27 mayo 2013

La capital itinerante.
Sidonia entre los siglos VIII y X.


En el siglo XII,  Šarīš –nuestra actual Jerez- es una ciudad andalusí de reputada fama, una de las más notables de la “provincia” o cora de Sidonia (kūrat Šidūna), de la que en los siglos anteriores fue también su capital. La riqueza y la fertilidad de este rincón de al-Andalus y la belleza de sus paisajes ya era exaltada por poetas como Ibn Giyāt  o  Ibn Lubbāl al-Šarīšī. A este último (m. 1187-8), debemos estas palabras:

Cuando el que está afligido contempla el bello rostro
de la tierra de Sidonia, olvida su pena.
Parece que la mano de la lluvia hubiera cubierto
de verdes brocados sus valles y majadas.
Como un aladar por las mejillas del hermoso,
Discurren los arroyos por sus marjales.

Con estos hermosos versos arranca “La capital itinerante. Sidonia entre los siglos VIII y X” el último libro de Miguel Ángel Borrego Soto, arabista jerezano a quien debemos los más notables trabajos de investigación sobre nuestro pasado andalusí.

En esta obra, mantiene la tesis de que la Cora de Sidonia (la circunscripción o entidad administrativa y fiscal que surgió tras la ocupación árabe de nuestro territorio y que se extendía por buena parte de la actual provincia de Cádiz) tuvo en los primeros siglos de su existencia, distintas ciudades que asumieron sucesivamente su capitalidad. Esta “itinerancia” entre Madīnat Šidūna (Sidueña, Castillo de Doña Blanca), Qalsāna (Calsena. Cortijo de Casinas, Junta de los Ríos), Madīnat Ibn al-Salīm (Medina Sidonia) y Šarīš Šidūna (Jerez) es estudiada por el autor, aportando novedosos datos que apoyan su propuesta.

Como se señala en el libro “la identificación y localización de la capital o capitales político-administrativas de la cora de Sidonia (o Sidueña, kūrat Šidūna) entre los siglos VIII al X no es tarea fácil debido a la escasa y confusa información que aportan las fuentes árabes. No obstante, y gracias a los datos extraídos de algunos autores, es posible conocer el nombre de los enclaves que ostentaron el papel vertebrador de la región en algún momento de las centurias referidas.

Hasta mediados del siglo IX, Šidūna era aún la ciudad preponderante de la cora, condición que heredaba de Assidona, enclave que a finales del siglo VI, tras la crisis del Bajo Imperio Romano y el declive de Gades (Cádiz), se convirtió, con la monarquía visigoda bien asentada ya en la Península, en el centro administrativo y espiritual de la comarca. Pero a partir de las incursiones normandas del año 844, Šidūna inicia un declive paralelo al ascenso de otros núcleos urbanos como Qalsāna y Šarīš (Jerez), sucesivas capitales que al tiempo se convirtieron en centros intelectuales de cierta importancia, coincidiendo con el período de bonanza económica que la cora experimentaba en tiempos de al-Hakam II (m. 976)”.

Uno de los capítulos más sugerentes del libro es sin duda el dedicado a Madīnat Šidūna ya que en él se aborda la identificación de este enclave con el de la fenicia Asido y que sitúa en Sidueña, el actual Castillo de Doña Blanca, frente a la tesis tradicional que la asociaba a Medina Sidonia. El autor, que ya había avanzado el resultado de sus estudios en anteriores trabajos, apunta aquí de manera clara los datos básicos que le han llevado a reinterpretar las fuentes epigráficas y numismáticas, los testimonios aportados por los textos grecolatinos y las por las fuentes árabes para sostener una fundamentada propuesta que, a buen seguro, abrirá nuevas vías de investigación y no dejará indiferente al lector curioso.

“La capital itinerante. Sidonia entre los siglos VIII y X” ha sido publicado por Ediciones Presea que inicia con este título la colección A DE AL-ANDALUS, puesta en marcha para ofrecer al lector la posibilidad de adentrarse en la realidad de al-Andalus desde distintas disciplinas del conocimiento. La colección está dirigida, precisamente, por M.A. Borrego Soto, autor de este primer título, y cuenta con el respaldo de un comité de expertos integrado por Maribel Fierro, Miguel Ángel Manzano, Virgilio Martínez Enamorado, José María Gutiérrez López, José Miguel Puerta Vilchez y Fernando Nicolás Velázquez Basanta.



La capital itinerante es, además de una esmerada síntesis de los trabajos de investigación que ha llevado a cabo su autor sobre este periodo de nuestro pasado andalusí, un libro de atractiva lectura. M.A. Borrego apunta en él novedosos planteamientos que desde el primer momento invitan al lector a conocer la historia y los paisajes de la “tierra de Sidonia”. Todo un acierto.

11 mayo 2013


La Fuentecilla de El Torno




Entre los muchos pozos y manantiales repartidos por toda la campiña, reclaman singularmente nuestra atención aquellos que suelen pasar desapercibidos para los paseantes o los que se conservan en parajes poco frecuentados, casi escondidos a la vista del viajero. Este es el caso de La Fuentecilla, un modesto manantial que brota en las cercanías de El Torno.



Se accede hasta La Fuentecilla desde la calle Guadalete de esta pedanía jerezana, donde una pequeña cuesta desciende suavemente buscando el Camino de Espínola, un antiguo carril que cruza los campos de cultivo que se extienden por las Vegas de El Torno. Apenas hemos abandonado las últimas casas del pueblo, el camino deja a sus orillas algunos huertos y, enseguida, se abre a la derecha un recodo donde brota la fuente.

En un paraje sombreado por álamos, donde se intuye ya la cercanía de la del Guadalete tras la espesura de los sotos ribereños, encontraremos el pilar de La Fuentecilla, alimentado por un caño que sólo deja de manar en contadas ocasiones. Si bien es cierto que su caudal es menguado (menos de un litro por segundo), hay que resaltar que en los días más calurosos del verano no suele faltar casi nunca un hilillo de agua.

Estas pequeñas fuentes que aún perviven en tantos rincones de nuestro entorno, jugaron un papel fundamental para los habitantes del mundo rural y para el abastecimiento de los primeros asentamientos de obreros del campo, que comenzaron a crearse en la campiña, especialmente a partir de la década de los 30 del siglo pasado.



En el caso de la Vega de El Torno hay que remontarse a 1932, cuando se realiza la expropiación de la finca El Torno para poner en cultivo sus 300 hectáreas, donde se forma un primer núcleo con 52 familias. Sin embargo, aún habrá que esperar hasta 1944 para ver construido el que sería el primero de los poblados de colonización de la zona regable del Guadalcacín. Durante todos aquellos años, muchos colonos y otras familias de jornaleros vivieron en condiciones de gran precariedad, construyendo sus chozas en los descansaderos y vías pecuarias, debiendo buscar el agua para beber y lavar en algunos manantiales cercanos, como el de El Pocillo o esta de La Fuentecilla.




La fuente canaliza un pequeño nacimiento de agua a través de un caño que penetra en el acuífero, vertiendo a una pileta rectangular que desagua directamente en el cauce del cercano río Guadalete, a través de un pequeño arroyo. El origen de esta pequeña surgencia hay que buscarlo en los materiales detríticos (cantos , arenas y limos) presentes en las terrazas aluviales que se elevan ligeramente frente al paraje de la fuente que, como las tierras de las vegas aluviales holocenas actúan como zona de captación de agua. Esta auténtica “esponja” natural, que tiene como suelo “impermeable” el material arcilloso del triásico, presenta algunas modestas surgencias en lugares en los que, como este, se producen desniveles o escalones naturales de escasa altura, cubiertos en muchas ocasiones por derrames de terrazas.

Tradicionalmente, el pilar de La Fuentecilla servía como abrevadero para el ganado, si bien los colonos también recogían su agua para otros usos, como lo hacían con la de la fuente de El Pocillo, que era utilizada décadas atrás para el lavado de la ropa. Con el paso del tiempo, la fuente fue perdiendo utilidad y tanto sus accesos como su entorno se fueron degradando. El uso intensivo del camino agrícola, con paso frecuente de maquinaria pesada, provocó el deterioro del firme del carril, en cuyos márgenes se acumulaban también residuos y vertidos de obra. Los alrededores de la fuente perdieron así todo su encanto y el pilar se vio también seriamente dañado.

Sin embargo, hace unos años le llegó el turno para su recuperación de la mano de un proyecto subvencionado por la iniciativa comunitaria Leader+ (2001). Cofinanciado por la Unión Europea, y las distintas administraciones y con el nombre de Vía Verde "La Fuentecilla", se realizaron obras para la adecuación ambiental de este paraje, eliminando los vertidos, limpiando y recogiendo residuos, desbrozando el matorral que ocultaba la fuente y reparando el firme, con el propósito de transformar el antiguo camino de Espínola como vía verde y sendero peatonal hasta el río Guadalete, así como para recuperar La Fuentecilla y su entorno. Aunque en estos años no ha tenido el mantenimiento que sería deseable, el paraje en el que se enclava la fuente ha ganado en perspectiva. En primavera y verano, la sombra de los álamos hace de este rincón un oasis de frescor. En otoño, cuando las arboledas del río van perdiendo las hojas, resulta también muy agradable hacer un alto junto a La Fuentecilla en nuestros paseos.



El camino de Espínola (o Spínola) deja atrás la fuente y cruza la zona agrícola que se configura en el seno del gran meandro que el río Guadalete forma entre el Cerro de la Batida y el Cerro de la Harina. Se trata de una antigua llanura de inundación conocida como Vega de El Torno que tiene como telón de fondo, al sur, los pequeños cortados que el río ha tallado en la conocida Cuesta del Infierno, en las faldas del cerro del Castillo de Torrecera, presidido por su conocida torre.



El Torno, pedanía que pronto cumplirá 70 años de vida, tiene en La Fuentecilla todo un símbolo que merece ser respetado y protegido, como se cuida a las cosas valiosas aunque, como en este caso, se trate de una modesta fuente rural.



Por nuestra parte, hemos incluido a La Fuentecilla en el Catálogo de MANANTIALES Y FUENTES DE ANDALUCÍA, donde merece estar junto a otras muchas que conforman nuestro rico patrimonio rural.

Nota: Las Fotografías en blanco y negro de El Torno (años cuarenta del pasado siglo) han sido tomadas del libro: Colonos y colonizaciones en la provincia de Cádiz. Los pueblos de Jerez. Fundación Provincial de Cultura. Diputación de Cádiz.