
Convocados por la
Librería La Luna Nueva, el pasado viernes 9 de marzo estuvimos en el Centro de Mayores de Estella del Marqués para disfrutar con la presentación del libro
Guadalcacín y Caulina en relatos, de la mano de sus autores
Simón Candón Sánchez y
Juan Blanco Rodríguez. La obra ha sido publicada con la colaboración del
Excmo. Ayuntamiento de Guadalcacín y la empresa
Ruano Sarmiento.
Este excelente trabajo es de consulta obligada para quienes quieran conocer de cerca, no sólo la historia de estos enclaves rurales, sino también el nacimiento del proceso colonizador en las campiñas de la provincia que se llevó a cabo en la primera mitad del siglo XX. En sus 14 capítulos, desarrollados a lo largo de 359 páginas, el libro presenta como hilo conductor las pequeñas historias que
Simón Candón, hijo de uno de aquellos primeros colonos de

Guadalcacín, cuenta al ternero
Peneque, y en los que desgrana los recuerdos de infancia y juventud para construir un relato fiel y emotivo de lo que fueron los inicios de la colonización, rescatados de la memoria colectiva de un pueblo y de sus primeros habitantes. Y todo ello aderezado con la información y el rigor que aportan al relato los numerosos datos, imágenes, reproducciones de planos y documentos que se incluyen en el libro y que lo convierten en un testimonio de primer orden, gracias al trabajo de documentación realizado por otro de sus autores,
Juan Blanco Rodríguez, ingeniero agrónomo del IRYDA e IARA y ex Director Provincial de Cádiz del IARA, conocedor como pocos de la labor que desarrolló el antiguo
Instituto Nacional de Colonización.
“
Peneque… es un ternero de pelo en parchetones blanco nieve y negro azabache, lo mismo que sus ojos, vivo, rechoncho, de andar pausado en balanceo continuo y su cabeza adornada con dos cuernecillos y en la frente un lucero, que lo hace galán atractivo…”. Así describe Simón, el hijo de los colonos
Rafael Candón y
Juana Sánchez, a aquel ternerillo de su infancia que le sirve de feliz pretexto para narrar la historia de su pueblo. Una historia en cuyos inicios está la
crisis de la filoxera que a finales del siglo XIX y en tan sólo unos años, arruinó la práctica totalidad del viñedo jerezano.

Como señalan los autores en la presentación del libro, ente 1901 y 1906 hubo un sentir unificado en la ciudad de Jerez reivindicando la construcción del
Pantano de Guadalcacín, obra imprescindible para transformar en regadío 12.000 hectáreas de las vegas del bajo Guadalete y

buscar así alternativas al monocultivo del viñedo en el que se basaba la economía local. Los extensos
Llanos de Caulina, próximos a la ciudad, eran uno de esos rincones que querían ser puestos en riego comprendiendo en sus 4.000 hectáreas grandes dehesas, cubiertas en muchos casos de palmares, como las de
Angulo, Sepúlveda, Los Potros, El Juncal, Morla, Mayorazgo, Las Pitas… Son los años en los que se

promulga la
Ley de Colonización y Repoblación Interior (1907) que pretende asentar en el medio rural a “
...familias desprovistas de medios de trabajo, o de capital, para subvenir a las necesidades de la vida, disminuir la emigración, poblar el campo y cultivar tierras incultas o deficientemente explotadas”, mediante la creación de Colonias Agrícolas”.
Estas serán las circunstancias que aprovechará el
Ayuntamiento de Jerez para proponer al gobierno de la nación la creación de una colonia en los terrenos municipales del
Hato de la Carne, hasta los que estaba previsto que llagase la red de canales

del Pantano de Guadalcacín, cuyas obras habían comenzado en aquellas fechas. Esta petición al Ministerio de Fomento (1911) está en el origen de la
Colonia Agrícola de Caulina que aunque verá el inicio de la construcción de sus primeras casas en 1915, deberá esperar más de 30 años hasta poder regar sus campos con las aguas de los canales del pantano. Este retraso de décadas fue el causante de que en la Colonia de Caulina no se alcanzaran los

objetivos previstos y que, con los años, los primeros colonos terminaran por dedicarse a actividades alternativas.
El nacimiento de
Guadalcacín, que es hoy la más poblada de las pedanías jerezanas, hay que buscarlo ya en la postguerra. Como recuerdan los autores, el
Instituto Nacional de Colonización (INC), al objeto de plantear medidas para paliar el desempleo de buena parte

de los obreros del campo, realizó en 1948 un Estudio Económico Social en las poblaciones de Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules y Paterna de Ribera, concluyéndose, entre otras cuestiones, la necesidad de crear un nuevo poblado en el que dar empleo a 200 familias. Al amparo de la
Ley de Expropiación Forzosa de Fincas Rústicas por Interés Social (1946), el INC expropió las fincas
Dehesa de Angulo y
Dehesa Jerezana en las que se asentarían las familias de las localidades citadas. En
1952 llegan los primeros 21 colonos que se instalarán en barracones provisionales. En los años siguientes se llevaran a cabo las obras de construcción del pueblo y se realizarán también obras de nivelación y preparación de las tierras, así como toda la red de

acequias, desagües, caminos rurales…Todavía hoy se conservan
dos antiguos barracones, como testigos fieles de la dureza de las condiciones de aquellos primeros años de la colonización.
De todas estas, y de otras muchas cuestiones, puede el lector curioso disfrutar saboreando
Guadalcacín y Caulina en relatos, que en sus 14 capítulos se adentra en todos los detalles que configuran la intrahistoria de estos núcleos. Tras la presentación, el libro aborda en su primera parte lo relativo a la
Colonia de Caulina comenzando con el relato dedicado a
el
Pantano de Guadalcacín: la ilusión de un pueblo, al que siguen los que se ocupan del Plan General de Colonización, el Plan Coordinado de Obras y el Proyecto de Parcelación. De gran interés es el cap. VI donde se ofrece una completa información sobre la colonia de Caulina, con valiosos testimonios gráficos. En los capítulos siguientes se aborda ya la creación de
Guadalcacín. Las fincas adquiridas por el INC, la selección de los primeros colonos, la explotación inicial de las tierras expropiadas, las obras y mejoras realizadas en las mismas, la construcción del poblado de Guadalcacín, las adjudicaciones de lotes complementarios… son los temas tratados en otros tantos capítulos en los que junto a los datos técnicos y a las fotografías que ilustran, paso a paso, aquel proceso colonizador, encontramos, como un hilo conductor, tierno y sutil, los relatos que Simón va contando a Peneque en los que se respira el lado más humano de esta historia en la que tanto hemos aprendido y con la que tanto hemos disfrutado.

Y para celebrarlo, hemos estado también dando un paseo por
Caulina y por
Guadalcacín, por los caminos de la Colonia, ya irreconocible, por los carriles de la antigua Dehesa de Angulo, por los canales, por donde los antiguos barracones… Y hemos recordado las palabras de Simón a Peneque: “Sabes que me encanta Guadalcacín. Oler sus tierras secas, mojadas y todos sus olores… He vuelto a mis orígenes y me he fundido en los “barracones” y en el pueblo nuevo lleno de “chupones” de palmitos y palmas, y cortinas de sacos de yute, y barro de calles llenas de charcos, y me he revolcado en ellas hasta quedar confundido con la tierra donde llegué para quedar atrapado para siempre.”

Que ustedes lo disfruten.
En
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