03 julio 2016


Los árboles de la ciudad se visten de verano.




En el campo, en los montes y en las zonas más agrestes de nuestras sierras, el inicio del verano se manifiesta en la vegetación arbustiva y arbórea con la aparición de los primeros frutos y, en general, con las señales, ya evidentes de la sequedad de la tierra y del ambiente. Sin embargo, en la ciudad, muchos de los árboles ornamentales que pueblan nuestras calles, plazas y parques, se muestran en estas semanas, cuando un nuevo verano comienza, con sus mejores “galas”. ¿Nos acompañan a comprobarlo?

A la sombra de las tipuanas en flor.

Las tipuanas (Tipuana tipu) tan abundantes en calles y avenidas, provistas ya sus copas de un denso follaje, nos ofrecen ahora su espectacular floración. Exhiben estos árboles sus pequeñas y hermosas flores amarillas que contrastan con el verde intenso de sus hojas y alfombran el suelo cuando caen, dando color a las aceras. Por el contrario, las jacarandas (Jacaranda mimosaefolia), que un mes atrás se vestían de gala y cubrían el suelo con sus corolas azulinas, apenas muestran ya sus últimas flores mientras sus copas se van poblando de hojas nuevas, entre las que llaman la atención sus peculiares frutos, aún verdes.

Los jaboneros de la China (Koelreuteria paniculata y K. bipinnata), están también presentes en muchas de nuestras calles, y apuntan ya los primeros “farolitos”, esos peculiares frutos formados por tres valvas, que cuelgan del árbol en numerosos ramilletes y en cuyo interior se formarán las semillas. No es de extrañar que esta especie sea también conocida como “árbol de los farolitos”, por la singular forma de sus “frutos”. En algunos ejemplares (junto a Sementales, por ejemplo) aún pueden verse también sus grandes panículas, inflorescencias de más de treinta centímetros de longitud formadas por numerosas flores de color amarillo, que despuntan en su copa y que durante los meses de mayo y junio, hacen de estos árboles uno de los más llamativos de nuestros paseos.

Más escasas, pero igualmente llamativas, son las parkinsonias (Parkinsonia aculeata). Podemos verlas, por ejemplo, escoltando la Avenida de Arcos, entre la rotonda de los Juegos Olímpicos y la de Biarritz. Su copa presenta un aspecto ligero y poco denso, debido al diminuto tamaño de los foliolos de sus hojas compuestas, que cuelgan de sus ramillas espinosas y, por lo general, péndulas, dando un aspecto casi transparente a su follaje. En estos días de comienzo del verano, las parkinsonias se muestran más hermosas que nunca, exhibiendo en sus copas sus racimos de flores con corolas de un intenso color amarillo salpicado de pequeñas manchas rojas.

La fragancia de las sóforas.

Una mención especial merecen las sóforas (Sophora japonica), árboles que jalonan muchas de nuestras calles y que crecen en casi todos los parques de la ciudad. Durante buena parte del año, estos árboles caducifolios que nos recuerdan a la falsa acacia, pasan desapercibidos. Sin embargo, desde primeros de junio, sus copas se cubren de pequeñas y delicadas flores de color crema amarillento, dispuestas en inflorescencias (panículas) que despiden un delicado y agradable perfume, mostrándose realmente hermosos.

Bajo las copas de estos árboles, el suelo de las aceras o de los paseos se alfombra literalmente de estas pequeñas flores, cuyos colores contrastan con el verde intenso de las hojas, ofreciendo así una hermosa combinación en estos días de comienzos del verano. En las aceras de la Ronda Este, o en las de la calle Santo Domingo (entre otras muchas) puede verse esta “alfombra de flores” y disfrutar de su aroma bajo el techo sombreado de las copas de las sóforas.



gualmente llamativos resultan en estos días los aligustres (Ligustrum japonicum, L. lucidum), que pueden verse también en toda la ciudad.

Desde comienzos de junio se visten con sus llamativas y olorosas inflorescencias, compuestas de cientos de diminutas flores de color blanco amarillento. En algunos árboles llegan a cubrir toda la copa, despidiendo una suave fragancia.



Distintas especies de acacias (“mimosas”) muestran también sus llamativas inflorescencias amarillas que, en ocasiones, llegan a cubrir literalmente la copa, ofreciendo entonces un aspecto espectacular. Así sucede, por ejemplo, en la Acacia karroo, también conocida como carambuco, que junto a la “fiereza” de las estípulas espinosas que posee en sus ramas, se cubre de densos ramilletes de flores amarillas. Más frecuentes en los alrededores de la ciudad y más raras en nuestros parques, estas acacias, junto a otras “mimosas” que crecen en los jardines y paseos arbolados (A. retinodes y A. cyanophylla, sobre todo) ponen una nota de color en estos días de verano.

Albizias, lagunarias, tilos…



Pocos árboles pueden presumir de flores tan vistosas y llamativas como la acacia de Constantinopla, especie también conocida como árbol de la seda (Albizia julibrissin). Sus flores, que alcanzan su máxima belleza a finales de mayo, están dispuestas en umbelas terminales y muestran sus numerosos estambres de un llamativo color rosa que va perdiendo intensidad a medida que maduran. En estos primeros días de verano, la mayoría de estos árboles muestran ya las flores con un aspecto menos vistoso y dejarán paso, progresivamente a unas legumbres que nos recuerdan a las del árbol del amor. Las lagunarias (Lagunaria patersonii), que eran muy escasas en nuestras calles, están siendo plantadas en los últimos años en muchos de los nuevos paseos. Esta especie, conocida también vulgarmente como “árbol del pica-pica”, podemos verla, por ejemplo, en la calle Porvenir, en Madre de Dios o frente a la Ermita del Cristo de la Expiración. Su copa es piramidal y densa y sus hojas son de un color verde pálido, con envés tomentoso entre las que resaltan, en estos días de inicio del verano, sus flores rosadas. Muy llamativas, estas flores son de mediano tamaño y se presentan solitarias. Por su forma nos recuerdan, salvando las distancias, a las del hibisco. En muchos de estos árboles las flores han dejado ya paso a los primeros frutos.



Espectaculares se muestran también en estos días los sauzgatillos (Vitex agnus-castus), un arbusto de la familia de las verbenáceas que llena su copa con hermosos racimos terminales de flores azules en estos días de comienzos del verano. Los vemos en San Joaquín, en la C/ José Cádiz o en el Parque de Puertas del Sur. En este mismo lugar las copas del pino carrasco (Pinus halepensis) muestran ya sus nuevas piñas, aún verdes que conviven junto a las del verano anterior. Pero sin duda, lo que más llama la atención en este parque, son los contados ejemplares de árbol de las llamas (Brachychiton acerifolius) que el paseante puede localizar desde la lejanía, entre la confusión del ramaje de la densa arboleda de este parque, por lo impactante de su floración que transforma su copa en una espectacular explosión de color. Las flores de este curioso árbol, traído a comienzos de los 90 del siglo pasado de los viveros de la Expo de Sevilla, son muy vistosas, de un intenso color rojo carmín, creciendo en racimos axilares que aparecen, habitualmente, cuando el árbol está casi sin follaje. Las pequeñas flores, acampanadas, de 1 cm de diámetro y con su cáliz glabro, tapizan literalmente el suelo del parque y de los paseos ofreciendo una hermosa escena.



Muy llamativos resultan también en estos días, los olmos de bola (Ulmus minor var. Umbraculífera) que crecen en muchas calles de la ciudad (Ronda del Pelirón, calle Fresa…) y que llaman la atención del paseante por la forma globosa. Si en invierno nos mostraba sus numerosas ramas delgadas, a comienzos de verano lo vemos vestido con un denso y apretado follaje que realza su llamativa copa esférica. Acabamos, para no hacer interminable esta relación, con los tilos (Tilia sp.) que aunque más escasos, están representados en las calles de la ciudad por distintas especies. Los de la calle Pizarro (Tilia x vulgaris), junto a la barriada de La Plata, nos muestran ahora las brácteas de color blanco verdoso que contrastan con el verde más intenso y oscuro de sus hojas y que aparecen una vez que ya se han perdido las flores. De estas brácteas cuelgan sus característicos frutillos globosos.

Volveremos en otoño a recorrer los campos, los bosques y las riberas “en torno a Jerez” para recrearnos en los frutos y en los colores con los que las hojas de los árboles y arbustos se cubren en esta estación.

Que pasen ustedes un buen verano.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 3/07/2016