A través de nuestro buen amigo José Antonio Espinosa Maestre llegó hasta su hermano Francisco, reconocido historiador e investigador, una curiosa fotografía que habíamos realizado en La Barca de la Florida meses atrás. Se trata de la imagen de una veleta que aún corona la espadaña del antiguo edificio que perteneció a las Escuelas “José Antonio”, levantado en 1937 en plena Guerra Civil. En la veleta (que forma parte de nuestra serie sobre veletas en la campiña de Jerez) puede verse aún uno de los típicos símbolos del franquismo,-el yugo y las flechas, sobre el que se recorta la silueta de un soldado, rodilla en tierra, en posición de disparo.
En aquellos días, Francisco Espinosa Maestre andaba terminando los detalles finales de su último libro, “Violencia roja y azul”, y vio en esta curiosa imagen una posibilidad para ilustrar su portada, como finalmente ha terminado sucediendo, lo que agradecemos con todo afecto.
El libro, editado por Crítica, ya ha visto la luz, habiendo sido presentado en Sevilla el pasado 20 de octubre y en Madrid, al día siguiente, en un marco muy especial: el Ateneo. La presentación estuvo a cargo de su coordinador, Francisco Espinosa, participado también en la misma José Antonio Martín Pallín, magistrado del Tribual Supremo, y la profesora e historiadora Mirta Núñez.
Francisco Espinosa Maestre es historiador y director científico del conocido proyecto para la recuperación de la memoria histórica, Todos los Nombres. Autor de numerosos artículos y trabajos de investigación, ha publicado también otros títulos como La justicia de Queipo, La columna de la muerte o Contra el olvido, de obligada consulta para quienes quieran profundizar en las claves de la guerra civil y la represión franquista y, particularmente, en lo que se refiere a Andalucía y Extremadura.
En esta ocasión, con Violencia roja y azul, nos presenta un trabajo en el que participan también los historiadores José María García Márquez, José Luis Ledesma y Pablo Gil Vico. Ya en la introducción queda claro que la “violencia roja y azul” no puede abordarse en términos de neutral equidistancia en la que, a buen seguro, encontrarían coartadas históricas y morales los nostálgicos del franquismo. Por el contrario, estamos ante un trabajo en el que, aunque se da cuenta también de los episodios de violencia en la retaguardia republicana, se pone claramente de manifiesto la política de exterminio y terror que desplegaron los alzados en 1936 más allá de los episodios bélicos que constituyeron la Guerra Civil.
La obra consta de cuatro partes bien diferenciada en las que se analiza el periodo comprendido entre el inicio de la guerra en julio de 1936 y el inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial hasta 1950. En la primera de ellas, realizada por Francisco Espinosa, se nos ofrece una visión global de la represión franquista. José María García Márquez aborda en la segunda parte el despliegue de esta política de terror en las zonas ya ocupadas por los franquistas. En la tercera parte, José Luis Ledesma estudia los episodios de violencia que tuvieron lugar en la zona republicana. La última parte del libro, obra de Pablo Gil, trata de la represión que llevó a cabo, sin tregua, la “Justicia Militar”. Ángel Viñas, ha puesto de relieve recientemente en una reseña publicada en el suplemento cultural Babelia (El Pais, 23/10/2010), las claves más relevantes de Violencia roja y azul que, por su interés reproducimos:
“Cuando Queipo de Llano se sublevó no tuvo empacho en declarar mayestáticamente: "La historia nos juzgará". Desde hace tiempo los investigadores han seguido su "invitación". La rebelión dio lugar a un corte en la evolución natural de la sociedad española. Sus consecuencias quedaron anegadas en sangre y en silencio. No se aclararon durante la dictadura. Hoy, el estudio de la represión avanza ya a velocidad de crucero y este importantísimo libro debería ser objeto de estudio en los diversos tramos de la educación pública y calar en los forjadores de opinión y los españoles de nuestros días.
Francisco Espinosa, uno de los primeros historiadores que levantó las densas capas de ofuscación y mentiras que ocultaron la sangrienta represión que desde el comienzo mismo lanzaron los autoproclamados salvadores de la patria, ha conjuntado a tres investigadores. El subproducto ha sido la feliz combinación de cuatro modélicos estudios. Espinosa mismo hace un resumen brillante del estado actual de la ya substancial historiografía sobre la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. José María García Márquez deslumbra con un detalladísimo análisis de los mecanismos que recubrieron la lluvia de sangre que se abatió sobre la Andalucía documentable en los legajos del Tribunal Territorial Militar Segundo. José Luis Ledesma ofrece una fantástica primicia de su tesis doctoral sobre la represión en la zona republicana (incluidos Paracuellos y otras atrocidades). Pablo Gil Vico aborda un innovador ensayo sobre la perversión del Derecho, la actuación del Cuerpo Jurídico Militar y el Consejo Supremo de Justicia Militar. A ver a quién los desmonta.
Con rigor académico, los capítulos de esta obra van mucho más allá del distorsionador debate sobre quién mató más (los sublevados y en una relación de casi 3 a 1) y estudian la esencial diferencia entre las mecánicas, finalidades y filosofías aplicadas en los territorios donde no hubo guerra, porque quedaron desde el principio en manos sublevadas, en las zonas que fueron conquistando y en las áreas en que no triunfaron. Con su lenguaje y sus claves. Con nombres y apellidos. Con estudios de casos representativos. No hubo descontrol en los asesinatos. Falangistas, soldados y civiles hicieron su sucio trabajo a las órdenes del sector más ideologizado de la oficialidad sublevada: hombres comunes y corrientes, como ejemplificó en el caso nazi Christopher Browning. También "se pasaron". Cuando llegó la hora de la victoria un mando de la Guardia Civil anunció, con presciencia, que la guerra había terminado pero que la campaña continuaba. En resumen, se trata de un libro que pone al lector de hoy frente a hechos que repugnan a una sociedad civilizada. ¿Cuándo los aceptará un sector de la española?
El crucero continúa. Para el año que viene ya se anuncian trabajos tanto de investigadores jóvenes (el propio Ledesma, Jorge Marco/Gutmaro Gómez Bravo) como de un veterano (Paul Preston). Tampoco harán las delicias de los seudohistoriadores neofranquistas. A lo mejor hasta los leen los juzgadores de Garzón, pero si no lo hacen que ojeen al menos el coordinado por Francisco Espinosa”.
La veleta de las antiguas “Escuelas José Antonio” de La Barca de la Florida (cuya imagen sirve de portada a este libro) ya no gira. Con su yugo y con sus flechas, con su falangista en posición de disparo, apunta desde hace décadas en la misma dirección: al pasado. A ese pasado que trabajos como los de Francisco Espinosa están desenmascarando, con todo rigor y con nuevos planteamientos, ahora que la recuperación de lo que se ha dado en llamar “memoria histórica”, no ha hecho más que empezar.
En aquellos días, Francisco Espinosa Maestre andaba terminando los detalles finales de su último libro, “Violencia roja y azul”, y vio en esta curiosa imagen una posibilidad para ilustrar su portada, como finalmente ha terminado sucediendo, lo que agradecemos con todo afecto.
El libro, editado por Crítica, ya ha visto la luz, habiendo sido presentado en Sevilla el pasado 20 de octubre y en Madrid, al día siguiente, en un marco muy especial: el Ateneo. La presentación estuvo a cargo de su coordinador, Francisco Espinosa, participado también en la misma José Antonio Martín Pallín, magistrado del Tribual Supremo, y la profesora e historiadora Mirta Núñez.
Francisco Espinosa Maestre es historiador y director científico del conocido proyecto para la recuperación de la memoria histórica, Todos los Nombres. Autor de numerosos artículos y trabajos de investigación, ha publicado también otros títulos como La justicia de Queipo, La columna de la muerte o Contra el olvido, de obligada consulta para quienes quieran profundizar en las claves de la guerra civil y la represión franquista y, particularmente, en lo que se refiere a Andalucía y Extremadura.
En esta ocasión, con Violencia roja y azul, nos presenta un trabajo en el que participan también los historiadores José María García Márquez, José Luis Ledesma y Pablo Gil Vico. Ya en la introducción queda claro que la “violencia roja y azul” no puede abordarse en términos de neutral equidistancia en la que, a buen seguro, encontrarían coartadas históricas y morales los nostálgicos del franquismo. Por el contrario, estamos ante un trabajo en el que, aunque se da cuenta también de los episodios de violencia en la retaguardia republicana, se pone claramente de manifiesto la política de exterminio y terror que desplegaron los alzados en 1936 más allá de los episodios bélicos que constituyeron la Guerra Civil.
La obra consta de cuatro partes bien diferenciada en las que se analiza el periodo comprendido entre el inicio de la guerra en julio de 1936 y el inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial hasta 1950. En la primera de ellas, realizada por Francisco Espinosa, se nos ofrece una visión global de la represión franquista. José María García Márquez aborda en la segunda parte el despliegue de esta política de terror en las zonas ya ocupadas por los franquistas. En la tercera parte, José Luis Ledesma estudia los episodios de violencia que tuvieron lugar en la zona republicana. La última parte del libro, obra de Pablo Gil, trata de la represión que llevó a cabo, sin tregua, la “Justicia Militar”. Ángel Viñas, ha puesto de relieve recientemente en una reseña publicada en el suplemento cultural Babelia (El Pais, 23/10/2010), las claves más relevantes de Violencia roja y azul que, por su interés reproducimos:
“Cuando Queipo de Llano se sublevó no tuvo empacho en declarar mayestáticamente: "La historia nos juzgará". Desde hace tiempo los investigadores han seguido su "invitación". La rebelión dio lugar a un corte en la evolución natural de la sociedad española. Sus consecuencias quedaron anegadas en sangre y en silencio. No se aclararon durante la dictadura. Hoy, el estudio de la represión avanza ya a velocidad de crucero y este importantísimo libro debería ser objeto de estudio en los diversos tramos de la educación pública y calar en los forjadores de opinión y los españoles de nuestros días.
Francisco Espinosa, uno de los primeros historiadores que levantó las densas capas de ofuscación y mentiras que ocultaron la sangrienta represión que desde el comienzo mismo lanzaron los autoproclamados salvadores de la patria, ha conjuntado a tres investigadores. El subproducto ha sido la feliz combinación de cuatro modélicos estudios. Espinosa mismo hace un resumen brillante del estado actual de la ya substancial historiografía sobre la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. José María García Márquez deslumbra con un detalladísimo análisis de los mecanismos que recubrieron la lluvia de sangre que se abatió sobre la Andalucía documentable en los legajos del Tribunal Territorial Militar Segundo. José Luis Ledesma ofrece una fantástica primicia de su tesis doctoral sobre la represión en la zona republicana (incluidos Paracuellos y otras atrocidades). Pablo Gil Vico aborda un innovador ensayo sobre la perversión del Derecho, la actuación del Cuerpo Jurídico Militar y el Consejo Supremo de Justicia Militar. A ver a quién los desmonta.
Con rigor académico, los capítulos de esta obra van mucho más allá del distorsionador debate sobre quién mató más (los sublevados y en una relación de casi 3 a 1) y estudian la esencial diferencia entre las mecánicas, finalidades y filosofías aplicadas en los territorios donde no hubo guerra, porque quedaron desde el principio en manos sublevadas, en las zonas que fueron conquistando y en las áreas en que no triunfaron. Con su lenguaje y sus claves. Con nombres y apellidos. Con estudios de casos representativos. No hubo descontrol en los asesinatos. Falangistas, soldados y civiles hicieron su sucio trabajo a las órdenes del sector más ideologizado de la oficialidad sublevada: hombres comunes y corrientes, como ejemplificó en el caso nazi Christopher Browning. También "se pasaron". Cuando llegó la hora de la victoria un mando de la Guardia Civil anunció, con presciencia, que la guerra había terminado pero que la campaña continuaba. En resumen, se trata de un libro que pone al lector de hoy frente a hechos que repugnan a una sociedad civilizada. ¿Cuándo los aceptará un sector de la española?
El crucero continúa. Para el año que viene ya se anuncian trabajos tanto de investigadores jóvenes (el propio Ledesma, Jorge Marco/Gutmaro Gómez Bravo) como de un veterano (Paul Preston). Tampoco harán las delicias de los seudohistoriadores neofranquistas. A lo mejor hasta los leen los juzgadores de Garzón, pero si no lo hacen que ojeen al menos el coordinado por Francisco Espinosa”.
La veleta de las antiguas “Escuelas José Antonio” de La Barca de la Florida (cuya imagen sirve de portada a este libro) ya no gira. Con su yugo y con sus flechas, con su falangista en posición de disparo, apunta desde hace décadas en la misma dirección: al pasado. A ese pasado que trabajos como los de Francisco Espinosa están desenmascarando, con todo rigor y con nuevos planteamientos, ahora que la recuperación de lo que se ha dado en llamar “memoria histórica”, no ha hecho más que empezar.
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Hola Agustín y compaña: felicidades por vuestro blog.
ResponderEliminarEspero no inaugurar mi casillero de persona digna de sospecha si os digo que me gusta la veleta "falanguista" (algo bueno debían dejar tras su historia...)y os conmino a seguir con vuestro trabajo y, si os resulta posible, procurar que esa veleta -si ha de caer por el viento de la historia- no desaperezca como herrumbre, sino que permanezca donde quiera que sea para el recuerdo de cómo aquella ideología para nuestra comun salvación había de fusilar permanentemente el cielo.
Paco Aguilar
Estoy de acuerdo con elanterior comentario y esta veleta habría que conservarla como testigo vivo de muchas cosas. Por ejemplo de los que también fusilaron en elmedio rural, que fueron algunos de La Barca según cuentanuestro paisano Juan Leiva en su libro de historia de La Barca.
ResponderEliminarEspléndido artículo y espléndida fotografía. Yo opino de la misma manera que Paco Aguilar. Hay que dejarla ahí fijada en el tiempo y en el espacio y enseñarla a los más jovenes como testigo de un periodo lamentable que afortunadamente pasó.
ResponderEliminarCasto
El espíritu de esa veleta(que me encantan las veletas por su estar a los vientos de forma abierta ) se palpa en cada rincón municipalista y son los herederos de las víctimas quienes no deben renunciar a su definitivo final.Desde luego con mucho empeño,dedicación y valentía....
ResponderEliminarque desafortunadamente no han demostrado hasta ahora dado el furor pragmático que afecta a tanto maestro escuela a los que posiblemente les persiga el triste trinomio cura/maestro/guardia civil.
Un abrazo
Está por escribir la represión franquista en el medio rural, donde se cebaron los vencedores y donde el silencio fue más grande. ¿Alguien tiene datos de estas cosas? He oido algunas cosas sobre fusilamientos en La Barca, pero no he visto datos publicados. Os fecilito por las cosas que ponéis del jerez rural. Una barqueña.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarEsta tarde hablando con mi padre de 81 años, me comentó como siendo un niño de unos 7 años escuchaba como fusilaban gente por la noche en el Recreo de las Cadenas. Por las mañanas, él y su hermano, iban a sacar las balas del muro para usarlas en sus tirachinas para cazar pajaritos. Se encontraban sangre en el suelo. Al preguntar a su hermano porque mataban a la gente, su hermano le llevó a la plaza de toros dónde le mostró la plaza llena de gente esperando a fusilamiento. Vió en otra ocasión, la fosa común dónde estaban todos los fusilados.
Nada, agradable, para un chavalito de poca edad...
...Pues si amigo: un testimonio muy duro...
ResponderEliminaryo en mi modesto pensamiento que no quiero decir que sea el correcto creo que debemos dejar todos los simbolos en su sitio y dejarlos en paz para que cada uno saque la conclusion que quiera
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