Humedales en torno a Jerez (1).
Un recorrido por las principales lagunas cercanas a la ciudad.




“Un humedal es un sitio donde te mojas los pies pero no puedes nadar”. Con esta llamativa expresión no exenta de intención humorística, con la que un conocido científico trataba de aproximarse a la definición del complejo mundo de los humedales, inician los profesores e investigadores Santos Casado y Carlos Montes su “Guía de lagos y humedales de España” (1).



Los humedales son ecosistemas a medio camino entre los ambientes terrestres y los acuáticos, mundos de frontera, zonas de transición difíciles de encasillar por su naturaleza ambivalente. En un sentido más amplio, se incluyen bajo la denominación de humedales una gran variedad de lugares como las marismas, las zonas pantanosas y lagunas del interior, las orillas encharcadas de ríos o lagos, los aguazales próximos a la costa formados entre el continente y el mar, las colas de los embalses, las charcas, las balsas… espacios todos caracterizados por su carácter fronterizo y cambiante, entre la tierra y el agua.

Desde 1997, cada 2 de Febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales, fecha en la que los medios de comunicación, las instituciones y organismos oficiales y los grupos ecologistas y conservacionistas, ponen el acento y traen al debate público los valores de los humedales, los beneficios que reportan y las principales amenazas que les afectan. Conviene recordar que estos espacios son una parte importante de nuestro patrimonio natural y ecológico en los que encuentran refugio un gran número de especies animales y vegetales que los convierten en uno de los ecosistemas de mayor biodiversidad. Por esta razón, y al objeto de que este rico patrimonio no se deteriore y pueda mejorarse, tanto la Unión Europea como otros organismos internacionales han puesto en marcha distintas figuras de protección para tratar de preservar muchos de nuestros humedales.

El Inventario Nacional de Zonas Húmedas incluye más de 2.500 humedales distribuidos por todo el territorio. A pesar de esta abultada cifra de espacios catalogados, organizaciones como SEO-BirdLife o Ecologistas en Acción vienen recordando cada año los principales riesgos que amenazan su conservación y nos alertan acerca de la pérdida y degradación de muchos de ellos.

La SEO advierte al respecto que los humedales “ya no son lo que fueron” y se han llegado a perder casi el 80% de las llanuras de inundación de los ríos (transformadas en cultivo y desecadas), el 68% de las lagunas interiores y el 59% de los humedales costeros.

Humedales en torno a Jerez.

Con el feliz pretexto de que el próximo día 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales, vamos a ocuparnos de los enclaves más significativos de nuestro entorno. De los que se conservan, de los que se perdieron y de aquellos nuevos espacios “naturalizados” que, como las gaveras inundadas, los embalses, las balsas y pantanetas construidas en estos años para los riegos de fincas agrícolas, actúan “funcionalmente” como humedales.

Entre los más sobresalientes que encontramos en el término municipal de Jerez destacan sin duda las declaradas como Reservas Naturales entre las que se incluyen la Laguna de Medina y las lagunas de Las Canteras y El Tejón. Desde 1989, forman parte del Inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía por sus valores ecológicos y por la importancia de la avifauna acuática que albergan, llegando a identificarse unas 120 especies, entre las que destacan las pertenecientes a las familias de las anátidas, limícolas y ardéidas. La importancia de estos espacios para las aves posibilitó también su reconocimiento como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) o su catalogación como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC).

Laguna de Medina.



La Laguna de Medina (a la que dedicaremos otro artículo monográfico), es sin duda la más conocida. Tras la desecación de la de La Janda a mediados del siglo pasado, pasó a ser también la de mayor extensión de la provincia de Cádiz. En la actualidad ocupa el segundo lugar de las lagunas andaluzas tras la de Fuente de Piedra, estando incluida en la Lista de Humedales de Importancia Internacional al amparo del Convenio Ramsar, siendo por méritos propios la “estrella” de nuestros humedales. La Reserva Natural tiene una superficie de 121 hectáreas abarcando su zona de protección un total de 254 hectáreas. Si bien su profundidad media está en torno a los 2 metros, en años excepcionalmente húmedos su cubeta ha llegado a registrar hasta 3,5 metros.

Pese a su valor para la avifauna, desde hace unos años, la Laguna de Medina ya no es lo que era debido a la presencia en sus aguas de un gran número de carpas.



Esta especie invasora, ajena al ecosistema llegó a la cubeta lagunar tras el rebosamiento de una balsa cercana, situada en una finca particular, en la que había sido introducida. Las carpas producen un efecto muy negativo sobre el medio, la fauna y la flora ya que remueven el cieno del fondo enturbiando el agua. Al ser especies herbívoras que alcanzan gran tamaño, llegan a esquilmar la flora que crece bajo las aguas y las especies vegetales semisumergidas, de las que dependen en buena medida la supervivencia de las aves acuáticas y, en general, la fauna de la laguna. Como consecuencia de ello, disminuyó drásticamente la presencia de aves en este enclave natura, lo que obligó en 2007, a la Consejería de Medio Ambiente, a llevar a cabo una serie de actuaciones para la eliminación de las carpas. Sin embargo, nuevamente han hecho su aparición en la laguna con las perniciosas consecuencias en el ecosistema y en la degradación de la comunidad de aves de la zona, por lo que se precisan nuevas intervenciones que acaben de una vez por todas con esta especie exótica que supone una seria amenaza para la segunda laguna andaluza en importancia.



Lagunas de Las Canteras y El Tejón.



Más desconocidas, por encontrarse en lugares más apartados de las vías de comunicación, son las lagunas de Las Canteras y El Tejón. Declaradas también como la de Medina, Reserva Natural desde 1989, están enclavadas en un hermoso paraje en el interior de las dehesas de Martelilla, al sur de la Laguna de Medina, donde se conservan los restos de antiguos encinares



a los que los cultivos han ido ganando terreno progresivamente. La zona periférica de protección de esta Reserva Natural es de 200 Ha, estando separadas ambas por algo más de un km.

De pequeña extensión, la superficie de cubeta de laguna Las Canteras es de 3,75 Ha., presentando una lámina de agua de manera permanente, salvo los años muy secos. De escasa profundidad, buena parte de la laguna está ocupada por la vegetación emergente que sirve de refugio a las aves. En el cinturón vegetal que la rodea crece una banda muy densa de carrizos, así como eneas y juncos de agua, escaseando los tarajes ya que son ramoneados por el ganado. En sus cercanías crecen bosquetes de eucaliptos y grupos de viejas encinas y acebuches. El nombre de esta laguna se debe a la proximidad de las antiguas canteras de Martelilla, de donde en el siglo XVI y en las centurias siguientes, se extrajo piedra para la construcción del Puente de Cartuja, el Cabildo Municipal de Jerez, el Monasterio de la Cartuja, la Catedral de Sevilla y otros muchos edificios de la ciudad.

La laguna del Tejón, de 6 ha, se sitúa un km al sur de la anterior y presenta una lámina de agua poco persistente, llegando a secarse durante buena parte del año, salvo en los meses lluviosos. El cinturón perilagunar alberga las mismas especies que en Las Canteras, si bien es menos denso y poblado. El fondo y las laderas de las cubetas de ambas lagunas están afectados por el pisoteo del ganado que las utiliza a veces como lugar de pastoreo y abrevadero.

Laguna de los Tollos.



En orden de importancia, en cuanto a los humedales de nuestro término municipal, siguen a los anteriores las lagunas de Los Tollos y Las Quinientas. La Laguna de Los Tollos (o “El Tollón”) está situada a caballo entre los términos municipales de Jerez y El Cuervo siendo, con más de 80 ha. de cubeta y 650 ha de cuenca, la tercera en extensión de Andalucía, tras la malagueña de Fuente de Piedra y la de Medina. Esta laguna figura ya en la Crónica de Alfonso XI (siglo XIII), al ser lugar de parada habitual de sus tropas en las cinco expediciones que este monarca castellano realizó para la conquista de Algeciras y el cerco de Gibraltar. El topónimo “tollo”, delata la naturaleza de este paraje ya que alude “terreno húmedo” o a “charco formado por el agua de lluvia”.

Desde que en 1976 se autorizase una concesión minera para la extracción de arcillas especiales (sepiolita y atapulgita) en su vaso, la laguna sufrió un permanente deterioro hasta el cierre de la explotación en 1998. Las denuncias y luchas de los colectivos ciudadanos y ecologistas llevaron a que en 2007, la Consejería de Medio Ambiente

anunciara su compra y la posterior elaboración de un proyecto de restauración (Life Los Tollos) que comenzó en 2011 y que está prácticamente concluido tras el sellado y relleno de las antiguas cortas mineras que ha permitido la recuperación de la antigua topografía de la laguna.



Este valioso humedal es de gran relevancia ecológica, por la importancia de sus comunidades biológicas y por las relaciones que las poblaciones humanas han establecido con este espacio a lo largo del tiempo. Tradicionalmente ha contado con la presencia de especies significativas de nuestra avifauna como focha cornuda, cerceta pardilla, calamón, tarro canelo, malvasía, porrón pardo… algunas de ellas en peligro de
extinción. A pesar de las alteraciones funcionales que sufrió, a consecuencia de su explotación minera durante más de dos décadas, la reciente restauración de su cubeta y los trabajos de reforestación llevados a cabo en el cinturón perilagunar hacen albergar grandes esperanzas para la regeneración de este espacio natural que aún precisa algunas intervenciones para la recuperación de algunos cauces tributarios, la mejora de su entorno paisajístico y la reforestación y uso público.



Laguna de Las Quinientas.

La Laguna de Las Quinientas es, como la de Los Tollos, otra víctima del desarrollismo que imperó durante la década de los sesenta y setenta del siglo pasado y que dispuso del medio natural al servicio de intereses mercantilistas sin escrúpulos. En esos años, y durante las décadas posteriores, fue utilizada por la Azucarera del Guadalete como balsa de decantación de sus vertidos industriales, destruyendo así un enclave natural de gran importancia, por su situación estratégica a medio camino entre el valle del Guadalete y la Bahía de Cádiz.

Ubicada junto a la antigua Cañada de la Isla y Cádiz, junto a la actual carretera que desde el Puente de Cartuja se dirige a Puerto Real, en sus orígenes la laguna de las Quinientas presentaba una extensión casi el doble de la actual, siendo alterada su topografía natural por la construcción de drenajes y por un muro que dividió en dos el antiguo vaso lacustre, para su transformación en balsa de vertidos y para la puesta en cultivo del resto de su superficie.

Este uso industrial de la laguna, provocó desde los primeros momentos importantes episodios de mortandad de aves que fueron denunciados por los grupos ecologistas en numerosas ocasiones, solicitando una y otra vez una solución a este tipo de actuaciones impropias de países desarrollados.

Tras los acuerdos hace unos años entre la empresa azucarera y la Junta de Andalucía, se firmó un convenio de colaboración en 2012, que ha permitido el vaciado de la laguna, la retirada de fangos del vaso lagunar, el cese de los vertidos y la progresiva naturalización de este espacio, lo que ha traído como consecuencia el cese de la mortandad de aves (2).

En la actualidad, con una superficie de 12 ha, su cubeta presenta hasta 3 m de profundidad, poseyendo en sus orillas una incipiente orla de vegetación en la que predominan los tarajes, carrizos y juncos. La recuperación de este enclave natural requerirá un largo periodo de tiempo, sin embargo resulta esperanzador que ya en 2015, en el último censo de aves acuáticas realizado en la laguna de las Quinientas, se hayan contabilizado 20 parejas de 7 especies distintas que han conseguido reproducirse: avoceta, chorlitejos chico y patinegro, ánades azulón y friso, cigüeñuela y pagaza piconegra.



Ahora que esta laguna ha empezado a funcionar como un enclave natural, libre ya de las aguas y los fangos contaminantes, esperamos que si las lluvias acompañan, vuelva la vida a sus aguas y como sucedía con anterioridad a 1969, muchas especies de aves saquen adelante a sus pollos en este paraje cercano al Guadalete y a la Bahía de Cádiz.



Pero si Los Tollos y Las Quinientas, pese a su deterioro, han pervivido en el tiempo, otras lagunas y humedales del entorno de Jerez se han visto aún más alteradas llegando incluso a desaparecer, evidenciando así la gran fragilidad de estos ecosistemas. Lo veremos la próxima semana.

Para saber más:
(1) Casado de Otaola S. y Montes del Olmo C.: Guía de lagos y humedales de España. J.M. Reyero Editor. Madrid, 1995.
(2) Laguna de Las Quinientas. Delegación Territorial de Agricultura, pesca y Medio Ambiente, 2 de febrero de 2015.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar en Lagunas y Humedales, Toponimia, Rutas e itinerarios, Parajes Naturales, Las lagunas “perdidas”. Humedales en torno a Jerez (2) y
  • Humedales en torno a Jerez (y 3). Un recorrido por las lagunas salobres, marismas y balsas.
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    Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 31/01/2016

    Majarromaque.
    Un paseo por sus paisajes y su historia.




    Entre los poblados de colonización y las barriadas rurales repartidos por la Vega del Guadalete, siempre hemos sentido una especial atracción por Majarromaque y los paisajes de su entorno. El río, procedente de la Vega de Albardén, cambia aquí su curso al llegar a un pequeño promontorio sobre el que se emplaza el blanco y ordenado caserío de esta población.

    Levantada en 1954 sobre las tierras del antiguo cortijo de Majarromaque, se le dio oficialmente el nombre de “José Antonio”, si bien este nunca llegó a cuajar ya que desde sus orígenes convivió con el antiguo y sonoro nombre del lugar que ha terminado por imponerse.

    Los primeros habitantes de estos parajes.

    A medio camino entre La Barca de la Florida y la Junta de los Ríos, este enclave rural se sitúa sobre una antigua terraza fluvial del Guadalete de la que dan testimonio los numerosos cantos rodados que se aprecian en los campos de cultivo próximos a la carretera o junto a las riberas del río, donde se explotaron en su día varias graveras para la extracción de áridos.



    En los depósitos de estas misma terrazas, un equipo de arqueólogos dirigido por Francisco Giles (1) localizó en 1990 varios yacimientos del Paleolítico Inferior y del Paleolítico Medio con materiales líticos. En el tramo superior del yacimiento atribuido a este último periodo se obtuvieron también fragmentos óseos de bóvido (Bos primigenius), de cérvido (Cervus elaphus), y de elefante (Paleoloxodon antiquus) que nos ayudan a reconstruir el antiguo ecosistema de este territorio. El nulo rodamiento de las piezas líticas, la buena conservación de la serie dental superior del bóvido en conexión anatómica y de piezas más frágiles como vértebras y fragmentos de extremidades junto a otras que, como molares y defensas, se erosionan menos por el transporte fluvial, llevaron a concluir a los arqueólogos la posición primaria del yacimiento, lo que supone que pudiendo ser un sitio de ocupación.

    En su estudio apuntan que este yacimiento de Majarromaque “ha retenido entre sus sedimentos una instantánea de la más remota historia del hombre en estas tierras. En su momento el yacimiento se colocaba en un meandro con aguas someras alejado del cauce principal del antiguo Guadalete, un sitio ideal para la aguada de los herbívoros. Un grupo de individuos que portaban consigo sus herramientas de trabajo…bien abatió o aprovechó las carcasas de un elefante, un bóvido y un ciervo” (2). Los restos encontrados nos relatan cómo después se abandonaron las dentaduras del bóvido y el cérvido y los fragmentos de los colmillos del elefante, partes todas ellas con menor aprovechamiento para el hombre del paleolítico. Una fascinante historia que nos hace recrear como pudieron ser, entre 40.000 y 100.000 años atrás, estos parajes.

    Majarromaque: un paseo por la historia.



    Más cercanos en el tiempo, hay que recordar que en las proximidades de Majarromaque, en un paraje junto al río conocido como cerro de Alcolea situado en la Vega de Albardén, se hallaron vestigios ibero-turdetanos y romanos. Entre los últimos, junto a los restos cerámicos, se hallaron varias tumbas así como otros elementos constructivos y una estructura abovedada de notables dimensiones relacionada con la captación y recogida de agua que actualmente se encuentra cegada (3).

    Todo ello viene a confirmar la existencia de asentamientos para la explotación de estas ricas vegas ya desde la antigüedad, tal como lo atestiguan también otros enclaves rurales cercanos, habitados ya en la época romana, como Casablanca y Casinas -en la cercana Junta de los Ríos-, Vicos o Jédula.





    A falta de que la arqueología lo confirme, creemos también que en estos parajes debió existir un enclave andalusí del que, como principal referencia ha persistido hasta nuestros días el topónimo de Majarromaque. Su sonoridad y su rareza encierran un hermoso origen ya que se trata de un topónimo árabe que procede de la adición de las voces “maysar” (cortijo o cortijada) y “rummak” (yegüero): “el cortijo del yegüero” (4). No deja de ser curioso que, hace ya un milenio, este rincón de la campiña era conocido por que aquí se criaban caballos, como sucede hoy en Vicos y en Garrapilos, colindantes con Majarromaque.

    A propósito de este apelativo, conviene recordar que los árabes usaban la voz “maysar” para referirse a este tipo de propiedades rústicas. El vocablo ha dado origen, entre otras, a las formas “machar” o



    “majar” presentes en muchos de los nombres de antiguas aldeas y caseríos diseminados por nuestras campiñas, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días como este de Majarromaque o los de Macharnudo, Majarrazotán o Macharaví. Como señala el profesor V. Martínez Enamorado, “distintos autores han interpretado el machar como un tipo de explotación agraria que no es suficientemente amplia para confundirla como un núcleo de población o también como una unidad agraria elemental” (5). A diferencia de la alquería (“qarya”), para la que se propone una cierta entidad de población y una unidad de propiedad, el cortijo árabe (“maysar”) es un núcleo de orden inferior, dependiente de una ciudad o alquería, destinado básicamente a la producción agropecuaria. (6)

    No nos debe extrañar la presencia andalusí en este lugar ya que la explotación de los recursos agrícolas y ganaderos de la vega del Guadalete y de los secanos y dehesas de la campiña, trajo de la mano la ocupación de numerosos enclaves en las cercanías del río.



    Entre ellos destacó Qalsāna (Calsena), ciudad árabe que estuvo ubicada en la cercana Junta de los Ríos, en las proximidades del cortijo de Casinas. Esta ciudad llegó a ser capital de la Cora de Sidonia y cobró importancia, como Šarīš (Jerez), a partir del declive de Šidūna (Castillo de Doña Blanca) tras las incursiones normandas del año 844, trasladándose posteriormente la capitalidad al interior de la provincia, a Calsena, que fue por este motivo una gran ciudad desde mediados del s. IX y durante el s. X (7).



    Es posible que en el entorno de Calsena, al calor de su pujanza y de su protección, se establecieran en esos siglos alquerías y pequeñas explotaciones rurales como la de Jédula y, tal vez, la de Majarromaque. Y ahí están también los topónimos de origen andalusí Albardén y Alcolea (“el castillejo” o la pequeña fortaleza…) dando pistas de las que nos ocuparemos en otra ocasión.

    Macharrama, Matharrami, Marrumaque.

    Sea como fuere, lo cierto es que ya desde los siglos XIII y XIV, encontramos en las fuentes documentales referencias a Majarromaque en formas castellanizadas. Así, en la “Carta de previllexio de Alfonso X” (1274), estableciendo los términos de Jerez, aparecen las primeras menciones: “do parte término Matharrami, que finca a Jerez” (8).



    Como Macharrama se menciona ya en el s. XIV en la “Carta de previlexio donando el castillo de Tenpul” (9) donde se señalan los mojones entre Jerez y Tempul que en esta zona se trazaban “…fasta la Torrecilla que está sobre el Rio del Sotillo é caba adelante el Aldea del Alvadin atraviesa el Rio de Guadalete y va á mojon cubierto de Macharrama” (10). En los siglos medievales la aldea de Majarrocán se encontraba en el donadío y dehesa de Majarromaque, repartida entre los castellanos en 1269 (11).



    Durante los siglos medievales, predominaban en el entorno de Majorramaque las dehesas de encinas y el monte bajo, y ya con este nombre nos lo encontramos a comienzos del siglo XVII en la relación de los primeros seis grandes cotos de caza mayor y menor que el Ayuntamiento de Jerez crea y por los que consigue considerables rentas para las arcas municipales. Este coto abarcaba “desde Majarromaque hasta los molinos del Sotillo” (12) aprovechando las buenas condiciones para el refugio de los animales de caza que proporcionaban las espesuras vegetales de las riberas del Guadalete y los escarpes a ambos lados del río.

    Con diferentes formas según las fuentes documentales se recoge también el nombre en los siglos XIX y comienzos del XX. Así, como Marramaque o Marramaqui aparece en los planos catastrales de 1897 (13). Pero sin duda, el más popular y conocido ha sido el nombre de Marrumaque, que aún es usado por muchos y que es el que figura en el primer mapa topográfico oficial de 1917 (14). Curiosamente, esta forma es la que mejor enlaza con el primitivo topónimo andalusí derivado de “rummak” (el yegüero).

    Con la construcción del poblado de colonización a comienzos de los 50 del siglo pasado, se le dio a este enclave el nombre de José Antonio, si bien nunca ha dejado de conocerse por su hermoso nombre de origen andalusí: Majarromaque, el cortijo del yegüero.



    Majarromaque en la literatura.

    Tal vez por la sonoridad de su nombre o tal vez por la curiosidad que despierta el mismo, lo cierto es que Majarromaque, este peculiar y llamativo topónimo, ha sido llevado también a la literatura en diferentes obras.

    La referencia más reciente la hallamos en la magnífica novela Llamé al cielo y no me oyó, publicada en 2015, de la que es autor el abogado y escritor jerezano Juan Pedro Cosano. En uno de sus capítulos se relata la historia de Isabel Ruiz Vela, sirvienta de uno de los personajes de ficción de este relato que transcurre en el Jerez de mediados del S. XVIII: don Juan Bautista Basurto y Espinosa de los Monteros, señor de Majarromaque, caballero veinticuatro de Jerez y regidor perpetuo de su concejo (15).

    También el escritor Sebastián Rubiales, en un hermoso libro titulado Los lugares prohibidos –lugares, que en palabras del propio autor, son más bien “imaginariamente deseados”- dedica uno de los capítulos a Majarromaque:

    "Hay nombres rotundos. Palabras cuyos sonidos tienen en sí mismos significados; como si la sucesión de letras y fonemas, su orden exacto, fuera indicando la naturaleza del lugar al que se refieren. Majarromaque suena como un tiroteo que espanta una bandada de palomas torcaces. Evoca un revuelo de plumas blancas y pólvora seca. Alpiste, cebada y panizo…“.

    En este mismo capítulo, el autor evoca sus recuerdos de infancia, dejándonos unas bellas imágenes en las que describe las sensaciones que, en una visita a Majarromaque, le produce su encuentro con un pozo:

    "El camino de entrada al caserío se eleva poco a poco y, en su costado derecho, aprovechando el desnivel, se acomoda una construcción cilíndrica, rematada por un techo semicircular, en cuyo interior hay una fuente. Una tarde de chicharra entré por una abertura parecida a un ventanuco. La fuente murmuraba sobre el depósito que retenía el agua. Cuatro o cinco carpas rojas y grises se movían despacio abriendo la boca para coger oxígeno. Lentamente. En la oscuridad del pequeño recinto el frescor de la humedad acariciaba la piel y se concentraba un olor de romero y de lavanda. Cuando introduje los pies en el agua, la frescura me inundó el alma. Como un descendimiento de la conciencia hacia los territorios en los que no se sufre. Un sedante para los sentidos.

    Las carpas se movían despacio, ignorantes y confiadas. Las carpas, rojas y grises. Grises y rojas. La emoción serena, casi alegría, que comencé a sentir estuvo a punto de arrojarme al agua. Me refresqué la cara y los brazos. Bebí el agua clara. Evoqué el encuentro con la Verónica, cuando la mujer le ofrece, al Cristo, un paño para enjugarle el sudor y las lágrimas.



    Sobre un poyete me quedé dormido, soñando con la luz de la luna en un bosque de álamos blancos junto al río y aromas de lavanda y romero, y con una bandada de palomas torcaces. Soñé que no me despertaba. Y no me desperté. Desde entonces jamás he regresado de este sueño en el que permanezco voluntariamente. Al abrigo de las horas, y del sol, y del viento.” (16)


    …Un pozo. Un humilde y viejo pozo. Aunque ahora no nadan las carpas en sus aguas secretas, este pozo de Majarromaque, que resiste al tiempo al pie de la carretera, nos traerá ya siempre las hermosas imágenes que en “Los lugares prohibidos” nos ha dejado Sebastián Rubiales.

    Para saber más:
    (1) Equipo de Investigación Proyecto Guadalete 1984-1994. Integrado por Francisco Giles Pacheco, Esperanza Mata Almonte, Antonio Santiago Pérez, José María Gutiérrez López y Luis Aguilera Rodríguez.
    (2) Equipo de Investigación Proyecto Guadalete 1984-1994: Antonio Santiago Pérez, José María Gutiérrez López, Francisco Giles Pacheco, Esperanza Mata Almonte y Luis Aguilera Rodríguez: Cuaderno de Arqueología: El Registro arqueológico de los primeros grupos humanos en la comarca de Jerez y su contexto en el sur de la península. Resultados de un Proyecto de Investigación. Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Diputación Provincial de Cádiz y Ayuntamiento de Jerez. Educación y Cultura. Separata de la Revista de Historia de Jerez, nº 7, 2001, p. 19-20
    (3) Carta Arqueológica de Arcos. Ayuntamiento de Arcos, 2009, Vol. III, pp. 223-230. El yacimiento de El Albardén es citado también por G. Chic García en “Lacca” . Habis, 10-11, 1979-1980, pp. 255-276.
    (4) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300, p. 279,
    (5) Gutiérrez López, J.Mª y Martínez Enamorado, V.: “Matrera (Villamartín): una fortaleza andalusí en el alfoz de Arcos”. I Congreso de Historia de Arcos de la Frontera. Ayuntamiento de Arcos, 2003, p. 114-115.
    (6) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004. P. 78.
    (7) Borrego Soto, M.A.: La capital itinerante: Sidonia entre los siglos VIII y X. Presea ediciones, Jerez, 2013.
    (8) CARTA DE PREVILLEXIO DE ALFONSO X (Estableciendo los términos de Jerez). Cuéllar, 3 de agosto, 1274. Archivo de la Catedral de Cádiz. Manuscrito, cortijo de los Siletes. Fols 214r-230r. Citado por: MARTINEZ RUIZ, J.: “Toponimia gaditana del siglo XIII”, en Cádiz en el siglo XIII, Actas de las Jornadas conmemorativas del VII centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio, Cádiz, 1983, pg. 118.
    (9) “Y ba al moxón cubierto de Macharrama” Carta de previlexio donando el castillo de Tenpul. Sevilla, 30 de diciembre de 1351. Archivo de la Catedral de Cádiz. Citado por: MARTINEZ RUIZ, J.: “Toponimia gaditana del siglo XIII”, en Cádiz en el siglo XIII, Actas de las Jornadas conmemorativas del VII centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio, Cádiz, 1983, pg. 120
    (10) Gutiérrez, B.: Historia y Anales de la muy noble y muy leal ciudad de Xerez de la Frontera, Edición facsímil. Tomo I. BUC .Jerez, 1989, vol. I, pg. 192.
    (11) Martín Gutiérrez, E.:Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento: el alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media”, HID, 30 (2003), 257-300, pág. 279
    (12) Pérez Cebada, J.D. (2009): Regulación cinegética y extinción de especies. Jerez, siglos XV-XIX. En Revista de Historia de Jerez nº 14-15, 2008/2009. pp. 211-212.
    (13) Archivo Histórico Provincial de Cádiz.: Trabajos Topográficos. Provincia de Cádiz. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. Escala 1:25.000, 1897
    (14) Mapa del IGN, Hoja 1048, edición de 1917.
    (15) Juan Pedro Cosano: Llamé al cielo y no me oyó. Ed. Martínez Roca, 2015
    (16) Sebastián Rubiales Bonilla: Los lugares prohibidos. Ed. Renacimiento. 2006


    Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

    Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar en Paisajes con Historia, Toponimia, El paisaje en la literatura, Fuentes, manantiales y pozos.

    Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 24/01/2016

     
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