La ocupación de riberas, la usurpación de lo que hoy se conoce como “Dominio Público Hidráulico”, es un mal que viene de muy antiguo. En nuestro post de hoy vamos a poner el acento en denunciar estas prácticas. Pero antes de asomarnos al río, vamos a darnos un paseo por la historia para comprobar como ya, siglos atrás, nuestros antepasados también “ocupaban” las tierras ribereñas.
En su libro “La organización del paisaje rural durante la Baja Edad Media”, Emilio Martín Gutiérrez nos informa como en 1409, Alfonso Martínez de Jaina tenía “plantados e puestos, en la dicha vadera, ciertos pies de olivas” en un vado del río junto a Las Quinientas que el juez de términos obligó a descepar.
En su “Historia y Anales de la muy Noble y muy Leal ciudad de Xerez de la Frontera” (1754), el historiador Bartolomé Gutiérrez, relata también algunos curiosos episodios al respecto. Así, en 1410, cuenta que “Por estos años y muchos después de los que se van escribiendo; y desde los años 1350 se cogía tanta copia de lino en Jerez, que fue preciso á la Ciudad mandar este año, que el vado del camino de Medina que es donde hoy está el puente junto á la Cartuja, no echasen lino en el río, para que quedase desembarazado siquiera este paso á las personas que transitaban por el referido camino”. (pg 264, Libro II). En 1494 se dan también algunos casos de estas usurpaciones y ocupaciones: “En viernes 4 de abril se hizo Cabildo en el Portalejo de Madre de Dios (que era el Convento de los observantes) y en el requirió Manuel Riquel 24º al Juez pesquisidor sobre que las vaderas de Guadalete, linde de las Quinientas, estaban ocupadas con sembrados de algunos sujetos, siendo estas del uso común, por sentencia del Bachiller Alonso Martínez de Toledo; á lo que dixo el Juez, que vista la sentencia, haría justicia.” (Pg. 305, libro III).
Desconocemos si finalmente se haría o no justicia y serían desocupados los vados por los que cruzaban caminantes, caballeros, carretas y ganados. Mucho nos tememos que no ya que un siglo después, en 1591, el mismo historiador da cuenta de los problemas que vuelven a ocasionar las personas que se dedicaban a la siembra del lino en las riberas y aún el propio cauce del río así como de “la prohibición que hizo la ciudad de que ocupasen todo el Río… sino que dejasen libres los vados para el tránsito de los caminantes”. (89, libro IV).
Estos episodios históricos de “ocupaciones” de ribera, comparados con los que en nuestros días se dan, se nos antojan casi anecdóticos. Conviene recordar que las riberas del Guadalete forman parte del Dominio Público Hidráulico (DPH), es decir, que son un territorio que pertenece al río y que nos pertenece a todos. Sin embargo, más parecen ser “tierra de nadie” ya que, junto a los vertidos, las presiones externas más significativas a las que se encuentra sometido nuestro río son las derivadas de la invasión, ocupación, usurpación o degradación de márgenes, riberas y cauce. A falta de la realización del necesario deslinde y su señalización, sus riberas sufren hoy numerosas agresiones.
Así, basta dar un paseo por sus alrededores o acercarnos a cualquier punto de su recorrido para ver como se han instalado en ellas las más variadas construcciones. Almacenes, garajes, viviendas, establecimientos de hostelería, instalaciones de riego, naves agrícolas o ganaderas, casetas de aperos… pueden ser vistas en cualquier lugar ocupando zonas de servidumbre, márgenes, riberas y aún el cauce mismo. Especialmente preocupantes son algunas de las viviendas y edificaciones habitadas en El Portalillo y La Corta, ubicadas en zona inundable de alto riesgo que se han visto afectadas gravemente por las crecidas, al menos en cuatro ocasiones desde 1995, la última en el pasado invierno.
Es también muy frecuente la ocupación de las riberas y márgenes por huertos, corrales y cercados para animales fenómeno que se ha multiplicado notablemente en los últimos años, tal como ha sido puesto de manifiesto en el Estudio de Impactos Ambientales en el Río Guadalete, elaborado por Ecologistas en Acción de Jerez y del que hemos tomado las principales referencias aquí citadas. Para que no suceda lo que ocurrió en su día con las vías pecuarias, sería necesaria una intervención decidida de las administraciones implicadas que cortara su expansión y restituyera para el dominio público los tramos usurpados. No hay que olvidar que de la mano de estas ocupaciones se han producido graves agresiones a la arboleda de las riberas que ha sido talada en muchas ocasiones. Otras veces se han introducido mallas, cercados, “somieres” y alambradas en diferentes puntos, con el consiguiente “efecto barrera” para la fauna o se han realizado construcciones, cabañas, casetas, establos, cochineras y gallineros que llevan aparejado un grave deterioro ecológico y suponen un vector de penetración de vertidos y otros contaminantes, además de causar un grave impacto paisajístico.
La ocupación parcial de la ribera por las fincas colindantes es también frecuente, destruyendo en ocasiones la vegetación como consecuencia de malas prácticas agrícolas (quema de rastrojos, tala indiscriminada, arado de la tierra hasta las márgenes del río…) y apropiándose así de las franjas de terreno donde se desarrollaban sotos y bosquetes de ribera. Preocupantes son también las presiones de carácter “urbanístico” que se ejercen directamente sobre el río o en los entornos próximos a la ribera estrechamente conectados con el ecosistema fluvial, tanto en puntos diseminados de la vega como núcleos de población del entorno rural.
Junto a las ya señaladas, toda una serie de intervenciones y correcciones llevadas a cabo en las riberas, márgenes y cauce han ocasionado también importantes alteraciones en el río que, en muchos casos, provocan impactos medioambientales negativos que es preciso valorar y, en su caso, mejorar, corregir o eliminar. Nos referimos, por ejemplo, a las motas o diques que pueden verse en distintos lugares (La Greduela, La Gredera, El Portal, La Herradura…) y que sería preciso reforestar e integrar en el paisaje ribereño, así como a los azudes y sus entornos. De gran impacto son también las escolleras de rocas instaladas en distintos puntos del cauce y la ribera (Ermita de La Ina, La Herradura, El Portalillo, salida del aliviadero de Torrox, alrededores de las balsas de la azucarera y de la salida de aguas de la EDAR de Jerez…) que sería conveniente naturalizar y acondicionar. Otras intervenciones y correcciones las encontramos en los distintos vados instalados en el cauce, fundamentalmente para facilitar el paso de la maquinaria pesada utilizada en las graveras y que suponen una alteración de las riberas, márgenes y entornos próximos. Nos referimos por ejemplo a los vados repartidos por todo su recorrido (La Pedrosa, El Boyar, Bucharaque, Albardén, La Barca) que han supuesto la instalación de plataformas de hormigón o de canalizaciones que estrechan el cauce. En relación con estos puntos se ha desarrollado también una amplia red de caminos junto a la ribera o en el mismo lecho del río, que ha incidido negativamente en el ecosistema. En otros casos, estos caminos y carriles han supuesto una vía de acceso a vehículos ligeros o a pequeños camiones que han usado las riberas como vertedero, como sucede en los alrededores del Puente de Cartuja, en la zona trasera de Viveros Olmedo, en las inmediaciones de los puentes de la A-4, en el entorno del Puente de La Barca, en la Vega de Albardén o en las riberas de Abadín, por citar sólo algunos lugares.
En numerosos puntos se han producido también rellenos y explanaciones en las riberas con el fin de construir huertos o aparcamientos para automóviles o camiones, invadiendo parcial o totalmente el D.P.H., como pueden verse, por ejemplo en las orillas del Arroyo Salado, junto a Viveros Olmedo, en las proximidades de los puentes de Cartuja o La Greduela, en La Corta… Por último, denunciamos aquí otras intervenciones que impiden la libre circulación por la ribera, las márgenes, la zona de servidumbre o el mismo cauce del río, bien mediante alambradas y vallados permanentes, bien mediante puertas o cancelas.
Puestos a “ocupar las riberas”, el cauce del río y los vados, nos quedamos con la forma en la que se hacía en los siglos XV y XVI, sembrando lino. Al menos así veríamos los márgenes libres de escombros, vallados y construcciones de las más variadas especies, como ahora sucede. A ver si de una vez se pone coto a estas ocupaciones.
En su libro “La organización del paisaje rural durante la Baja Edad Media”, Emilio Martín Gutiérrez nos informa como en 1409, Alfonso Martínez de Jaina tenía “plantados e puestos, en la dicha vadera, ciertos pies de olivas” en un vado del río junto a Las Quinientas que el juez de términos obligó a descepar.
En su “Historia y Anales de la muy Noble y muy Leal ciudad de Xerez de la Frontera” (1754), el historiador Bartolomé Gutiérrez, relata también algunos curiosos episodios al respecto. Así, en 1410, cuenta que “Por estos años y muchos después de los que se van escribiendo; y desde los años 1350 se cogía tanta copia de lino en Jerez, que fue preciso á la Ciudad mandar este año, que el vado del camino de Medina que es donde hoy está el puente junto á la Cartuja, no echasen lino en el río, para que quedase desembarazado siquiera este paso á las personas que transitaban por el referido camino”. (pg 264, Libro II). En 1494 se dan también algunos casos de estas usurpaciones y ocupaciones: “En viernes 4 de abril se hizo Cabildo en el Portalejo de Madre de Dios (que era el Convento de los observantes) y en el requirió Manuel Riquel 24º al Juez pesquisidor sobre que las vaderas de Guadalete, linde de las Quinientas, estaban ocupadas con sembrados de algunos sujetos, siendo estas del uso común, por sentencia del Bachiller Alonso Martínez de Toledo; á lo que dixo el Juez, que vista la sentencia, haría justicia.” (Pg. 305, libro III).
Desconocemos si finalmente se haría o no justicia y serían desocupados los vados por los que cruzaban caminantes, caballeros, carretas y ganados. Mucho nos tememos que no ya que un siglo después, en 1591, el mismo historiador da cuenta de los problemas que vuelven a ocasionar las personas que se dedicaban a la siembra del lino en las riberas y aún el propio cauce del río así como de “la prohibición que hizo la ciudad de que ocupasen todo el Río… sino que dejasen libres los vados para el tránsito de los caminantes”. (89, libro IV).
Estos episodios históricos de “ocupaciones” de ribera, comparados con los que en nuestros días se dan, se nos antojan casi anecdóticos. Conviene recordar que las riberas del Guadalete forman parte del Dominio Público Hidráulico (DPH), es decir, que son un territorio que pertenece al río y que nos pertenece a todos. Sin embargo, más parecen ser “tierra de nadie” ya que, junto a los vertidos, las presiones externas más significativas a las que se encuentra sometido nuestro río son las derivadas de la invasión, ocupación, usurpación o degradación de márgenes, riberas y cauce. A falta de la realización del necesario deslinde y su señalización, sus riberas sufren hoy numerosas agresiones.
Así, basta dar un paseo por sus alrededores o acercarnos a cualquier punto de su recorrido para ver como se han instalado en ellas las más variadas construcciones. Almacenes, garajes, viviendas, establecimientos de hostelería, instalaciones de riego, naves agrícolas o ganaderas, casetas de aperos… pueden ser vistas en cualquier lugar ocupando zonas de servidumbre, márgenes, riberas y aún el cauce mismo. Especialmente preocupantes son algunas de las viviendas y edificaciones habitadas en El Portalillo y La Corta, ubicadas en zona inundable de alto riesgo que se han visto afectadas gravemente por las crecidas, al menos en cuatro ocasiones desde 1995, la última en el pasado invierno.
Es también muy frecuente la ocupación de las riberas y márgenes por huertos, corrales y cercados para animales fenómeno que se ha multiplicado notablemente en los últimos años, tal como ha sido puesto de manifiesto en el Estudio de Impactos Ambientales en el Río Guadalete, elaborado por Ecologistas en Acción de Jerez y del que hemos tomado las principales referencias aquí citadas. Para que no suceda lo que ocurrió en su día con las vías pecuarias, sería necesaria una intervención decidida de las administraciones implicadas que cortara su expansión y restituyera para el dominio público los tramos usurpados. No hay que olvidar que de la mano de estas ocupaciones se han producido graves agresiones a la arboleda de las riberas que ha sido talada en muchas ocasiones. Otras veces se han introducido mallas, cercados, “somieres” y alambradas en diferentes puntos, con el consiguiente “efecto barrera” para la fauna o se han realizado construcciones, cabañas, casetas, establos, cochineras y gallineros que llevan aparejado un grave deterioro ecológico y suponen un vector de penetración de vertidos y otros contaminantes, además de causar un grave impacto paisajístico.
La ocupación parcial de la ribera por las fincas colindantes es también frecuente, destruyendo en ocasiones la vegetación como consecuencia de malas prácticas agrícolas (quema de rastrojos, tala indiscriminada, arado de la tierra hasta las márgenes del río…) y apropiándose así de las franjas de terreno donde se desarrollaban sotos y bosquetes de ribera. Preocupantes son también las presiones de carácter “urbanístico” que se ejercen directamente sobre el río o en los entornos próximos a la ribera estrechamente conectados con el ecosistema fluvial, tanto en puntos diseminados de la vega como núcleos de población del entorno rural.
Junto a las ya señaladas, toda una serie de intervenciones y correcciones llevadas a cabo en las riberas, márgenes y cauce han ocasionado también importantes alteraciones en el río que, en muchos casos, provocan impactos medioambientales negativos que es preciso valorar y, en su caso, mejorar, corregir o eliminar. Nos referimos, por ejemplo, a las motas o diques que pueden verse en distintos lugares (La Greduela, La Gredera, El Portal, La Herradura…) y que sería preciso reforestar e integrar en el paisaje ribereño, así como a los azudes y sus entornos. De gran impacto son también las escolleras de rocas instaladas en distintos puntos del cauce y la ribera (Ermita de La Ina, La Herradura, El Portalillo, salida del aliviadero de Torrox, alrededores de las balsas de la azucarera y de la salida de aguas de la EDAR de Jerez…) que sería conveniente naturalizar y acondicionar. Otras intervenciones y correcciones las encontramos en los distintos vados instalados en el cauce, fundamentalmente para facilitar el paso de la maquinaria pesada utilizada en las graveras y que suponen una alteración de las riberas, márgenes y entornos próximos. Nos referimos por ejemplo a los vados repartidos por todo su recorrido (La Pedrosa, El Boyar, Bucharaque, Albardén, La Barca) que han supuesto la instalación de plataformas de hormigón o de canalizaciones que estrechan el cauce. En relación con estos puntos se ha desarrollado también una amplia red de caminos junto a la ribera o en el mismo lecho del río, que ha incidido negativamente en el ecosistema. En otros casos, estos caminos y carriles han supuesto una vía de acceso a vehículos ligeros o a pequeños camiones que han usado las riberas como vertedero, como sucede en los alrededores del Puente de Cartuja, en la zona trasera de Viveros Olmedo, en las inmediaciones de los puentes de la A-4, en el entorno del Puente de La Barca, en la Vega de Albardén o en las riberas de Abadín, por citar sólo algunos lugares.
En numerosos puntos se han producido también rellenos y explanaciones en las riberas con el fin de construir huertos o aparcamientos para automóviles o camiones, invadiendo parcial o totalmente el D.P.H., como pueden verse, por ejemplo en las orillas del Arroyo Salado, junto a Viveros Olmedo, en las proximidades de los puentes de Cartuja o La Greduela, en La Corta… Por último, denunciamos aquí otras intervenciones que impiden la libre circulación por la ribera, las márgenes, la zona de servidumbre o el mismo cauce del río, bien mediante alambradas y vallados permanentes, bien mediante puertas o cancelas.
Puestos a “ocupar las riberas”, el cauce del río y los vados, nos quedamos con la forma en la que se hacía en los siglos XV y XVI, sembrando lino. Al menos así veríamos los márgenes libres de escombros, vallados y construcciones de las más variadas especies, como ahora sucede. A ver si de una vez se pone coto a estas ocupaciones.
Para saber más:
- Martín Gutiérrrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004. Pg. 122
- Gutiérrez, B.: Historia y Anales de la muy noble y muy leal ciudad de Xerez de la Frontera. Edición facsímil. BUC .Jerez, 1989.
- Estudio de Impactos Ambientalesen el río Guadalete. Ecologistas en Acción Jerez. Noviembre de 2008.