A comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, cuando con un grupo de profesores realizábamos un cursillo para conocer sobre el terreno la geografía provincial, hicimos un alto en la conocida Venta de La Perdiz. Veníamos de Arcos, donde habíamos parado al pie de la Peña para observar su estructura geológica y nos dirigíamos al manantial de Tempul, pasando por Algar.
La Perdiz es una barriada rural, situada a los pies de la Sierra de Aznar, un llamativo mogote calizo que guarda en su cumbre las ruinas de un asentamiento romano. Aquí se conservan los restos de un singular castellum aquae, con grandes cisternas para el almacenamiento, decantación y distribución del agua de los manantiales serranos. A medio camino ente Arcos y Algar, La Perdiz fue creciendo en torno a una pequeña venta que se ubicaba en un cruce de carreteras secundarias. No parábamos allí para descansar un rato o para disfrutar de los estupendos desayunos que se preparan con ese pan tan característico, elaborado en horno de leña. Lo que en esa ocasión atraía nuestro interés era un árbol muy especial, o mejor dicho un arbusto, un peculiar arbusto con un formidable porte arbóreo: el lentisco de La Perdiz.
Como es conocido, los lentiscos suelen presentar casi siempre aspecto arbustivo, con buena parte de sus ramas pegadas al suelo formando una mata muy ramificada y leñosa, reconocible por su forma semiesférica o por el verde intenso que muestra su follaje perenne. Por su abundancia en nuestros montes y en los terrenos incultos que vemos en tantos parajes de la campiña, es una planta fácilmente identificable, conocida y hasta familiar, utilizada tradicionalmente como adorno en los belenes.
Sin embargo, el lentisco de la Venta de La Perdiz era un caso aparte. Lo que lo hacía singular y único era sin duda su espectacular aspecto de árbol, acostumbrados como estamos a que esta especie presente siempre porte achaparrado. Cuando se contemplaba desde la carretera o cuando lo veíamos desde unas decenas de metros, su fuste recto y elevado, que se ramificaba casi a tres metros del suelo, nos hacía pensar en una encina, como las que aún se conservan en las cercanías de la venta. Sólo al acercarnos descubríamos con asombro que sus hojas compuestas nos resultaban familiares y que este curioso árbol, era en realidad un lentisco, un lentisco muy peculiar. Su copa, en forma de parasol, de un follaje lustroso y denso, ofrecía permanentemente una generosa sombra de la que se beneficiaban en verano quienes paraban en la venta. Al preguntar a los lugareños por el árbol nos decían que “siempre” había estado allí y que, años atrás, crecía en sus proximidades, también junto al arcén de la carretera, otro pie de similares proporciones que “se perdió”.
Su relevancia no pasaba inadvertida para quienes sabían de lo valioso de este árbol. No es de extrañar por ello que los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente, que en 2003 realizan los trabajos de campo para el Inventario dedicado a la provincia de Cádiz que se publicó al año siguiente. Nos llenó entonces de alegría ver a nuestro “viejo conocido”, el lentisco de la Venta de La Perdiz, elevado a la categoría de “árbol singular”, un reconocimiento “institucional” que le garantizaba, tal vez, un futuro de protección y, acaso, la mirada de admiración de cuantos parasen junto a la venta o circularan por la carretera y lo contemplase allí, al pie del camino donde había crecido, cuidado y respetado por varias generaciones.
De la ficha técnica que se elaboró entonces, rescatamos los datos incontestables que lo confirmaban como árbol singular: “…altura total: 6,75 m, altura del fuste: 2,75 m, perímetro (medido a 1,30 m del suelo) 1,30 m, perímetro del tronco en la base: 3,10m…”. El diámetro de su copa rondaba los 8 m y la superficie de sombra que proyectaba su frondoso follaje se acercaba a los 45m2 todo un record que se quedaba pequeño al lado de su mayor mérito: ser, en su modestia, un auténtico monumento natural con el que se identificaba al núcleo rural de La Perdiz. Cuando preguntábamos por su edad, la respuesta de los vecinos siempre era la misma: “yo lo he conocido ahí toda la vida”. Por nuestra parte, pudimos comprobar que en las imágenes áreas del conocido como “vuelo americano”, de 1956, cuando todavía en La Perdiz no se adivinan apenas más que unas cuantas pequeñas casas, la copa del lentisco ya se aprecia allí, densa y rotunda, junto a la carretera.
En diciembre de 2004, cuando realizamos dos de las fotografías que acompañan este reportaje, lo descubrimos rodeado por el asfalto con el que se había cubierto el pequeño talud en el que crecía, junto a la carretera. Ya entonces apreciamos los primeros síntomas de sequedad en algunas de sus ramas que nos hacían temer lo peor… justo cuando empezaba a estrenar su reconocimiento como “árbol singular”. Unos años después, en la primavera de 2009, al pasar una tarde camino de Algar, echamos en falta su inconfundible estampa. En el pavimento aún podía verse el pequeño círculo en el que creció un día su tronco. Los vecinos nos dijeron que se había secado… Aún pudimos recoger en imágenes el reducido espacio que suelo que se le dejó para vivir en sus últimos años, una secuencia que puede también descubrirse en las imágenes del satélite tomadas en 2004 y 2010.
Desde entonces, cada vez que pasamos por La Perdiz, como ha sucedido hoy, no podemos sino volver la mirada al lugar donde crecía aquel hermoso árbol. El pequeño alcorque que se le dejó en torno a su tronco terminó por ser también pavimentado y pasa ya desapercibido en el aparcamiento... Hoy, que evocamos con nostalgia su recuerdo, proponemos “a quien corresponda” que allí mismo, junto a la venta, se plante también un pequeño lentisco al que veamos crecer y hacerse grande, y guardar la memoria de aquel otro al que hemos querido rendir un sencillo homenaje.
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Nota: La fotografía del Lentisco de la Venta de la Perdiz se ha obtenido de la obra Inventario de árboles y arboledas Singulares de Andalucía, pág. 85.
Cierta vez, haciendo la ruta del las Grajas y el tajo del Langarín, observamos como un señor metido en años, sembraba retoños de alcornoques. Nos emocionamos al comprobar del altruismo y amor a la natualeza de este hombre. La misma sensación de asombro y reconocimiento ante este hermoso artículo tan bello a un lentisco que lamentablemente no pudimos admirar.
ResponderEliminarUn sonoro abrazo.
JRDC
La incultura de un pueblo, y de sus gobernantes, también se mide en acontecimientos como este. ¿quien sería el lumbrera que mandó cercar el arbol de alquitrán?
ResponderEliminarPrecioso articulo pero como casi todo en la vida real con un final muy triste otra perdida mas en nuestro patrimonio natural tan poco valorado cuando pase por alli le echare de menos aun sin haberme percatado nunca de el
ResponderEliminarHermosa entrada, no me imaginaba un lentisco en forma de árbol. Me pregunto si algo así quedará impune porque digo yo que se sabrá quien proyectó esa carretera y si tendría estudio de impacto medioambiental.
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