28 septiembre 2012

La Laguna de Torrox (1):
crónica de una recuperación “fallida”.




Entre los humedales que en tiempos pasados podían encontrarse en muchos rincones de nuestra campiña, la laguna de Torrox era uno de los más cercanos a la ciudad y, por tanto, de los más conocidos. Ubicada al sur de la población, en una zona deprimida con cotas inferiores a los 10 msnm. La de Torrox era una laguna estacional que solía secarse en los estíos acusados. En época de grandes lluvias se transformaba en un extenso aguazal cuya lámina ocupaba entre 10 y 15 hectáreas, una superficie similar a la de la actual laguna de las Quinientas, según se desprende de la información cartográfica de hace un siglo.

El lector habrá observado que, al referirnos a la laguna de Torrox, hablamos en pasado por la sencilla razón de que ya no existe. En el lugar que ocupaba encontramos ahora un ¿estanque, zona verde, humedal…? del que en este verano se han ocupado a menudo los medios de comunicación ya que la “recuperada laguna de Torrox”, como se conoce a este espacio ha sido noticia porque los vecinos que residen en las urbanizaciones circundantes han denunciado reiteradamente los problemas más relevantes que le afectan. Mortandad de peces, aterramiento del estanque de cabecera, nubes de mosquitos en el tarajal, suciedad del agua, basura en los vasos de la laguna, deterioro de las zonas verdes, falta de riego en la arboleda perimetral en la que se han perdido muchos árboles, actos vandálicos en el mobiliario urbano, destrucción del camino que la bordea… son sólo algunos de los asuntos que aparecen en las denuncias y que se repiten, prácticamente desde su puesta en funcionamiento en el año 2007.

No les falta razón a los vecinos al quejarse una y otra vez del abandono de este espacio: muchos de ellos se siente “engañados”. Conviene recordar que la “recuperación de la laguna de Torrox” fue en su día el principal reclamo para la urbanización de este rincón de la ciudad y que la misma se publicitó por los responsables políticos y las promotoras inmobiliarias como la solución para dotar a la zona sur de Jerez de un nuevo y atractivo espacio verde que a la vez resolvía los episodios de inundaciones que, un año sí y otro también, venían sufriendo barrios como La Liberación, Santo Tomás de Aquino, Federico Mayo o el Polígono Industrial El Portal.

Cinco años han bastado para poner en evidencia aquellas buenas intenciones: el espacio verde se ha “abandonado” a su suerte y la solución técnica adoptada no funciona como se había planeado, a juzgar por el aterramiento y la colmatación de lodos de la primera laguna. El coste de devolverle su capacidad de embalsamiento y de retirar los sedimentos depositados en el vaso es, hoy por hoy, inasumible. Ya existen informes oficiales que, como veremos, subrayan que este último aspecto NO TIENE SOLUCIÓN A CORTO PLAZO y que, aún en el hipotético caso de que se invirtieran importantes sumas en su restauración, bastaría un nuevo episodio de lluvias intensas como las sufridas hace dos años para que nuevamente se cubriera de lodo, cuando menos, el primer estanque. Y es que, pese a la vocación de zona verde y de “humedal” con la que fue recuperada esta antigua laguna, el producto final no es sino un “tanque de tormentas” o, si se quiere, en un cauce alternativo al antiguo Arroyo de Morales que aunque no vertía sus aguas en la laguna, la llenaba también en sus desbordamientos, laminando así sus crecidas. Este arroyo, cuyo cauce atravesaba el actual Polígono Industrial El Portal tenía, como veremos, una salida natural al Guadalete en las proximidades de la actual EDAR. Ésta se vio seriamente alterada en los años 60 con la construcción del citado polígono. El desvío artificial de este arroyo, “canalizado” ahora a través



de la “nueva” laguna de Torrox y de su aliviadero está provocando buena parte de los problemas de aterramiento que sólo con grandes inversiones podrían evitarse.

En las líneas que siguen vamos a tratar de conocer más a fondo este problema a través de una mirada al pasado de esta laguna, de un recorrido por la red hidrográfica que en la actualidad la alimenta y de las obras que se realizaron hace unos años para evitar las inundaciones de la zona.

Torrox: una laguna con historia… y con un nombre cambiante.

Torrox, Torroy, Torrós, Torroz, Torró, Torro… son algunos de los nombres con los que se ha conocido este humedal de la zona sur de Jerez, tal como hemos podido constatar en la cartografía histórica o en distintas fuentes documentales.

Para el profesor Emilio Martín Gutiérrez el topónimo Torrox, presente también en otros lugares de Andalucía, “puede hacer referencia a una villa rural fortificada, a un tipo de torre exenta o a un recinto torreado de carácter defensivo” (1) existente en la zona que, recordemos, no queda muy lejos de dos enclaves históricos importantes: la sierra de San Cristóbal y la antigua Sidueña (Doña Blanca). La existencia de la Torre de Torrox (2) está constatada documentalmente, tal como se desprende de la descripción del amojonamiento realizado en la cannada de Guadaxabaque e Garciagos por el juez de términos Alfonso Núñez en 1434, según expone este mismo autor.

A mediados del siglo XVIII el historiador Bartolomé Gutiérrez se refiere al lugar como “marismas de Torroy” y así, al describir en su Historia… de Xerez de la Frontera, el curso del arroyo de Guadajabaque apunta: “Demás envejesida memoria consideramos el arroyo que oy tiene el nombre de Guadaxavaque, conservando en el idioma arábigo la denominación de Rio que, aunque este corre ahora por lomas bajo de las Playas y cercano á las marismas de torroy, en aquellos siglos venía circundando la vecindad de los muros y rodeaba el circuito por la ensenada que ay sobre la hoyanca de San Telmo, sobre el cerro del fruto…”. (3)

Un siglo más tarde Madoz, en su conocido Diccionario, menciona esta laguna con el nombre de “Torrós” (4). Al mencionar las lagunas más destacadas del término de Jerez señala que “…son las tituladas de Torrós, Medina, El Cuervo, Rajamancera, Gami, Torres, Alcornocalejo y Caños de Uza".

Diferentes fuentes cartográficas de finales del siglo XIX y del XX recogen este humedal si bien le asignan distintos nombres. Así, por ejemplo, en el plano de Lechuga y Florido (1897) figura como Torroz (5). López Cepero, en su Plano Parcelario del Término de Jerez (1904), “recupera el tradicional topónimo de Torrox (6), que vuelve a “perderse” para la cartografía oficial en la primera edición del mapa del Instituto Geográfico Nacional (1917), donde figura como laguna de Torró (7). En el Mapa provincial de 1935 la encontramos como L. de Torro y como Torró de nuevo en la edición de 1988…(8). Hoy, seis siglos después de las primeras citas, este espacio recupera con fuerza su viejo nombre de Torrox, de resonancias latinas. Lástima que lo hace cuando ya ha desaparecido como laguna.

La antigua laguna de Torrox.



La que denominaremos “antigua laguna de Torrox”, para diferenciarla de los estanques actuales, pervivió, poco más o menos, hasta la década de los 60 del siglo pasado. Fue entonces, con la construcción del Polígono Industrial El Portal, cuando la zona sufrió grandes transformaciones al cortarse la salida natural del Arroyo Morales al Guadalete y al transformarse el vaso de la laguna, progresivamente, en un vertedero de escombros. Ello no era obstáculo (más bien todo lo contrario) para que en época de lluvias persistentes se formaran grandes láminas de agua y se provocaran graves inundaciones en diferentes barriadas de la zona sur, levantadas en un sector en el que el arroyo de Guadajabaque (o de Morales) laminaba históricamente parte de sus crecidas.



Sea como fuera, la antigua laguna de Torrox ocupaba una superficie que estimamos entre 10 y 15 has., mucho menor que la que presenta en la actualidad, como puede deducirse de la cartografía que acompaña a este artículo y que ilustra su ubicación exacta hace un siglo. El lector puede hacerse una idea muy aproximada de como era la antigua laguna en las fotos aéreas del conocido como "Vuelo americano de 1956", una ortofotografía que hemos presentado superpuesta, a la misma escala, con la de la laguna actual gracias a la aplicación que nos facilitan la Consejería de Medio Ambiente y Google Earth. En esta imagen puede comprobarse como la antigua laguna se nos muestra en esas fechas con un vaso de superficie prácticamente circular cercano a los 300 m. de diámetro. La lámina de agua, en esta fotografía, apenas supera las 5 has, si bien se aprecia claramente el perímetro de la cuenca lagunar que en




momentos de máxima capacidad pudo ocupar unas 15 has. El emplazamiento de la antigua laguna se encontraba, como puede comprobarse en un rincón del segundo de los actuales estanques, con lo que queda claro que su superficie era mucho mas reducida, habida cuena que la superficie actual supera las 50 hectáreas y que en los rebosamientos, esta superficie casi se duplica. Veamos con más detalle su antiguo emplazamiento.

Al oeste estaba limitada por la Hijuela o Camino de Pozo Nuevo, que en dirección sur conducía hasta la Cañada del Carrillo, a los pies de la Sierra de San Cristóbal y coincide, en parte de su trazado, con la vía que actualmente separa los dos vasos de la laguna (y que da acceso a una tonelería, al desguace y al centro de Siloé) para continuar entre viñas hasta San Cristóbal. Al este, lindaba con la Hijuela de Torrox que desde las cercanías del Balneario, se adentraba en las viñas del Cerro de la Liebre y de los pagos de Torrox y Parpalana, discurriendo en su tramo inicial por la base del cerro de Gibalcón (actual Loma de los Toruños) que hoy pone el telón de fondo del segundo estanque. Al sur, la laguna tenía como límite las laderas de los viñedos y olivares de Torrox, ocupadas en la actualidad por urbanizaciones y por una fábrica de ladrillos. Al norte la bordeaba la cañada de Guadajabaque (o de La Loba) que formaba un gran arco entre la carretera de Sanlucar y el Balneario, paralelo al curso del antiguo Arroyo de Guadajabaque cuyo curso transcurría, como veremos, por lugares hoy absorbidos por urbanizaciones y por un amplio sector del Polígono Industrial El Portal.



Hasta mediados del siglo pasado debió conservar su condición de “humedal”, esto es de espacio natural con la fauna y vegetación propia de estos espacios. Por distintas razones pensamos que los naturalistas ingleses Chapman y Buck se refieren a este lugar cuando describen en su libro La España inexplorada (1910) un paseo matinal que realizan por una laguna muy cercana a la ciudad: “Nos encontramos ahora en nuestro “pantano local” a una milla o dos de distancia; es a mediados de febrero. A quince yardas una docena de cigüeñuelas avanzan con pasos majestuoso en el agua; cerca hay un grupo de agujas, algunas de ellas escarbando en el cieno y el resto arreglándose las plumas con el pico en excéntricas poses. Más allá, la orilla más seca se halla adornada con garcillas bueyeras (Ardea bubulcus), blancas como la nieve, algunas de ellas posadas sobre el ganado, librándoles de las garrapatas que tanto le atormentan. De esta forma, a menos de cincuenta yardas, hemos podido contemplar tres de las aves más raras y exquisitas en Gran Bretaña. Y la lista puede ser ampliada. Un aguilucho lagunero, con vuelo amenazante y barriendo con sus amplias alas los aneales, cruza el pantano, espantando a un ánade real y a varias agachadizas. Hay cigüeñas y zarapitos trinadores a la vista (aunque estos últimos posiblemente sean zarapitos finos) y hay una banda de sisones agazapados entre los palmitos a 500 yardas. De un sumidero de la ciénaga salta un andarríos grande; y cuando tomamos el camino de vuelta, ambientados por el sonido de las ranas toro y alacranes cebolleros, resuena sobre nuestras cabezas el trompeteo de las grullas que surcan el cielo en su camino hacia el norte”(9). Todo un espectáculo natural que nos gustaría presenciar cuando la “recuperación” de Torrox se lleve a cabo algún día.



En la próxima entrada nos ocuparemos de la destrucción y la posterior transformación de este espacio que, como veremos, no acaba de “recuperarse” como laguna.

Para saber más:
(1) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del doblamiento. El Alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media. En Historia Instituciones y Documentos, nº 30. Universidad de Sevilla, 2003. Pg 291.
(2) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004. Pgs.239-240.
(3) Gutiérrez, Bartolomé.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Edición facsimil. BUC. Ayuntamiento de Jerez, 1989, vol I P. 48-49
(4) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. Pg. 246.
(5) Plano de Término Municipal de Jerez de la Frontera. Escala 1: 100.000. Antonio Lechuga y Florido. 1897
(6) Plano Parcelario del Término de Jerez de la Frontera. Adolfo López Cepero. 1904. Ayuntamiento de Jerez.
(7) Ediciones de 1917 de las hojas 1048 (Jerez) y 1062 (Paterna) del Mapa del IGN.
(8) Provincia de Cádiz. Escala 1:200.000. Instituto Geográfico y Catastral. 1935 y Mapa Provincial. Cádiz. Instituto Geográfico Nacional. Escala 1:200.000. MPOU. 1988
(9) Chapman, A. y Buck, W.J.: La España Inexplorada. Junta de Andalucía y Patronato del Parque Nacional de Doñana. Sevilla, 1989. pp. 424-425.


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y sobre la Laguna de Torrox...

Tras las huellas del Guadajabaque y del Arroyo de Morales: la Laguna de Torrox (2)
¿Tiene solución Torrox? Perspectivas de futuro. La Laguna de Torrox (3).

14 septiembre 2012


Un cercano dulzor: higos chumbos y chumberas en la campiña.


Chumberas. Al fondo, la Torre de Doña Blanca

Un viejo amigo, que conoce nuestro interés por las cosas pequeñas y cercanas que nos rodean, nos ha animado a dedicar una "pieza" a los higos chumbos, de los que es un hábil recolector. Fruto "humilde" donde los haya es también, en alguna de sus variedades, delicioso, dulce y sabroso. Ha sido fácil complacerle -aunque nos repitamos- ya que, hace tiempo, dedicamos dos artículos a las chumberas y los higos, que ahora hemos refundido. Va por ti Juan.

Procedente de América Central, considerada como una especie exótica y foránea, tan ajena a estas latitudes, la chumbera se ha convertido ya, desde hace casi cinco siglos, en un elemento integrante de nuestros paisajes rurales desde hace varios siglos, donde ha llegado a naturalizarse. Se la conoce también como tuna, higuera chumba, nopal, nopalera, higuera de Indias, raqueta, higuera de pala… Muchos nombres para referirse a una misma planta: la humilde y rústica chumbera.

ChumberaLejos de ser una especie protegida, se la ha llegado a considerar como especie exótica invasora, si bien –y podríamos decir que afortunadamente- no figura entre los planes de control institucionales para reducir sus poblaciones como sucede con otras plantas. Y es que la chumbera –como pasa también con la pita o ágave- vino para quedarse y ya se ha integrado en la imagen de muchos rincones de la campiña.

La chumbera o nopal es el nombre genérico de distintas especies de plantas de la familia de los cactus (cactáceas). Tiene porte arbustivo aunque a veces puede llegar a tener aspecto arborescente, alcanzando en determinadas condiciones hasta los 5 metros de altura. En la actualidad conviven en nuestros campos varias especies del género Opuntia, si bien la más conocida de todas es Opuntia ficus-indica, (denominada también O. ficus–barbarica) por ser la Tallo de chumbera: detallemás abundante. Junto a ella encontramos otras especies como O. dilenii, de palas algo más pequeñas que la anterior y O. megacantha (conocida por otros sinónimos como O. maxima), de palas más grandes y alargadas que las ya mencionadas. Distintos autores citan otras especies de Opuntia en la provincia como O. tuna, O. vulgaris, O. cochenillifera… de porte y aspecto muy parecidos a las anteriores. Estas últimas, destinadas en sus orígenes al cultivo de la cochinilla, se ha naturalizado también en distintos puntos de la geografía provincial, preferentemente en la zona litoral.

Detalle de las hojas de la chumberaUna planta singular:

Las chumberas son plantas fácilmente identificables por su porte singular y sus característicos tallos, aplanados y de formas ovales, que se ramifican con gran profusión a modo de paletas o raquetas en las que brotan las “hojas”, transformadas en espinas, que no hay que confundir con sus tallos verdes y carnosos. Los bordes de las “palas” que componen sus tallos se cubren de brotes de flores y, posteriormente, de frutos: los característicos higos chumbos que la hacen inconfundible.

Desde finales de mayo a julio, los nopales o chumberas exhiben unas vistosas flores de pétalos Flor en la chumberacon colores amarillentos (los más comunes) pudiendo ser también en determinadas especies, anaranjados o rojizos. Estas tonalidades se repiten en los frutos que pasan del verde al amarillo e incluso al rojo vivo o púrpura en su madurez.

Los frutos están protegidos por una piel gruesa provista de pequeñas pero abundantes espinas, que se desprenden con cierta facilidad cuando están maduros. Los recolectores experimentados tratan de coger los frutos de espaldas al viento ya que de lo contrario las espinas pueden acabar en la cara arrastradas por aquel. En su interior, los frutos encierran una Flor en la chumberabaya de pulpa carnosa que guarda abundantes semillas: el higo chumbo.

Como nos recuerda Paz Martín Ferrero en su Diccionario Rural sobre el habla de la provincia de Cádiz, el higo chumbo es conocido, en nuestro entorno con diversos nombres: higo de tuna, chumbo, higo de Jerez (como los venden en Cádiz, al son de una cantinela), higo tuno (en Algar y otros lugares)… El higo chumbo “americano”, es como se denomina en algunos pueblos de la provincia al más común, de color verdoso, mientras que al más grande y rojizo, le conocen en diferentes lugares como higo “moscatel”.

Un poco de historia:

¿Cómo llegaron las tunas, las higueras chumbas o nopales hasta nuestra tierra? Existen diferentes propuestas que justifican su introducción por la facilidad de adaptación de esta planta a terrenos incultos, para el aprovechamiento de sus frutos, para su utilización en vallados naturales… sin embargo, la más extendida es la que liga su cultivo a la producción de la grana o colorante rojo que se obtenía de un insecto que parasitaba estas plantas: la cochinilla, Dactylopius coccus.

Higos chumbosSi hacemos un poco de historia, recordaremos que los diferentes proyectos de colonización agraria de nuestras sierras y campiñas coincidían, como ha señalado el historiador Antonio Cabral, en cierta “agromanía” por la introducción de cultivos exóticos y desconocidos en nuestro territorio: algodón, azafrán, caña de azúcar, cáñamo, moreras… no faltan en la literatura agronómica de la época como productos en los que el campo encontraría nuevas riquezas. Desde los primeros intentos de Fernando Padilla para colonizar en el S. XVI las tierras del castillo de Tempul, pasando por los proyectos de ilustrados y liberales que se sucedieron durante lo siglos XVIII y XIX (Crivellí, Cambiaso, Sagrario de Beloy…), se venía apuntando la necesidad de experimentar con nuevos cultivos que posibilitaran el despertar de la agricultura. En esta lista no faltaba nunca el nopal.

Higos chumbosEn este empeño de abrirse a nuevas especies con potencial agrícola se embarcó también la Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera. Ya en 1835 Francisco Basurto, su director, da cuenta del ensayo con éxito de los nuevos cultivos de arroz y patata. Pedro Riquelme, en su memoria de 1836 propone el fomento del cultivo de algodón, café y cacao. De la misma manera, en la memoria de 1857 se incluye la lista de expositores que concurrieron a la Exposición Agrícola e Industrial de 1856, promovida por Pedro Carlos Gordon, presidente de la Sociedad y que supuso un escaparate de cuanto se producía y experimentaba en nuestra tierra. Ente los muchos productos agrícolas que se exhiben aparecen, dentro del apartado de plantas exóticas, zumaque (para la obtención de taninos), lino, algodón, yute y nopal, esta última, “con vistas a la extracción de cochinilla, tal como hacía la Sociedad de Cádiz”. Por ahí estaban puestas, al parecer, las miras para la extensión del cultivo de las chumberas.


Chumbera
El dulzor de los higos:

Sea como fuere, y aunque no estén muy claros los orígenes de su cultivo y de su introducción, lo cierto es que las chumberas se han naturalizado con gran facilidad en los países del entorno mediterráneo y hoy día se las ve en los bordes de los caminos rurales o formando setos vivos entre parcelas de cultivos. No es de extrañar por ello que las chumberas (y sobre todo las pitas) aparezcan en diferentes obras literarias de los escritores costumbristas del XIX que Chumberareflejaron en sus cuentos y relatos los parajes de nuestro entorno. Por citar un ejemplo remitimos al lector a Luis Coloma y especialmente a Fernán Caballero, la conocida escritora afincada en El Puerto de Santa María, quien en uno de sus cuentos, Juan Holgado y La Muerte, refleja una escena tragi-cómica en la que una mujer enferma y muere de un atracón de “”higos de tuna”, nombre con el que se conocía popularmente a estos frutos.

Muy utilizada para la formación de vallados naturales, la chumbera proporcionó también un complemento a las débiles economías rurales ya que sus palas o raquetas han sido también Chumberaempleadas como alimentación del ganado y en sus formaciones han encontrado refugio no pocos animales del campo. Estos tallos carnosos, que se propagan fácilmente dando lugar a nuevas plantas cuando se desprenden o se siembran, han tenido también curiosas aplicaciones. Una de ellas es la de ser utilizados como “reserva” de agua para asegurar el crecimiento de nuevos plantones. Así, en los pequeños huertos de subsistencia labrados en lugares con escasa disposición de agua, se practicaba un hoyo en el que se enterraban trozos de tallos de chumbera, ricos en agua, sobre los que se situaban los plantones de las especies hortícolas.

Recolección de higos chumbosRecolección de higos chumbos
Recolección de higos chumbos

Pero sin duda, la recolección de higos chumbos es el principal aprovechamiento que en el medio rural ofrecen las chumberas. Ya era un fruto popular en el siglo XIX

No están muy lejos los tiempos en que muchos campesinos y jornaleros, que vivían en las chozas que ellos mismos construían en los descansaderos y márgenes de nuestras vías pecuarias, recogían los higos para su venta en la ciudad. Transportados en serones sobre burros o mulos, acudían a los mercados o eran vendidos de manera ambulante desde mediados Higos chumbosde agosto hasta la entrada del otoño. Hoy las cosas han cambiado y en su recolección y venta participan ya personas que viven en la ciudad y que, por encontrarse sin trabajo, buscan un complemento a sus escasos ingresos con la venta del higo chumbo y otros productos silvestres de temporada.

Aunque han sustituido los burros y mulos por “motillos”, los vemos todos los años por las cañadas o por las lindes de los campos, recogiendo en los vallados de tunas este sabroso fruto utilizando la misma técnica de siempre. Se ayudan para ello de una larga caña, en cuya parte superior se practican unas incisiones para abrirla a modo de “pequeño cesto”, colocando en su interior una piedra que asegura el hueco necesario para que quepan los higos. Dado que las pequeñas espinas que cubren su gruesa piel se desprenden con facilidad, como ya se ha dicho, hay que realizar esta operación en contra del viento. Una vez recogidos se frotan contras las hierbas o el suelo y se “barren”, con lo que se pierden las espinas. Es fácil ver en muchos rincones de nuestros barrios, junto a los puntos más concurridos o en los alrededores de los mercados, a los recolectores de higos vendiendo su producto ya “pelado” y envasado por docenas, listos para su consumo.

Higos preparados para su consumo
Higos preparados para su consumoHigos preparados para su consumoHigos preparados para su consumo

El higo chumbo es un fruto dulce y sabroso que asociamos en nuestra campiña a los sabores de finales del verano y comienzos de otoño. Ricos en principio activos, están siendo “redescubiertos” para la medicina natural y para la nueva cocina, y ya son consumidos en elaboraciones muy diversas: pulpa, zumos, gelatinas, aguardientes preparados por fermentación de su pulpa… No es de extrañar por ello que desde hace unos años ya se encuentran, envasados como otros frutos exóticos, en las secciones de frutería de los hipermercados.
Aunque sólo sea por esto, el modesto higo chumbo y la rústica y humilde chumbera tienen garantizada su permanencia ente nosotros. Los vallados de tunas seguirán así formando parte de las estampas rurales de la campiña.

Para saber más:
- Cabral Chamorro, Antonio (1996): La colonización ilustrada y liberal en Jerez de la Frontera 1750-1850. B.U.C. Colección Premios Manuel Esteve, 1. Ayuntamiento de Jerez.
- Ruiz Lagos, Manuel (1974): Tareas de la Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera (1833-1860). C.E.H.J. Graficas del Exportador. Jerez.
- Martín Ferrero, Paz (1999): El habla de los pueblos de Cádiz. Diccionario Rural. Quorum Libros Editores. Cádiz.
- Oleg Polunin (1982): Guía de campo de las flores de Europa. Ed. Omega. Barcelona


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02 septiembre 2012

Obras de “rehabilitación” en el Puente de Cartuja: crónica de una desafortunada intervención.



Un puente con historia.

Entre las otras cosas que son convenientes e muy convenibles al serviçio de dios e vecinos de ella e de otros lugares que con ella confinan comarcanos es que se faga un puente en el vado que dizen de medina media legua de esta çibdad en el Rio de Guadalete termino de ella”.

“Esta ciudad” es Jerez y quien así se expresa es nuestro Ayuntamiento que, casi a la desesperada, solicita al emperador Carlos V autorización y ayuda para construir un puente. El Memorial en el que se exponen las causas que justifican dicha petición fue aprobado en el cabildo del 28 de abril de 1523 y, junto a motivos de carácter económico, comercial y de seguridad para las personas y animales que transitaban por el Vado de Medina, hacía especial hincapié en razones que hoy denominaríamos “estraté-gicas, militares o de interés para la defensa nacional”. Los corsarios berberiscos, la piratería mahometana y las incursiones del inglés en el litoral gaditano reclaman un día sí y otro también el auxilio de las tropas jerezanas que, cruzando peligrosamente el Vado de Medina, transitan por la Cañada de la Isla en busca del Puente Zuazo para acudir en socorro de las poblaciones costeras. Manuel Romero Bejarano, que conoce como nadie los pormenores de la historia del Puente de Cartuja, apunta que a finales de 1525 se pone en marcha el proceso de construcción, acopiándose materiales en el vado procedentes de la cantera de Martelillla que se abre para esta obra. No sin pocas vicisitudes (paralización de los trabajos, robo de piedra por los cartujos, falta de fondos…) parece ser que en 1541 el puente ya estaba en uso. Como dato curioso este mismo autor nos informa que llegó a prohibirse el paso de carretas por el deterioro que ocasionaban en su calzada y pretiles. La fábrica que hoy se conserva, con nueve arcos con rosca de ladrillo apoyados en pilares de cantería, vio ya las primeras reparaciones entre 1541 y 1575. Uno de los arcos se reparó también en el siglo XVIII.

Sirvan estos sucintos apuntes históricos para recordar que el conocido Puente de Cartuja es sin duda una de las obras civiles más emblemáticas de cuantas integran el patrimonio de nuestro entorno rural. Además, es también el más antiguo y notable puente de sillería de cuantos pueden encontrarse en la cuenca del Guadalete.

No es de extrañar por ello que, por sus valores arquitectónicos, históricos y culturales, se haya reclamado desde diferentes colectivos ciudadanos y académicos su declaración como BIC, como ya hemos recordado en Entornoajerez. En diferentes ocasiones, el Ateneo de Jerez, Ecologistas en Acción o el Centro de Estudios Históricos Jerezanos, por citar sólo algunos han planteado la necesidad de proteger el puente y reclamar su inclusión en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. El Partido Popular de Jerez promovió también, hace un par de años, la declaración del Puente de Cartuja como Bien de Interés Cultural, planteándose de nuevo esta petición, ya desde el Ayuntamiento al hacerse cargo este partido del gobierno municipal.

Una rehabilitación muy cuestionable.

Por estas razones sorprende mucho que, cuando se está tramitando el reconocimiento de esta figura de protección para una obra emblemática de nuestro patrimonio, se haya dado vía libre a unas obras que pueden poner en riesgo no sólo dicha declaración, sino también la propia fisonomía del puente y, lo que es peor, que pueden llegar a producir graves daños en la estructura de esta obra que, recordemos, está próxima a cumplir cinco siglos.

Y es que, desde mediados de agosto, han comenzado unas preocupantes obras que están alterando gravemente la imagen tradicional del puente. Un gran cartel lo anuncia a su entrada: “Rehabilitación de Puente en la C-440a, P.K. 4+000, “La Cartuja” (Cádiz)”. Según informa este panel, se trata de un proyecto cofinanciado con fondos FEDER por la Unión Europea con una inversión de 287.919,25 €. ¿Eran necesarias “estas” obras? Vayamos por partes…

En 1933 se eliminaron los pretiles de cantería del puente, que pueden verse en la fotografía de 1918 que acompaña a este reportaje, siendo sustituidos por una discreta y sencilla barandilla de hierro que permitía así dotar de mayor anchura a la calzada por la que pasaba hasta hace dos décadas la carretera Jerez- Los Barrios. El deterioro de la barandilla, después de más de medio siglo prestando sus servicios, era evidente, por lo que su reparación –nadie lo cuestiona- era más que necesaria.

Sin embargo, la solución adoptada no ha podido ser, a nuestro juicio, más desafortunada y así, se han colocado sobre el tablero, unas antiestéticas y pesadas correas de hormigón armado sobre las que se está levantado una barandilla metálica de grandes proporciones que nos recuerda a la de la pasarela peatonal recientemente inaugurada en El Puerto de Santa María. Ni que decir tiene que la combinación de los nobles sillares de piedra de Martelilla con estos nuevos materiales no puede ser más disonante. A todo ello hay que añadir que el peso de estas correas (prodigio de sensibilidad estética y de respeto a una obra arquitectónica para la que se está solicitando su reconocimiento como BIC) al que hay que añadir el del material del futuro reasfaltado de la calzada, añade nuevos riesgos (¿calculados?) a una estructura que ya presenta deformaciones visibles en algunos arcos.

Pero aquí no acaba todo, ya que como el visitante que se acerque hasta el río podrá comprobar, bajo los arcos se han montado grandes andamios y se han acopiado cientos de sacos de cemento. Al parecer, y según se deduce de las pruebas de pintura y repellado que son visibles en la pared interior de uno de los arcos, junto a su tajamar, se ¿pretende? revocar con mortero coloreado el intradós de los arcos del puente y, tal vez el resto de la obra. Entre las pruebas realizadas pueden leerse los colores que se barajan para dar una manita al puente que “va a quedar como nuevo”. “Beige, “piedra”, “madera”, “hueso”, son la cuatro tonalidades elegidas… Nos tememos lo peor y de no actuarse a tiempo, dentro de unas semanas nos estaremos lamentando de un nuevo atentado al patrimonio arquitec-tónico, a la “memoria colectiva” y a la sensibilidad más elemental que en los países del primer mundo debe tenerse hacia los monumentos históricos (aunque tal vez sea eso, que esto se considere sólo un “montón de piedras viejas que hay que “sanear”). Se imaginan los techos o las paredes de la catedral enfoscados con mortero coloreado en “hueso”, o tal vez en “beige” o en “piedra”? Pues eso es lo que va a pasar con el puente si no lo remediamos.

Desconocemos hasta donde se quiere llegar con esta “rehabili-tación”, pues también se ha intervenido ya sobre varios tajamares a los que parece haberse aplicado chorros de arena a presión para “limpiar” la piedra. Recordamos que sobre los sillares hay marcas de cantero e inscripciones con valiosa información y que por tanto, este material debe ser tratado con sumo cuidado, ignorando por nuestra parte si se están aplicando todas las prevenciones necesarias para que no resulten dañados con la “limpieza”. Pero sobre todo, lo que no nos imaginamos es que, finalmente, a los sillares también se les recubra, como al intradós de los arcos, algún tipo de revocado…

El diccionario de la RAE recoge que “rehabilitar”, -que eso es lo que anuncia el cartel de las obras- consiste en “restituir algo a su antiguo estado”. No puede estar más claro.

Por esta razón, cuando vimos los paneles anunciando la obra de rehabilitación del Puente de Cartuja y conocedores de las peticiones del Ayuntamiento para que sea declarado Bien de Interés Cultural, pensamos que por fin había llegado la hora de retirar de sus arcos y pilares esas horribles estructuras metálicas, esos grandes tubos oxidados, esas cañerías, cables, postes, abrazaderas de hierro y demás aderezos con los que en los últimos cincuenta años (y no antes) se había ido deteriorando esta emblemática obra.

Nada de eso ha pasado como puede comprobarse a simple vista y, nos tememos que, de no actuarse “in extremis”, el Puente de Cartuja va a quedar, irremediablemente tocado para muchas décadas y “muy bonito”.

Cuando contemplamos estas obras de “rehabilitación”, sentimos lo que expresaba Manuel Romero Bejarano, hace unos años, al contemplar el abandono del puente: “… Sus arcos acabaron por convertirse en un trasto inservible a orillas del Guadalete. Como un enfermo terminal, lleno de tubos y hundido en la miseria… No me gusta volver a los pies del puente de Cartuja. Sin saber por qué, me siento culpable de sus heridas. Vergüenza. Indignación. Desprecio hacia las autoridades. Las viejas inscripciones me miran con su vista gastada por el paso del agua. Los pilares afilados y las enigmáticas marcas de cantero parecen increparme. Los enormes arcos de ladrillo se asombran ante tanta soledad. Tabla de salvación de miles de personas. Obra levantada con la sangre de un pueblo. Otra vez el más terrible de los olvidos. ¿Por qué seremos tan ingratos los jerezanos con nuestros monumentos? Pienso mientras observo a mis vecinos de mesa en la Venta de Cartuja devorar monstruosas tostadas con zurrapa de lomo”.

¿Cuenta esta obra con todos los informes favorables al intervenir sobre un notable elemento patrimonial, aunque para algunos “técnicos” sólo sea un viejo puente al que hay que echarle hierro, hormigón y pintura para adecentarlo un poco? ¿Puede aún hacerse algo por minimizar el alcance y el impacto de esta “rehabilitación”? ¿Hay alguien ahí?