“La roca” es el título de una conocida película de acción pero, desde hace unos días, es también la expresión de una nueva amenaza que se cierne sobre un paraje de nuestro entorno rural. Con motivo de las intensas lluvias que durante más de dos meses se han venido registrando en nuestra zona, una gran roca está a punto de desprenderse en el cauce del río en las cercanías de La Gredera .
Hace escasamente dos semanas la prensa local se hacía eco de la noticia de que “un peñasco” corría serio peligro de caer al cauce del Guadalete. Los trabajadores de la finca de Salto al Cielo habían dado la voz de alarma alertando de su inminente desprendimiento. De llegar a producirse podría provocar un taponamiento del cauce del río que se desbordaría así por los “castigados Llanos de la Gredera y de la Ina. Para valorar de cerca los riesgos se desplazaron al lugar técnicos de la Agencia Andaluza del Agua quienes llegaron a barajar la posible voladura controlada de la roca, si fuese necesario, una vez que las condiciones del entorno permitieran el acceso hasta el lugar de la maquinaria pesada necesaria para desalojar el gran volumen de material que, necesariamente, caería sobre el cauce. De acuerdo con las declaraciones publicadas, se había producido “una gran grieta en un peñasco encima de una curva de los meandros del cauce. La "inquietante" -así la han definido las autoridades- grieta podría provocar el desplome del promontorio y taponar el río agravando la ya de por sí complicada situación actual. La fisura aparecida en el farallón de piedra y tierra tiene unas dimensiones de unos 20 metros de largo, ocho de ancho y una profundidad de otros dos aproximadamente. Las intensas precipitaciones han provocado el corrimiento de tierra. Fuentes de la Agencia Andaluza del Agua (AAA) no negaron ayer que la situación es "preocupante" porque un posible desplome del peñasco puede producirse "inminentemente o en un mes".
Tras establecer un perímetro de seguridad para impedir el acceso a la zona y evitar riesgos, sólo cabe esperar la evolución de la falla producida habiéndose colocado testigos que permitan registrar nuevas alteraciones del terreno.
La “roca”, el “peñasco”, “el cancho”,… el gran protagonista de esta nueva e inquietante amenaza, puede verse dominando los Llanos de La Gredera y de la Ina porque forma parte del promontorio rocoso del cerro de la Sierrezuela (126 m.), siendo la máxima elevación de estos contornos. Los paseantes curiosos podrán observarlo desde cierta distancia –y sin riesgos- desde la Ermita de la Ina, desde las inmediaciones del Cortijo de La Gredera, o desde la Carretera de La Ina, poco antes de llegar a esta barriada rural. Si damos un pequeño paseo por el dique de la margen derecha de la Greduela “río arriba”, tomando el sendero que parte desde el puente junto a la Venta de Las Carretas, podremos contemplarlo muy de cerca y observar la gran fisura que separa ya el peñasco de los cortados rocosos de los que forma parte. Al final del camino (desde donde hemos tomado algunas de las fotografías que ilustran esta entrada), una cinta de protección civil marca la zona de seguridad prohibiendo el paso.
A pesar de la espectacularidad de la falla y del riesgo cierto que entraña, su historia es ya antigua y no hace sino demostrar que, como sucede en otros puntos de nuestro entorno (la “peña de Arcos”, los cantiles del Castillo de Zahara”, las paredes del cerro de La Batida”…) las fuerzas de la naturaleza, los agentes erosivos… la geología en sumo, sigue actuando y está “viva”, si se nos permite la expresión.
Pero, ¿de qué rocas estamos hablando?, ¿qué materiales son estos que, vistos desde lejos se nos antojan de aspecto terroso, poco consistentes y deleznables? Estos estratos rocosos se formaron en el periodo Triásico de la era Secundaria (hace al menos 180 millones de años) y se encuentran entre los más antiguos de cuantos pueden verse en el valle del Guadalete (y aún en la provincia), estando en la base de otras formaciones rocosas más “modernas”. Afloran y salen a la luz debido a la tectónica y, fundamentalmente, a los procesos erosivos que desnudan los estratos superiores y nos muestran así estas rocas más antiguas. Están constituidos por margas y arcillas abigarradas, así como por yesos (blancos, negruzcos, rosáceos…) entre los que es fácil descubrir también pequeños cuarzos de colores rojizos conocidos como “jacintos de Compostela”. La extensa red de canales de riego que vemos en nuestra campiña se construyó, en buena parte, apoyada en terrenos donde predominan estos materiales que se formaron originariamente en ambientes donde predominaban condiciones climáticas de sequedad y calor, lo que permitió fuertes procesos de evaporación y de depósitos de sales y yesos.
No es preciso decir que las “rocas” así formadas, resultan menos consistentes que otras también presentes en nuestro territorio a las que debemos los relieves más abruptos y montañosos, como calizas o areniscas. La consecuencia más clara es que estos materiales margosos y yesíferos del Triásico son más vulnerables a los agentes erosivos y, especialmente, a la acción del agua de lluvia y de las escorrentías superficiales que terminan por desgastar mecánicamente o por disolución química de los yesos y sales que contienen, estos materiales “más blandos” y las rocas que los conforman.
Desde la carretera de La Ina, cuando contemplamos en el horizonte cercano los cortados de aspecto “terroso” de la Sierrezuela, apreciamos ya desde lejos que el río, en un trabajo lento pero implacable, ha ido erosionando la base de los cerros y socavando los cimientos de estos pequeños cantiles que caen casi verticales sobre el cauce en diferentes lugares, como el que se aprecia frente al cortijo de La Gredera, donde despunta amenazante “el peñasco” que nos ocupa.
Recorriendo estos parajes hace seis años, tuvimos ocasión de visitar una tarde de invierno la parte superior de los cortados de la Sierrezuela y, con la debida prudencia, acercarnos a la zona fallada y fisurada que, estos días, está siendo noticia. Ya entonces las grietas presentaban un gran desarrollo y una considerable profundidad (como puede verse en las fotografías que tomamos entonces) y, a juzgar por las bandadas de palomas, grajillas y otras aves de roca que salieron de estas grandes fisuras cuando nos acercamos, las oquedades en su interior debían tener también un gran desarrollo. Desde lo alto de la Sierrezuela puede verse una magnífica perspectiva de los Llanos de La Gredera y de la Ina, y se aprecia como el río, viene directo hacia las paredes de estos cortados con una dirección SE-NO, dando un brusco giro en 90 grados al encontrarse con los paquetes rocosos de estos cerros, para tomar la dirección SW, buscando los llanos de La Greduela y la zona donde se asienta la Ermita de la Ina. La acción erosiva del río socaba literalmente la base del cerro y provoca continuos desprendimientos de rocas de yeso y paquetes arcillosos y margosos. De la misma manera, la acción erosiva de las aguas de arroyada facilita la disolución de los materiales superficiales, actuando en capas más profundas a las que llega a través de las grandes grietas y fisuras que se producen y que se ven ensanchadas, con grandes oquedades y cavidades, merced a este trabajo permanente de desgaste al que se ven sometidas.
En junio de 2008, cuando realizábamos trabajos de reconocimiento de las riberas del río, tuvimos ocasión de recorrer, no sin dificultad, la base de los cantiles, observando de cerca el gran caos de bloques y rocas (de yeso en su mayor parte) existentes a los pies de la Sierrezuela. Obtuvimos entonces las imágenes que también ofrecemos y en las que, más cerca que nunca, pudimos comprobar las grandes dimensiones que, ya entonces, tenía la “grieta”… y la roca que en estos días amenaza con desprenderse. Comprobamos también como el cauce del río presentaba grandes depósitos de materiales de acarreo, estrechamientos y, como dato curioso, un pequeño islote interior, en forma de huso (visible en una de las fotografías), producido por los sedimentos que continuamente llegan hasta aquí fruto de los desprendimientos y de los arrastres de cercano arroyo de La Teja, que se une al río procedente de la zona de Cuartillo y del pequeño valle por el que discurre la Cañada de Las Perdices.
En estos días en los que parecen haberse ensanchado las grietas y fisuras de estos paredones de la Sierrezuela, y en los que “la roca” constituye una amenaza cierta (como lo ha sido siempre), se ha vuelto a poner de manifiesto como nuestro entorno nos depara parajes singulares, como estos cortados de la Gredera y Salto al Cielo, que encierran no pocas sorpresas.
Hace escasamente dos semanas la prensa local se hacía eco de la noticia de que “un peñasco” corría serio peligro de caer al cauce del Guadalete. Los trabajadores de la finca de Salto al Cielo habían dado la voz de alarma alertando de su inminente desprendimiento. De llegar a producirse podría provocar un taponamiento del cauce del río que se desbordaría así por los “castigados Llanos de la Gredera y de la Ina. Para valorar de cerca los riesgos se desplazaron al lugar técnicos de la Agencia Andaluza del Agua quienes llegaron a barajar la posible voladura controlada de la roca, si fuese necesario, una vez que las condiciones del entorno permitieran el acceso hasta el lugar de la maquinaria pesada necesaria para desalojar el gran volumen de material que, necesariamente, caería sobre el cauce. De acuerdo con las declaraciones publicadas, se había producido “una gran grieta en un peñasco encima de una curva de los meandros del cauce. La "inquietante" -así la han definido las autoridades- grieta podría provocar el desplome del promontorio y taponar el río agravando la ya de por sí complicada situación actual. La fisura aparecida en el farallón de piedra y tierra tiene unas dimensiones de unos 20 metros de largo, ocho de ancho y una profundidad de otros dos aproximadamente. Las intensas precipitaciones han provocado el corrimiento de tierra. Fuentes de la Agencia Andaluza del Agua (AAA) no negaron ayer que la situación es "preocupante" porque un posible desplome del peñasco puede producirse "inminentemente o en un mes".
Tras establecer un perímetro de seguridad para impedir el acceso a la zona y evitar riesgos, sólo cabe esperar la evolución de la falla producida habiéndose colocado testigos que permitan registrar nuevas alteraciones del terreno.
La “roca”, el “peñasco”, “el cancho”,… el gran protagonista de esta nueva e inquietante amenaza, puede verse dominando los Llanos de La Gredera y de la Ina porque forma parte del promontorio rocoso del cerro de la Sierrezuela (126 m.), siendo la máxima elevación de estos contornos. Los paseantes curiosos podrán observarlo desde cierta distancia –y sin riesgos- desde la Ermita de la Ina, desde las inmediaciones del Cortijo de La Gredera, o desde la Carretera de La Ina, poco antes de llegar a esta barriada rural. Si damos un pequeño paseo por el dique de la margen derecha de la Greduela “río arriba”, tomando el sendero que parte desde el puente junto a la Venta de Las Carretas, podremos contemplarlo muy de cerca y observar la gran fisura que separa ya el peñasco de los cortados rocosos de los que forma parte. Al final del camino (desde donde hemos tomado algunas de las fotografías que ilustran esta entrada), una cinta de protección civil marca la zona de seguridad prohibiendo el paso.
A pesar de la espectacularidad de la falla y del riesgo cierto que entraña, su historia es ya antigua y no hace sino demostrar que, como sucede en otros puntos de nuestro entorno (la “peña de Arcos”, los cantiles del Castillo de Zahara”, las paredes del cerro de La Batida”…) las fuerzas de la naturaleza, los agentes erosivos… la geología en sumo, sigue actuando y está “viva”, si se nos permite la expresión.
Pero, ¿de qué rocas estamos hablando?, ¿qué materiales son estos que, vistos desde lejos se nos antojan de aspecto terroso, poco consistentes y deleznables? Estos estratos rocosos se formaron en el periodo Triásico de la era Secundaria (hace al menos 180 millones de años) y se encuentran entre los más antiguos de cuantos pueden verse en el valle del Guadalete (y aún en la provincia), estando en la base de otras formaciones rocosas más “modernas”. Afloran y salen a la luz debido a la tectónica y, fundamentalmente, a los procesos erosivos que desnudan los estratos superiores y nos muestran así estas rocas más antiguas. Están constituidos por margas y arcillas abigarradas, así como por yesos (blancos, negruzcos, rosáceos…) entre los que es fácil descubrir también pequeños cuarzos de colores rojizos conocidos como “jacintos de Compostela”. La extensa red de canales de riego que vemos en nuestra campiña se construyó, en buena parte, apoyada en terrenos donde predominan estos materiales que se formaron originariamente en ambientes donde predominaban condiciones climáticas de sequedad y calor, lo que permitió fuertes procesos de evaporación y de depósitos de sales y yesos.
No es preciso decir que las “rocas” así formadas, resultan menos consistentes que otras también presentes en nuestro territorio a las que debemos los relieves más abruptos y montañosos, como calizas o areniscas. La consecuencia más clara es que estos materiales margosos y yesíferos del Triásico son más vulnerables a los agentes erosivos y, especialmente, a la acción del agua de lluvia y de las escorrentías superficiales que terminan por desgastar mecánicamente o por disolución química de los yesos y sales que contienen, estos materiales “más blandos” y las rocas que los conforman.
Desde la carretera de La Ina, cuando contemplamos en el horizonte cercano los cortados de aspecto “terroso” de la Sierrezuela, apreciamos ya desde lejos que el río, en un trabajo lento pero implacable, ha ido erosionando la base de los cerros y socavando los cimientos de estos pequeños cantiles que caen casi verticales sobre el cauce en diferentes lugares, como el que se aprecia frente al cortijo de La Gredera, donde despunta amenazante “el peñasco” que nos ocupa.
Recorriendo estos parajes hace seis años, tuvimos ocasión de visitar una tarde de invierno la parte superior de los cortados de la Sierrezuela y, con la debida prudencia, acercarnos a la zona fallada y fisurada que, estos días, está siendo noticia. Ya entonces las grietas presentaban un gran desarrollo y una considerable profundidad (como puede verse en las fotografías que tomamos entonces) y, a juzgar por las bandadas de palomas, grajillas y otras aves de roca que salieron de estas grandes fisuras cuando nos acercamos, las oquedades en su interior debían tener también un gran desarrollo. Desde lo alto de la Sierrezuela puede verse una magnífica perspectiva de los Llanos de La Gredera y de la Ina, y se aprecia como el río, viene directo hacia las paredes de estos cortados con una dirección SE-NO, dando un brusco giro en 90 grados al encontrarse con los paquetes rocosos de estos cerros, para tomar la dirección SW, buscando los llanos de La Greduela y la zona donde se asienta la Ermita de la Ina. La acción erosiva del río socaba literalmente la base del cerro y provoca continuos desprendimientos de rocas de yeso y paquetes arcillosos y margosos. De la misma manera, la acción erosiva de las aguas de arroyada facilita la disolución de los materiales superficiales, actuando en capas más profundas a las que llega a través de las grandes grietas y fisuras que se producen y que se ven ensanchadas, con grandes oquedades y cavidades, merced a este trabajo permanente de desgaste al que se ven sometidas.
En junio de 2008, cuando realizábamos trabajos de reconocimiento de las riberas del río, tuvimos ocasión de recorrer, no sin dificultad, la base de los cantiles, observando de cerca el gran caos de bloques y rocas (de yeso en su mayor parte) existentes a los pies de la Sierrezuela. Obtuvimos entonces las imágenes que también ofrecemos y en las que, más cerca que nunca, pudimos comprobar las grandes dimensiones que, ya entonces, tenía la “grieta”… y la roca que en estos días amenaza con desprenderse. Comprobamos también como el cauce del río presentaba grandes depósitos de materiales de acarreo, estrechamientos y, como dato curioso, un pequeño islote interior, en forma de huso (visible en una de las fotografías), producido por los sedimentos que continuamente llegan hasta aquí fruto de los desprendimientos y de los arrastres de cercano arroyo de La Teja, que se une al río procedente de la zona de Cuartillo y del pequeño valle por el que discurre la Cañada de Las Perdices.
En estos días en los que parecen haberse ensanchado las grietas y fisuras de estos paredones de la Sierrezuela, y en los que “la roca” constituye una amenaza cierta (como lo ha sido siempre), se ha vuelto a poner de manifiesto como nuestro entorno nos depara parajes singulares, como estos cortados de la Gredera y Salto al Cielo, que encierran no pocas sorpresas.