
“En aquellos tiempos de grandes virtudes y grandes vicios, pero que tan rara vez, conocieron ruindades ni mezquinas pasiones; cuando el Rey Sabio acorralaba la morisma y aún no lloraba
Con ese arranque “épico” da comienzo el relato “La Batalla de los Cueros. (Episodio Histórico)” de Luis Coloma, (Jerez, 1851- Madrid, 1915), escritor, periodista y jesuita, uno de los jerezanos más célebres, de quien recientemente se ha conmemorado el centenario de su muerte. Desde entornoajerez,

En “La Batalla de los Cueros”, como en otras obras, muestra Coloma su afición por los cuadros de época y la historia novelada sin renunciar al carácter moralizador que imprime a muchos de sus relatos. Aunque ha conocido muchas ediciones posteriores, vio la luz en 1872 en el diario El Porvenir de Jerez en el que colaboraba nuestro todavía joven escritor. La historia tuvo una amplia difusión tras su publicación en un cuadernillo de 36 páginas, prologado por Fernán Caballero, y editado por la Imprenta de la Revista Jerezana (1), en cuyos talleres se elaboraba el citado periódico. Con su versión de “La Batalla de los Cueros” Coloma intenta rescatar un hecho con trasfondo histórico para dar
La descripción de episodios bélicos, de batallas, refriegas y escaramuzas entre “moros y cristianos” ocupa un lugar preferente en todas las obras de carácter histórico que desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX, se han ocupado de nuestra ciudad. Especial relevancia cobra el periodo correspondiente al reinado de Alfonso XI, donde destacan las batallas de Majaceite (1314), Ayna (1339) o la de Los Cueros (1325), por citar sólo algunas. Esta última, de la que hoy nos vamos a ocupar siguiendo el relato del Padre Coloma, es también conocida como batalla de Los Potros o de La

El marco geográfico donde tiene lugar la acción comprende los parajes situados entre el Vado de Medina (actual puente de Cartuja) y las tierras de El Mojo y Baldío Gallardo. Los llanos de Las Pachecas y de la Ina, la Laguna de Medina, el viejo camino de Vejer, las Dehesas de Martelilla, las laderas y colinas próximas al Cerro de El Mojo… son el escenario de la “batalla” que, más allá de las licencias literarias de escritores e historiadores, ha dejado para siempre su huella en la toponimia de la zona, con un nombre rotundo y esclarecedor de lo que

allí, de una otra manera sucedió: La Matanza. En estas tierras aún permanecen, siete siglos después, los topónimos de La Matanza (Cortijo, Arroyo, Pago, Cerro), La Matanzuela y La Matancilla.
El alcaide, Simón de los Cameros, solicita ayuda urgente a la ciudad de Sevilla ante la evidente inferioridad de las fuerzas cristianas para no sucumbir ante los continuos embates de las tropas meriníes.

Desde Sevilla no puede prestarse el socorro reclamado y, ante la falta de respuesta es preciso actuar, por lo que se decide hacer frente al ejército musulmán utilizando una estrategia que la historiografía tradicional jerezana ha relatado con aires de leyenda.


Estos campos de El Mojo, estos parajes de suaves colinas próximos a la dehesa de Martelilla, serán a partir de entonces conocidos como las tierras de La Matanza, nombre que ha pervivido
Volvamos al relato de Luis Coloma, justo cuando los jerezanos están a punto de partir a la lucha. La tensión dramática de los preparativos de la batalla la presenta nuestro

“Había en otros tiempos pegada a la puerta del Marmolejo, que se llamó luego del Real, una pequeña capilla que se amparaba a los muros, como la fe se ampara a la fortaleza. Venerábase en ella una imagen de la Virgen de la Merced, y era costumbre de los antiguos caballeros, al salir a la batalla, pedir a la Señora su amparo en la lid y su auxilio en la victoria: llamábanla por esto la capilla del Humilladero; que aquellos hombres que con soberbia pisaban la tierra, sólo humildes miraban al cielo. Hallábase abierta la histórica capilla el 11 de julio de 1325: poblaban sus alrededores confusos grupos de hombres cubiertos de hierro, que formaban acá y allá bosques de picas y lanzas, alzándose amenazadoras: flotaban por donde quiera airones y banderas de varios visos, rodeando un pendón de riquísima tela roja, cuyos anchos pliegues caían a lo largo del asta, como si no pudiese el viento agitar el peso de tanta gloria. Era el pendón de Jerez, antes que en buena lid arrancase al moro otro, en la batalla del Salado."



Pero continuemos con Coloma. Se ha dado la voz de alerta en la ciudad ya que, desde la Laguna de Medina hasta El Sotillo, (paraje donde se construiría el Monasterio de Cartuja) se ha instalado un campamento con un poderoso ejército enemigo y “…la morisma de aquende el mar y de allende había pasado el Guadalete en número de setenta mil, plantado sus reales desde Martelilla hasta el río, y llevado sus algaras hasta las mismas puertas de Jerez el noble…”

Para dar más gloria a una victoria conviene que la desproporción entre las fuerzas en combate sea lo mayor posible. Los cristianos son pocos y los moros muchos. Coloma juega también con

Ni la desproporción de fuerzas, ni la falta de apoyos y refuerzos, ni la escasez de víveres, ni la inferioridad de las tropas cristianas frente al gran número de las que han desplazado los musulmanes… parece ser obstáculo para el alcaide jerezano a juzgar por el relato de Coloma:

“Convocó en tamaño aprieto el alcaide Simón de los Cameros, a los ricos-homes, fijosdalgos y gentes de pro del pueblo, y ardiendo todos en deseos de venganza, sobrados de bríos y faltos de prudencia, no se avenían a templadas razones, queriendo, ya que no triunfar, morir como buenos.

Mas un gran caballero que llamaban Cosme Damián Dávila, valiente en la pelea y al razonar mesurado, les habló de esta manera: «Es verdad que son nuestras fuerzas cortas para vencer a


Con tonos épicos, describe Coloma la escena en la que, ya caída la tarde, llega “…Simón de los Cameros a la puerta del Marmolejo, seguido de los cuatro alcaides de las puertas, los caballeros del feudo y demás nobleza jerezana”. Todos se arrodillan – se “humillan”- “ante el altar que sostenía la Imagen de la Patrona” para pedir su protección al grito de “¡Señora, remédianos!”.
(Continuará en la próxima entrada)
Para saber más:
(1) Las citas textuales están tomadas de Coloma, Luis. La Batalla de los Cueros. Episodio Histórico. Imprenta de la Revista Jerezana. 1872. Otra edición de 1876 puede consultarse en la red.
(2) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, pp. 28-31.
(3) Gutiérrez, Bartolomé.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Edición facsimil. BUC. Ayuntamiento de Jerez, 1989, vol I P. 178-183
(4) Gonzalo de Padilla.: Historia de Jerez de la Frontera (Siglos XIII-XVI). Ed. de Juan Abellán Pérez. Agrija Ediciones 2008., pp. 48-57.
(5) Martín de Roa (1617): “Santos Honorio, Eutichio, Esteban, Patronos de Xerez de la Frontera”. Edición Facsimil, Ed. Extramuros Edición S.L., 2007. Cap. VIII
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 17/05/2015
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