29 noviembre 2015

Por la Garganta Verde.
Un sorprendente cañón tallado por el Bocaleones.



A nuestro querido amigo Carlos Bel Ortega, geógrafo y viajero, con quién visitamos por primera vez la Garganta Verde.

Uno de los parajes naturales más excepcionales de la provincia de Cádiz es el conocido como Garganta Verde, enclavado en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Este estrecho cañón, tallado por la aguas del río Bocaleones, es un verdadero paraíso para las aves de roca y para la vegetación, así como un lugar del máximo interés para los amantes de la geología y el paisaje. Su recorrido no dejará indiferente al viajero que, con algo de esfuerzo, se anime a realizarlo. ¿Nos acompañan?

El inicio del sendero.

Partiendo de Zahara en dirección a Grazalema por la CA-5312, el recorrido se inicia en las proximidades del Puerto de los Acebuches, a unos 4 Km de la primera población.



El lugar está bien señalizado a la derecha de la carretera, habiéndose habilitado un aparcamiento y una fuente junto al comienzo del itinerario. Tras pasar junto a un pilón tomaremos la vereda que, en sus primeros tramos, transcurre por un terreno ondulado sobre el que crece un matorral en el que el paseante curioso descubrirá muchas especies propias del monte mediterráneo y donde abundan lentiscos, sabinas, aulagas, matagallos, torviscos, jaras… A nuestras espaldas quedan las cumbres de la Sierra del Pinar, el Montón y Monte Prieto, frente a nosotros la mole del Cerro de La Cambronera.





Al poco, un poste nos indica un pequeño desvío a la izquierda hasta un pequeño mirador desde el que obtendremos magníficas vistas del valle encajado del arroyo Bocaleones, del tramo inicial de la Garganta Verde, así como de los cerros de La Camilla y de La Cornicabra, que quedan frente a nosotros. Junto a la senda dejaremos atrás un llamativo lentisco, de porte arborescente, que llama la atención por el grosor de su tronco y la forma de su copa. Acebuches, algarrobos, madroños, sabinas (reconocibles por sus pequeñas bayas esféricas, de color marrón oscuro en su madurez), algunos enebros y cornicabras (con sus singulares “agallas” en forma de cuerno de cabra), nos acompañarán también es este tramo del camino, de cómodo recorrido. Llegaremos así a unas ruinas de muros de piedra seca, bases de antiguos chozos de pastores que marcan el inicio del descenso. Junto a ellos, un cartel nos pide silencio y nos avisa de que entramos en un área de nidificación de aves. No en balde, los cantiles de La Cambronera albergan la segunda mayor colonia de buitre leonado de la provincia, tras la del cercano Peñón de Zaframagón, en Olvera (1).



Descendiendo al Bocaleones.

Desde aquí, el sendero inicia una suave bajada hasta llegar a una pared rocosa, en la que llama la atención una gran cornisa que sobrevuela nuestras cabezas, posiblemente restos de las bóvedas desplomadas de una antigua cavidad. Apenas habremos invertido media hora en recorrer el kilómetro y medio que separa el inicio del itinerario de este lugar, habiendo tenido la oportunidad de asomarnos en los pequeños miradores protegidos por barandillas que se han habilitado en distintos puntos de la senda.



Atrás habremos dejado cantiles de paredones verticales donde la roca adopta curiosas formas causadas por la erosión en los estratos calizas del cañón.

Frente a nosotros, al otro lado de la garganta, vemos el cerrado cauce del “Arroyo de los Volcanes”, enigmático nombre que, por un error de transcripción que se arrastra en los mapas topográficos, ha perdido ya el original: Arroyo de los Volcones.



Este hidrónimo alude a la violencia con la que el agua discurre por su cauce, arrastrando piedras, y precipitándose en la Garganta Verde con un salto de agua a cuyos pies llama la atención una gran oquedad en la roca: los restos de una antigua cavidad que quedó al descubierto por la acción erosiva de las aguas torrenciales. El Arroyo de los “Volcanes” que recoge las aguas de las inmediaciones del Puerto del Horno de la Miera y del Llano de La Camilla, tiene como telón de fondo el imponente cerro de La Cornicabra, de perfiles piramidales, que con 1289 m es el punto más alto de la Sierra de Zafalgar. El nombre de esta sierra, de resonancias árabes, está en estrecha relación con la “Cueva de la Ermita”, la gran oquedad existente en el interior de la Garganta Verde. Nuestro amigo, el arabista M. Ángel Borrego Soto, plantea su posible derivación del árabe Sajr al-gâr, o Sajrat al-gâr (literalmente “La sierra, roca, o peñascos donde hay una cueva”), de donde procedería el actual de Zafalgar.



El sendero sigue su descenso y llega a un pequeño rellano donde se han instalado unas barandillas de protección a modo de mirador. En las paredes que se alzan sobre nuestras cabezas los amantes de la geología pueden admirar curiosas oquedades labradas por la disolución de las calizas, que llegan a horadar las rocas. En estas laderas más expuestas al sol, encontraremos a los lados del sendero, junto a las especies ya citadas otras de carácter más termófilo como el palmito, la zarzaparrilla (que se enreda con la madreselva entre los arbustos), olorosos tomillos o el espino negro (Rhamnus lycioides, subsp. oleoides), conocido también como escambrón o cambronera, arbusto del que se afirma que toma el nombre el cercano monte de La Cambronera por cuyas laderas desciende, zigzagueante, nuestra senda. En los años muy lluviosos se forma en las paredes verticales de este monte una hermosa cascada de más de 50 m de caída que se precipita hacia el Bocaleones, conocida como “La Cola del Caballo” o cascada del Tajo de la Bodega cuyas imágenes ya recogía el geólogo Juan Gavala y Laborde en 1917 (2).

Otras muchas especies vegetales pueden ser vistas en estas paredes, dependiendo de la estación en la que visitemos el lugar. A excepción de los inviernos lluviosos en los que no sería posible caminar por el lecho del arroyo, cualquier momento puede ser oportuno, especialmente la primavera. Así, podremos disfrutar de la presencia de especies de leguminosas como la alacranera (Coronilla scorpioides), la hierba de plata (Argyrolobium zanoii) u Ononix saxicola, endemismo de las sierras del sur; o de crucíferas como Alysum minus, Lobularia marítima o Crambe filiformis



La ruda, de hojas verdes amarillentas, junto al tomillo, impregna de olores el ambiente. El apio caballar (Smyrnium olusatrum), llamativa umbelífera de flores amarillas y penetrante olor, crece igualmente junto al camino, en cuyos bordes despunta en primavera de manera inconfundible.

Una curiosa leyenda.

Cuando llevamos aproximadamente una hora de recorrido, el sendero parece escalonarse y nuevamente acuden en ayuda del caminante otras barandillas metálicas en las proximidades de una gran mole rocosa que se interpone en nuestro paso en la, hace casi un siglo, se tallaron unos grandes escalones sobre los que corre una curiosa leyenda. Acerca de este lugar cuentan los hermanos De Las Cuevas, en su monografía de Zahara, no sin cierta ironía, que “…sobre ella se ha hecho una escalera desdibujada, con escalones de metro… comentan que fue hecha a punta de cuchillo por un carbonero, que subía a una recua detenida allí, las seras de carbón de 60 kilos. Si es verdad, el carbonero debía ser un atlante” (3). Ya el geólogo Juan Gavala da cuenta de que la “Cueva de la Iglesia de la Garganta”, como la denomina en su mapa de 1917, es visitada por cuantos viajeros curiosos acuden a estas sierras, por lo que, a buen seguro, los guías locales de la época llevarían a cabo las primeras adecuaciones para facilitar el acceso de aquellos pioneros excursionistas. A medida que descendemos, las paredes del cañón van ganado en verticalidad y el paraje se nos muestra más sorprendente.



Entre las rocas crecen especies típicamente rupícolas y fisurícolas: arenarias, silenes, senecios…. El “ombligo de Venus” es omnipresente, como las doradillas (Ceterach officinarum), pequeños helechos que hallamos entre las grietas de la caliza. Los gamones crecen en los pequeños rellanos de suelo que se forman entre las rocas, donde es fácil ver también gladiolos silvestres, así como otras muchas especies de los géneros Saxifraga, Parietaria, Dorycnium, Linaria, Trachelium… Todo un disfrute para los amigos de botánica que encontrarán aquí una gran variedad de plantas tapizando las paredes del cañón. Ante tal profusión vegetal no resulta difícil entender por qué se conoce a este lugar como la Garganta Verde.

El sendero que hemos seguido está a punto de encontrarse con el cauce del arroyo donde ya vemos de cerca las copas de las adelfas, de las higueras que se agarran en las paredes, de los lentiscos y los durillos... En su último tramo, poco antes de llegar al lecho de la Garganta, la vereda se escalona nuevamente y desciende frente a una gran oquedad que se abre en la roca, y sobre la que chorrean las aguas, en época de lluvias, del cauce colgado del arroyo de los Volcones. ¡Ya estamos en el cauce del Bocaleones!

Próxima entrada: En la Cueva de la Ermita.

Para saber más:
(1) Bel Ortega, Carlos y García Lázaro, Agustín (1990): La Sierra Norte. Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz, pp. 165-174.
(2) Gavala y Laborde, Juan.: Descripción geográfica y geológica de la Serranía de Grazalema. (del Boletín del Instituto Geológico de España, tomo XIX, 2ª serie). Madrid, 1918, p. 143.
(3) De las Cuevas, José y Jesús (1979): Zahara. Instituto de Estudios Gaditanos. Diputación Provincial de Cádiz, pp. 33-35.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: En la Cueva de la Ermita. Un paseo por la Garganta verde (y II), Geología y paisaje, Flora y fauna, Parajes naturales, Rutas e itinerarios.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 29/11/2015

22 noviembre 2015

Los Alijares.
Un rincón de la campiña en el camino de Sanlúcar.




En el camino entre Jerez y Sanlúcar, coronando sendas lomas desde las que se domina el paisaje de la campiña, los viajeros habrán reparado sin duda en dos cortijos a uno y otro lado de la autovía, que desde la lejanía destacan por la armónica estampa de su caserío. A la derecha se alza el de Alijar, escoltado por los aerogeneradores de un parque eólico que se enclava en sus tierras, a la izquierda, el de Alijarillo.

Este rincón de la campiña jerezana es conocido desde antiguo como Los Alijares y por sus lindes se separan los términos de Jerez y Sanlúcar. Si en la actualidad se nos presenta como una vasta extensión de suaves colinas de tierras de labor dedicadas a cultivos de secano, hace tan sólo unos siglos este paraje fue una gran dehesa de encinas, con espacios incultos cubiertos de monte mediterráneo, surcado por pequeños arroyos tributarios de las cercanas marismas de Tabajete y La Ventosilla. Un lugar, en suma, de tierras feraces y de gran interés para su aprovechamiento agrícola y ganadero, por lo que no es de extrañar que desde la más remota antigüedad haya conocido la presencia de todas las culturas que dejaron huella en nuestro territorio.



Villa romana y alquería musulmana: un poco de historia.

El arqueólogo francés Michel Ponsich, llamó la atención ya en 1991 sobre distintos yacimientos arqueológicos en los cerros de Alijar y Alijarillo, identificados por los hallazgos superficiales de restos de materiales cerámicos en los campos cercanos a estos cortijos, que aún pueden observarse hoy, por ejemplo, en las laderas de la Loma el Alijar a ambos lados del carril que conduce al parque eólico.

Fragmentos de ladrillos y de tejas romanas, de panzas de dolium, elementos de muros antiguos, pequeños restos de sigilata y de cerámica común, de ánforas, de mortero de fragmentos de tejas (“mortier de tuileau”)… se reparten por distintos rincones de estos parajes dando testimonio del posible emplazamiento de una villa romana y de otros enclaves dedicados a la explotación del territorio que, como apunta el arqueólogo francés, pudieron estar ocupados hasta el siglo IV-V d.C. (1).



Estudios posteriores realizados por el Museo Arqueológico de Jerez ampliaron y completaron estos trabajos, confirmando especialmente la relevancia del asentamiento romano del cortijo de Alijarillo, cuyo caserío podría asentarse sobre el antiguo emplazamiento de una villa, y recogiendo también en sus cercanías materiales cerámicos protohistóricos y restos cerámicos de época almohade de los siglos XII-XIII. El lector curioso podrá obtener información más detallada de estos hallazgos en el informe de los trabajos de prospección arqueológica que se realizaron en la zona por los arqueólogos Esperanza Mata Almonte y Francisco Giles Pacheco, con motivo de la instalación del parque eólico (2).



Estos indicios hacen suponer que en los siglos medievales pudo haber en este paraje de Los Alijares una alquería andalusí de las muchas que se repartían en el extenso alfoz jerezano. Como sostienen algunos autores, especialmente a partir del siglo XII, algunas de estas aldeas como esta de Alijar o las que existieron en Crespellina o Casarejos, pudieron estar fortificadas y disponer de torreones y atalayas como la que existió en este lugar (3). Los restos de la base de la torre de Alijar aún pueden observarse en la actualidad en el interior del patio del cortijo, como se aprecia en las fotografías que adjuntamos (4). Sus muros forman parte del ángulo suroeste del caserío, quedando a la vista en el interior los sillares del cuerpo inferior de esta torre de la que existen también testimonios documentales.



Refiriéndose al lugar, el historiador Bartolomé Gutiérrez escribe que “…se hallan en el camino de Sanlúcar de Barrameda unas ruinas llamadas Torres del Alijar y otras en el cortijo de casa alta que por estar en un cerro las ruinas, assi le nombran… pero estas torres, y toda las que mensionaremos son puestas en tal disposición que se ven unas a otras; y estas y las de la costa, que pertenecen a otras poblaciones (como las de tierra adentro) eran atalayas para enemigos, avisándose de unas a otras con los hachos encendidos; de modo que en corto espacio de tiempo, se noticiaban las novedades que ocurrían en toda la costa y su comarca; distinguiendo la urgencia según el modo de la señal con ahumadas o con luces y otras diferencias”. Este mismo autor apunta, que ya en 1320 existe constancia de esta y otras torres en torno a la ciudad que, con labores defensivas y de control del territorio, estaban construidas en cerros y mantenían conexión visual entre ellas (5).



Aún en nuestros días, cuando el viajero sube hasta la explanada en la que se asienta el cortijo de Alijar puede comprobar cómo su emplazamiento, en lo más alto de una loma que domina una amplia perspectiva, permitía observar las señales que pudieran realizarse desde las torres próximas situadas en las lomas de Mesas de Asta, en la Cabeza de Macharnudo o en la Sierra de San Cristóbal, hitos también en el paisaje que rodea a la zona de Los Alijares.

El profesor Emilio Martín confirma también que “desde el año 1320 y muy probablemente con anterioridad, existía una torre en el donadío de Alijar”. Del mismo modo lo atestiguan documentos del siglo XIV en los que se da cuenta del aprovechamiento de la piedra y los sillares procedentes de la demolición de ruinas en este lugar (6). Las Torres de Alijar (como se denomina también al Donadío de Alijar en las fuentes documentales) pertenecieron a los Ponce de León, junto a otra larga lista de bienes situados en el término de Jerez entre las que se encontraban el donadío de Campix, colindante con ellas, pero pertenecientes a El Puerto de Santa María (7). No obstante, por tratarse de un territorio a caballo entre los términos de Jerez, El Puerto y Sanlúcar, las tierras de Alijar y la Ventosilla, serán objeto durante el siglo XIV de no pocas disputas. Especialmente entre Jerez y Sanlúcar, llegando a ser frecuentes las denuncias debidas a los desplazamientos de los mojones, o por las incursiones de los vecinos de Jerez a recolectar barrillas y almarjos en las marismillas que rodean estos parajes y que los sanluqueños reclamaban como suyas (8).

Un curioso topónimo.



La condición de “tierra fronteriza” de este rincón del alfoz ya es señalada por Madoz quien nos da razón de este enclave a mediados del XIX, incluyendo en su Diccionario Geográfico la voz Alijar” señalando que es el cortijo “en el que empieza el término de Jerez” (9).

El topónimo que bautiza estos cortijos es de origen árabe, vinculado tal vez a su pasado andalusí. De él dice el historiador Bartolomé Gutiérrez que “…La voz Alijar, quiere decir, exido y salidas espaciosas para recreo, y no desdicen del terreno estas ethimologias porque el paraje y salida en nuestro término (que es donde están) es divertida…” (10). Y es que, conviene recordar que entre las distintas acepciones que el DRAE recoge para “alijar”, se encuentran las de “dehesa”, “cortijo” y “aduar” (pequeña población formada por chozas o cabañas). Alijarar es también repartir tierras incultas para su cultivo. Todo ello nos da también pista de la posible secuencia de evolución del paisaje original (bosque de encinas), a bosque aclarado (dehesa) y a la posterior desaparición del arbolado y su transformación en tierras de labor para cultivos de secano en los dos últimos siglos.



Si bien el cortijo de Alijarillo todavía se mantiene como centro de una explotación agrícola, el de Alijar ha alterado en parte su vocación agropecuaria que combina desde hace unos años con la instalación en sus tierras de un parque de aerogeneradores.



En el camino de subida al cortijo habremos dejado a la izquierda un antiguo pozo con abrevadero y a la derecha, unos muros de contención de “piedra seca” que, por un momento, nos habrán recordado a la antigua fortificación que debió alzarse en estas lomas. Esta roca -arenisca calcárea del Mioceno- que fue empleado como material de construcción, aflora en los puntos más altos de la Loma de Alijar sobre las moronitas o albarizas que sirven de base a las colinas de los campos de cultivo (11). La piedra de mayor contenido calizo fue utilizada siglos atrás para la extracción de cal, no en balde una de las hazas del cortijo conserva el nombre de “La Calera”. Desde lo más alto, descubriremos también en las laderas otros tres grandes pozos que abastecieron al ganado que en otros tiempos pastaba en estas dehesas y a los animales de labor del cortijo. Entre los pozos, numerosos fragmentos cerámicos son aún testigos de la presencia romana y andalusí a la que hacíamos referencia.



Sea como fuere, el de Alijar es un buen modelo de la arquitectura cerealista tradicional y como tal ha sido destacado en el inventario de Cortijos, haciendas y lagares de la Provincia de Cádiz, del que entresacamos los datos más relevantes de la descripción de su caserío y donde se afirma que “…El conjunto de cortijo está formado por una pieza principal, rectangular, de gran tamaño y otras dos piezas longitudinales independientes, antiguas estancia y zahúrda. La construcción conserva gran parte de sus características originales gracias a cuidadas ampliaciones y a mantener un uso agrícola y ganadero muy próximo al original. El edificio principal es de una sola altura, excepto en las crujías frontales del granero y señorío… Se ordenaba mediante una estructura cerrada en torno a un único patio central… El cuerpo del granero constituye una pieza de gran interés. Centrado en la fachada principal, se construye con muros de carga exteriores y pórtico central en arquería” (12). Estas arquerías de la entrada principal del cortijo son sin duda el elemento más llamativo de la fachada.


Sobre ellas puede verse un hermoso y antiguo azulejo devocional, en el que se representa la imagen de San Rafael Arcángel sosteniendo un pez en la mano, en esmalte azul sobre blanco. A la izquierda de los arcos destaca el señorío, de dos alturas, construido sobre los restos, del antiguo torreón medieval, al que hacíamos referencia, de cuya solidez son todavía testigos los sillares de cantería que pueden verse en el patio interior en torno al que se organizan otras estancias.



Junto a la puerta pueden verse muelas y piedras de la antigua almazara que existió en Alijar, cuando en siglos pasados fue también hacienda de olivar.



Hermosas vistas, paisaje, historia, arquitectura tradicional… se dan la mano en Los Alijares, un olvidado rincón de nuestra campiña en el camino de Jerez a Sanlúcar.



Para saber más:
(1) Ponsich, M.: Implantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir, IV, Madrid, Coleection de la Casa de Velázquez, 33, 1991, p. 216.
(2) Mata Almonte, E. y Giles Pacheco, F.: Prospección arqueológica con sondeos en las fincas del Alijar y Alijarillo, Jerez de la Frontera (Cádiz). Anuario arqueológico de Andalucía. Vol. 3, Tomo 1, 2004 (Actividades de urgencia), págs.81-86
(3) Aguilar Moya, L.: Jerez Islámico, en “Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval”. Tomo 1. Diputación de Cádiz. 1999, p. 243.
(4) García Lázaro, J. y A.: Un recorrido por las torres y castillos en torno a Jerez, Diario de Jerez, 23/11/2013.
(5) Gutiérrez, B.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1989, vol I, pp. 30-31.
(6) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento. El Alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media. En Historia Instituciones y Documentos, nº 30. Universidad de Sevilla, 2003 258-259.
(7) Franco Silva, A.:La villa de Marchena en la Baja Edad Media. Linaje, rentas, posesiones y ordenanzas” en Marchena bajo los Ponce de León: formación y consolidación del señorío, siglos XIII-XVI : actas de las II Jornadas sobre Historia de Marchena , 1996, pág 314.
(8) Moreno Ollero, A.: Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edada Media, Diputación de Cádiz, 1983, pp. 38-39.
(9) Madoz, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. “Cádiz”. Edición facsímil, 1986. Voz “Aijar”
(10) Gutiérrez, B.: Historia... p. 31
(11) Mapa Geológico de España. Hoja 1.047. Jerez de la Frontera. IGME, 1988, p. 15.
(12) VV.AA.: Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de Cádiz. Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y transportes. 2002 Pg. 153-154.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Toponimia, Cortijos, viñas y haciendas, Paisajes con Historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 22/11/2015