Agradecemos esta colaboración del profesor e historiador Jesús Caballero Ragel (C.E.H.J.), publicada en Diario de Jerez en 12/06/2012 y 19/06/2012.
La Vía Augusta es un amplio proyecto de comunicación terrestre entre la Bética y la capital del imperio. Iba, pues, de Gades a Roma. Existen referencias arqueológicas y literarias sobre su recorrido a través del conventus gaditano, como nos muestran los vasos de Vicarello y el itinerario de Antonino Pío, recogido, entre otros, por el Anónimo de Rávena. La confusión y el desconocimiento que presenta el recorrido de la Vía Augusta por la provincia de Cádiz está motivado por la presencia de nume-rosas zonas inundables, marismas, lagunas, riachuelos, esteros, arroyos naturales y artificiales, etc., que hacen hoy día muy difícil reconstruir su camino original.
El entorno de la actual Jerez en época alto imperial estaba lleno de zonas inundadas, que harían intransitable los caminos que comunicaban las poblaciones que debieron existir dispersas en la zona. Una época, el siglo I, donde el clima debió ser más lluvioso que el actual, más parecido al húmedo clima oceánico que al seco y caluroso clima mediterráneo y donde la fuerza de las mareas en los estuarios y esteros de los ríos se hacía sentir con más virulencia que en la actualidad.
Todavía en el siglo XIX las fuentes nos hablan de que los caminos de Jerez a Sanlúcar, Sevilla o Arcos eran intransitables durante gran parte del invierno. La zona de la actual Jerez, elevada, dominaba zonas de marismas y arroyos. El Guadabajaque por el sur y oeste, bañaba las playas de San Telmo hasta la zona de Raboatún y Montealto. . El entonces caudaloso arroyo de Balac o Badalejo, junto con el arroyo Salado, llegando su influencia prácticamente hasta El Trobal y las laderas de Gibalbín, rodearían prácticamente por el este y norte el ámbito rural de la actual Jerez. Caulina debió ser un gran humedal que recibía las aguas del noroeste de Jerez y del Badalejo. El Guadalete era mucho más caudaloso y navegable en parte de su recorrido, siendo su anchura mucho mayor que en la actualidad y encharcando en sus crecidas parte de las actuales Playas de San Telmo. Todo el entorno estaba lleno de lagunas como las de Medina y Torrox, de mayor amplitud que en la actualidad.
Todo lo que rodeaba a Jerez era marisma, agua y fango, en cuyos cerros más altos crecían con suma fertilidad trigales, olivos y viñedos. Sin duda, el “ager ceretanus” de Columela. Más al oeste, se encontraban los esteros del Guadalquivir con las zonas inundables de Tabajate y Asta. Hacia el norte, entre Lebrija y Gibalbín las marismas del Bujón, Albina y Tollón. Un panorama acuático que harían confundir al propio Avieno, y a los que describieron la zona antes que él y en los que inspiró su “Ora Marítima”, creyendo que la zona formaba una fértil isla, a la que llamó Cartare.
La actual Jerez también estuvo llena de arroyos naturales, hoy canalizados, como el de Curtidores y aquellos que atravesando la ciudad de oeste a este desembocaban en las zonas bajas de la Canaleja y Caulina, lugar donde desembocaban las madronas de aguas sucias y pluviales de la ciudad del XIX y que a través del Badalejo conducían al Guadalete.
El análisis geográfico resultante nos presenta una zona donde era más fácil el tránsito fluvial que el terrestre. De hecho, sería común entre los distintos y numerosos emplazamientos rurales existentes el transporte en pequeñas embarca-ciones a través de los arroyos y humedales como si de Venecia se tratase. Sería más que probable que arroyos naturales o artificiales comunicasen las cuencas de los ríos Guadalete y Guadalquivir, sobre todo para el transporte de mercancías, aunque en algunas zonas altas este transporte se hiciera a pie.
Debió existir un arroyo natural o artificial que conectaba por el norte las zonas inundables del Badalejo y Caulina con los esteros de Asta, discurriendo junto a la Cañada Ancha. Quizá también por el sur, otro ramal de vías fluviales comunicaban discontinuamente las Playas de San Telmo por donde discurría el Guadabajaque con el arroyo Morales hacia los esteros de Tabajete y Asta Regia. Sin duda, Asta y El Portal (Ad Portum) debieron ser grandes puertos de exportación fiscalizadores de productos a los que se llegaría con mayor facilidad por vía fluvial. Asta Regia fue un importante puerto interior, que recogería más productos agrícolas y ganaderos que mineros, para trasladarlos a Gades y desde allí a Roma.
La vía Augusta es la alternativa terrestre en la zona a la navegación marítima y fluvial. Debieron servirse de ella con frecuencia las zonas de producción agrícola más alejadas de los cauces pluviales, así como los contingentes militares. Fue vital para el transporte de trigo, base del impuesto de la Annona que mantenía a los ejércitos. El recorrido de la vía augusta resulta más o menos claro desde Hispalis hasta Ugía (Torres de Alocaz). En el camino, el puentecillo de La Alcantarilla cercano a Utrera, aún conserva una inscripción original que nos indica que por allí discurría.
Parece también más o menos claro el camino de Gades hasta “Ad Pontem”, puente de Suazo en San Fernando, y a través del barrio Jarana y la carretera C-133 hacia el punto fiscal de “Ad Portum”, más probablemente El Tesorillo en El Portal que Bolaños o El Puerto de Santa María.
Pero ¿Cómo era el paso desde Alocaz hasta El Portal atravesando zonas de marismas, inundables e impracticables para el transporte? – Muy complejo debió ser el camino, pues todos los documentos nos llevan a identificar a Asta Regia, en las Mesas de Asta, como una “mansio” o zona de descanso en el camino oficial, lo que obligaba a atravesar por alguna parte las marismas junto a Nebrixa, los esteros del Guadalquivir y posteriormente los humedales de la zona y demás arroyos del Guadalete hasta llegar hasta la ribera oriental de este río.
Parece lógico pensar que existieron en la zona caminos anteriores a la presencia romana que fueron utilizados habitualmente por los pueblos pre-romanos para unir los núcleos más importantes. A falta siempre de la certeza de las excavaciones, la población anterior a Asta Regia y la púnica establecida en Doña Blanca (quizá Tartessos, quizá Gadir, y probablemente, después, la Saduña o Sidueña islámica) debieron estar bien comunicadas. Probablemente este camino iba a través de la actual cañada del Carrillo, que atravesando Cantarranas, San Julián y Macharnudo Bajo y Añina llegaba hasta el Tabajete y Asta Regia (Bartolomé Gutiérrez nos certifica la existencia de tumbas en el Pago de San Julián).
La vía Augusta debió utilizar caminos ya existentes. Lo más probable es que desde El Tesorillo (Ad Portum), continuase hasta el vado de la Cartuja, siguiese bordeando el alto de Lomopardo hacia Estella, donde el camino se bifurcaría hacia el interior (hacia Torre Melgarejo y Gibalbín), hacia la actual Jerez (por Cartuja y por el camino de Albadalejo) y hacia Asta Regia, que sería la vía oficial. Esta última –probablemente la auténtica vía Augusta- continuaba hacia Guadalcacín bordeando el Badalejo y Caulina y embocaría hacia la actual Cañada Ancha atravesando la actual Nacional IV y posteriormente el Camino de Lebrija y continuando hacia Asta Regia a la altura de la finca “El Denario” (¿antiguo punto fiscalizador?), por donde discurre la actual Cañada Ancha. El último tramo hasta Asta Regia debió hacerse en barcas para poder atravesar el estero. Desde la Finca el Denario, el Camino de Lebrija, actual carretera de Morabita, sería la continuación de la vía Augusta hacia Alocaz.
Es más que probable que no todo el camino necesitase empedrarse, siendo válido para el tránsito de bestias y carruajes la sólida tierra firme, por lo que es difícil encontrar restos arqueológicos de tan compleja vía. Prácticamente toda la vía Augusta iría paralela a arroyos donde saciar su sed los bueyes y demás animales de transporte.
La vía Augusta, aunque tuviese un trazado oficial, se bifurcaría en varios caminos para comunicar las distintas zonas productoras en su entorno. Es probable que según el estado de los riachuelos y humedales siguiese, según la época del año, caminos diferentes. No es descartable que un camino de la vía atravesase El Guadalete por El Portal y continuase por la antigua vía ya descrita de la Cañada de El Carrillo, o que atravesase las Playas de San Telmo bordeando el Guadabajaque hacia Las Salinillas, Macharnudo Bajo, Tabajete y Asta Regia.
No deja de ser curioso que de la vía Augusta oficial salgan distintos caminos hacia la actual Jerez, que debió ser un centro productor de cereal y aceite de primer orden. Así, desde El Portal, siguiendo la cañada de la Plata llegaba hasta la Ermita de San Telmo y la calle de la Plata. En la construcción del Camino Real de Madrid a Cádiz en el siglo XVIII, que pasaba por este camino, se encontraron varias tumbas colectivas. Desde el Vado de Cartuja llegaba hasta la “Empedrada de Cartuja”, actual calle Empedrada, que nos hace pensar en una vía muy antigua y que se comunicaba con la “Empedrada de la Puerta Real”, hoy parte de la calle Consistorio. Desde Estella partía el camino del Albadalejo que desembocaba a la altura del Pelirón y la fábrica de Botellas, donde en el siglo XVIII todavía existía “la mina”, un subterráneo que albergaba tumbas. Otra “mina” o tumba subterránea similar existió en la Puerta de Santiago. Desde Guadalcacín partía hacia Jerez el Camino de Espera, que llegaba hasta la Puerta de Sevilla. Este camino continuaba desde Guadalcacín hacia Espera y Bornos, y desde allí hasta Carmona (Carmo). Todas estas vías que conducían a Jerez llegarían hasta los centros productores del noroeste (Raboatún, Monte Altro, El Almendral) y continuarían hacia Asta Regia por el Camino de Lebrija y Morabita, hasta conectar de nuevo con la Vía Augusta.
En este entramado de vías de comunicación, que dependían de la vía Augusta a la vez que la completaban, debió estar Ceret. Frente a las tesis que ubican esta población en Gibalbín (Montero Vítores) y su perduración en el tiempo, creo que Ceret fue un enclave comercial y fiscalizador en las cercanías de estas vías. Debió ser un enclave muy pequeño y de escasa duración que no fue más allá de la época republicana, no siendo citada en ninguna fuente escrita de la época y de cuyo recuerdo sólo nos ha dejado sus escasas monedas.
Jesús Caballero Ragel (C.E.H.J.)
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