Lo cantaba Bob Dylan: “La respuesta está en el viento”. Sin embargo, después de recorrer los variados paisajes de nuestra campiña, creemos que la respuesta, o tal vez gran parte de ella, está en las veletas que, cuando menos nos señalan una dirección. Cambiante, sí, pero dirección al fin y al cabo con la que orientarnos en estos tiempos de incertidumbres.
Las veletas, esos artefactos tan sencillos como hermosos, unen en su simplicidad la ciencia y la artesanía, y aunque hoy –abrumados por el derroche de información meteorológica- las contemplamos como un objeto del pasado, su aspecto frágil, su carácter cambiante y aéreo, su estética ligereza, nos atrae más que nunca.
Lidiando con los vientos.
Hubo un tiempo en que las veletas fueron compañeras de los habitantes del medio rural, de aquel otro Jerez que poblaba el campo, los cortijos, las haciendas de olivar… Prestaban entonces a todos importantes servicios para predecir y conocer el tiempo, para aventurar los cambios que se anunciaban en los giros de sus flechas, para acompasar las faenas agrícolas al ritmo, siempre cambiante, de los vientos. Hoy siguen ahí, en los tejados o en las espadañas de nuestros cortijos, ermitas y casas de viña, resistiendo a las inclemencias y mostrándonos lo que queda de ellas después de lidiar con todos los vientos.
La historia de las veletas es tan antigua como curiosa, habiendo acompañado al hombre desde la más remota antigüedad. Aunque una de las veletas más conocidas de España es el Giraldillo o Giralda de Sevilla, que con sus más de 1500 kilos de peso, da nombre a la universal torre sevillana, en Jerez, según algunas fuentes se localiza la veleta más grande del mundo, en las bodegas de Tío Pepe. Sin embargo, nosotros nos sentimos más atraídos por esas veletas más pequeñas y sencillas que encontramos aún en muchas de las construcciones diseminadas por la campiña. Adoptan a veces las formas de complicados artilugios, pero en la mayoría de los casos se nos muestran como simples artefactos con una sencilla flecha giratoria. Las más abundantes son las de hierro forjado o de chapa de hierro calado, aunque también hemos visto algunas con elementos de hojalata, latón o cinc. Si en aquellas se deja ver la mano y el buen hacer de los antiguos herreros, en estas otras, más vulnerables al paso del tiempo, se aprecia la maestría de los viejos lampistas y hojalateros, oficios hoy desaparecidos.
Corazones, cruces y esferas armilares.
Los temas que se muestran en las veletas son también muy variados. Entre los religiosos, no faltan elementos como la cruz y el Corazón de Jesús, presentes, por ejemplo, en las veletas del Monasterio de La Cartuja, en la Ermita de la Ina o en la de Salto al Cielo. Cruces pueden verse también coronando las sencillas veletas de la capilla del cortijo de Casablanca, en la de la Cartuja de Alcántara o en la curiosa veleta que despunta sobre la torre-palomar del cortijo de El Peral, cercano a Arcos.
Una vieja veleta con cruz, pintada de un llamativo color verde, destaca coronando el brocal de un pozo en la antigua casa de viña de La Capitana, al pie de la Cañada de las Huertas, junto a la carretera de Rota. En similar disposición, encontramos también la veleta del Cortijo del Olivillo, aunque esta vez se sitúa sobre el arco metálico de un sencillo campanil.
Entre las más sobrias y de sabor más antiguo, forjadas en hierro, destacamos la del cortijo de La Zangarriana, o las que se alzan sobre las dos estancias del cortijo de las Mesas de Santiago.
Una de ellas es una flecha simple, con una amplia vela, mientras que sobre la otra se eleva una cruz. Ambas son obras de las primeras décadas del XIX, al igual que la que se asoma entre las almenas de la Torre de Melgarejo, una de nuestras preferidas, en la que llama la atención una cruz muy estilizada que sirve de eje a una flecha adornada con una estrella y una media luna.
Sencillas y hermosas cruces adornan también las veletas de la antigua ermita de El Valle y del cortijo Cabeza de Alcaide, esta última situada sobre la puerta de acceso.
Otras veletas, tienen como eje una cruz apoyada sobre una sencilla esfera armilar. Es el caso de la del Cortijo de Casablanca, cerca de Jédula, una de las más antiguas y hermosas de cuantas conocemos.
La veleta de la Casa de Viña del Jardincito se apoya también sobre otra esfera armilar coronando una espadaña en la que aparece la inscripción “1867”.
En la del cortijo Los Algarbes, en la carretera de Trebujena, la esfera armilar forma también parte de la flecha de giro. Por terminar con las veletas en las que predominan los motivos religiosos, mencionaremos la que puede verse en la torre almenada de Los Garciagos, donde destaca otra cruz y en la que también figura un cazador.
Veletas con escenas camperas y cinegéticas.
Más abundantes, en esta temática de las veletas, son las escenas camperas y agrícolas y las que incluyen motivos cinegéticos y pecuarios, así como las que representan otros animales relacionados con el campo.
Caballos aparecen en la veleta del cortijo de La Mariscala, en la carretera de Trebujena, o en la de la Hacienda El Rulo, en El Cuervo y en Espanta Rodrigo, junto a la autovía de El Puerto, donde se crían los famosos caballos cartujanos procedentes de la mítica ganadería del Hierro del Bocado.
Los toros y toreros están presentes en las veletas de Bolaños y San José de Prunes, en la carretera del Calvario, así como en la casa de la viña de La Alamedilla (junto a Espartinas) o en la viña Santa Cruz, en Balbaina. Curiosamente, las veletas de estas dos últimas casas son similares y tienen como vela la silueta del conocido toro de Osborne, anterior propietario de estas fincas.
Una veleta singular es la que se alza sobre la entrada principal del cortijo de Alventu, donde la escena nos muestra un torero que está a punto de entrar a matar. Este cortijo cría una afamada ganadería de bravo, donde las reses pastan en los parajes marismeños junto al Guadalquivir.
Temas cinegéticos adornan las veletas del cortijo de La Zarza, donde se muestra un venado. En la veleta de la casa de Martelilla llama la atención la silueta de un conejo o una liebre erguida, y en la del Molino Barranco Nuestra Señora de la Luz, “corretean” al viento una pareja de perdices.
En la Casa de la Panesa, sobre la espadaña, vemos en su veleta la silueta de un cazador, escopeta en mano, como en la de Los Garciagos.
En la del cortijo de Frías, un perro persigue a un conejo, mientras que en la de la Viña El Majuelo, lo hace tras una perdiz.
Muy llamativa es la cigüeña de una hermosa veleta que se alza en la puerta de entrada a los depósitos de la CHG en la Sierra de San Cristóbal.
La silueta de un hermoso gallo preside la airosa veleta del cortijo de Casablanca, situado en la carretera de Morabita, y la de otro gallo se puede ver,
también, en la del cortijo de Bolaños. Un cerdo es el motivo de la curiosa veleta que culmina la torre de la Casa del Olivar, junto al cortijo de la Parrilla Alta, en San José del Valle, al pie del camino de Gigonza.
Otras curiosas veletas.
Por su rareza al incorporar hasta ocho rumbos de la rosa de los vientos, traemos aquí una antigua y destartalada veleta que encontramos sobre una vieja casa de campo en Pinosolete, cuyo artilugio giratorio recuerda a una suerte de aeroplano. Otras veletas han perdido ya su flecha y sólo mantienen los símbolos de los cuatro puntos cardinales, como la de Alventu. La del cortijo de Roalabota presenta la silueta de una bota de vino, mientras que en la del de Alijar podemos ver una máquina agrícola.
Algunas incorporan signos y símbolos relacionados con el lugar en el que se encuentran o con sus actuales o antiguos propietarios. Este es el caso de la que encontramos en Viña del Diablo, o la que corona la antigua Residencia del Instituto Nacional de Colonización, en la Barca, con las iniciales de esta institución. La del cortijo de La Guillena, en las faldas de Gibalbín, tiene una corona de laurel y el escudo nobiliario de sus propietarios.
Para terminar, no podemos dejar de mencionar una curiosa veleta que corona la espadaña del antiguo edificio que perteneció a las “Escuelas José Antonio”, en La Barca de la Florida, levantado en 1937, en plena Guerra Civil. En ella puede verse aún uno de los típicos símbolos del franquismo, el yugo y las flechas, sobre el que se recorta la silueta de un soldado, rodilla en tierra, en posición de disparo. Una fotografía nuestra de esta veleta llegó a través de nuestro amigo José Antonio Espinosa Maestre a su hermano, el conocido historiador Francisco Espinosa Maestre, quien nos hizo el honor de incluirla como portada de uno de sus libros “Violencia Roja y Azul. España 1936-1950”, Editado por Crítica en 2010.
Veletas… Por muchos motivos pensamos que, antes de que desaparezcan, la mayoría de estas antiguas veletas debían formar parte de nuestro “patrimonio etnológico”, de ese catálogo no escrito de elementos singulares que enriquecen las casas de viña, haciendas y cortijos repartidos por la campiña.
Veletas y vientos, unidos ya para siempre en tantos rincones en torno a Jerez.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/06/2016