Durante el S.XVIII se suceden diferentes informes técnicos encargados al objeto de intentar recuperar el acueducto para el abastecimiento de Cádiz. En todos ellos se alude al sifón de Los Arquillos, como uno de los puntos de mayor interés y dificultad. Así, por ejemplo, el conde O´Reilly solicitó a diversos ingenieros de la época el reconocimiento de los restos de la obra con la intención de su rehabilitación. Ignacio Garcini, arquitecto de la ciudad de Cádiz (1782) recorre el trazado del acueducto junto al Maestro Fontanero Antonio Ruiz Florido, concluyendo que era posible su rehabilitación. Un año más tarde, los ingenieros militares Antonio Hurtado y Vicente de Rueda llevan a cabo una expedición en toda regla y un exhaustivo estudio del primer tramodel acueducto realizando hasta 130 catas en los lugares donde encuentran restos. En 1785, el Ingeniero Hidráulico italiano Scipion Perossini, y el también ingeniero francés Henri Bouchon du Bournial elaboran un completo informe de la totalidad de la obra y de las intervenciones necesarias para su puesta en funcionamiento.
En su reconocimiento del sifón de Los Arquillos, Ignacio Garcini muestra su admiración por los romanos y plantea reconstruirlo, elaborando un detallado croquis de su perfil en el que figuran los restos que se conservan en esta época de los que da detalles en su informe. Perossini, sin embargo, cuestiona la viabilidad del sifón y la posibilidad de que los romanos hubieran podido atravesar el Valle del Salado de Paterna a través de esta obra. En los datos técnicos que se aportan en los diferentes informes se aprecian algunas variaciones. Lagóstena Barrios y Zuleta Alejandro aportan los datos del informe de este último ingeniero quien estima que el acueducto debió discurrir en atanores de piedra machihembrados “durante una legua de cañería..., y tal vez más”. De la misma manera apuntan que “Garcini también nos expone que sobre las arcuationes del vientre discurre el acueducto durante 861 metros a una altura máxima de 15 metros sobre el fondo del valle para pasar el Arroyo Salado de Paterna, y que las rampas de bajada y subida estarían enterradas”. Por su parte, Bestué Cardiel y Pérez Marrero, señalan que en el informe de ingeniero D. Vicente de Rueda (1786), se establece “… la longitud del sifón de los Arquillos en 2.984 m. y señala que está construido con atanores de piedra de diámetro interno entre 30 y 33 cm., salvando una profundidad máxima hasta el arroyo de 79 m. y con una diferencia de cotas entre las soleras de las minas entrante y saliente de 12 m. aproximadamente. Se establece que el caudal aportado por el manantial en 1.783 era de 345.600 pies3/día, equivalente a 9.787 m3/día”.
Estas misma autoras, partiendo de una serie de datos conocidos (longitud aproximada del sifón de 3600 m., pérdida de carga total de 12 m., gradiente hidráulico m/km de 3,33m y diámetro interno de las tuberías de 0,33 m) han planteado que según la capacidad de transporte del canal del acueducto (12.500m3/día), “…se puede hacer una primera aproximación del número de tuberías en paralelo con las que probablemente contó el sistema, las cuales debieron estar entre 2 o 3”.
Por nuestra parte, y para hacernos una idea aproximada de las arquerías del vientre del sifón, nos hemos permitido una pequeña “licencia”: recrear la imagen del acueducto a su paso por el Salado de Paterna con esta fotografía del actual acueducto que puede verse en los Llanos de la Ina. Los restos del sifón hoy. En una soleada mañana de domingo hemos vuelto a Los Arquillos para visitar los restos del acueducto que aún se mantienen en pie. Ya en otra ocasión tuvimos la oportunidad de subir hasta el Cerro de la Torre, donde se encuentran los restos del torreón arruinado en el que tenía su inicio el sifón. Entre los escombros de sus muros aún pueden verse algunos atanores de piedra de la cañería que, procedente de las tierras del cortijo de Los Isletes Altos, inicia desde aquí un pronunciado descenso hasta el valle, enterrada bajo los viñedos y campos de cereal que hoy ocupan este paraje. Ya en el cortijo de Los Arquillos, se aprecian a media ladera, antes de cruzar el arroyo el arranque de las arcuationes, cuyos restos aparecen semiocultos por la vegetación y que nos dan una pista del lugar donde se iniciaban los primeros arcos. Dejando atrás el cortijo tomamos un carril que nos conduce hasta un vado por donde cruzamos el Salado para dirigirnos hasta los pies de una gran pilastra construida con sillares de piedra, una de las muchas en las que se apoyaron las arquerías de ladrillo y piedra que constituían el “vientre” del sifón por el que la cañería (o las cañerías) cruzaba el arroyo en un tramo aéreo cercano a los 700 m. En este lugar podemos imaginar que el acueducto casi doblaba en altura a la que hoy presenta la pilastra, por lo que el aspecto de la obra debió ser impresionante. Continuamos ahora en la dirección que seguía la cañería que nos delatan los numerosos restos que aún se conservan en la ladera de las arcuationes. Escombros, arranques de pilastras, sillares, bloques de piedra y hormigón romano… se esparcen aquí entre la vegetación. En uno de los montones nos parece adivinar la traza de la bóveda de un arco, en otro se aprecian algunos restos de ladrillo... Siguiendo ladera arriba en línea recta, por donde debió estar enterrada la cañería, llegamos al poco a lo más alto del Cerro de los Arquillos (conocido también como Monte de la Silla), donde aún nos sorprenden los restos de otro sólido torreón. Con sus recios muros bien trabados por sillares de piedra, la que fuera la torre de salida del sifón de los Arquillos está emplazada en un cerro desde el que se contempla un amplio panorama y desde el que podemos seguir, con toda nitidez el trazado del acueducto a su paso por el Valle de Los Arquillos. Los restos de los arcos y de las cañerías del sifón debieron ser más evidentes hasta hace sólo unas décadas, tal como se comprueba en la ortofotografía de 1956 (del conocido como “Vuelo Americano”) donde se aprecian aún muchos restos hoy desaparecidos. De la misma manera, el trazado de los tramos enterrados de la cañería se adivina entre los sembrados, donde se aprecia una línea de diferente coloración que los delata. Cincuenta años después, aún persisten las huellas del sifón de los Arquillos, también en las imágenes aéreas. Nos hemos detenido en esta segunda torre, para contemplar el valle del Salado que discurre plácidamente buscando el Guadalete entre el cerro de Cabeza de Santa María y la Loma de la Rendona, cubierta de viñedos. A lo lejos se adivina el torreón de Torrecera y más allá los pinos de Cuartillo y Gibalbín. Desde la “torre de salida”, una vez superado el sifón, el acueducto continua su trazado por tierras del cortijo de Las Piletas en dirección hacia Gades… Pero de ello nos ocuparemos en un futuro recorrido.
En su reconocimiento del sifón de Los Arquillos, Ignacio Garcini muestra su admiración por los romanos y plantea reconstruirlo, elaborando un detallado croquis de su perfil en el que figuran los restos que se conservan en esta época de los que da detalles en su informe. Perossini, sin embargo, cuestiona la viabilidad del sifón y la posibilidad de que los romanos hubieran podido atravesar el Valle del Salado de Paterna a través de esta obra. En los datos técnicos que se aportan en los diferentes informes se aprecian algunas variaciones. Lagóstena Barrios y Zuleta Alejandro aportan los datos del informe de este último ingeniero quien estima que el acueducto debió discurrir en atanores de piedra machihembrados “durante una legua de cañería..., y tal vez más”. De la misma manera apuntan que “Garcini también nos expone que sobre las arcuationes del vientre discurre el acueducto durante 861 metros a una altura máxima de 15 metros sobre el fondo del valle para pasar el Arroyo Salado de Paterna, y que las rampas de bajada y subida estarían enterradas”. Por su parte, Bestué Cardiel y Pérez Marrero, señalan que en el informe de ingeniero D. Vicente de Rueda (1786), se establece “… la longitud del sifón de los Arquillos en 2.984 m. y señala que está construido con atanores de piedra de diámetro interno entre 30 y 33 cm., salvando una profundidad máxima hasta el arroyo de 79 m. y con una diferencia de cotas entre las soleras de las minas entrante y saliente de 12 m. aproximadamente. Se establece que el caudal aportado por el manantial en 1.783 era de 345.600 pies3/día, equivalente a 9.787 m3/día”.
Estas misma autoras, partiendo de una serie de datos conocidos (longitud aproximada del sifón de 3600 m., pérdida de carga total de 12 m., gradiente hidráulico m/km de 3,33m y diámetro interno de las tuberías de 0,33 m) han planteado que según la capacidad de transporte del canal del acueducto (12.500m3/día), “…se puede hacer una primera aproximación del número de tuberías en paralelo con las que probablemente contó el sistema, las cuales debieron estar entre 2 o 3”.
Por nuestra parte, y para hacernos una idea aproximada de las arquerías del vientre del sifón, nos hemos permitido una pequeña “licencia”: recrear la imagen del acueducto a su paso por el Salado de Paterna con esta fotografía del actual acueducto que puede verse en los Llanos de la Ina. Los restos del sifón hoy. En una soleada mañana de domingo hemos vuelto a Los Arquillos para visitar los restos del acueducto que aún se mantienen en pie. Ya en otra ocasión tuvimos la oportunidad de subir hasta el Cerro de la Torre, donde se encuentran los restos del torreón arruinado en el que tenía su inicio el sifón. Entre los escombros de sus muros aún pueden verse algunos atanores de piedra de la cañería que, procedente de las tierras del cortijo de Los Isletes Altos, inicia desde aquí un pronunciado descenso hasta el valle, enterrada bajo los viñedos y campos de cereal que hoy ocupan este paraje. Ya en el cortijo de Los Arquillos, se aprecian a media ladera, antes de cruzar el arroyo el arranque de las arcuationes, cuyos restos aparecen semiocultos por la vegetación y que nos dan una pista del lugar donde se iniciaban los primeros arcos. Dejando atrás el cortijo tomamos un carril que nos conduce hasta un vado por donde cruzamos el Salado para dirigirnos hasta los pies de una gran pilastra construida con sillares de piedra, una de las muchas en las que se apoyaron las arquerías de ladrillo y piedra que constituían el “vientre” del sifón por el que la cañería (o las cañerías) cruzaba el arroyo en un tramo aéreo cercano a los 700 m. En este lugar podemos imaginar que el acueducto casi doblaba en altura a la que hoy presenta la pilastra, por lo que el aspecto de la obra debió ser impresionante. Continuamos ahora en la dirección que seguía la cañería que nos delatan los numerosos restos que aún se conservan en la ladera de las arcuationes. Escombros, arranques de pilastras, sillares, bloques de piedra y hormigón romano… se esparcen aquí entre la vegetación. En uno de los montones nos parece adivinar la traza de la bóveda de un arco, en otro se aprecian algunos restos de ladrillo... Siguiendo ladera arriba en línea recta, por donde debió estar enterrada la cañería, llegamos al poco a lo más alto del Cerro de los Arquillos (conocido también como Monte de la Silla), donde aún nos sorprenden los restos de otro sólido torreón. Con sus recios muros bien trabados por sillares de piedra, la que fuera la torre de salida del sifón de los Arquillos está emplazada en un cerro desde el que se contempla un amplio panorama y desde el que podemos seguir, con toda nitidez el trazado del acueducto a su paso por el Valle de Los Arquillos. Los restos de los arcos y de las cañerías del sifón debieron ser más evidentes hasta hace sólo unas décadas, tal como se comprueba en la ortofotografía de 1956 (del conocido como “Vuelo Americano”) donde se aprecian aún muchos restos hoy desaparecidos. De la misma manera, el trazado de los tramos enterrados de la cañería se adivina entre los sembrados, donde se aprecia una línea de diferente coloración que los delata. Cincuenta años después, aún persisten las huellas del sifón de los Arquillos, también en las imágenes aéreas. Nos hemos detenido en esta segunda torre, para contemplar el valle del Salado que discurre plácidamente buscando el Guadalete entre el cerro de Cabeza de Santa María y la Loma de la Rendona, cubierta de viñedos. A lo lejos se adivina el torreón de Torrecera y más allá los pinos de Cuartillo y Gibalbín. Desde la “torre de salida”, una vez superado el sifón, el acueducto continua su trazado por tierras del cortijo de Las Piletas en dirección hacia Gades… Pero de ello nos ocuparemos en un futuro recorrido.
Ver POR EL VALLE DE LOS ARQUILLOS TRAS EL ACUEDUCTO ROMANO DE GADES en un mapa más grande
Para saber más: - Barragán J.M., Coord..: Agua, ciudad y territorio. Aproximación geo-histórica al abastecimiento de agua a Cádiz. Cádiz. 1993 pp. 98-111 - Bestué Cardiel, I. y González Tascón, I.: Breve Guía del Patrimonio Hidráulico de Andalucía. Agencia Andaluza del Agua. Consejería de Medio Ambiente. Sevilla, 2006 pp. 92-95. - González-Tascón, I, Bestué Cardiel, I. y Velázquez I.: The Organization of Building Work and Construction of Siphons in Roman Aqueducts in Hispania. De este trabajo procede el croquis del sifón de los Arquillos. - Lagóstena Barrios, L. y Zuleta Alejandro, F.: Gades y su acueducto: una revisión. En La Captación, los usos y la administración del agua en Baetica: Estudios sobre el abastecimiento hídrico en comunidades cívicas del Conventus Gaditanus. UCA, 2008 Pgs.114-169. - López, Tomas: Mapa geográfico de los términos de Xerez de la Frontera Tempul Algar sus despoblados y pueblos confinantes : Dedicado al Excmo. Señor Conde de Florida Blanca... Madrid 1787. - Martín Gutiérrez, E.: La identidad rural de Jerez de la Frontera. Territorio y Poblamiento durante la Baja Edad Media. Servicio de publicaciones Universidad de Cádiz, 2003. P. 77, 120. - Sánchez López, E.: Introducción a los acueductos romanos en Andalucía. Arqueología y Territorio. Nº 5, 2008 - Perez Marrero, J. y Bestué Cardiel, I.: Avance del estudio hidráulico del acueducto romano de Gades. IV Congreso de las Obras Públicas en la Ciudad Romana. CITOP. Lugo 2008.
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