Desde los romanos a los árabes, existen referencias a la presencia de palomares en nuestra tierra. Las primeras se deben a nuestro “paisano” Lucio Junio Moderato
Columela, uno de los más renombrados tratadistas agrónomos de la Antigüedad, nacido en Cádiz, quien en su célebre “
De Re Rustica” aporta numerosos testimonios sobre la cría de palomas y la construcción de palomares en el mundo romano y en los campos de la Bética. Si en las villas
romanas de la campiña no faltaron los palomares, en las almunias árabes también los encontraremos como un elemento imprescindible, según describe el sabio y polígrafo almeriense Ibn Luyyún (siglos XIII-XIV) en su “
Tratado de agricultura y Jardinería”.
La presencia de palomares en nuestros campos debió ser también muy significativa en los siglos medievales hasta el punto de constituir un rasgo identificativo de
una parte de nuestro territorio. Así se desprende de un curioso informe sobre las tierras del término de Jerez elaborado en
1621, del que nos da cuenta el profesor
Emilio Martín. En él se parcela el alfoz en cuatro grandes áreas, una de las cuales es conocida como
Los Palomares y estaba comprendida entre el camino de Sevilla, los límites de los términos de Espera y Arcos y el rio Guadalete. Según refiere este autor, se trataba de un espacio con abundantes tierras “
de labor y heredades, vinnas y olivares, guertas y arboledas…”. En muchas de estas propiedades no faltaban los palomares que proporcionaban así carne fresca para el consumo cotidiano y la preciada palomina con la que se
abonaban los sembrados. Por mencionar sólo algunos ejemplos, en las cercanías de la población se tiene constancia de la existencia de palomares, ya desde el s. XV, en El Portal. Junto al camino de El Puerto y Rota, en el s. XVI, se citan también palomares en el Pago de Moriel.
A lo largo del siglo XVII existen muchas referencias a esta actividad como las que encontramos en las
Respuestas Generales de la ciudad de Xerez del Castro de Ensenada (1755), documento en el que se alude a la existencia de palomares. Una de las preguntas incluidas en este cuestionario, la nº 20ª, hace referencia a las distintas especies de ganado existentes “en el Pueblo y Término”. En su respuesta, el Cabildo informa que “
Los palomares que hay… en distintos sitios de este término rinden a sus Dueños por la Cría que de ellos resulta y venden cinco mil setecientos quarenta y dos reales de vellón que es lo que únicamente producen y no hay privilegio para la obtención de dichos Palomares”. Aunque no se menciona el número preciso de ellos, creemos que debió ser coincidente con el dato aportado por
Diego Ignacio Parada y Barreto en su obra sobre "
Hombres Ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera”,
quien aporta datos sobre la estadística ganadera de 1754 indicando que en Jerez y sus términos existían
13 palomares. Entendemos que en estos censos sólo se consideran aquellas instalaciones destinadas específicamente a la producción masiva de animales, no incluyéndose los numerosos palomares domésticos o de pequeñas dimensiones con los que contaban la mayoría de las propiedades rurales.
El siglo XIX verá la construcción de palomares singulares en nuestros cortijos, haciendas y casas de viña, y es en esta época cuando se levantan lo que podríamos definir como auténticas
“explotaciones ganaderas”, esto es, grandes palomares construidos como edificios singulares destinados a la producción de pichones y palomas para el consumo doméstico y el abastecimiento de los mercados, así como para el aprovechamiento de la palomina -el estiércol de las palomas- como abono natural. A esta época pertenecen los palomares del castillo de
Gigonza, el de
La Greduela o el más célebre de todos, el
Palomar de Zurita, que dio nombre a un paraje de nuestro término a orillas del Guadalete, junto a Rajamancera. Estos dos últimos palomares, de los que nos ocuparemos específicamente en próximas entradas, llegaron a tener más de 20.000 nidos, figurando por tanto entre los mayores de Andalucía.
Palomares en los cortijos de la campiña
Aunque los palomares ya han caído en desuso, en el mundo rural estuvieron muy extendidos. Entre los cortijos y haciendas repartidos por la
campiña de Jerez que contaban con palomares podemos citar los de
Las Quinientas,
La Mariscala, o el de
Espartinas cuya tercera crujía se ocupaba con un gran palomar. Muy llamativo fue también el de
Viña Picón, en el pago de Almocadén (carretera de Trebujena), que tenía hasta hace pocos años, frente a la casa de viña, un singular palomar ubicado en un pequeño pabellón de doce lados, rematado por un curioso linternón. En las cercanías de la ciudad, aún se conservan vestigios de notables palomares, como el que existió en el cortijo de
Pérez Lila (o Pérez Lío), en el pago de Montealegre. Antigua hacienda de olivar, aún conserva la torre de contrapeso de la prensa de viga que albergó hace un siglo. La torre, que constituye el elemento más singular del edificio, está constituida por dos cuerpos labrados sólidos sillares de cantería.
El primero de planta rectangular y el segundo, semicircular donde existía un mirador y un magnífico
palomar cuya estructura aún se conserva.
En otras localidades cercanas como
San José del Valle tuvieron palomares destacados los cortijos de
Chorreadero Viejo,
Parralejo Alto,
Gigonza o
La Parrilla Alta, que aprovechaba la planta alta de su torre mirador para tal fin. En Rota fue también conocido el de
Torrebreva, en Puerto Real la torre palomar del cortijo de
Carvajal, en Sanlúcar el del cortijo de
Évora...
En la
comarca de la Sierra pudimos ver no hace mucho un notable palomar en el cortijo de
Lora. En Setenil destaca el de
El Tejarejo y en Villamartín los de
Las Rosas y
La Chirigota, por mencionar sólo algunos. Poblados palomares tuvieron en Arcos los cortijos de
El Toril,
El Drago,
La Alcornocosa de Atrera,
El Palomar y
El Peral. El viejo caserón del cortijo de El Palomar, topónimo que aún bautiza esta zona colindante con la Cañada de Jerez a Bornos, se mantiene en pie todavía aunque ya sólo podamos ver sobrevolando el lugar las palomas bravías que anidan en las faldas de Gibalbín. El
Pozo del Palomar o las
Hazas del El Palomar, son otros topónimos que delatan, en este mismo lugar la existencia de estos palomares en el entorno de Las Mesas de Santiago y Gibalbín.
Por su singularidad, queremos destacar aquí los palomares que se conservan en la
hacienda de El Peral, situado junto a la autovía de Jerez-Arcos, a escasa distancia de esta última población. Situados en la parte superior de las torres de contrapeso de este antiguo molino aceitero, dan a su fachada un sello característico al estar pintados de almagre, ese peculiar tono rojizo que nos recuerda al óxido de hierro o a la arcilla y que contrasta con el blanco que luce el resto del edificio,
por lo que resultan visibles desde la lejanía.
No faltan tampoco, en las comarcas de
la Janda y el
Campo de Gibraltar, notables palomares como los de
Isla Verde, en Alcalá de los Gazules, el del
Cortijo Grande de Guadarranque, en Los Barrios, o los de
El Aciscar y
Palmosilla en Tarifa. Pero sin duda, el más sobresaliente de todos es el que actualmente se conoce como
Palomar de La Breña, en Barbate, foco de atracción de un complejo destinado al turismo rural con alojamiento y restaurante.
Ubicado en el que fuera antiguo
Cortijo de La Porquera, y rodeado del magnífico pinar que constituye el núcleo del
Parque Natural de la Breña, Acantilados y Marismas del Barbate, el
Palomar de la Breña es un auténtica joya de nuestro patrimonio etnográfico. El palomar es sin duda la parte más sobresaliente de esta antigua hacienda construida en el siglo XVIII, siendo concebido como una explotación para la producción de aves y de palomina, que era muy
solicitada como abono. Destaca por su gran superficie –casi 400 m2- y su monumentalidad, siendo el mayor palomar de la provincia y uno de los tres mayores de Europa, sólo superado en España por el
palomar de La Huerta Noble o de la Redondela en
Isla Cristina, Huelva.
Cuando visitamos su interior, reclaman nuestra atención sus elevados muros paralelos, de unos once metros de altura, que forman entre ellos estrechas calles dispuestas a ambos lados de un patio central. En los paramentos de estos paredones se han incrustado los nichos u hornillas para las palomas que suelen ser en su mayoría, piezas cerámicas cilíndricas. Se calcula que el número de hornillas es de 7.700 lo que permitía albergar unas 5.000 parejas de palomas. Sin embargo, como veremos, los palomares de La Greduela y de Zurita, en Jerez, construcciones de arquitectura mucho más modesta, casi multiplican estas cifras por tres. Otro día volveremos a La Breña, para ocuparnos con más detenimiento de este impresionante palomar.
El paisaje de los palomares.
Pero volvamos a Jerez tras este rápido paseo por los palomares de la campiña para reclamar la atención del lector en algunos rincones cercanos a la ciudad, tan vinculados a los palomares, que su huella ha quedado hasta en la toponimia.
Tomamos para ello la carretera que desde la Torre de Melgarejo se dirige a Gibalbín. Junto a la que fuera antigua
Estación de El Rizo (de aquel antiguo ferrocarril de la Sierra que no llegó a funcionar parcialmente más que hasta la Azucarera de Jédula) se encuentra el cortijo de
Arroyo Dulce. Desde aquí parte un camino que comunica con el cortijo de
El Rizo. En el punto medio, junto al arroyo, encontramos las
Casas del Palomar donde puede verse uno de los mayores palomares que se conservan todavía en la campiña, en relativo buen estado.
El edificio consta de dos cuerpos separados por un pequeño patio, cubierto por una red que sirve de protección a las palomas e impide la entrada de aves rapaces y otros predadores . Una
de las construcciones, con tejado a dos aguas y totalmente cerrada, presenta en sus paredes los huecos que permiten la entrada y salida de las palomas. Al otro lado del patio, y de mayores dimensiones que la anterior, la nave mayor del palomar alberga en su tejado un remate, a modo de linterna alargada, con aberturas a ambos lados para el acceso de las palomas, que siempre vemos sobrevolando el entorno de este hermoso ejemplo de arquitectura popular levantado en
las primeras décadas del siglo XX.
Algo más lejos, en las suaves laderas de la
Sierra de Gibalbín orientadas al sur encontramos el paraje conocido como
El Palomar de Sigüenza, donde en otros tiempos, los palomares constituyeron la seña de identidad de este rincón de la campiña. Apenas unas construcciones destinadas a uso ganadero y un camino escoltado por grandes sillares de arenisca labrados a escuadra, quedan del que fuera notable
Cortijo de El Palomar, ubicado en el interior de un olivar, junto a la Cañada de Espera, en las proximidades de su cruce con la carretera que une El Cuervo y Gibalbin. En sus cercanías se encuentra también el caserío conocido como
Zahurdas de El Palomar (al pie de la citada carretera), así como, el
arroyo de El Palomar, que baja desde la Sierra entre olivares, cruzando la carretera en dirección a las Mesas de Santiago.
En la próxima entrada visitaremos los mejores ejemplos de palomares de la campiña, junto al Guadalete, el de
La Greduela y el
Palomar de Zurita, que se cuentan entre los que más nidos albergan de la provincia y aún de Andalucía. No se los pierdan.