El antiguo
Camino de Lebrija, conocido más popularmente como “
carretera de Morabita”, es al
una vía de comunicación cuyos orígenes se pierden en la memoria. Escasamente transitado quedar desplazado de los itinerarios habituales, el recorrido de esta ancestral ruta que hoy les proponemos, es un feliz pretexto para acercarnos a los paisajes de la campiña y de las marismas y asomarnos también a la historia que guardan muchos de sus rincones.
El
Camino de Lebrija existía ya en el Jerez medieval y partía de las cercanías de los muros de la ciudad, junto al célebre
Pozo del Olivar.
En el s. XIX será una de las zonas de expansión de aquel Jerez en constante crecimiento y en las fincas de sus márgenes las familias acaudaladas comienzan a construir notables casas de recreo, como sucederá también en el camino de Sevilla o Paseo de Capuchinos (actual Avenida). El mejor ejemplo de ellas es la que se levanta en 1865, a iniciativa de la familia Pemartín, conocida en sus orígenes como “El Palacio” y que hoy es el “
Recreo de las Cadenas” (1). Los tramos iniciales del camino de Lebrija (calles Ponce y Pozo del
Olivar o Avenida Duque de Abrantes) serán absorbidos por el crecimiento urbano relegando al olvido aquella antigua vía que fue después rebautizada como
Carretera de Morabita.
Para reencontrarnos con aquel antiguo camino iniciamos la ruta junto a las antiguas
Bodegas Croft, recorriendo en su primer tramo la actual
Avenida de Lebrija, vía urbana que ha rescatado en su denominación el tradicional topónimo del
Camino de Lebrija. Tras dejar a la derecha el parque empresarial salva por un puente la
Ronda Oeste para internarse ya en la campiña, tomando la dirección N-NE que no abandonará ya hasta Lebrija.
A la izquierda de la carretera veremos las instalaciones de las
Bodegas de Diéz Mérito rodeadas de los primeros viñedos, mientras que a la derecha, en las tierras de
El Carrerista y
La Norieta, los campos albergan cultivos de secano en torno a la barriada rural de
Mesas de Santa Rosa. A lo lejos, en esta misma dirección, divisamos los nuevos barrios y polígonos industriales que desde Jerez se extienden hacia
Guadalcacín y los
Llanos de Caulina y llegan hasta las cercanías del aeropuerto, teniendo como telón de fondo los perfiles de la
Sierra de Grazalema que cierran el horizonte.
Apenas hemos recorrido dos km. cuando, a la izquierda, una larga hilera de palmeras nos anuncia el acceso a la
viña El Telégrafo, cuyo caserío se encarama en el
cerro de Capirete (94 m.), uno de los de mayor altitud de estos contornos. Su llamativo nombre evoca una curiosa historia que se relaciona con la instalación en este lugar de una de las 59 torres de la línea de
telégrafo óptico de Andalucía, entre Madrid y Cádiz, que se construyó entre 1844 y 1853 bajo la dirección del brigadier
José María Mathé. Estas torres, que estaban conectadas visualmente, se transmitían los mensajes mediante un sencillo sistema de señales.
La
Torre de Capirete, como se conocía a la que se alzaba en la Viña el Telégrafo, servía de enlace entre las situadas en el
Alto de Montegil (que contemplamos desde aquí en dirección NE a unos 11 km. en línea recta) y la situada en el
Cerro Cabezas (El Puerto de Santa María), desde el que la señal se transmitía a las
Puertas de Tierra de Cádiz. Por la relevancia de esta instalación no es de extrañar que aquella desaparecida
Torre de Capirete acabara bautizando, ya para siempre, el paraje que desde entonces pasó a conocerse con los nombres de
Cerro del Telégrafo,
Telégrafo de Capirete o
Viña El Telégrafo, como hoy se la denomina.
Tras recrearnos en el paisaje, continuamos la marcha. Se suceden ahora, a la izquierda del camino, cuidados viñedos que albergan centenarias casa de viña como la de
La Canariera o la más antigua de
Viña Romano que, desde la entrada, nos deja ver su singular pozo junto al carril de acceso.
Ambas viñas pertenecen a la marca vinatera
González Byass que construyo la casa de La Canariera en
1846 -según reza en la lápida que puede verse en la puerta- como cabecera de sus explotaciones agrarias cumpliendo también, desde hace muchos años, la función de centro de actividades sociales de la empresa (2).
La Cañada Ancha o de Janina.
Atravesamos por estos lugares las tierras del
Pago del Carrascal, uno de los más afamados y de mayor solera del Marco de Jerez al que pertenecen también la
Viña dos Mercedes, la de
La Panesa o las de
Clavería, cuyos accesos nos salen también al encuentro.
En estos parajes se incorpora por la derecha la
Cañada Ancha, parte de cuyo trazado se ha transformado, lamentablemente, en un vertedero incontrolado. Esta importante vía de
comunicación de la campiña, cuya anchura legal es de 75,22 m, es un
camino centenario que viene desde el sur del término municipal buscando la ruta de Mesas de Asta y el Guadalquivir.
Con diversos nombres en función de sus distintos tramos, la Cañada Ancha fue en tiempos pasados una importante arteria de comunicación que ponía en conexión las tierras del interior de la provincia con los caminos que se dirigían hacia el norte. Tras bordear la Laguna de Medina y cruzar el Guadalete, continúa por
Lomopardo hasta
Albadalejo, cruzando después los
Llanos de Caulina por la margen izquierda del Arroyo Salado.
En las cercanías de la actual Ciudad del Transporte cruza la autovía de Sevilla y toma la dirección de Mesas de Asta, fundiéndose, durante una parte de su recorrido con el Camino de Lebrija, por el
que transitamos (3).
A veces, el asfaltado de la calzada deja mucho que desear y aunque se está renovando en varios tramos conviene circular algo más despacio lo que nos permite también disfrutar del paisaje por este camino tan poco transitado. Cuando iniciamos una suave bajada, vemos a la derecha una hilera de olmos que arranca desde la carretera, ladera arriba hasta una antigua casa de viña. Su nombre “
El Denario” nos hacer recordar otros muchos
topónimos de resonancias “latinas” presentes también en la zona. Algo más adelante, a la izquierda, muy cerca del arcén, aún se conserva el antiguo
Pozo de Zarpa, en un pequeño descansadero a la orilla de la Cañada Ancha por la que se trazó la carretera y que en este tramo también se conoce como “
Cañada de Janina”. Tras pasar una curva,
se nos muestra sobre una loma que dejamos a la izquierda, una singular edificación: la
Cuadra de Zarpa. Se trata de una gran nave, destinada en su día a cobijar los animales de labor, indispensables en los trabajos del campo y que aún destaca en el horizonte como una sólida construcción que impone su rotunda silueta entre los sembrados.
El camino ha ido descendiendo suavemente hasta una gran
Arroyo vaguada que se nos abre a derecha e izquierda surcada por el de Zarpa que cruza la carretera bajo un puentecillo.
Una parada junto al arroyo de Zarpa.
Paramos un momento junto al arroyo, en el inicio del carril que corre en paralelo al cauce para recrearnos en el paisaje.
A la derecha, siguiendo el cauce del riachuelo, aguas arriba, la vista se nos pierde en dirección SE y entre las suaves lomas de este rincón se abre un gran llano por donde discurre
perezosamente el arroyo. Son las tierras del
Haza del Alcarracero, curioso topónimo que aparece ya en los mapas del siglo XIX, y que alude a un viejo oficio alfarero: el de fabricante de
alcarrazas o botijos. ¿Hubo aquí una antigua alfarería? ¿Fue el poseedor de estas tierras algún conocido fabricante de alcarrazas? En estas disquisiciones andamos cuando descubrimos, como telón de fondo de este valle abierto y despejado, los perfiles de
una lejana arboleda. Se trata de las plantaciones de eucaliptos que acompañan al canal del Guadalcacín en el tramo que pasa junto al Aeropuerto, a más de 4 km de este lugar. Esta distancia es cubierta, casi en línea recta, por el cauce del arroyo, debido a que las fincas agrícolas cercanas lo han deformado, transformándolo en un canal de drenaje de las escorrentías de los campos de labor de estos parajes. Conviene resaltar que el
arroyo de Zarpa vierte sus aguas en las
marismas de Asta y, aunque desde aquí lo vemos venir desde las inmediaciones de La Parra, existe una pequeña divisoria en las proximidades del
cortijo Zurita Garabato, junto a la carretera Madrid-Cádiz, que impide actualmente la conexión física de este cauce con los Llanos de Caulina.
A la izquierda, siguiendo el curso del arroyo, aguas abajo, la vista nos conduce hasta las
marismas de Asta. Cerrando el horizonte vemos la loma sobre la que se asienta la barriada rural de
Mesas de Asta y el cerro amesetado donde estuvo la antigua ciudad de
Asta Regia, de
la que nos separan apenas 5 km. Si miramos en esta dirección, podremos ver muy cerca del punto donde nos hemos detenido, el caserío del
Cortijo de Zarpa -a la derecha del carril y del arroyo- rodeado de una arboleda entre la que despuntan olmos y palmeras. Desconocemos el origen del nombre de este cortijo y de este paraje conocido como “
Zarpa” pero, antes
que dejarnos llevar por el significado más usual del término (el de “mano de ciertos animales”) preferimos apuntar a la segunda acepción que el diccionario de la RAE le atribuye: “
lodo o barro que se pega en la parte baja de la ropa”. “Hacerse alguien una zarpa” es también sinónimo de “mojarse o enlodarse mucho”. Justo lo que nos sucede a nosotros cuando caminamos por estos vericuetos, que las recientes lluvias han convertido en un barrizal y que décadas atrás, antes de trazarse los caños de drenaje de las marismas de Asta, se encharcaban con gran facilidad.
El de Zarpa fue, de antiguo, uno de los cortijos más notables de estos pagos que empleaba a buen número de jornaleros. En los años convulsos de finales del siglo XIX, este cortijo es noticia en las páginas de sucesos, siendo asaltado en abril de 1883 por “cuarenta hombres armados…
robando pan y dinero. De ellos, han sido presos diez por la Guardia Civil” (4). Son los años duros en los que los trabajadores del campo han empezado a organizarse en la campiña de Jerez contra los abusos del caciquismo, años en los que la oligarquía terrateniente acude a la invención de “
La Mano Negra”, para frenar el crecimiento de las organizaciones obreras y justificar la represión ejercida contra los campesinos. Como curiosidad, recordamos que estos mismos campos que ocupan las cotas más bajas del cortijo de Zarpa, albergaron innovadores
cultivos de tabaco en la década de los 20 del siglo pasado, cuando en distintos lugares de la campiña (Vegas de Zarandilla, Llanos de la Ina, Cortijo del Herrrador, Rosa Celeste…) se ensayó sobre la
viabilidad de estas plantaciones (5).
Este paraje de las cercanías del cortijo de Zarpa está ligado también, desde hace varias décadas, a las
observaciones astronómicas que realizan asociaciones locales de estudiosos de la astronomía como “Orión” o “Magallanes”. Por sus especiales condiciones topográficas, al estar situado en el fondo de un pequeño valle rodeado por cerros, se evita aquí la contaminación lumínica de la ciudad, siendo un enclave de gran interés para la observación del cielo nocturno.
Junto al cortijo, asciende por las empinadas laderas de la loma de Espartinas un carril que
conduce a las antiguas casas de viña que se reparten por las faldas de este alargado cerro de más de cuatro km de longitud. Al comienzo del camino, destaca la silueta de un solitario y
añoso ciprés, que hemos incluido en nuestro particular listado de árboles singulares de la campiña. En este punto en el que nos encontramos, la
Cañada Ancha abandona la carretera de Morabita para dirigirse en línea recta, como si fuese directamente al encuentro de la historia, hacia
Mesas de Asta. En su trazado, y unido estrechamente a ella, el Arroyo de Zarpa encaja su cauce entre tarajes para fundir sus aguas en las marismas de Asta, drenadas ahora por el caño que las conduce hasta el Guadalquivir.
La conexión de las cuencas del Guadalete y Guadalquivir: una antigua polémica geográfica.
Antes de proseguir nuestro camino, queremos llamar la atención de los lectores y paseantes (a
quienes hemos invitado a detenerse aquí un rato, a la orilla de este modesto arroyo) acerca de una controversia geográfica y académica: la conexión geográfica en épocas históricas de las cuencas del Guadalquivir y Guadalete a través de los Llanos de Caulina. En el centro de esta discusión, el principal protagonista es nuestro humilde
Arroyo de Zarpa.
Mucho se ha especulado sobre esa probable conexión por este lugar en el que nos encontramos que, aunque parece cuestionada por estudios geológicos (6), es planteada como posible por algunos autores. Así lo ha expuesto por ejemplo, el investigador
A. Cuadrado, quien apoyándose en fuentes cartográficas, sugiere la unión de ambas cuencas en épocas históricas a
través del posible enlace entre las marismas de Asta, el Arroyo de Zarpa, el Arroyo Salado de Caulina y el Guadalete. Sostiene este autor que así parece deducirse del
Plano General de Ángel Mayo (1861) y también del
F. Coello (1868), si bien en este último se confunde el nombre del Arroyo de Zarpa con el de Guadajabaque. En ambos puede apreciarse esta conexión entre ambas cuencas si bien, hoy día, el Arroyo de Zarpa vierte sus aguas a las marismas de Asta y no existe nexo físico con el Salado de Caulina. Esta variación en el cambio de sentido de la corriente se justifica, según el mencionado autor en “la acumulación de las obras públicas justo en ese punto, (en el canal que unía el Guadalquivir con el Guadalete), que han hecho cambiar la divisoria de aguas. Las carreteras, el
aeropuerto y el ferrocarril, han cambiado completamente la fisonomía del paisaje, elevando el terreno en numerosos puntos varios metros, desviando cursos y desecándolos” (7). En diferentes ocasiones hemos visitado el entorno del
cortijo Zurita Garabito (junto a la nacional IV, frente al aeropuerto) y no nos queda clara sobre el terreno esta hipótesis, al apreciarse una pequeña loma que pudiera ser una divisoria natural. En relación a los mapas, conviene también mantener algunas reservas ya que, pese a haber sido trazados por el prestigioso ingeniero Ángel Mayo, presentan más bien el aspecto de “croquis” o “Plano”, tal como se indica en su título y en ellos aún no se emplean las modernas técnicas topográficas. Sea como fuera, el cauce del Arroyo de Zarpa y el espacio geográfico que define jugó siempre, a buen seguro, un papel de conexión física entre Los Llanos de Caulina y las Marismas de Asta que no puede ser puesta en duda.
En la próxima entrega continuaremos nuestro camino por la carretera de Morabita hacia las Marismas de Casablanca y Lebrija.