A lo largo del verano pasado y hasta comienzos del otoño se han venido realizando obras de restauración ambiental en el río Guadalete y en algunos de sus afluentes. Hasta en 30 puntos distintos repartidos por toda la cuenca se han efectuado intervenciones consistentes, principalmente, en la retirada de lodos y sedimentos acumulados en las riberas y en la corta de eucaliptos que habían invadido el propio cauce del río disminuyendo la sección del canal fluvial, lo que le restaba capacidad de desagüe en los episodios de avenida, favoreciendo desbordamientos en casos de grandes lluvias.
Entre los lugares donde las actuaciones han sido de mayor calado destacan la Junta de los Ríos, las riberas de La Greduela, los alrededores del Puente de Cartuja, la desembocadura del arroyo Buitrago y la confluencia del Salado de Caulina con el Guadalete, punto este último que estaba considerado como uno de los más críticos de la cuenca debido a las grandes inundaciones que provoca en los Llanos de Caulina y en la zona próxima al monasterio de Cartuja, donde se une al Guadalete.
El Arroyo Salado, también conocido como Salado de Caulina, drena un extenso territorio situado al noreste de la ciudad de Jerez, comprendido entre la sierra de Gibalbin, los Llanos de Caulina y la margen derecha del Guadalete.
Se forma por la confluencia de una amplia red de cursos menores que avenan este rincón de la campiña. Así, en las cercanías de Las Mesas de Santiago se unen los arroyos (del Palomar, de la Silla, de La Plata…) que bajan de las laderas de la sierra de Gibalbín y que arraciman sus aguas en el arroyo de Santiago. En las proximidades de los cortijos de Jarilla y Jareta se suman a este curso los de El Chivo, Montecorto y Arroyodulce. Ya con el nombre de Arroyo Salado, cruza por entre las tierras de Morla y El Mayorazgo. En los últimos años, sus desbordamientos han inundado (y destruido) algunos tramos de la carretera de Torre de Melgarejo a Gibalbín, en la zona de Majarazotán. Las imágenes que tomamos en octubre de 2008 muestran la fuerza de las avenidas de este arroyo a la altura del puente de la traza del ferrocarril de la Sierra, junto a la que fuera antigua estación de El Rizo.
En Los Llanos de Caulina se le une el conocido Arroyo del Rano o del Cuadrejón que viene desde las tierras de Romanina y de La Torre de Pedro Díaz, en las faldas de la sierra de Gibalbín, después de haber pasado por las de El Trobal. Ya entre tierras de cultivo atraviesa el sector más meridional de los Llanos de Caulina y pasa junto a Estella del Marqués. La carretera de cortes, que lo atraviesa con un puente a la entrada de este pueblo, se ha visto cortada en no pocas ocasiones por sus furiosas crecidas que han cortado también la autopista Sevilla-Cádiz en momentos de grandes inundaciones como las de febrero de 2010 en las que quedó aislado Estella.
El Salado se une al Guadalete aguas abajo de los puentes del vado de Medina a la espalda de Viveros Olmedo, en las cercanías del Monasterio de la Cartuja.
Conviene recordar que, cuando después de unos días de fuertes lluvias en la campiña se producen episodios de avenida, el Salado puede llegar a transportar un enorme caudal al tener que dar salida a las escorrentías de su amplia cuenca de recepción. A diferencia de la del Guadalete, regulada por distintos embalses que pueden amortiguar los efectos de las avenidas, la del Salado ha de ser desaguada a través del río principal, sin otro recurso que la laminación de sus caudales en su llanura de inundación, los Llanos de Caulina, que se transforman en estos momentos críticos en una inmensa laguna. El estrechamiento del valle, que se produce entre los cerros de Montealegre y Lomopardo, próximo ya el punto de confluencia con el Guadalete, el aterramiento de su cauce y la densa vegetación que crecía en las orillas del arroyo y disminuía su sección, habían convertido este tramo en un auténtico “cuello de botella” con nefastas consecuencias en los momentos de grandes crecidas.
La fuerte corriente del Guadalete suele producir en estos casos un “efecto tapón” sobre la del Salado, que se incorpora en dirección casi perpendicular a la del río principal, con lo que se dificulta enormemente su rápida evacuación. Las consecuencias no se hacen espera produciéndose grandes retenciones que impiden el desalojo de la gran lámina de agua transportada por el Salado. Ésta, se extiende, curso arriba del arroyo, hasta las cercanías de Estella del Marqués formándose grandes balsas de agua en los llanos de La Catalana que han llegado a cortar, como se ha dicho, el trazado de la autopista Sevilla-Cádiz, causando también grandes daños materiales en cultivos y otras instalaciones.
Para tratar de paliar algunos de los problemas descritos, se han realizado durante estos meses obras de restauración en el tramo final del Salado, uno de los puntos de la cuenca donde la intervención ha sido de mayor calado y donde mejor se aprecian los efectos de la limpieza de cauce. Con las obras realizadas, en las que se han invertido 108.165 euros, se ha restituido la sección hidráulica del arroyo, despejando sus riberas de los grandes eucaliptos que cegaban el cauce, especialmente en el tramo aguas abajo del puente de “Viveros Olmedo” y en la margen derecha de las riberas del meandro de La Isleta. Unos 1300 pies de ecualipto han sido cortados en este sector, lo que da idea de la densidad de la masa forestal que casi cegaba el arroyo e invadía, igualmente, el cauce del Guadalete. Los álamos, tarajes y sauces, que forman parte de la vegetación natural del río, han sido respetados, con lo que los sotos fluviales habrán de recuperar también, poco a poco, el aspecto que tuvieron, décadas atrás, antes de que los eucaliptos invadieran las alamedas.
Junto a ello se ha retirado una gran cantidad de sedimentos para despejar el cauce y rectificar parcialmente el tramo final del Salado, ensanchándolo en su margen derecha. Con ello se ha conseguido también que el ángulo de incorporación al río, casi perpendicular, sea más abierto lo
A nuestro modesto entender hubiese sido necesario incidir más aún en las tareas de limpieza de la margen izquierda, a la espalda de los viveros, donde el cauce se muestra todavía con buena
cantidad de sedimentos, grandes árboles, escombros de gran calibre y otros obstáculos que lo estrechan. Con ello se hubiese mejorado funcionalmente su sección así como la calidad paisajística de estos parajes fluviales en los que aún se conservan restos de la antigua Alcantarilla del Salado, histórico puente que podría recuperarse para su puesta en valor, máxime si se tienen en cuenta los futuros proyectos de trazar en este rincón un sendero fluvial.
Confiamos, en todo caso, en que las obras realizadas ayudarán a desalojar hacia el Guadalete con mayor efectividad las crecidas de la cuenca del Salado y contribuirán a la recuperación paisajística de este paraje, tan cargado de historia y tan próximo al Monasterio de la Cartuja y al futuro Centro de Interpretación del Guadalete, recién construido, del que nos ocuparemos en otra ocasión.
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