El Plano General de Ángel Mayo.
Una imagen de la campiña ciento cincuenta años atrás.




Recuperar un mapa –en este caso poco conocido y casi olvidado- es también rescatar parte de la historia del territorio que en él se representa, saliendo al encuentro del tiempo en el que fue trazado. Un viejo mapa se transforma así, de alguna manera, en una ventana que nos permite asomarnos al pasado y redescubrir en los paisajes de hoy, las claves que lo han hecho posible. Eso es lo que nos sucede cuando disfrutamos recorriendo cada rincón del “Plano General” de Ángel Mayo de la mano de la digitalización que realizó hace unos años el profesor e investigador Francisco Zuleta Alejandro. Miembro del Seminario Agustín de Horozco de la Universidad de Cádiz, viene compartiendo generosamente sus trabajos en GigaPan (1), pagina donde también están disponibles otras de sus realizaciones de las que hemos ido dando cuenta en otros artículos.

Publicado en el tomo 3º de los Anales de Obras Públicas de 1877, el “Plano General de la parte estudiada en la cuenca del río Guadalete, con la representación de los manantiales principales y los trazados hechos para la conducción de aguas á Jerez de la Frontera”, forma parte de la “Memoria relativa a las Obras del Acueducto de Tempul”, obra del ingeniero Ángel Mayo, quien realizó los trabajos de campo para su elaboración en 1861 (2).

El plano o mapa de Mayo, recoge a escala 1:100.000 buena parte de la mitad norte de la provincia de Cádiz y la práctica totalidad del término municipal de Jerez, centrándose especialmente en las cuencas de los ríos Guadalete y Majaceite. A diferencia de otros planos cercanos en el tiempo (el de San Martín, por ejemplo) cuya escala figura en varas castellanas, el de Mayo recoge ya la expresión en Kilómetros, conservando sin embargo formas de representación del relieve o de los ríos que nos recuerdan vagamente a otras cartas anteriores como el Mapa geográfico de Xerez de la Frontera, de Tomás López (1787), del que ya nos hemos ocupado en estas páginas.

Las vías de comunicación, los puentes, los molinos… hace 150 años.

El plano de Ángel Mayo es sin duda una pieza cartográfica de gran interés, ya que nos permite conocer algunos aspectos relevantes de la organización del territorio siglo y medio atrás. Aporta interesantes datos sobre todo lo relacionado con las vías de comunicación, la red hidrográfica y las fuentes, manantiales y pozos, considerados ya en aquella época como elementos “estratégicos”, en cuanto que de ellos dependía el suministro de agua potable para el abastecimiento de la población y para usos agrícolas y ganaderos.

El origen del plano hay que buscarlo en el encargo que la Sociedad Anónima de Abastecimiento de Aguas Potables y Riego de Jerez de la Frontera, presidida por Rafael Rivero de la Tixera, realiza al prestigioso ingeniero Ángel Mayo, al objeto de garantizar el suministro de agua a la ciudad.



Los estudios comienzan en el mes de agosto de 1861 y en un corto periodo de tiempo visitará ríos, pozos y manantiales de la campiña y la sierra al objeto de localizar los recursos hídricos que aseguren un abastecimiento estable y en cantidad suficiente. Del periplo de Ángel Mayo “en busca del agua” (3), el lector interesado podrá encontrar más detalles en sendos artículos publicados en su día en este medio.

Pero volvamos al plano en el que el ingeniero resume sus propuestas y representa los lugares visitados y las posibles alternativas a sus proyectos. Una de las cuestiones que reclama nuestra atención es la red viaria existente a mediados del XIX que ya cuenta con carreteras desde Jerez a las principales ciudades vecinas. Las de Medina o Cortes no aparecen todavía como tales, si bien se recoge en el mapa la vía sobre la que se trazará esta última en las siguientes décadas: la cañada de Albadalejo, que se dirige hacia el este del término atravesando Cuartillos y cruzando el río por el vado de La Florida. También figura el Camino de la Sierra, que se unirá a la anterior tras pasar por los Llanos de La Ina y cruzar el Guadalete por el vado del Alamillo.

En el mapa puede verse el Camino á San Fernando, que partiendo del Puente de Cartuja se dirige a Las Quinientas para bordear las marismas hacia Puerto Real, La Isla y Cádiz. El camino conocido como “La Trocha”, entre Jerez y El Puerto a través de la cuesta de Matajaca, por donde actualmente discurre la carretera entre estas poblaciones, es ya una alternativa en el plano de Mayo a la Carrretera del Puerto y Cádiz que pasa por El Portal. En este lugar, todavía existe cuando se elabora el mapa los “muelles”: el puerto fluvial de Jerez que desaparecería pocos años después con la puesta en marcha del Ferrocarril cuyo trazado ya se recoge también en el plano.



Siguiendo el curso del Guadalete se descubren los puentes y vados existentes a mediados del XIX. Junto a la Cartuja se aprecia en el mapa la ya desaparecida alcantarilla sobre el Salado, que aquí aparece nombrado como arroyo de Albadalejo.



Aguas arriba del Puente de Cartuja, el más antiguo de todos, se aprecia la “Presa y molino de Cartuja”, todavía visible en algunas fotografías de comienzos del siglo XX. Siguiendo hacia el este aparece el Vado del Alamillo (donde actualmente se levanta el puente de El Torno) y algo más adelante, río arriba, los vados de El Boyal (en la actual Torrecera), La Florida y Berlanga. Junto a los dos últimos, el mapa da cuenta de sendas ventas: la de La Barca de La Florida y la del Zumajo, en las proximidades del que hoy se conoce como cortjo de La Marmolilla.

En la Junta de los Ríos se menciona un “Puente de piedra”, construido a mediados del siglo XIX, que sería después sustituido por uno de hierro tras ser parcialmente destruido en la riada de 1917. En Arcos, el Guadalete es cruzado por otro puente, el de San Miguel -que en esta época es también de sillares de cantería- y por un vado que conduce hacia la cuesta de La Escalera, por donde discurre hacia El Bosque el Camino de Ronda.


La “Angostura de Bornos”, en la Sierra del Calvario, se emplaza en el lugar donde hoy se levanta la presa de Bornos. El Puente de Villamartín, que se recoge en el Plano se encuentra recién construido cuando se elabora el mapa y vino a sustituir a la vieja barca de maroma existente en este punto para el paso del río. Este puente también sería arrastrado por la riada de 1917 y sustituido por uno de hierro unos años después.



El curso del Majaceite depara también algunas sorpresas. Aguas arriba de la Junta de los Ríos el mapa recoge la existencia de varios molinos (Matos, La Molineta, La Angostura) hoy desaparecidos totalmente o en ruinas. La “Angostura de Arcos” es el lugar donde cincuenta años más tarde se levantará la presa de Guadalcacín. La Ermita y Venta del Mimbral, la Venta y Molinos de Tempul, el Molino de Carvajal o el paraje del Charco de los Hurones son otras tantas referencias que se encuentran también en el plano de Ángel Mayo. Ya en la zona de la Sierra, llama la atención el topónimo de “Las Poblaciones”, como también se conocía a la villa de Prado del Rey, o el de la “Aldea de Benamahoma” y su “Nacimiento del Moro", o enclaves como el de “Salinas de Hortales” o Aznar, por citar sólo algunos de los más notables.



Fuentes, pozos y manantiales.

Pero el plano de Mayo destaca sobre todo por la cartografía precisa de los pozos, manantiales, fuentes y otros lugares de captación de agua en ríos y arroyos, principal objeto de su elaboración.



Desde agosto de 1861, durante varios meses, recorre el término de Jerez y de otros municipios de la provincia aforando fuentes y manantiales para estudiar las posibilidades de la conducción de sus aguas hasta nuestra ciudad, recogiendo después en su mapa estas posibilidades y los posibles trayectos que habrían de seguir las conducciones según la alternativa que finalmente se eligiese.



Así, en sus recorridos, Ángel Mayo viaja hasta puntos muy alejados de Jerez, como la aldea de Benamahoma, donde estudia el manantial más caudaloso de la provincia, el Nacimiento. En los Montes de Jerez y en las faldas de la sierra del Aljibe afora también las surgencias de Ortela, Ñames, Fonfrías y otras pequeñas fuentes cuyos caudales unidos superaban a los de Tempul.



El manantial de Tempul, que figuraba como uno de los de mayores posibilidades para la Sociedad promotora del proyecto, había sido descartado ese mismo año por el ingeniero francés P. Rouaulth, quien también realizaba estudios similares. Ángel Mayo, sin embargo, lo visitará en varias ocasiones y estudiará sus caudales con detenimiento, sabedor del interés de la ciudad en esta opción que, como es conocido, saldría finalmente triunfante.

Otras alternativas estudiadas por el ingeniero fueron los manantiales recogidos en el plano de La Piedad, en las faldas de la cercana sierra de San Cristóbal, los Mesas de Asta y La Mariscala, los de la Sierra de Gibalbín, La Torre de Pedro Díaz y Romanina, los de San Andrés, en las cercanías del cortijo del mismo nombre, entre Arcos y Bornos, así como varias fuentes ubicadas en la Sierra del Calvario, en esta última población.

Junto a todo ello, en su Memoria, Ángel Mayo aportó también nuevos estudios de otros puntos de abastecimiento próximos a la ciudad, de menor caudal que los citados anteriormente y que sitúa también en su plano como las fuentes de La Canaleja, La Teja, el Clérigo, La Vaquera o Pedro Díaz, situadas todas ellas en las vertientes de Albadalejo, así como la conocida fuente de Los Albarizones que durante varios siglos alimentó los depósitos de La Alcubilla.



Por último el ingeniero estudia también – y así lo refleja en su mapa- la posibilidad de realizar tomas en el Río Guadalete, en el lugar conocido como Cerrada o Angostura de Bornos (donde casi un siglo después se construiría la presa), en el propio río Majaceite a la altura de la Angostura de Arcos, o en el Guadalete en la zona del Puente de La Cartuja, el punto más próximo a Jerez y con aguas de peor calidad, que sería necesario elevar mediante bombeo a unos depósitos ubicados en los Cerros del Real (Lomopardo) desde los que llegarían por gravedad hasta la ciudad, tal como figura en los trazados que recoge en su plano.



De todos estos lugares podrá obtener el lector una detallada información “paseando virtualmente” por el plano de Ángel Mayo que en “tamaño real” podemos disfrutar a través de la digitalización realizada por Francisco Zuleta. No se lo pierdan.

Para saber más:
(1) Enlace al “Plano General de la parte estudiada en la cuenca del río Guadalete, con la representación de los manantiales principales y los trazados hechos para la conducción de aguas á Jerez de la Frontera”, en la página de GIGAPAN de Francisco Zuleta.
(2)Memoria relativa a las obras del Acueducto de Tempul para el abastecimiento de aguas a Jerez de la Frontera, por D. Ángel Mayo. Anales de Obras Públicas, nº 3. 1877.
Otras lecturas de interés para profundizar en los trabajos de ángel Mayo son:
-Arcila Garrido, M.Luis.: La figura de Ángel Mayo vista por la prensa de la época" en Aguas de Jerez. Tempul: entre el medio natural y la técnica hidráulica. Coord. J. M.Barragán Muñoz, Ed. Ajemsa. Jerez de la Frontera, 1993.
-Barragán Muñoz, M. Coord.: Agua, ciudad y territorio. aproximación geohistórica al abastecimiento de agua a Cádiz. Ed. Servicio de Publicaciones de la UCA, Cádiz, 1993.
-Barragán Muñoz, M. Coord.: Aguas de Jerez. Evolución del abastecimiento urbano. Ed. Ajemsa. Jerez de la Frontera, 1993.
-Inauguración de las Aguas de Tempul. Revista de Obras Públicas. 1869. Tomo 15-2, pg. 177-79.


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Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Cartografía histórica y grabados, Paisajes con historia

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 24/04/2016

En el cortijo de El Peral con Rafael de Riego.
Un recuerdo de los sucesos de 1820.




El viajero que en dirección a la Sierra de Cádiz toma la autovía de Arcos, puede observar poco antes de llegar a esta población, a la izquierda de la carretera, una curiosa construcción: el cortijo de El Peral. Si nos desviamos, aunque sólo sea por unos momentos, para acercarnos hasta su entrada, próxima a la última rotonda que da acceso a Arcos, veremos que un cartel anuncia la venta de “garbanzos”. Pero en El Peral, no sólo hay garbanzos. Junto a una de las muestras más notables de la arquitectura tradicional agraria de la campiña, El Peral encierra entre sus muros mucha historia. Vamos a conocerlo.

Un cortijo singular que fue molino de aceite.

Lo primero que llama la atención en este cortijo son sus curiosas y llamativas torres almenadas. Dispuestas en ambos extremos de su fachada principal, flanqueando su entrada, dan a toda la construcción un cierto aspecto de fortaleza. Se trata de las torres de contrapeso de un antiguo molino de aceite, que contaban con sendas prensas de viga, ya que El Peral fue durante muchos años una hacienda de olivar, aunque ahora esté rodeado de cultivos de cereal y girasol y los olivos más cercanos los hayamos dejado en las cercanas laderas de Macharaví.

Estas particulares torres, tienen troneras en su parte baja y en su cuerpo superior curiosos palomares con aberturas y saeteras, rematados por merlones de albardillas piramidales, que a modo de almenas con tejadillos, nos recuerdan vagamente, cuando las contemplamos por primera vez desde la lejanía, a las torres de un castillo. Los palomares, resultan aún más llamativos ya que se han pintado de almagre, ese peculiar tono rojizo que nos recuerda al óxido de hierro o a la arcilla (1).

Entre las torres se encuentra la vivienda de los caseros y la entrada principal del cortijo, presidida por un viejo azulejo devocional con la imagen el Sagrado Corazón, que da acceso a un primer patio empedrado de planta cuadrada. El patio tiene a ambos lados las naves de la antigua almazara que arrancan de las torres, donde se encontraban las prensas de viga y las bodegas de aceite.

En torno a un segundo patio, que se abre a continuación del primero, se organizan otras dependencias de la hacienda entre las que destacan las antiguas cuadras y establos, techados con bóvedas de arista en piedra de cantería que descansan sobre pilares. Sobre las cuadras se construyeron los graneros, a lo que se accedía desde el patio interior a través de una curiosa rampa.



A este “patio de labor” se abren también las nuevas caballerizas y almacenes de aperos y maquinarias, así como otras dependencias que acogieron las gañanías, a ambos lados de la puerta trasera del edificio, que da al campo.



En uno de sus laterales, el cortijo conserva aún los altos muros de una de las naves de prensa, construidos en algunos de sus lienzos con tapial y en otros con grandes sillares de cantería perfectamente escuadrados, por lo que debió tratarse de una edificación de gran solidez.

Como elementos curiosos, en el exterior del cortijo se conservan las grandes piedras bajas o soleras del molino, conocidas como alfarjes, así como uno de los rulos que giraban sobre ellas triturando la aceituna. Junto a ellas llaman también la atención los antiguos comederos y bebederos para el ganado labrados en grandes bloques de piedra.

Un cortijo con historia: El Peral, centro de operaciones de Riego.

Las tierras de El Peral aparecen ya reseñadas a finales del siglo XVII como “dehesa de baldío”. A mediados del XVIII cuentan ya con olivares y se menciona también la existencia aquí de un molino de dos piedras propiedad del colegio de Santa Catalina de Arcos.

Pero será en el siglo XIX cuando El Peral cobre mayor protagonismo. Por aquí pasó la escritora Francisca Larrea en 1826, cuando su propietario era D. Francisco Martel, rico hacendado propietario también de otras posesiones en Bornos y en la campiña de Jerez, tal y como ella misma apunta en su Diario. Madoz incluye a El Peral entre las haciendas de olivar de Arcos en 1845 (2). El Nomenclátor de 1900 hace referencia a El Peral como un cortijo de cinco edificaciones (3).

Sin embargo, será de la mano de Rafael de Riego, en 1820, cuando este cortijo-hacienda escriba sus páginas más singulares. Recordemos brevemente aquellos días.

Al objeto de hacer frente a los movimientos independentistas de las colonias americanas, se fueron concentrando en Andalucía a lo largo de 1819, contingentes militares en espera de ser embarcados a Ultramar. El cuerpo expedicionario estaba al mando del Capitán General de Andalucía, Félix Calleja del Rey, Conde de Calderón, quien tenía poderes de General en Jefe de las fuerzas españolas en América.

Ante el descontento muy extendido en amplios sectores de la milicia por la situación política, un grupo de oficiales habían decidido aprovechar esta ocasión para organizar un pronunciamiento con el que obligar a Fernando VII a proclamar la Constitución de 1812 y situar a los liberales en el gobierno. Uno de ellos era el teniente coronel Rafael de Riego, quien al frente del Batallón de Asturias, acuartelado en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, encabezó la rebelión liberal frente a los absolutistas el 1 de enero de 1820, proclamando la Constitución de 1812.

El Pronunciamiento de Riego, se inicia de manera solemne con la emisión de un bando que promulga la Constitución Liberal de 1812, derogada hasta entonces: “… Las órdenes de un rey ingrato que asfixiaba a su pueblo con onerosos impuestos, intentaba además llevar a miles de jóvenes a una guerra estéril, sumiendo en la miseria y en el luto a sus familias. Ante esta situación he resuelto negar obediencia a esa inicua orden y declarar la constitución de 1812 como válida para salvar la Patria y para apaciguar a nuestros hermanos de América y hacer felices a nuestros compatriotas. ¡Viva la Constitución!". En la plaza del ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan, antes de partir hacia Arcos, Riego arenga a sus tropas, pasado el mediodía y justifica su acción: “Es de precisión para que España se salve que el rey Nuestro Señor jure la Ley constitucional de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles. ¡Viva la Constitución!”.



Los hermanos De Las Cuevas, en su monografía sobre Arcos, nos dicen lo que vino después: “A las tres de la tarde del 1-1-1820, con el Batallón de Asturias, emprende la marcha desde Las Cabezas. Llovía a todo llover. A las 2 de la mañana, en El Peral, enciende hogueras para secarse; en el barro, perdiéronse muchas botas. Riego montaba un caballo blanco”. (4)



Cruzando con su batallón los caminos embarrados durante casi doce horas, Riego atraviesa las colinas de las campiñas de Las Cabezas, Espera y Arcos. Se había dirigido a esta ciudad, junto a otros jefes militares que acudirían procedentes de poblaciones cercanas, ya que allí se encontraba el General Félix Calleja, Jefe de las fuerzas expedicionarias, a quien debían ganar para la causa o detener. Los almacenes y las naves de prensa del molino de El Peral albergaron a su fatigada tropa que utilizó las amplias dependencias de la hacienda para reponer fuerzas, guarecerse de la lluvia y secar sus ropas.

Al día siguiente, tras pasar la noche en El Peral, se entregarán a Riego en Arcos el general Calleja, los generales Fournas y Sánchez Salvador y el Brigadier Gavani, siendo trasladados a El Peral, que se convertirá por unas semanas en centro de operaciones de Riego y en prisión improvisada de quienes no quisieron secundar el pronunciamiento liberal. Tras proclamar la Constitución en Arcos, Riego enviará una columna a Medina y se traslada el mismo, al frente de 300 hombres, a Bornos, donde el Batallón de Aragón se une a su causa (5).

El pronunciamiento se extenderá progresivamente por otras ciudades hasta que el 10 de marzo de 1820, los acontecimientos obligan a Fernando VII a mostrar su apoyo a la Constitución de 1812 con aquel famoso “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Comenzará así el Trienio Liberal que había encendido su primera llama una noche lluviosa de enero en las hogueras que Riego manda hacer en El Peral para que pudieran secarse sus fatigadas tropas. Después vendrían los Cien Mil Hijos de San Luis y la ejecución de nuestro personaje, acusado de alta traición, apenas tres años después de los hechos de Las Cabezas y El Peral.

Cada vez que pasamos por El Peral, nos gusta recordar que aquí estuvo Riego, el máximo exponente de quienes defendían las libertades civiles en nuestro país y que en reconocimiento a ello, su retrato ocupa un lugar destacado en las Cortes Generales.



En El Peral nada recuerda su paso. Bien podría ponerse una placa, un monolito o, tal vez, sembrarse un olivo en su memoria, a propósito que dentro sólo de cuatro años se cumplirá el segundo centenario de aquellos hechos.



Pese al olvido, quedan las palomas. Las mismas palomas que cada tarde regresan a sus hermosos palomares pintados de almagre. Y las torres… que continúan allí, altivas, alzando sus almenas como faros en el mar de trigales de la campiña.

Para saber más:
(1) VV.AA.: Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de Cádiz. Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y transportes. 2002. pp. 311-312.
(2) VV.AA.: Cortijos, haciendas y lagares… p. 312.
(3) Pérez Regordán, M.: Comentario estadístico, geográfico, histórico y etimológico al nomenclátor del término municipal de Arcos de la Frontera (1999). Publicación del Excmo. Ayuntamiento de Arcos de la Frontera.
(4) De las Cuevas J. y J.: Arcos de la Frontera. Diputación de Cádiz. 1985. p. 50 y 79. El texto recogido por estos autores procede de “Recuerdo de R. de Riego”, de M. Chaves, p. 110.
(5) De las Cuevas J. y J.: Arcos de la Frontera…. P. 79.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 03/04/2016

Por la Sierra de la Sal o de Alazar.
Un curioso error topográfico que perdura en nuestros días.




Con frecuencia, en nuestro recorrido por los paisajes “en torno a Jerez” visitamos lugares que guardan en sus nombres resonancias andalusíes. Este es el caso de algunos de los montes y sierras más notables que pueden verse desde la misma ciudad y de otros más alejados, que se sitúan especialmente al este del término municipal. Unos de manera explícita, como Gibalcón, Gibalbín, Aljibe o Montifarti, denotan su vinculación con la presencia andalusí en nuestro territorio, como ya hemos apuntado en otros artículos. Otros, sin embargo, como el caso de la Sierra de la Sal, esconden curiosas transformaciones que trataremos de desvelar.

Un topónimo engañoso.

La Sierra de la Sal se encuentra en las cercanías de san José del Valle, al este de la población. Esta sierra caliza, con una altitud máxima de 504 m. forma un gran lomo rocoso de casi 6 km de longitud que se orienta de este a oeste entre la Sierra de las Cabras y la del Valle. Junto a ellas forma un gran semicírculo montañoso que deja en su interior el singular paraje de los Llanos del Valle. Aunque geológicamente constituyen una misma unidad, topográficamente se muestran como relieves con perfiles propios.



La garganta conocida como Boca de la Foz separa a la Sierra de la Sal de la de Las Cabras, mientras que la denominada Garganta del Valle o “El Boquete”, la separa de la Sierra del Valle, configurándose así como una formación aislada.

El topónimo de Sierra de la Sal es de los que, a primera vista, se nos muestra explícito y, si se nos permite la expresión, “transparente”. Es uno de esos nombres que reflejan alguna característica evidente y que presentan una denominación estrechamente vinculada con lo designado. Por citar sólo algunos ejemplos, es el caso de lo que sucede con topónimos como “Sierra de las Nieves”, “Sierra del Pinar” o “Sierra del Endrinal” en los que se hace alusión a la presencia o abundancia de nieve, pinos (pinsapos), o endrinos en estos lugares, hasta el punto de haber dado nombre, desde hace siglos, a estas sierras.

No es de extrañar por ello que ante un topónimo como el de Sierra de La Sal, se piense en la existencia en este lugar de posibles minas de sal, de afloramientos de rocas salinas en sus laderas o, simplemente, en la localización a sus pies de manantiales salinos que hayan sido aprovechados para obtener el preciado elemento, como sucede en otros parajes de montaña en el interior de la provincia.



Algunos estudiosos así lo han dado a entender vinculando el topónimo a la presencia de pequeñas explotaciones salinas ligadas a manantiales cuyas aguas, al atravesar materiales triásicos, adquieren su carácter salobre(1). Otros autores han documentado la existencia de pozos de agua salada en las inmediaciones de esta sierra (en la Cañada del Rosal, por ejemplo) para justificar su nombre (2).

Sin embargo, creemos que el orónimo de Sierra de la Sal nada tiene que ver con la presencia de esta sustancia y que surge, tal vez, por un error de transcripción por parte de los cartógrafos que a comienzos del siglo XX levantaron el primer mapa topográfico de la zona. La hoja 1063 (Algar) de la primera edición del Mapa Topográfico Nacional, editada en 1917 por el Instituto Geográfico y Estadístico es, a nuestro juicio, la causante de la “errata”, incluyendo este nombre para denominar a una sierra que había sido conocida desde siglos atrás como Sierra de Alazar, topónimo de resonancias andalusíes.

El profesor Bustamante Costa da algunas claves de lo que sucede en casos como este y ha apuntado como, en muchas ocasiones, algunos topónimos de origen árabe han desaparecido para siempre, “o bien, en caso de haber sobrevivido, quizá queden ocultos detrás de una traducción del significante, o se hayan vuelto irreconocibles debido a las desfiguraciones propias de la adaptación a otro sistema fonológico de otra lengua” (3). Tal vez esa cercanía fonética que existe entre “sierra-de-la-sal” y una “sierra-de-alasal”, pronunciada con el seseo característico de la zona, pudo confundir a quienes dieron a estos montes el nombre con el que serían “bautizados” en la cartografía oficial y que ya no han abandonado.



La “Sierra de Alazar”: un poco de historia.

A falta de un trabajo de investigación más profundo que pueda darnos las claves de su origen, el topónimo de Sierra de Alazar puede rastrearse ya en distintas fuentes documentales desde el siglo XVI (4). A comienzos del XVII lo encontramos también incluido en una relación de los seis grandes cotos de caza que el ayuntamiento establece en las tierras del término en 1606, mencionando entre ellos el comprendido “desde la sierra de Alazar hasta el Valle” (5). En un curioso mapa del siglo XVIII, trazado en un pergamino, conservado en el Archivo Municipal y en el que figuran las principales dehesas y sierras del término, aparece como Sierra de Alasar (6).

Con este mismo nombre la menciona en el s. XVIII el historiador jerezano Bartolomé Gutiérrez, quien al enumerar las Sierras, Dehesas y Fuentes del término señala que “…la Sierra del Alazar á 7 leguas, tiene 3 fuentes, la Peruela, Fuente de Imbros y Vegas de Elvira: tiene 1 legua de largo y ancho: linda con Majaceite" (7). Este mismo autor ofrece, curiosamente, otra variante del topónimo que pudiera resultar de gran interés histórico… si no se tratase de una errata tipográfica, que es lo que creemos. Así, al describir el término municipal se refiere a esta sierra, que sitúa junto a las del Valle y Las Cabras: “…la sierra del Alcázar se retira de nuestra población hasta siete leguas y tiene de largo dos leguas y de ancho una…” (8).



Madoz, a mediados del siglo XIX, recoge en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico (1845-50) una nueva denominación para esta sierra. Al ocuparse de la geografía provincial, tras haber descrito los alrededores de la Sierra de las Cabras y la dehesa de Ballesteros, escribe que …dirigiéndose hacia el N.E. y á una legua de Ballesteros se encuentra la sierra de la Lazada ó Palmetín, de ½ leg. de longitud…” (9). De la misma manera, al enumerar “las cordilleras más notables” del término de Jerez vuelve a mencionar, junto a las sierras de Gibalbín, Las Cabras, Dos Hermanas, El Aljibe, La Gallina y San Cristóbal, “la sierra de La Lazada” (10).

Nuevamente, bien sea por una deficiente notación de los informantes locales de Madoz, bien sea por la transcripción errónea del nombre “sierra-del-Alazar”, cercano fonológicamente a “sierra-de-la-Lazada”, lo cierto es que nuestra sierra no acaba de fijar su nombre.

Como puede apreciarse, las imprecisiones y los errores de denominación vienen ya de antiguo. Vean si no como el nombre con el que aparece citada en el mapa de F. Coello (1868), aporta aún más confusiones al utilizar un nuevo topónimo: Sierra de Alajar. Creemos que se trata de otro ”error de cartógrafo”. Casi con toda seguridad fue este mismo mapa el que consultó el historiador y geólogo Vera y Chilier quien en su Memoria sobre la formación de las rocas de la provincia de Cádiz (1897) utiliza también el mismo topónimo: "…frente a la Sierra de las Cabras, cortándole en ángulo recto 20°, se elevan dos series de montes en dirección paralela.



La mas al N. se levanta bruscamente formando una de las paredes de la boca de Foz, extendiéndose al O.N.O por una cresta elevada 400 a 500 m. sobre el nivel del mar con el nombre de sierra de Alajar y su pequeño contrafuerte de las Dos Hermanas… Termina este ramal cerca del convento del Valle
" (11).

El mapa parcelario de López Cepero (1904), que es sin duda el más completo de los realizados hasta su fecha, rescata de nuevo el topónimo histórico y menciona en esta sierra la existencia de la “Dehesa de Alazar y Retozadero”. Unos años más tardes, en 1930, los ingenieros forestales Ceballos y Martín Bolaños, utilizan indistintamente las denominaciones de Sierra de Alazar o de La Sal (12). En estos años en los que realizan el trabajo de campo disponen ya de la primera edición del mapa Topográfico Nacional (1917) en el que, como se ha dicho se había trastocado el nombre de la esta sierra.



Pese a todo, en documentos locales editados posteriormente aún se mantuvo el topónimo “histórico” hasta mediados del siglo pasado. Así, en Inventario de Cañadas del término municipal de Jerez (1948) se menciona que el Descansadero y Abrevadero de Los Llanos del Valle, “linda por el Norte y Oeste con terreno de la Dehesa de Alazar y Retozadero; Sur con la Cañada Real. Y su extensión es de 2 Has., 68 as. y 32 cas.”. En este interminable cambio de nombres, debidos en buena parte a las erratas de transcripción en la cartografía oficial, se ha añadido en los últimos años -como nos recuerda nuestro amigo J.M. Amarillo- una “última” denominación. Tal como puede leerse en la Hoja 1063-1 del MTN (edición de 2005), perteneciente a San José del Valle, la Dehesa del Alazar ve alterado su nombre por el de “Dehesa del Alazán”, uno más que añadir a la ya larga lista de variantes que a lo largo de los últimos cinco siglos ha conocido esta Sierra.

“Alazar”, topónimo de origen andalusí.

¿Qué significa el término “alazar”? ¿De dónde proviene? A falta de un estudio en profundidad, es muy probable el origen andalusí de este nombre. Así lo recoge fray Diego de Guadix, autor de una obra ya clásica, “Recopilación de algunos nombres arábigos que los árabes pusieron a algunas ciudades y a otras muchas cosas”, que este arabista franciscano escribe en las últimas décadas del siglo XVI. En ella ofrece un auténtico diccionario toponímico que recoge numerosos vocablos procedentes del árabe o del romance andalusí. Sobre la voz “alazar”, escribe: “Alazar o La sierra de Alazar. Es en España en el término de Jerez de la Frontera, en el arzobispado de Seuilla. Consta de “al”, que, en arábigo, significa “el”, y de



çerr”, que significa “secreto”; assí que, todo junto, “alçerr” significa “el secreto”; y... no ha de sonar la "ll" del artículo, y assí resta açerr o açarr, y, corrompido, dizen Alazar
". (13). La Sierra de la Sal, cobra, a decir de Diego de Guadix, el sugerente nombre de “Sierra del Secreto”. Dejando a un lado las propuestas del franciscano, cuestionadas hoy día por otros arabistas, pudiera pensarse también en la derivación del nombre de esta sierra de un antropónimo. “El Hazal” es apellido morisco y “Alazar”, también lo es judío, aunque no existe constancia documental de que personas con estos nombres poblaran este lugar o fueses poseedores de tierras en estos parajes.

La interpretación más cercana al origen del topónimo pudiera proceder de los vocablos de origen morisco. En su estudio sobre los “Pleitos de agua en Granada en tiempos de Carlos V” lo profesores Álvarez de Morales y Jiménez Alarcón señalan que el término “alazar”, era utilizado por los moriscos en el ámbito agrícola, para hacer referencia a una de las horas para el uso del agua o de los turnos de riego: “… regaban sus heredades suso dichas de agua del río suso dicho, cada día desde la ora de alaçar hasta que se pone el sol e así a sido la costunbre entre ellos hasta el presente.” (14). Estos investigadores sugieren que este término morisco, “alaçar”, puede derivar de “al-sahar”, el alba. De acuerdo con esta interpretación nuestra Sierra de la Sal, o de Alazar, tendría en su origen un hermoso nombre: “La Sierra del alba”, el lugar por donde nace el sol.



Sierra de Alazar o del Alazar, del Alcázar, de la Lazada, de Alajar, de la Sal… He aquí unos cuantos nombres que definen a un mismo lugar: la Sierra de Alazar, un topónimo de posible raíz andalusí, como otros muchos que bautizan los rincones de nuestra geografía y de los que nos ocuparemos en futuras visitas “entornoajerez”.

Para saber más:
(1) Martín Gutiérrez, E.: El alfoz jerezano. La organización del paisaje rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla y Universidad de Cádiz. Sevilla 2004, pg. 92
(2) González Jimenez, M. y Valor Piechota, M.: Sal y salinas en el reino de Sevilla, pg. 183. Tomamos esta cita de E. Martin (op. cit, pg. 92)
(3) Bustamante Costa, J.: “Toponimia árabe del cuadrante sudoccidental de la provincia de Cádiz”, en Janda. Anuario de Estudios Vejeriegos, 3 (1997), p.27
(4) Diego de Guadix.: Recopilación de algunos nombres arábigos que los árabes pusieron a algunas ciudades y a otras muchas cosas. Notas e índices de Elena Bajo Pérez, Felipe Maillo Salgado. Ed. Trea.2005. p, 211
(5) Pérez Cebada, J.D.: Regulación cinegética y extinción de especies. Jerez, siglos XV-XIX. En Revista de Historia de Jerez nº 14-15, 2008/2009. pp. 209-224.
(6) Fragmentos de un mapa de las sierras del término de ciudad de Jerez. Anónimo en pergamino. S. XVIII, AMJF. C.12, nº 4 Bis.
(7) Gutiérrez, B.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, B.U.C. Jerez, 1989, vol IV, p. 318.
(8) Gutiérrez, B.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, B.U.C. Jerez, 1989, vol I, p. 23
(9) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. Pág. 68.
(10) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. Pág. 245.
(11) Vera y Chilier, F.A.: Memoria sobre la formación de las rocas de la provincia de Cádiz. Anales de la sociedad Española de Historia Natural.. Tomo Octavo. Serie II (XXVIII) Madrid. 1897. P. 314-15
(12) Ceballos, L. y Martín Bolaños, M.: Estudio sobre la Vegetación forestal de la provincia de Cádiz. I.F.I.E. 1930. Ed. Facsímil, Consejería de Medio ambiente, 2000. P. 29, 40 y 152.
(13) Diego de Guadix.: Recopilación…. p, 211
(14) Álvarez de Morales, C. y Jiménez Alarcón. M.: (2001).: “Pleitos de agua en Granada en tiempos de Carlos V. Colección de escrituras romanceadas”, en Mª J. Rubiera, (coord..), Carlos V, los moriscos y el Islam, Madrid –Alicante, pp. 59-90, págs. 65 y 88.


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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 10/04/2016

 
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