a la altura de la Venta La Cueva, los puentes sobre el arroyo han estado a punto de ser saltados por el agua que baja, buscando el Guadalete, desde la Sierra de Gibalbín.
Ya en la margen izquierda del río, frente al
Puente de Cartuja, la
autovía de Los Barrios discurre dejando a ambos lados una inmensa laguna formada entre los llanos de
Las Pachecas y
Zarandilla donde, tristemente, se observan viviendas y casas de campo inundadas y se han producido también graves daños materiales. La autovía actúa aquí como “muro” que dificulta la circulación del agua. El puente
sobre el
arroyo Buitrago, frente a Las Pachecas, único desagüe natural de la zona, da pruebas de ello al presentar una fuerte corriente por la que circulan forzadas las aguas que buscan la salida hacia el río. En estos llanos se aprecia que, además de las pérdidas de cosechas y de viviendas e instalaciones, las inundaciones traerán consigo también grandes daños en aperos y equipos: en muchos lugares se ve maquinaria
agrícola entre las aguas o tubos de riego por aspersión, bidones y depósitos de plástico que flotan a merced de las corrientes. Caballos, vacas, ovejas y cerdos han sufrido también las consecuencias de la riada y, cuando no han podido ser rescatados, han muerto por ahogamiento o hipotermia, como en algunos puntos de Lomopardo, Las Pachecas o La Greduela.
En la margen izquierda,
Zarandilla, El Torno, Las Villas, Las Quinientas o las tierras de El Palmar, se hallan también cubiertos por una inmensa lámina de agua, como lo están en la ribera derecha, las de
La Corta, que llegan a los pies del Monasterio de La Cartuja, habiendo inundado algunas viviendas construidas en la orilla del río, frente a la
Venta Las Angulas, y que ya vimos cubiertas por las aguas en 1996.
El Portal también ha estado a punto de quedar aislado por el río, que ha rebasado las motas de protección y ha inundado el
tarajal y los alrededores de la vieja
azucarera, hasta los mismos pies de las viviendas de esta barriada rural, al igual que ha sucedido en
El Portalillo. El
puente de La Herradura ha visto esta vez como las aguas casi rozan su tablero y no han tenido freno a la hora de llenar el “nuevo cauce” (que se ha trazado entre las nuevas motas recrecidas protegidas por escolleras) destinado a embalsar las aguas del futuro
azud móvil, actualmente en construcción. El río, que no entiende de los
incomprensibles retrasos que esta obra acumula, ya se ha encargado de “inaugurarlo” sin presencia de más autoridades que la de su desbordado caudal.
La última imagen de la riada es la que obteníamos frente al
viejo azud de El Portal, por el que una gruesa capa de agua se deslizaba (esta vez sin salto alguno) hacia las marismas, buscando los llanos del
Poblado de Doña Blanca que, a diferencia de lo que sucedió en diciembre de 1996, todavía no se han inundado.
En los próximos días iremos aportando reportajes fotográficos y nuevos datos sobre las lluvias, los desembalses de los pantanos y los parajes de la vega baja del Guadalete más afectados por la riada y las inundaciones
y las inundaciones.