Curiosos topónimos en la campiña de Jerez.
Un recorrido por algunos parajes con llamativos nombres (II).




En el paseo que les propusimos el domingo pasado, visitamos algunos rincones de la campiña con llamativos nombres bajo los que se escondían no pocas historias. Matajaca, Matarrocines, Matavacas, Matacardillo, Matasanos, Matamoros... eran algunos de estos topónimos que atraen la atención del lector cuando se descubren en un mapa o cuando los vemos escritos en un cartel, junto a la carretera. Hoy vamos a completar este itinerario recorriendo otros lugares que cuentan también con extraños nombres que, como los anteriores, guardan memoria de épocas pasadas.

Rajamancera, Rajaldabas, Rompeserones.

Si muchos de estos curiosos y sonoros topónimos tienen como protagonistas a los animales de carga o de labor, otros apuntan a la naturaleza del suelo y a las malas condiciones de los caminos.



Es el caso, por ejemplo, de Rajamancera, el nombre de un conocido enclave rural situado entre La Ina y Torrecera y ubicado en las inmediaciones de la Cañada del León, en una loma que se alza sobre el río Guadalete. Estas pequeñas elevaciones están constituidas por antiguas terrazas fluviales y en las laderas afloran los depósitos de gravas y arenas característicos de estas formaciones geológicas. Como muchos lectores saben, la mancera era la pieza corva y trasera de los viejos arados, concretamente la que iba unida a la reja. El labrador debía sujetarla con fuerza para dirigir la reja y apretarla para que penetrara en la tierra. Quienes conocen este rincón de la campiña saben de la abundancia de cantos rodados en la superficie de los campos que tienen su origen en los sedimentos de aquellas antiguas terrazas del Guadalete. Como puede imaginarse, su presencia dificultaba enormemente las labores agrícolas, por lo que antaño se rompían y “rajaban” con facilidad las manceras de los arados.

Algo parecido nos sugiere el topónimo de Rajaldabas que da nombre a un cortijo y a una extensa zona de marismas que se extienden al noroeste de Mesas de Asta, conformando un amplio paraje de terrenos encharcadizos. En tiempos remotos formaron parte de los esteros del amplio estuario del Guadalquivir y hasta comienzos del siglo pasado eran también conocidas como “Marismas Baldías de Rajaldabas” por lo improductivo del terreno debido al alto grado de salinidad de estas tierras. Desde mediados del siglo pasado fueron drenados a través de un gran colector que desagua en el Guadalquivir en el Codo de la Esparraguera. Las dificultades que estos suelos presentaban para el cultivo y para las tareas agrícolas están en el origen de este curioso nombre en el que se hace mención a las “aldabas”, las barras metálicas con las que se aseguraban después de cerrados los postigos o puertas y las argollas de hierro en las que se ataban los caballos, dando a entender con este curioso nombre, que la dureza y sequedad del suelo de estos parajes ofrecía grandes dificultades a su laboreo.



Muy llamativo también es el topónimo Rompeserones. La hijuela de Rompeserones (también llamada de Maricuerda o de Rompecerones en algunas fuentes) era una antigua vía pecuaria que aún conserva buena parte de su trazado, que partía de Jerez en las inmediaciones de la ermita del Calvario, buscando la Cañada de Cantarranas tras cruzar las tierras del cortijo de Santo Domingo. Hoy la ciudad se ha adentrado en el campo y su tramo inicial se ha integrado en el casco urbano, arrancando en la actualidad de la rotonda de acceso a Área Sur, para cruzar la Cañada de Guadajabaque y atravesar después por entre lomas de viñedos del pago de El Corchuelo. Este curioso nombre hace alusión a los serones, aquellas espuertas que servían para llevar cargas a lomos de las caballerías y que, a buen seguro transitaron por las empinadas cuestas de esta vía pecuaria cargadas de uvas, trigo, cebada… Lo dificultoso del camino y lo cerrado de los callejones de las antiguas hijuelas harían que, en más de una ocasión, la carga de aquellos inestables serones se viniera abajo, popularizando así este singular topónimo que ha pervivido hasta nuestros días.



Espanta Rodrigo, Capaperros, Cortadedos…

Al igual que los anteriores, otros topónimos de la campiña resultan también muy llamativos, como el de Espanta Rodrigo, que da nombre a un cortijo situado entre Jerez y El Puerto de Santa María, a los pies de la Sierra de San Cristóbal, junto a la Cañada del Carrillo y la autovía.

Este famoso cortijo pertenece desde mediados del siglo pasado a la familia Terry Merello. En sus tierras, los herederos de Don Fernando C. de Terry y del Cuvillo e Isabel Merello, han venido criando los magníficos caballos cartujanos procedentes de la mítica ganadería del Hierro del Bocado que el viajero puede ver pastando en los alrededores del caserío.



Sobre el origen del topónimo de Espanta Rodrigo existen no pocas versiones. Una de ellas es que se debe al nombre de un caballo de esta afamada ganadería, si bien carece de fundamento ya que con anterioridad al establecimiento de sus actuales propietarios, estas tierras ya eran conocidas por este nombre como se refleja en el Plano Parcelario del Término de Jerez de la Frontera de 1904. Desconocemos desde cuándo y por qué se denomina así a este cortijo y al paraje en el que se enclava, aunque tal vez el nombre no sea tan antiguo como algunos pretenden, como parece deducirse al consultar los diferentes Nomenclátor de los siglos XIX y XX, en los que no aparecen referencias a este nombre, o el Plano Catastral de 1897 en el que figura como Cortijo de Diego Vega (1). Otra de las versiones populares sobre el origen de este topónimo, como cuentan los lugareños, apunta a un antiguo propietario del cortijo, de nombre Rodrigo, que salió huyendo espantado ante el ataque de bandoleros o salteadores de caminos. Pero sin duda, una de las más curiosas explicaciones, que enlaza ya con la leyenda, es la que ofrece J.J. Zaldívar Ortega en su libro Las morismas de Bracho: investigación histórica de la fiesta de moros y cristianos”, relacionando este sonoro y extraño topónimo, nada menos que con Don Rodrigo y la batalla del Guadalete, donde escribe que “Los musulmanes..., al mando de su jefe Tarik, vencieron a las mal organizadas y reducidas tropas de Don Rodrigo, último rey visigodo de España; victoria que tuvo lugar en el área geográfica que hoy ocupa el célebre cortijo "Espantarrodrigo" de don Fernando Terry, donde se crían los famosos caballos cartujanos” (2).



Sea como fuere, este topónimo de Espanta Rodrigo, no es el único que infunde cierto “temor” o “miedo” y ahí está el no menos llamativo de Casa de Espantaperros, que se recoge en el Nomenclátor de 1950, o el de Rancho de Capaperros, que se emplaza frente al de la Montejaqueña, en las proximidades del cortijo del Algarrobillo en San José del Valle.



Pero si los perros deben andarse con cuidado por ciertos parajes de la campiña, aún más inquietante resulta el antiguo topónimo de Casa de Cortadedos, en la viña del mismo nombre, que se encuentra en Cerro Obregón, frente a la barriada rural de Polila, en la Cañada de Cantarranas. En la actualidad ha cambiado su nombre por el de Cibeles.



Pierde Capa, Vacía Bolsa, Malabrigo, Malduerme, La Fantasma.



Otros curiosos topónimos que aún perviven dando nombre a distintos rincones de la campiña jerezana o han quedado fijados en los mapas y planos, guardan memoria de los múltiples peligros a los que debían enfrentarse los viajeros que transitaban por los caminos en torno a Jerez. Así parece reflejarlo el de Pierdecapa, que da nombre a un paraje junto al Cortijo del Pino, donde se ubicaba el célebre Pino de la Legua, en el antiguo camino de Sevilla y que permanece aún junto a la vía de servicio por la que se llega a Ducha.

Muy elocuente es también el nombre de Haza de Vacía Bolsa, junto al Guadabajaque, que forma parte del Cortijo de Santo Domingo y que se recoge en el citado Plano Parcelario de 1904, guardando memoria de los peligros de los caminos en épocas pasadas. Se trata de tierras próximas a la antigua Trocha del Puerto, junto al



Camino de La Carrahola. Actualmente se sitúan junto a la autovía de El Puerto, en las cercanías de la Residencia Escolar del Rancho de los Colores. Creemos que este mismo topónimo, con las modificaciones propias del paso del tiempo, es el que ya se recoge en documentos del siglo XV como Cabezo de Vazía Alforjas y al que hace alusión el profesor Emilio Martín, ubicándolo en los Buhedos de Garciagos, junto al Guadajabaque, en tierras que hoy se corresponderían con los parajes cercanos al Cortijo de Santo Domingo y al Pozo de La Astera (3).



Entre La Barca de la Florida y San José del Valle, la carretera cruza por una extensa llanura arenosa, cubierta en épocas pasadas por un gran alcornocal del que ya sólo quedan bosquetes aclarados en las dehesas que ocupan este territorio. Algunas de ellas tienen también nombres curiosos, como las de Malabrigo o la de Malduerme, cortijos que figuran ya en el Nomenclátor de 1850 y que se mantienen en la actualidad. Su origen, tal vez hay que hay que buscarlo en la naturaleza del suelo y en las características topográficas de estos parajes que, tras los progresivos desmontes que estos llanos sufrieron desde el siglo XVIII, quedaron desprotegidos al perder buena parte de la cubierta arbórea, quedando expuestos a las inclemencias y carentes del refugio que el bosque ofrecía. Hoy, en las llanuras de Malabrigo crecen los cultivos de algarrobo y en la Dehesa de Malduerme se está recuperando el alcornocal.



Para terminar nuestro recorrido por estos curiosos topónimos de la campiña jerezana queremos también recordar el de Malas Pasadas, que da nombre a un paraje situado junto a la Cañada de Rogitán, en la Dehesa del Charco de los Hurones, y que, probablemente hace alusión a los peligros de los antiguos vados que, por estos rincones de la sierra, cruzaban el Majaceite. Muy explícito es también el nombre de Haza de Mal Año, tierras pertenecientes al cortijo de Mesas de Santiago, junto al antiguo descansadero de ganados.



Pero sin duda, uno de los topónimos más enigmáticos es el de La Fantasma, que da nombre a una dehesa y a un arroyo próximo al Mojón de la Víbora, en los confines orientales del término municipal de Jerez. En las laderas cubiertas de monte alcornocal de La Fantasma, pastan hoy bucólicamente las ovejas que, en los días de niebla, apenas se vislumbran y se nos antojan como inquietantes manchas blancas que se mueven entre los árboles…

Para saber más:
(1) Archivo Histórico Provincial de Cádiz.: Trabajos Topográficos. Provincia de Cádiz. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. Escala 1:25.000, Hoja 3, 1897
(2) Zaldívar Ortega, Juan J.: Las morismas de Bracho: investigación histórica de la fiesta de moros y cristianos, vol. 1, Zacatecas, Fondo de Cultura Zacatecana, 1998, p. 6.
(3) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz, 2004, p. 240


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Otros enlaces que pueden interesarte: Toponimia, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 20/12/2015

4 comentarios :

Jose Manuel A.V. dijo...

Muy interesante, como siempre. ¿Habrá mas entregas?

Asidonense dijo...

Dentro del ciudad hay un Hotel Quitagolpe. A mi el nombre parece muy extraño, pero soy un guiri.

AGL dijo...

José Manuel, con respecto a topónimos raros y curiosos tenemos una amplia selección temática que publicaremos más adelante, para no cansar, je, je.

AGL dijo...

Asidonense, en Jerez también tenemos la Venta Quitagolpes y conozco también "Quitapesares... Desconozco su origen, pero en lo que a establecimientos de hostelería se refiere, este nombre parece apuntar a "Tómate algo y olvida las penas"... o algo así, je, je...

 
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