El monasterio
Como el visitante podrá comprobar, el de Caños Santos fue un cenobio de notables proporciones. Sin duda lo más destacado del conjunto es la torre y la fachada de la iglesia, construidas con piedra labrada, ambas obras del siglo XVII. En esta última, se aprecian dos cuerpos con dobles pilastras entre las que se abren hornacinas. En el cuerpo inferior se enmarca la puerta y en el superior un curioso óculo. La torre, de cuatro cuerpos, es uno de los elementos mejor conservados de la obra original y ha llegado en buen estado hasta nuestros días. De aspecto recio y sólido, está coronada por un campanario ochavado que se eleva sobre la arboleda que rodea el conjunto, siendo el elemento más visible para los viajeros que divisan el monasterio desde la carretera de Olvera a Campillos.
El templo tiene planta rectangular, con una sola nave que perdió su techumbre ya en el siglo XIX, habiendo sido recientemente restaurado, por lo que conserva pocos elementos originales. Sin embargo aún podemos apreciar la robustez de los muros del primitivo edificio que han sido consolidados. Por una puerta lateral se accedía al claustro, ubicado en el costado izquierdo de la iglesia. Junto a él se encuentra el gran edificio que albergaba las celdas y dependencias del convento, repartidas en varias plantas y al que se quiere dar un uso turístico como restaurante y hotel. En su parte baja, al pie de los muros hay un singular mirador que, a modo de balcón, se asoma sobre el paisaje circundante ofreciendo magníficas vistas.
El conjunto se completa con otros edificios situados frente a la iglesia, que albergaron la panadería del convento y la hospedería. En la base de este último edificio, de altos muros brota la fuente de Caños Santos, en cuyas aguas encontrará el viajero recompensa a su caminata.
Agua y sombra
Pero si el conjunto monumental llama la atención del visitante por lo inesperado de su aparición y por la amplitud y solidez de las edificaciones, sin duda es la belleza del paraje natural en el que se enclava el monasterio lo que convierte a este lugar en uno de los de mayor atractivo de la comarca.
A la vegetación natural que prospera en las laderas del abrigo rocoso que rodea al monasterio, se suma la frondosa arboleda en la que conviven especies traídas de otras tierras. Un magnífico castaño de indias comparte la recoleta explanada que se abre frente a la iglesia con espigados cipreses y palmeras. Las acacias blancas se hallan también presentes aquí, destacando un viejo ejemplar situado en la parte trasera de la iglesia. Pero sin duda son los olmos la especie arbórea más abundante, aunque de unos años a esta parte muchos se han perdido azotados por la grafiosis, una enfermedad que afecta a buena parte de los olmos de toda la península. Formando una cerrada y estrecha galería escoltaban los olmos el camino viejo de Olvera que desde la fuente del monasterio se perdía ladera abajo hacia las huertas y que hoy, en su primer tramo, ha sido recuperado con una gran escalinata.
Este lugar no sería el mismo sin los árboles que crecen aquí y allá en torno a las diferentes dependencias del convento, o sin la densa vegetación que tapiza las laderas y los paredones rocosos que protegen el lugar y entre los que se abren pequeñas cuevas y oquedades naturales. De una de ellas, donde se halla el primitivo manantial, brota el agua que conducida por una cañería oculta, alimenta todavía la fuente de Caños Santos y llena un pilar del que rebosa después, de manera permanente, un reguero de agua hasta las huertas. Un hermoso lugar en el que es todo frescor y sosiego.
Las vistas
Ya ha quedado dicho que el paraje en el que se alza el convento, se encuentra "colgado" a modo de balcón en las faldas de umbría de la Loma de la Cordillera, convirtiéndose así en un espléndido mirador sobre la amplia región de las Sierras Subbéticas, donde se confunden las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga.
Desde diferentes rincones pueden obtenerse magnificas vistas sobre este abierto y despejado paisaje que, en primer término y a vista de pájaro nos muestra las laderas y el fondo del estrecho valle por el que discurre la carretera de Olvera a Campillo. En la ladera opuesta las tierras de Valle Hermoso Bajo y Alto se salpican con los mogotes rocosos que despuntan entre las suaves lomas. Son los peñones, que ya habíamos citado en el camino, entre los que divisamos cercano el de Montentier. Como telón de fondo y cerrando el horizonte se distinguen los perfiles de las paredes peladas de la Sierra del Tablón, en tierras de la localidad sevillana de Algámitas, siendo la elevación de mayor altitud de la provincia de Sevilla. Esta sierra es fácilmente reconocible por su cima amesetada en la que destaca el Terril, su máxima altura, que alcanza los 1129 metros, a cuyos pies nace el río Guadamanil.
El campo olvereño, salpicado de olivares, se pierde hacia poniente mientras que al este, una sucesión de pequeños cerros marcan ya los límites de la provincia de Cádiz, desde donde el todavía joven río Corbones inicia su camino entre la sierra sur de Sevilla buscando el Guadalquivir.
La romería
Uno de los factores que sin duda más ha contribuido a la conservación del lugar es la romería que todos los años se celebra en Caños Santos el 1 de mayo. En sus orígenes, varios siglos atrás, todos los pueblos de la zona acudían al monasterio. Ya fuera de los sevillanos Pruna y Algámitas, de los malagueños Cañete la Real o Cuevas o de los gaditanos Setenil, Olvera y Alcalá del Valle, año tras año la romería de Caños Santos congregaba a las gentes de la zona. Con el paso del tiempo es esta última localidad la que celebra la fiesta, preferentemente, lo que le llevó a comprar los restos del convento y sus tierras circundantes al municipio de Olvera, en cuyo término municipal se encuentra.
El ambiente de la romería, es similar al de todas las fiestas de este tipo. Desde Alcalá del Valle, bien caminando, bien en coches, carretas y tractores engalanados para la ocasión, se llega hasta el monasterio, a unos 6 km. del pueblo. En la explanada frente a la iglesia se celebra la misa de romeros que deja paso después a las típicas comidas campestres y a la fiesta popular.
Aunque cualquier momento del año puede ser bueno para conocer el lugar se aconseja visitarlo en primavera, cuando los campos de Olvera y Alcalá se hallan cubiertos de verde. Para los amigos de fiestas y diversiones la fecha más aconsejable sería la del 1 de mayo, día de la romería. Pero si el visitante se aventura en los meses de verano, cuando amarillean los prados y el calor aprieta, Caños Santos le guardará como recompensa la fresca sombra de su frondosa arboleda y, como el mejor de los regalos, el agua fría de su fuente.
Caños Santos en la literatura
Otro regalo es el que nos ofrece Sebastián Rubiales, escritor jerezano, quien en su obra “Los lugares prohibidos” (Ed. Renacimiento, 2004), dedica un capítulo a Caños Santos. La visión que el monasterio, rodeado de vegetación, ofrece en la lejanía a quien lo contempla desde la carretera es descrita como “…una edificación que se hurta a la mirada del viajero”. El autor, quien visita el monasterio cuando todavía está en ruinas, escribe “…las veces que me he acercado al paraje de Caños Santos, un temblor me aflige como un azogado…”. Y expresa, ciertamente, lo que sentimos cuando circulando por Vallehermoso, vemos en las laderas de la Loma de la Cordillera la silueta enigmática de la torre de su iglesia: “…Un silbido aterciopelado como una llamada amorosa trata de robar la atención hacia lo alto”.
Como el visitante podrá comprobar, el de Caños Santos fue un cenobio de notables proporciones. Sin duda lo más destacado del conjunto es la torre y la fachada de la iglesia, construidas con piedra labrada, ambas obras del siglo XVII. En esta última, se aprecian dos cuerpos con dobles pilastras entre las que se abren hornacinas. En el cuerpo inferior se enmarca la puerta y en el superior un curioso óculo. La torre, de cuatro cuerpos, es uno de los elementos mejor conservados de la obra original y ha llegado en buen estado hasta nuestros días. De aspecto recio y sólido, está coronada por un campanario ochavado que se eleva sobre la arboleda que rodea el conjunto, siendo el elemento más visible para los viajeros que divisan el monasterio desde la carretera de Olvera a Campillos.
El templo tiene planta rectangular, con una sola nave que perdió su techumbre ya en el siglo XIX, habiendo sido recientemente restaurado, por lo que conserva pocos elementos originales. Sin embargo aún podemos apreciar la robustez de los muros del primitivo edificio que han sido consolidados. Por una puerta lateral se accedía al claustro, ubicado en el costado izquierdo de la iglesia. Junto a él se encuentra el gran edificio que albergaba las celdas y dependencias del convento, repartidas en varias plantas y al que se quiere dar un uso turístico como restaurante y hotel. En su parte baja, al pie de los muros hay un singular mirador que, a modo de balcón, se asoma sobre el paisaje circundante ofreciendo magníficas vistas.
El conjunto se completa con otros edificios situados frente a la iglesia, que albergaron la panadería del convento y la hospedería. En la base de este último edificio, de altos muros brota la fuente de Caños Santos, en cuyas aguas encontrará el viajero recompensa a su caminata.
Agua y sombra
Pero si el conjunto monumental llama la atención del visitante por lo inesperado de su aparición y por la amplitud y solidez de las edificaciones, sin duda es la belleza del paraje natural en el que se enclava el monasterio lo que convierte a este lugar en uno de los de mayor atractivo de la comarca.
A la vegetación natural que prospera en las laderas del abrigo rocoso que rodea al monasterio, se suma la frondosa arboleda en la que conviven especies traídas de otras tierras. Un magnífico castaño de indias comparte la recoleta explanada que se abre frente a la iglesia con espigados cipreses y palmeras. Las acacias blancas se hallan también presentes aquí, destacando un viejo ejemplar situado en la parte trasera de la iglesia. Pero sin duda son los olmos la especie arbórea más abundante, aunque de unos años a esta parte muchos se han perdido azotados por la grafiosis, una enfermedad que afecta a buena parte de los olmos de toda la península. Formando una cerrada y estrecha galería escoltaban los olmos el camino viejo de Olvera que desde la fuente del monasterio se perdía ladera abajo hacia las huertas y que hoy, en su primer tramo, ha sido recuperado con una gran escalinata.
Este lugar no sería el mismo sin los árboles que crecen aquí y allá en torno a las diferentes dependencias del convento, o sin la densa vegetación que tapiza las laderas y los paredones rocosos que protegen el lugar y entre los que se abren pequeñas cuevas y oquedades naturales. De una de ellas, donde se halla el primitivo manantial, brota el agua que conducida por una cañería oculta, alimenta todavía la fuente de Caños Santos y llena un pilar del que rebosa después, de manera permanente, un reguero de agua hasta las huertas. Un hermoso lugar en el que es todo frescor y sosiego.
Las vistas
Ya ha quedado dicho que el paraje en el que se alza el convento, se encuentra "colgado" a modo de balcón en las faldas de umbría de la Loma de la Cordillera, convirtiéndose así en un espléndido mirador sobre la amplia región de las Sierras Subbéticas, donde se confunden las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga.
Desde diferentes rincones pueden obtenerse magnificas vistas sobre este abierto y despejado paisaje que, en primer término y a vista de pájaro nos muestra las laderas y el fondo del estrecho valle por el que discurre la carretera de Olvera a Campillo. En la ladera opuesta las tierras de Valle Hermoso Bajo y Alto se salpican con los mogotes rocosos que despuntan entre las suaves lomas. Son los peñones, que ya habíamos citado en el camino, entre los que divisamos cercano el de Montentier. Como telón de fondo y cerrando el horizonte se distinguen los perfiles de las paredes peladas de la Sierra del Tablón, en tierras de la localidad sevillana de Algámitas, siendo la elevación de mayor altitud de la provincia de Sevilla. Esta sierra es fácilmente reconocible por su cima amesetada en la que destaca el Terril, su máxima altura, que alcanza los 1129 metros, a cuyos pies nace el río Guadamanil.
El campo olvereño, salpicado de olivares, se pierde hacia poniente mientras que al este, una sucesión de pequeños cerros marcan ya los límites de la provincia de Cádiz, desde donde el todavía joven río Corbones inicia su camino entre la sierra sur de Sevilla buscando el Guadalquivir.
La romería
Uno de los factores que sin duda más ha contribuido a la conservación del lugar es la romería que todos los años se celebra en Caños Santos el 1 de mayo. En sus orígenes, varios siglos atrás, todos los pueblos de la zona acudían al monasterio. Ya fuera de los sevillanos Pruna y Algámitas, de los malagueños Cañete la Real o Cuevas o de los gaditanos Setenil, Olvera y Alcalá del Valle, año tras año la romería de Caños Santos congregaba a las gentes de la zona. Con el paso del tiempo es esta última localidad la que celebra la fiesta, preferentemente, lo que le llevó a comprar los restos del convento y sus tierras circundantes al municipio de Olvera, en cuyo término municipal se encuentra.
El ambiente de la romería, es similar al de todas las fiestas de este tipo. Desde Alcalá del Valle, bien caminando, bien en coches, carretas y tractores engalanados para la ocasión, se llega hasta el monasterio, a unos 6 km. del pueblo. En la explanada frente a la iglesia se celebra la misa de romeros que deja paso después a las típicas comidas campestres y a la fiesta popular.
Aunque cualquier momento del año puede ser bueno para conocer el lugar se aconseja visitarlo en primavera, cuando los campos de Olvera y Alcalá se hallan cubiertos de verde. Para los amigos de fiestas y diversiones la fecha más aconsejable sería la del 1 de mayo, día de la romería. Pero si el visitante se aventura en los meses de verano, cuando amarillean los prados y el calor aprieta, Caños Santos le guardará como recompensa la fresca sombra de su frondosa arboleda y, como el mejor de los regalos, el agua fría de su fuente.
Caños Santos en la literatura
Otro regalo es el que nos ofrece Sebastián Rubiales, escritor jerezano, quien en su obra “Los lugares prohibidos” (Ed. Renacimiento, 2004), dedica un capítulo a Caños Santos. La visión que el monasterio, rodeado de vegetación, ofrece en la lejanía a quien lo contempla desde la carretera es descrita como “…una edificación que se hurta a la mirada del viajero”. El autor, quien visita el monasterio cuando todavía está en ruinas, escribe “…las veces que me he acercado al paraje de Caños Santos, un temblor me aflige como un azogado…”. Y expresa, ciertamente, lo que sentimos cuando circulando por Vallehermoso, vemos en las laderas de la Loma de la Cordillera la silueta enigmática de la torre de su iglesia: “…Un silbido aterciopelado como una llamada amorosa trata de robar la atención hacia lo alto”.
Para saber más:
- Bel Ortega, C. y García Lázaro, A.: Rutas por la comarca de Olvera. Cádiz. 1996.
- Del Río Cabrera, J. A y Siles Guerrero, F.: “De todos o ninguno: la sucesión devocional de la Virgen de Caños santos a la Virgen de los Remedios en las sierras de Cádiz Sevilla y Málaga”, en La religiosidad popular y Almería. Actas de las III Jornadas, pgs. 69-76. Instituto de Estudios Almerienses de la Diputación Provincial de Almería. Almería, 2004. (De esta publicación hemos tomado el grabado de la Virgen de Caños Santos).
- Del Río Cabrera, J. A.: “La leyenda del hallazgo de la Virgen de Caños Santos”. Revista de Olvera, 42: 62-67. Olvera, 2005.
- Dorado Rueda, J. M.: Caños Santos (1515-1996). Alcalá del Valle, 1996.
- Jiménez M., Siles F. y Ramírez S.: La Tercera Orden Regular en Andalucía. Caños Santos. Historia y vida de un desierto franciscano en los confines del Reino de Sevilla. Ed. La Serranía, Ronda, 2008
-Mesa Gil, A.: Ocurrió en Valle Hermoso. Caños Santos. Cañete la Real (Málaga), 1994.
-Rubiales Bonilla, S.: Los lugares prohibidos. Ed. Renacimiento, Sevilla, 2006
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