22 febrero 2014

El acueducto de la Canaleja:
una pequeña obra con un gran valor.

Un lamentable accidente ha causado su destrucción parcial.



A nuestros amigos Gonzalo Ortiz Dorda -ingeniero en tierras zamoranas-
y Mª Carmen Pérez Baz
.

El pasado miércoles 19 de febrero, un aparatoso accidente en el que afortunadamente no ha habido que lamentar víctimas, ha tenido como consecuencia la destrucción parcial de un elemento singular de nuestro Patrimonio Hidráulico: el Acueducto de la Canaleja.

Como otras obras públicas relacionadas con el agua, el pequeño Acueducto de la Canaleja había atraído nuestro interés hace ya mucho tiempo. Nos llamaban en él la atención la sobria elegancia de sus formas y la grácil estructura de sus pilares y canales de hormigón, que aquí parecían reducir su pesadez, salvando el pequeño valle del arroyo de la Canaleja con aérea ligereza.

El acueducto quedaba al resguardo de todas las miradas, casi oculto, hasta que hace quince años, con la construcción de la Ronda Este, quedó expuesto a la vista de todos. Fue en aquellas fechas cuando muchos lo descubrieron, apenas sin uso, mostrando ya los signos de deterioro que amenazaban seriamente sus forjados. Fue también entonces cuando en sus alrededores comenzaron a levantarse bloques de pisos, a realizarse movimientos de tierras, a trazarse nuevos colectores y redes de alcantarillado, a aparecer montones de escombros y basura. Y lo que era una hermosa estampa, emergiendo entre huertos y arboledas, en la que podía verse una discreta, antigua y –como veremos- valiosa obra pública, empezó a perder buena parte de su encanto. Tras el accidente del pasado miércoles ha quedado seriamente “tocado de muerte”… si entre todos no impedimos que así sea.

Breve historia de una “pequeña gran obra”.

Hace ya más de diez años, nuestro amigo Gonzalo Ortiz Dorda, Ingeniero de Caminos en tierras zamoranas, nos había puesto en la pista de la importancia de esta pequeña obra que, por méritos propios, aparece ya recogida en un artículo de la Revista de Obras Públicas titulado “Un siglo de Hormigón Armado en España”, publicado en 1953. Su autor, el prestigioso ingeniero Alfonso Peña Boeuf, destacaba en él algunas de las obras que, por distintos motivos, habían sido pioneras en la aplicación del hormigón armado. De sus páginas ha sido tomada la antigua fotografía de la construcción del acueducto que ilustra este artículo y en la que sus técnicos nos muestran la cimentación de sus pilares centrales. (1)

Su historia comienza hace más de un siglo cuando el prestigioso ingeniero de caminos Pedro Manuel González Quijano, proyecta en los primeros años del siglo XX el Pantano de Guadalcacín, así como la extensa red de canales de riego que habría de llevar el agua a los más alejados rincones de las campiñas de Jerez y Arcos. En el verano de 1906 comienzan las obras de la presa que se termina siete años después. Sin embargo, los canales tendrían un accidentado desarrollo. Como señala el propio González Quijano en una conferencia pronunciada en 1915 en el Instituto de Ingenieros Civiles sobre “El Pantano y las Obras Hidráulicas” en 1913, terminada la obra de la presa “…empezaron por contrata los canales, contrata que ha sido preciso rescindir después de cerca de dos años perdidos…” (2). Se lamenta el ingeniero de la lentitud con la que progresan las obras de los canales que retrasarían, en la práctica, la puesta en riego de los Llanos de Caulina en más de dos décadas (3). Aunque en un próximo artículo recrearemos aquellas vicisitudes, lo cierto es que, poco a poco se van trazando los tramos principales de la red de canales, los sifones en arco del Guadalete y del Majaceite, -obras pioneras de la utilización del hormigón armado con una perspectiva novedosa en España- y otra obras singulares, que aunque menos llamativas fueron también de gran importancia, como túneles y acueductos.

Del lento progreso de estas obras nos da cuenta también el ingeniero Francisco González Quijano, hijo del autor del proyecto, quien en un artículo escrito a la memoria de su padre, en el aniversario de su muerte ocurrida en 1958, señala como “…en 1922 estaban ya terminados la presa, los canales principales con algunos acueductos de cierta consideración para la época, el túnel de Jédula y el sifón del Guadalete. Fue entonces cuando Pedro M. González Quijano vino de profesor de Hidráulica a la Escuela de Caminos y más tarde como consejero especialista al Consejo de Obras Públicas, y a partir de entonces la atonía de los poderes públicos y la falta de colaboración de los particulares interesados, retardaron la óptima cosecha que, afortunadamente, es ya una realidad, y puede decirse que los cincuenta años transcurridos son paralelos a la titánica lucha mantenida en sus campañas por el autor del proyecto”. (4)

El túnel de Jédula, determinante para que el agua llegase a la zona de Montecorto y desde aquí a Nueva Jarilla y los Llanos de Caulina, tardaría aún muchos años en terminarse después de la terminación de la presa, a juzgar por la petición que el alcalde de Arcos hace en noviembre de 1930 al gobierno para que se reanuden las obras de dicho túnel y se de así trabajo al gran número de obreros desocupados existente en el municipio (Diario ABC. 2/11/1930). Sea como fuere las obras avanzan con más lentitud de la debida y la red de canales se extiende progresivamente por toda la Zona Regable del Guadalcacín. Para salvar cerros y valles será preciso excavar túneles y construir sifones y acueductos, como el de La Canaleja, que se levantó en la década de los veinte del siglo pasado. ¡Hace casi un siglo!

El Acueducto de La Canaleja: una obra hidráulica singular.



Este acueducto formaba parte del canal de riego que en su largo itinerario desde la Junta de los Ríos hasta los mismos pies del Monasterio de La Cartuja, atravesaba el túnel de Jédula, cruzaba las tierras de Nueva Jarilla, regaba los Llanos de Caulina y las tierras de Guadalcacín y penetraba en las huertas y fincas de de la zona Este de la ciudad, en las cercanías del casco urbano.

El acueducto de 'La Canaleja' a su entrada en la ciudad.

Tras cruzar el arroyo de la Canaleja, el canal progresaba por la barriada de La Teja para “colgarse” literalmente, en los cortados que limitan el trazado de la autopista Sevilla-Cádiz sobre la orilla derecha del arroyo Salado, terminando junto al Monasterio de La Cartuja en las cercanías de Viveros Olmedo. Detengámonos ahora en las características más relevantes de esta obra.

La parte aérea del acueducto está formada por 13 grandes cajones de unos 22 m. de largo, aunque los dos de los extremos son de menores dimensiones. Uno de estos cajones, el situado en su extremo de salida de aguas es el que se ha sido derribado por un tráiler el pasado miércoles 19 de febrero. En el estudio que hace unos años pudimos hacer de la obra comprobamos que estas secciones que forman el canal presentan un perfil en “U” con una anchura total de 83 cm y un grosor de las paredes laterales de 10 cm, lo que deja libre una sección interior de 63 cm. La altura de los cajones es de 1,25 m.

Los apoyos se resuelven con estilizados pilares de hormigón armado de sección en “H”, que tienen en su perfil un grosor constante de 60 cm. La anchura de su base varía en función de su altura, y en los pilares centrales llega a tener 1,40 m. Esta anchura se va estrechando hasta reducirse a 90 cm. en la parta más alta de los pilares, en el punto donde se apoyan los cajones.

El acueducto salva los desniveles propios del valle del Arroyo de la Canaleja recorriendo una distancia aproximada de 260 metros entre su cabecera y su salida. Para ello fue necesario levantar 23 pilares de desigual altura, que están separados entre si a distancias también variables. La forma en la que descansan en los apoyos las distintas secciones del acueducto aéreo, de 22 m. de longitud cada una, fue resuelta por de manera ingeniosa por González Quijano.

Así, cada uno de estos cajones es soportado por dos pilares, separados entre si unos 12 m., sobresaliendo otros 5 m. de canal por cada lado del apoyo, a modo de voladizo. En cada unión se aprecian las juntas de dilatación que, sin un adecuado mantenimiento a lo largo de estos años, se han ido transforman en puntos por los que se han venido produciendo fugas y pérdidas de agua y, lo que es más importante, lentas y progresivas roturas del hormigón que dejan ver los forjados.



A consecuencia de esta peculiar disposición de los pilares, los tramos intermedios donde se unen dos secciones y en los que se aprecian las juntas de dilatación, son más cortos. La distancia entre cada pareja de pilares que sujetan a una misma sección disminuye así a 10 metros, de manera que alternativamente, se aprecia esta desigual separación entre ellos.

Hay que reconstruir el acueducto. Y ponerlo en valor.



Con motivo de la inauguración del Parque de la Canaleja, hace ya cuatro años, se limpiaron parcialmente los terrenos de las márgenes del arroyo que se había canalizado en su tramo superior.

Sin embargo no se intervino en los espacios más cercanos al acueducto que presentan desde hace una década un aspecto manifiestamente mejorable, donde no faltan los montones de tierra con los que habían de rellenarse las orillas del arroyo y las escombreras que, algunos ciudadanos desaprensivos se encargan de ampliar día tras día por más de que el ayuntamiento las limpia en ocasiones.

Todos esperábamos que, cuando definitivamente se urbanizasen las parcelas colindantes y se recuperase las márgenes del arroyo con nuevas zonas verdes, llegaría el momento en el que el Acueducto de la Canaleja se integraría definitivamente en este nuevo paisaje urbano. Y que lo haría de manera relevante, como el elemento sobresaliente y valioso de nuestro patrimonio hidráulico que es.

Secuencia de imágenes cedidas por José Trujillo Martínez.

Esperábamos ese día, y lo seguiremos esperando porque estamos seguros llegará y que este fatal accidente servirá para que, de una vez por todas, se reconstruya el tramo derribado y se restaure el Acueducto de la Canaleja y su entorno como se hace con toda obra valiosa en una ciudad normal de cualquier país normal.




Para saber más:
(1) Peña Boeuf, Alfonso.: Un Siglo de Hormigón Armado en España. Revista de Obras Públicas, 1953. Tomo I. Pg. 23-328
(2) González Quijano. P.M.: El pantano de Guadalcín y las Obras Hidráulicas. Revista de Obras Públicas. 1915. nº 2071. pg. 27
(3) VV.AA.: Historia y Geografía del Hábitat Rural de Jerez. Asociación para el Desarrollo rural de la comarca de Jerez. Ayuntamiento de Jerez. 1997.
(4) González-Quijano y González de la Peña, Francisco.: Realidades del Pantano de Guadalcín. Revista de Obras Públicas. 1959 Tomo I. nº 2935 pgs. 655-661.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Si te interesa puedes ver más artículos en este blog relacionados con El río Guadalete, Patrimonio en el medio rural, Puentes y obras públicas.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 22/02/2014

15 febrero 2014

Cuando se desborda el Guadalete.
Noticia de algunas avenidas e inundaciones históricas.




Cada año, cuando empiezan las lluvias en la campiña y, cuando como en estos días pasados se registran fuertes precipitaciones en la Sierra de Grazalema, el Guadalete baja crecido y caudaloso, como todo un gran río. En algunas ocasiones, tal como ha sucedido en las últimas décadas, sus grandes avenidas han llegado a provocar graves inundaciones en la vega baja. A veces, su cauce se ve desbordado también por los importantes volúmenes desembalsados en los episodios más agudos y así, de una u otra forma, nuestro Guadalete llega a presentar un aspecto que sobrepasa con mucho la imagen típica de río “discreto” y de “segunda fila” que tenemos de él. Por estas razones, no es de extrañar que de un tiempo a esta parte, cuando llueve durante unos días por encima de la media habitual, todas las poblaciones ribereñas están pendientes del río.




En nuestro recorrido de hoy vamos a acercarnos al Guadalete para observar los efectos de sus “salidas de madre”, (nunca mejor dicho). Pero esta vez el paseo lo haremos en el tiempo para recordar algunas de las inundaciones históricas de los últimos dos siglos. ¿Es el Guadalete un río caudaloso? Veamos algunos datos.

El caudal de un río es el volumen de agua que fluye en un determinado lugar por unidad de tiempo. Si en las fuentes y manantiales el caudal se mide en litros por segundo, en lo que respecta a los ríos se expresa en metros cúbicos por segundo y, como es lógico, resulta un parámetro muy variable que está en función de las precipitaciones que se registran en los distintos puntos de la cuenca, de la red de afluentes tributarios y de otras cuestiones no menos importantes como la evaporación, la infiltración, la extracción y derivación de aguas para riegos…

Si algo define a nuestro río es la irregularidad de sus caudales, característica común a otros cursos fluviales de nuestra región que, como el Guadalete, presentan un régimen que puede ser calificado de “subtropical mediterráneo de origen pluvial” (1). Aunque la fuerte regulación a la que está sometida toda la cuenca por efecto de los embalses,



desdibuja en buena medida el funcionamiento natural de nuestro río y, por lo tanto, afecta también al caudal que de ordinario cabría esperar, puede afirmarse que, por lo general, el Guadalete experimenta grandes crecidas en otoño e invierno y un fuerte descenso de caudales en verano. La variabilidad de las precipitaciones a lo largo del año y de los distintos sectores de la cuenca es la causante principal de las grandes oscilaciones de este caudal que, frente a los altos valores de diciembre y febrero,presenta un extremado estiaje en los meses más cálidos. Así pues, salvo en caso de fuertes precipitaciones (como las de estos inviernos pasados) o de grandes sequías (como las de hace unos años), las variaciones del caudal son estacionales respondiendo más o menos regularmente a las condiciones climáticas de las que son reflejo. Conviene aclarar que de un tiempo a esta parte, los continuos desembalses para el riego de la comarca Noroeste hacen que quien se asome al río en verano lo encuentre, por lo general, con tanta o más agua que en otoño o primavera ya que, con la construcción del azud de El Portal el tramo comprendido entre la Junta de los Ríos y Jerez, mantiene un caudal regular que no es el que de manera natural le correspondería.



El caudal medio de la cuenca, tal como extraemos de distintos informes de la GHG (2), es de unos 6,5 m3/s, cifra que, como cabe suponer, sufre enormes variaciones. Así, a modo de ejemplo, estos datos medios alcanzan valores más altos en los años húmedos como 1978/79, acercándose a los 17m3/s, o descienden a valores inferiores a los 2 m3/s en años de fuerte sequía como 1975/76, por citar sólo algunas referencias.

Los excepcionales registros pluviométricos de la Sierra de Grazalema.

Es conocido que la Serranía de Grazalema, en la cabecera de la cuenca del Guadalete, alcanza los mayores registros pluviométricos del país, por lo que estos datos también tienen su reflejo en los caudales medios específicos del curso alto de nuestro río y en los de sus afluentes que se benefician de los efectos de estas elevadas precipitaciones. Así se han obtenido valores medios de 8,1 m3/s para el Guadalete hasta el Pantano de Bornos, de 17,2 m3/s para el Majaceite hasta Los Hurones, o de 6,1 m3/s. para la cuenca parcial de este río entre Los Hurones y el Pantano de Guadalcacín;



datos todos ellos superiores al caudal medio de la totalidad de la cuenca. Para los lectores curiosos, recordamos que se conocen con exactitud los caudales diarios del Majaceite a su paso por el Pantano de Guadalcacín desde 1932 y los del Guadalete en Bornos desde octubre de 1958. (3)

En algunas ocasiones los caudales registrados arrojan cifras fuera de lo común que nos hacen pensar en datos referidos al río Ebro o al Tajo, y no al Guadalete. En años extraordinariamente lluviosos la enorme red de drenaje que constituye la cuenca del Guadalete ha canalizado descomunales volúmenes de agua que han provocado graves avenidas e inundaciones de las vegas. Entre las mayores que se recuerdan desde que existen registros de estas mediciones, están las de marzo de 1917, y, sobre todo,

RíoFecha CaudalMedido en
MajaceiteEnero 1881650 m3/sEmbalse de Guadalcacín
MajaceiteJunio 1930915 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteJunio 19301.100 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteMarzo 1960845 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteFebrero 19631.400 m3/sEmbalse de Bornos
MajaceiteFebrero 1963700 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteEnero 19701.260 m3/sEmbalse de Bornos

las de febrero de 1963, cuando el caudal del río en el Pantano de Bornos llegó a los 1.400 m3/s, aunque como puede verse en el cuadro anterior, durante el pasado siglo algunas episodios de crecidas llegaron a superar los 700 m3/s.

Algunas inundaciones históricas.

De las avenidas de 1881 el periódico local El Guadalete daba cumplida información. En su edición del 30 de enero se decía: “Si grande fue la crecida del Guadalete el viernes mayor la tuvo ayer como natural consecuencia del diluvio que cayó desde las 10 de la madrugada hasta cerca de las 10 de la mañana. La laguna de Torrox, tan próxima a Jerez, aparecía con tal cantidad de agua que se unía, según nos dicen con las vertientes del río por el lado de El Portal, habiendo quien juzgaba que al amanecer, cuando estuvo más plena, se pasara con una lancha desde dicha laguna hasta el mismo río. La verdad es que la campiña rebosa agua por todas partes ocasionando ésta no pocos daños”.

Aún recordamos las grandes inundaciones de diciembre de 1996, o las más recientes de diciembre de 2009, enero de 2010 y diciembre de 2010. De todas ellas se hicieron eco los medios de comunicación nacionales. Los llanos de la Ina y las Pachecas y las inmediaciones de El Portal del Puente de la Cartuja fueron entonces portada de todos los telediarios. Pues la gravedad de estos últimos



sucesos se vio superada con creces con los episodios de inundaciones vividos en 1881. Así, el mismo periódico, informaba el 1 de febrero de ese año que: “... Multitud de personas en carruajes y a pie acudieron el domingo a ver el puente de la Cartuja y sus inmediaciones. El molino sigue sin funcionar y aunque ya habían descendido bastante las aguas, todavía era extraordinaria la crecida, viéndose cubiertos algunos pequeños caseríos, en cuyos tejados se dice que el viernes hubieron de refugiarse por algunas horas los que los habitaban. Por el lado del arrecife del Portal hubo bastante concurrencia de curiosos, a examinar los grandes desbordamientos que por allí ha tenido el río, ocasionando no pocos desperfectos en la vía férrea y fuera de ella. Los trenes de Cádiz llegaron también el domingo con retraso”.

Los efectos de esa avenida en las infraestructuras y en otros puntos de la cuenca, como la Junta de los Ríos, eran también recogidos por “El Guadalete”, donde podía leerse “… ayer se nos aseguró por una persona procedente de Arcos que el puente de la confluencia del Majaceite y el Guadalete en la carretera de Arcos a Paterna, estaba casi destruido por la riada”.

De mayor gravedad aún fueron las inundaciones de 1930. En el Pantano de Guadalcacín se midió un caudal para el Majaceite de 915 m3/s. El aliviadero del embalse desalojó en 76 horas un volumen de 103.000.000 de m3, casi una vez y media del equivalente a su capacidad. La crecida del Guadalete en la cerrada de Bornos, lugar en el que décadas más tarde se construiría otro embalse, fue determinada experimentalmente en el laboratorio de hidráulica que se instaló en la presa de Bornos y se evaluó en 1.100 m3/s.



Aguas abajo, en las vegas de Arcos y de Jerez, estas avenidas ocasionaron graves inundaciones. El sábado 7 de junio de 1930, el Diario de Jerez recogía en titulares: “Continúa el temporal causando daños y víctimas. Se desborda el río Guadalete y las aguas arrastran hogares, cosechas y ganados. Varios cortijos inundados. Rotura del Puente de la Florida. Familias sin albergue. Cuadro desolador. Comunicaciones ininterrumpidas”.

El mismo día se narra como, al igual que ahora, ya se producía lo que algunos han dado en llamar “turismo de catástrofes” y así, relata el diario que muchos jerezanos acudieron a Los Albarizones, desde donde se veían inundadas las vegas de La Cartuja, trasladándose el ejército a rescatar a las personas cuyas casas inundadas habían quedado aisladas. La Ina, Los Villares, La Gredera, Zarandilla, Río Viejo, El Torno… quedaron entonces, como ahora, rodeados por las aguas.



El domingo 8 de junio de 1930, el mismo periódico anunciaba en titulares: “Después del temporal. Sus víctimas y sus efectos. La Cartuja Inundada. En las barriadas rurales de San José del Valle, El Mimbral y El Portal. Daños y víctimas. El Vecindario se muestra interesado en la desgracia y generoso con las víctimas”.

Las grandes lluvias de febrero de 1963 (en Grazalema se llegaron a registrar aquel año 4.385 litros por metro cuadrado), provocaron la mayor avenida que se conoce en el Guadalete, cuyo caudal máximo en el Pantano de Bornos fue de 1.400 m3/s. Al estar construidos ya los embalses de Bornos y Arcos, los efectos de la gran avenida se atenuaron. Pese a todo, las enormes crecidas que el río experimentó afectaron gravemente a los Llanos de la Ina y El Portal que se inundaron, como volvió a ocurrir en la crecida de 1970 y, más recientemente en las de 1996 y en las actuales de 2009 y 2010.



En otra ocasión “viajaremos” en el tiempo para relatar los efectos de estas graves inundaciones de 1963 y de otras que alcanzaron también proporciones de catástrofe, como las de marzo de 1917. En este último episodio, las aguas del Guadalete arrastraron los puentes de Villamartín, Arcos, Junta de los Ríos y el puente-sifón de la Florida por el que cruzaba el río la tubería del acueducto de Tempul, tal como nos muestra la fotografía que el arquitecto Francisco Hernández Rubio realizo de aquel suceso. A consecuencia de ello, la ciudad se quedó entonces sin suministro de agua potable. Otras inundaciones y crecidas del Guadalete que asolaron nuestros campos durante el siglo XX fueron, junto a la ya comentada de 1917,  las de los días 3 y y de junio de 1930. De gran importancia también hay que señalar las de 1946, 1970 y, más cerca de nuestro tiempo y que recordarán muchos lectores, la de 1996, que provocó la evacuación de muchas familias de la zona de Las Pachecas, El Portal y El Portalillo.



Pero esas son otras historias a las que volveremos en otros recorridos “en torno a Jerez”. Hoy, después de estos días de lluvia, es un buen día para acercarnos hasta el río y ver que, afortunadamente, sus aguas no se han “salido de madre”.

Para saber más:
(1) García Lázaro, A.: El Guadalete, Cuadernos de Jerez. Cuaderno del Profesor. Ayuntamiento de Jerez, 1989. pp.36-40.
(2) CHG: Aprovechamientos hidráulicos de la cuenca del Guadalete. Dirección General de Obras Hidráulicas. 1961
(3) CHG: Estudio preliminar para la redacción del anteproyecto de la presa de algodonales en el río Guadalete. (S/F) y Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente. CHG.: Redacción de la Propuesta del Plan Hidrológico del Guadalete-Barbate. Memoria. Synconsult. S.L. 1994.
Periódicos El Guadalete y Diario de Jerez.: Ediciones de las fechas citadas en el artículo, consultadas en la Biblioteca Municipal de Jerez.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Si te interesa puedes ver más artículos en este blog relacionados con El río Guadalete y las inundaciones.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 15/02/2014