26 febrero 2017

Pinos y pinares.
Un recorrido por la historia de los pinos centenarios de Jerez (2).



Como recordarán los lectores, la semana pasada iniciamos un recorrido por la historia y los paisajes de los pinares que existieron en las cercanías de la ciudad. Ya en el siglo XVII teníamos noticia de algunos de ellos, situados en su mayoría en bordes de los Llanos de Caulina y en el territorio comprendido entre las actuales carreteras de Cortes y Sevilla. En el siglo XVIII se daba noticia de 13 de estos pinares que fueron reduciendo su extensión a lo largo del siglo XIX. Uno de los últimos, conocido como El Pinar, situado en la salida de Jerez, a la derecha del camino de Arcos, fue tal vez el último de aquellos antiguos pinares jerezanos, y su nombre se mantiene hoy día en una gran urbanización.

Pinos y Pinares en la cartografía y la toponimia.

Aunque los pinares fueron desapareciendo progresivamente, la cartografía del XIX y de las primeras décadas del XX ha conservado memoria de su antigua presencia, como la hecho también la toponimia, preservando así hasta nuestros días algunos curiosos nombres, como ha recordado la profesora Lozano Salado (1).

El primer mapa provincial, levantado por Francisco Coello en 1868 (2), hace ya mención al Pino de la Legua, al igual que el Plano General de Ángel Mayo, elaborado en los primeros años de la década de los 60 del siglo XIX y publicado unos años más tarde en 1878. En este caso, la referencia es al Pinar de la Legua, situado en los Llanos de Caulina, junto al camino de Sevilla, en un lugar que actualmente se situaría entre el Cortijo del Pino y Carrizosa (3).


Dos décadas después, el Plano del Término Municipal de Jerez, de Lechuga y Florido (1897) recoge el topónimo de El Pinar, con el que se bautiza un pago de viñas existente en la salida de Jerez hacia Arcos, donde aún se mantenían algunos pinares (4). Este mismo topónimo de Pinar, figura también en los mapas catastrales de 1897 (5). Con todo, el mapa que mayor número de topónimos registra -la mayoría de los cuales se mantienen hoy-, es el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero (1904) cuya consulta nos devuelve la imagen de la campiña hace un siglo (6) y donde se puede rastrear la huella de los antiguos pinares del XVIII y del XIX.



Así, junto a la carretera de Arcos, en la salida de la población, se localiza el pago de El Pinar, donde la Hacienda del Pinar ocupa una gran superficie. Junto a ella, figura también un pequeño Pinar (en la actual zona de La Marquesa) y otra gran parcela denominada Pinar y jardín. La carretera de Sevilla deja también a sus orillas otro de los rincones de la campiña donde se mantienen más topónimos relacionados con los antiguos pinares. El más conocido es el del Cortijo del Pino, donde se ubicaba el famoso Pinar y Pino de la Legua. Junto a él el paraje de Carrizosa, que tuvo pinares en el siglo XVIII y las hazas de La Capitana del Pino y Pierdecapa del Pino. Algo más adelante, frente a La Zangarriana y Ducha, se encuentran la Dehesa del Pino y La Pinaleta, ambas a la derecha de la carretera, en los bordes de los Llanos de Caulina.



Ya próximo a la Cañada Ancha, se encuentra el Pago de Santa María del Pino, absorbido en gran parte por el crecimiento urbano de Guadalcacín. Cercana a la ciudad encontramos la Hijuela de Pinosolete, en el pago de Solete, que debe su nombre, como refleja el Plano de López Cepero, a la antigua viña El Pino, situada en el cruce con la Hijuela que conduce a Santa Teresa y próxima también a Geraldino, donde hubo en tiempos pasados un gran ejemplar de pino piñonero.

En otros puntos del término más alejados de la ciudad, la presencia de bosquetes de pinos o de ejemplares aislados que constituían auténticos hitos en el paisaje, bautizó también a algunos parajes. Estos son los casos, por ejemplo, del Rancho de los Pinos, en los llanos de Malabrigo, camino de san José del Valle, donde se conservan bosquetes de pino piñonero, o del Cerro del Pino, en la Dehesa de Algar. En los Montes de Propios de Jerez, un arroyo de la Dehesa del Charco de los Hurones lleva el curioso nombre de Canuto del Pino.



Para terminar, recordamos que en la primera edición de la hoja de Jerez del IGN (1917) se recogen también El Pinar, la Casa del Pino y la Casa de los Siete Pinos (7). Esta última debe su nombre a la conocida Hijuela de los Siete Pinos, próxima a la actual barriada de La Granja, así denominada porque en este paraje se conservaron algunos grandes ejemplares aislados de aquellos antiguos pinares que en el XIX poblaban los márgenes de los Llanos de Caulina en esta zona. En nuestros días se mantienen la mayoría de estos topónimos.

Los pinares en el siglo XX y en la actualidad.

Como se ha dicho, buena parte de los pinares próximos a la ciudad ya habían desaparecido a comienzos del siglo XX, manteniéndose de ellos algunos bosquetes o ejemplares aislados, pertenecientes en su mayor parte a la especie Pinus pinea (pino piñonero) y, en menor medida, a P. halepensis (pino carrasco). Sin embargo, este siglo vera la introducción de nuevas especies de pinos ajenas a nuestros ecosistemas.

Ya en 1930, los ingenieros de montes L. Ceballos y M. Martín Bolaños, apuntaron en su Estudio sobre la vegetación forestal de la provincia de Cádiz, que mientras que el pino piñonero había crecido tradicionalmente en el litoral y las campiñas gaditanas, ninguno de los bosquetes de pino carrasco que visitaron, podía tomarse como representación espontánea de esta especie. Junto a ellos, mencionaban también la presencia en distintos parajes de las sierras y campiñas del Pinus pinaster, el negral o pino resinero. Sobre este último, los ingenieros señalan que “…en estado silvestre sólo existen en la provincia algunos ejemplares en la vertiente SW. de la Cancha del Pinar (Sierra del Aljibe), en Alcalá de los Gazules, sobre areniscas oligocenas; en esa misma clase de terreno se está efectuando artificialmente la introducción de esta especie en los montes de Jerez, Jarda, Quejigal, Marrufo y en los de Tarifa” (8). De la misma manera, y como dato curioso, estos autores nos informan de que en la década de los 30 del siglo pasado comenzaron a introducirse también, de manera experimental, plantaciones de pino canario (Pinus canariensis) en los Montes de Jerez (9).

Y es que, junto al litoral y las campiñas, los nuevos pinares de repoblación se plantarán a lo largo del siglo XX en lugares en los que, tradicionalmente, nunca hubo pinos, desplazando así a la vegetación natural, como en el caso de nuestros Montes de Propios. Resulta llamativo que, como señala un estudio realizado en la década de los 80 del siglo pasado, en este espacio natural perteneciente al Parque de Los Alcornocales, “…todos los pinos son introducidos. Además del pino piñonero y el pino de Monterrey (P. radiata), los pinares más abundantes son los de pino negral o resinero, especie adecuada a la naturaleza acidófila y pobre del sustrato, sobre el que prospera con éxito… La densidad de los rodales es tal, que difícilmente se desarrollan otras plantas en la penumbra del sotobosque, donde se conservan los restos caducos de las ramas y las hojas, la pinocha, que representan un alto riesgo de incendio por su contenido en compuestos inflamables” (10). Como puede verse, todo un desacierto ecológico.



Junto a los anteriomente citados, encontramos también repartidos por toda la campiña algunos pinares de pequeñas dimensiones fruto en su mayor parte de repoblaciones y, sólo en raras ocasiones, de la regeneración de antiguos bosquetes. La mayoría de ellos figuran en el Catálogo de Bosques-Isla de la Provincia de Cádiz (11).

Entre los más conocidos se encuentran los de Las Aguilillas, junto a Estella del Marqués, los del Cerro de la Harina y Cabeza de Santa María, en Torrecera, o el de la Potabilizadora de Cuartillos, todos ellos de pino carrasco, aunque en este último crecen ejemplares de pino piñonero. En el parque periurbano de La Suara, hay también pinarillos de P. pinea, como en los llanos de Malabrigo y Los Isletes, próximos a aquel. Aquí encontramos uno de los pinares de mayor interés y extensión de la campiña, el de La Guita, de casi 30 Ha, donde el pino piñonero se mezcla con encinas y alcornoques. Próximo a él está el pinar de Montecillo y el del Cerrado de Malabrigo, donde crecen estas mismas especies.

Al este de la población encontramos también los pinares de la Sierra de San Cristóbal, o el de Las Quinientas, cuya densa arboleda cubre un cerro que se alza en los llanos del mismo nombre. Ambos son de pino carrasco, a diferencia de los bosquetes de pinares de La Parra, en las proximidades del Aeropuerto, donde el protagonista es el pino piñonero.



Algunos pinos con historia: El Pino de la Legua.



Después de este recorrido por los pinares y su historia, vamos a ocuparnos en lo que sigue de algunos pinos centenarios, que por su singularidad bien merecen formar parte de nuestro patrimonio natural. Entre los más célebres de Jerez y su término, debemos hacer una mención especial a uno de los pocos que tuvo nombre propio: el Pino de la Legua. Este singular ejemplar, ya desaparecido, estuvo situado a orillas del Camino Real de Madrid a Cádiz en tierras de los actuales cortijos de El Pino y de Pierdecapas. Todavía hoy se conoce a este paraje situado frente al Parque Agroindustrial y La Parra, como El Pino, en recuerdo de aquel fabuloso árbol.

Ya Pascual Madoz, en su conocido Diccionario Geográfico (1845-1850) se refiere a él y así, describiendo el camino desde Jerez a la Venta Real del Cuervo apunta que “se cuentan 3 y ½ leg. de arrecife en la dirección del SO. al NE., encontrándose a 1 de Jerez, un pino de extraordinaria magnitud, que le llaman el pino de la Legua” (12). Como saben los lectores, la legua era una antigua medida itineraria que, aunque de longitud variable según los territorios, equivalía a la distancia que regularmente se anda en una hora y que se correspondía aproximadamente con 5,5 km. El pino, situado a esta distancia de Jerez, constituía un hito natural que, por su altura, podría ser divisado desde la lejanía, siendo así un perfecto indicador de la distancia que todavía quedaba por recorrer para los viajeros que venían a la ciudad. No es de extrañar por ello que, como se ha dicho, figure con nombre propio en el primer mapa provincial, el de Francisco Coello de 1868.

Este pino, de grandes dimensiones, debió formar parte ya en el siglo XVIII de alguno de los pinares repartidos por estos rincones de los Llanos de Caulina. Recordemos que, colindante con estos parajes se encuentra el cortijo de Carrizosa y, tal vez en este lugar, debió estar también el pinar de D. Álvaro Carrizosa y Perea, ya mencionado por Bartolomé Gutiérrez a mediados del XVIII (13). Con respecto a la especie, apostamos por el Pinus pinea, o pino piñonero, la más frecuente en los pinares jerezanos de la campiña. Hoy día, tanto en el Cortijo El Pino, como en Pierdecapa o la Pinaleta, crecen aún buenos ejemplares de estos árboles conocidos también como “pinos del país”.

Desconocemos cuando este curioso ejemplar dejó de existir, pero en todo caso creemos que si a mediados del siglo XIX ya destacaba por sus grandes proporciones, no es aventurado suponer que debió tener su origen a comienzos del siglo XVIII. En el Plano General de Ángel Mayo, de 1878, aún se conserva el topónimo “Pinar de la Legua”, sin embargo en el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero, elaborado en 1904 -donde se recogen algunos árboles singulares repartidos por el término- ya no figura, por lo que es posible que pudiera haber desaparecido unos años antes de su elaboración. Como dato curioso, queremos recordar que este famoso pino se menciona en la novela Las Crónicas de Cádiz, ambientada en la España de 1812 ocupada por los franceses. En ella, su protagonista Diego de Ustáriz, un periodista madrileño que hace el camino de Madrid a Cádiz, llega hasta “El Pino de la legua”, procedente de la Venta Real del Cuervo. Tras haberse refrescado en los pozos del cortijo de Romanina sigue narrando su aventura: “…atravesamos gargantas procedentes de la sierra de Gibalbín hasta el pino de la legua, lo que me hizo pensar que estábamos precisamente a una legua de Jerez” (14).

Los pinos de Cuartillos.



Los conocidos pinos de Cuartillos son el último reducto de una alineación de árboles que crecía en este lugar junto a la Cañada Real. Hace tan sólo unos años podían verse cuatro ejemplares de tamaño similar, dos de los cuales se han perdido. Aunque no hemos encontrado documentación que lo verifique, hay referencias de que estos pinos, que se distinguen a simple vista desde más de veinte kilómetros de distancia, servían de punto de orientación para los enfilamientos de los barcos y la navegación en el entorno de la Bahía de Cádiz como otro hitos del paisaje (cerro de Medina, monte del Berrueco, torre de la iglesia de Puerto Real), a los que los marinos apuntaban sus visuales con catalejos. No debe extrañarnos esta vinculación con el mar de los pinos de Cuartillos ya que desde sus pies, se contempla a lo lejos la Bahía de Cádiz y las grúas-puente de los astilleros (15).

Aunque todavía no figuran en el Catálogo de Árboles Singulares de Andalucía, los pinos de Cuartillos, pertenecientes a la especie Pinus pinea (pino piñonero) deberían incluirse en él ya que, a nuestro entender, son singulares por muchos motivos. A su valor natural, como árboles de magnífico porte, se une el de ser un referente de primer orden en el paisaje circundante, hitos vivos que, como faros verdes en la campiña, son visibles desde grandes distancias. Son además un indicador permanente e imborrable de la vía pecuaria que pasa a sus pies y uno de los elementos “simbólicos” en la barriada rural donde se ubican. Junto a todo ello, estos árboles destacan además por su hermosa y proporcionada estampa y por sus grandes dimensiones. Por centrarnos en el de mayor altura, el perímetro de su tronco medido a 1,30 m. del suelo es de 3,20 metros. Su fuste, recto y ligeramente inclinado, se levanta hasta los 10 metros como una columna maciza de magníficas proporciones, antes de dividirse en dos grandes ramas maestras que sustentan una densa y bien formada copa aparasolada muy amplia. La altura total del árbol sobrepasa los 20 metros.



Su copa tiene un diámetro de 18 m., en dirección E-W, y de 22 m. en dirección N-S, con lo que la sombra que proyecta supera los 300 m2 de superficie. La edad estimada es superior a los 120 años. Con todo debemos subrayar aquí un hecho lamentable: las brutales podas a las que hace unos años fueron sometidas sus copas que los han dañado seriamente.
Continuará...

Para saber más:
(1) Dolores Lozano Salado en su libro La Tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación de Cádiz, 2001, p. 89.
(2) Coello F.: Mapa provincial de Cádiz, 1868. Elaborado por Francisco Coello, coronel de Ingenieros, auxiliado por Pascual Madoz.
(3) Mayo. A.: “Plano General de la parte estudiada en la cuenca del río Guadalete, con la representación de los manantiales principales y los trazados hechos para la conducción de aguas á Jerez de la Frontera”, en Memoria relativa a las obras del Acueducto de Tempul para el abastecimiento de aguas a Jerez de la Frontera. Anales de Obras Públicas, nº 3. 1877.
(4) Lechuga y Florido, A.:Plano del Término Municipal de Jerez de la Frontera”. Arreglado a la escala de 1/100.000 para la Guía de Jerez de 1897.
(5) Archivo Histórico Provincial de Cádiz.: Trabajos Topográficos. Provincia de Cádiz. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. Escala 1:25.000, Hoja, 1897
(6) López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000
(7) Instituto Geográfico Nacional, Hoja 1048, Jerez, 1917.
(8) Ceballos, L. y Martin Bolaños, M.: Estudio sobre la Vegetación forestal de la provincia de Cádiz. I.F.I.E. 1930. Ed. Facsímil, Consejería de Medio ambiente, 2000. P. 230
(9) Ceballos, L. y Martin Bolaños, M.: Estudio sobre la Vegetación forestal de la provincia de Cádiz. I.F.I.E. 1930. Ed. Facsímil, Consejería de Medio ambiente, 2000. P. 333.
(10) Fernández Galiano, E., Campos Palacín, P., Elvira Palacio, R., Fernández Galiano, M. y Ramos Núñez, A.: Guía de los Montes de Propios de Jerez de la Frontera, Biblioteca de Urbanismo y Cultura, nº 6, Ayuntamiento de Jerez, 1989, p. 42
(11) Aparicio, A. Pérez Porras, C., Ceballos, G.: Bosques-Isla de la Provincia de Cádiz, Junta de Andalucía, Consejería de Medio ambiente, 2001, pp.74-77
(12) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986, p. 79.
(13) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, (Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, pp. 26-27
(14) Lasso de la Vega, M.: Historia nobiliaria española: contribución a su estudio, Imp. Y Editorial Maestre, 1953, p. 298, disponible en Internet.
(15) García Lázaro, A. y J.: Un paseo por la Cañada de Cuartillos: pinos centenarios y puertas monumentales, Diario de Jerez, 19 de abril de 2015.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Aquí puedes ver otros artículos sobre Árboles singulares, Flora y Fauna, Paisajes con historia y Pinos y pinares. Un recorrido por la historia de los pinos centenarios de Jerez (1) y Pinos y pinares. Noticia de algunos pinos centenarios (y 3).

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/02/2017

23 febrero 2017


II Encuentro de Historia, Cultura y Patrimonio Rural


Como ya hicimos el curso pasado, desde Entorno a Jerez participamos en el Grupo de Historia, Cultura y patrimonio Rural que organiza, junto con el Centro de Profesorado de Jerez y con la colaboración del Ayuntamiento, el II Encuentro de Historia, Cultura y Patrimonio Rural de Jerez.

Esta actividad tiene también la consideración de Curso de Formación Permanente para los profesores que se han inscrito previamente en el CEP, estando también abierta a las personas interesadas que podrán asistir libremente hasta completar los aforos de los lugares donde se celebran.

Quedan ustedes invitados.

CARTEL DEL ENCUENTRO



PROGRAMA DE ACTIVIDADES



19 febrero 2017

Pinos y pinares.
Un recorrido por la historia de los pinos centenarios de Jerez (1).




Es bien conocido de los lectores que el término de Jerez ha contado desde antiguo con importantes masas forestales, situadas mayoritariamente en su sector oriental y en especial en la zona de los Montes de Propios. Este amplio territorio, donde los suaves colinas de la campiña dejan paso a los abruptos relieves de los montes y sierras, conservan aún extensas manchas de bosques de alcornoques y quejigos o dehesas de encinas y acebuches, que dan testimonio de la importancia que tuvieron los espacios arbolados en nuestra economía y nuestros paisajes.

Alcornocales, encinares, acebuchales y quejigales constituyeron, por este orden, las formaciones predominantes en nuestros montes, mientras que los pinares tuvieron siempre una presencia muy escasa, casi residual, frente al papel predominante del que gozaron en muchas poblaciones vecinas donde los pinos fueron, con mucho, la especie más abundante en los paisajes de las campiñas, los bordes marismeños y el litoral.

En el paseo que hoy les proponemos vamos a tratar de rescatar la memoria de aquellos pinares jerezanos, hoy prácticamente desaparecidos, y de algunos de los pinos centenarios que aún se conservan en distintos rincones de la ciudad y sus alrededores.

Los pinares en los siglos XVII y XVIII.



Aunque, como se ha dicho, los pinares nunca ocuparon extensiones significativas en nuestro territorio, si contamos con muchas referencias que apuntan a su presencia en las cercanías de la ciudad. Ya a mediados del siglo XVII tenemos constancia de la existencia de pinares en los Llanos de Caulina, tal como se desprende del testamento de D. Diego Pabón y su esposa Ana de Vera a favor de su hijo D. Miguel Pabón de Fuentes, Caballero de Santiago, a quien en 1650 asignan entre otros bienes, tierras en Montegil, el cortijo de la Torre de Cera, el del Trobal y “el pinar de Caulina”, próximo a éste último (1), que pasaría más adelante, a comienzos del XVIII a manos de su nieto y heredero, Miguel José Pavón de Fuentes y González Rojas, nombrado en 1706 por Felipe V como primer Marqués de Casa Pavón (2).

Un siglo después, en las respuestas al Catastro de Ensenada (1752) se apunta la existencia de “ciento quince y media aranzadas de Pinar de primera calidad, sesenta y media de Segunda y treinta y tres y quartas la tercera” (3), es decir, una extensión de poco más de 200 aranzadas, que pone de manifiesto lo escasa entidad de estas formaciones arbóreas en nuestro alfoz. Destinadas principalmente a la obtención de madera y leña, para el consumo local, su cultivo no aportaba beneficios significativos y, según la misma fuente, “la aranzada de Pinar de primera Calidad se considera el rendimiento anual por corta de madera en ella sesenta reales, veinte la de Segunda y diez la de inferior”, menguada rentabilidad si la comparamos, por ejemplo, con lo que producía una aranzada de cañaveral (600 reales) o de sauzal (240 reales) (4).

Parada y Barreto nos aporta un interesante dato sobre la superficie del término destinada a pinares a mediados del siglo XVIII (1754) coincidente con la de las “respuestas”: apenas 199 aranzadas, frente a las 7.554 de olivares, las 9.112 de viñas o las 27.680 de encinares (entendemos que se engloban aquí los alcornocales y quegijales) (5). A esta estadística hace referencia Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico señalando que en ese mismo año en el término de Jerez se contabilizaban 20.811.603 árboles, entre los que aparecen 163.632 pinos, frente a 15.412.591 alcornoques, 3.138.340 encinas, o 1.2900.675 acebuches o 772.245 quejigos (6).

Sobre la ubicación de estos pinares jerezanos a finales del XVIII, ofrece una valiosa información Bartolomé Gutiérrez, en su Historia de Xerez (1787), si bien no aclara su superficie, ya que la presenta unida a la de otros cultivos: “De olivares Huertos y Pinares son ocho mil las aranzadas que se cuentan” (7). Con todo, son de gran interés sus referencias a los lugares donde se encuentran así como a sus propietarios, señalando que: “Los Pagos de Siembra de Pinares componen las suertes siguientes: El pinar de D. Álvaro Carrizosa y Perea. El de D. Pedro Miraval. El de las monjas de Espíritu-Santo. El de D. Marcos Picado. El de la Compañía de Jesús. El de D. Alonso Paredes. El de S. Juan de Dios. 2 del Monasterio de la Cartuxa. El de D. Gerónimo Enciso. El de la condesa de Villafuerte. El del Marqués de Valhermoso. Y el del Marqués de Casa Pabón, que todos los más están en las Abiertas de Caulina y componen el número de 13” (8). Algunos de estos pinares permanecerán hasta bien entrado el siglo XIX siendo un referente en el paisaje de la campiña y aún en nuestros días, la toponimia guarda la huella de la ubicación de varios de ellos como son los casos de los de Carrizosa, Mirabal o Las Pavonas, en las proximidades de El Trobal.

Otra curiosa información sobre aquellos pinares del dieciocho es la que aporta el ilustrado Antonio Ponz quien en su Viage de España informa como en 1789 existen 166 aranzadas de pinar, frente a la 7.969 de olivar o las 8.245 de viñas, por lo que se pone de manifiesto que en apenas medio siglo la superficie de los pinares se ha reducido notablemente. Ponz hace también un retrato de otro rincón del alfoz jerezano donde aún se encontraban algunos pinares de pino piñonero: el sector de marismas situado en los límites con el término de Puerto Real. En su camino desde La Cartuja a Puerto Real, nuestro ilustrado viajero bordea la marisma por el camino de la antigua Cañada de la Isla y de Cádiz y según informa, el terreno “no da otras producciones que palmitos, y ruines pinares, aunque tales quales son, pueden considerarse de extrema necesidad para surtimiento de Cádiz, de la Isla de León…” (9). Ponz se lamenta amargamente del lamentable estado de estos pinares y apunta que, según le han informado, los propietarios no dejan crecer los árboles, cortándoles la guía principal para evitar que “creciendo el árbol, lo marque luego la



Marina, y prive al dueño del usufruto; por tanto solo creen las ramas tortuosas de los lados que se aprovechan en hacer leña, sin que se encuentre un tronco de quatro varas, ni poderse cortar una biga para uso dalguno en los dilatados términos que ocupan dichos pinares
” (10). Hoy día, afortunadamente, los hermosos pinares de pino piñonero de La Zarza y de la Dehesa de las Yeguas ofrecen un magnífico aspecto que a buen seguro, hubiese sido alabado por Antonio Ponz.

Los pinares jerezanos en el siglo XIX: “El Pinar”.

Tanto el número de árboles, como la superficie ocupada por los pinares iría disminuyendo, como se ha visto, a lo largo del s. XVIII y en las primeras décadas del XIX habría descendido a más de la mitad. Eso es al menos lo que se deduce de los datos estadísticos del Apeo de Garay, que los reducen a 79,5 aranzadas en 1818, tal como ha estudiado Dolores Lozano Salado (11). Los parajes donde permanecían estos pinares, ya residuales, seguían siendo los mismos, y estaban situados en los bordes de los Llanos de Caulina y en las proximidades de la ciudad, al este y al noreste.

Una “prueba gráfica” del emplazamiento de algunos de estos pinares del diecinueve nos la aporta un curioso mapa militar francés, elaborado en el primer tercio del siglo XIX. En el aún se conserva memoria de aquellos bosquetes de pinos cercanos a la población. Así, a la izquierda del camino que desde la ciudad parte hacía Arcos, figura una gran parcela señalada como “Pinar”, pasada la alcantarilla de Los Alunados, y en las proximidades de la antigua Venta de La Cuchara, en un sector que hoy se correspondería con toda la zona de Chapín y Torresblancas, en la antesala de los Llanos de Caulina (12).



En esta misma zona de la campiña, un paraje se ha denominado desde antiguo “El Pinar”, nombre que hoy ha perdurado en una gran urbanización de unifamiliares. Ya en 1868, Parada y Barreto, al estudiar describir los Pagos de Viñas en Jerez menciona el de El Pinar y testimonia que aún existen allí pinares de considerable extensión: “toma este pago su nombre del plantío de pinos que existe en él, y se halla á la derecha de la carretera de Arcos en la inmediación del Badalejo, con unas cien aranzadas: se halla en el mismo grupo de viñedo que Barbadillo, Mirabal y Cabrestera, participando de sus caracteres” (13). Los pinares debían crecer en las cercanías de la actual “Ciudad de los Niños” y en los alrededores del Cementerio, donde todavía la finca “Mirabal”, en la carretera de Estella del Marqués, nos recuerda que aquí se ubicaba uno de los pinares dieciochescos a los que hacía alusión Bartolomé Gutiérrez, el de D. Luis de Mirabal y Espínola, jerezano que fuera presidente del Consejo de Castilla a quien Felipe V en 1722 otorgó el Marquesado de Mirabal.

Con todo, en el último tercio del siglo XIX, apenas debían quedar ya en este sector de la campiña sino pequeños rodales y ejemplares aislados, testigos decadentes de lo que fueron los antiguos pinares de Caulina. No es de extrañar por ello que la escritora Fernán Caballero apenas los mencione cuando en uno de sus cuentos, “Lucas García”, publicado en 1862, nos describe el camino entre Jerez y la Torre de Melgarejo cruzando los Llanos de Caulina, en los que sólo reclaman su atención los palmitares: “Saliendo de Jerez en dirección á los montes de Ronda… se atraviesa una extensa llanura, que lleva el nombre de Llanos de Caulina. El uniforme y desnudo camino, después arrastrarse dos leguas por entre palmitos, hace alto al pié de la primera elevación de terreno… Vese á la derecha el castillo de Melgarejo, que es de las pocas construcciones moriscas, que no han llegado á destruir el tiempo y la impericia, su fiel auxiliadora en la destrucción…” (14).



Algo más de atención que la escritora gaditana debieron poner en la observación del paisaje de los Llanos de Caulina los ingenieros de montes y los botánicos que realizaron los trabajos de catalogación para la Comisión de la Flora Forestal Española. Tan sólo unos años más tarde (1869-1870), realizan una excusión científica por los alrededores de la Torre de Melgarejo para estudiar las especies vegetales presentes. En su informe describen el camino de Jerez hasta la Dehesa de La Torre: "Ésta dista de la ciudad unas dos leguas, siguiendo la carretera de Arcos. Caminando por esta, se encuentran á ambos lados viñedos protegidos por grandes setos de tunas ó chumberas... Al cabo de unos tres cuartos de hora se entra en los "Llanos de Caulina", extenso palmitar de vegetación poco variada, destinado á pastos. A la entrada el llano se encuentra la “huerta del pinar”, así llamada sin duda por tener un rodalito de pino, que parece ser el piñonero” (15).

De nuevo El Pinar, topónimo que aún persiste en el mismo lugar donde estuvo siempre, entre la Cañada de Albadalejo, el camino de Arcos y los pinares de Mirabal, hoy ocupados en parte por el Cementerio. Estos mismos pinares que apenas unos años después, en 1892, serán testigo de un importante acontecimiento. Como escribió Luis Morote, periodista de “El Liberal” destacado como corresponsal en Jerez para cubrir los sucesos de enero de 1892, El Pinar fue el escenario preparatorio del conocido como “Asalto Campesino a Jerez de la Frontera” (16). Acuciados por la calamidad, en estos parajes de los Llanos de Caulina, se concentraron centenares de obreros del campo venidos de todas las localidades cercanas, al abrigo de estos pinares, el 8 de enero de 1892 para emprender la marcha a la ciudad entre las 11 y las 11,30 de la noche, recorriendo los 4 km que separaban este pago del Paseo de Capuchinos, por donde entraron (17).
Continuará...

Para saber más:
(1) Lasso de la Vega, M.: Historia nobiliaria española: contribución a su estudio, Imp. Y Editorial Maestre, 1953, p. 298, disponible en Internet.
(2) Parada y Barreto, D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, Imprenta del Guadalete, 1878, Edición Facsimil Extramuros, 2007, p.328.
(3) Orellana González, C.:El Catastro de Ensenada en Jerez de la Frontera”, Colección de monografías nº 2, Separata de la Revista de Historia de Jerez, nº 8, 2002. P. 9
(4) Ibdem, p. 10
(5) Parada y Barreto, D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, Imprenta del Guadalete, 1878, Edición Facsimil Extramuros, 2007, p. LXXXIV.
(6) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986, pp. 73 y 248. Esta estadística no es otra que la que ofrece el “Extracto de las estadísticas de riqueza inmueble y pecuaria de esta ciudad y su término”, 1754, A.M.J.F. Memoranda 4, fol. 95. Citada por la profesora e investigadora Dolores Lozano Salado en su libro La Tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación de Cádiz, 2001, p. 49.
(7) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, (Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, p 19.
(8) Ibídem, pp. 26-27.
(9) Ponz, A.: Viage de España, Tomo XVII, 1791, Carta Quinta, 85, p 262. Disponible en Internet.
(10) Ibídem, Carta Sexta pp. 292-293. Disponible en Internet.
(11) Lozano Salado, L.: La Tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación de Cádiz, 2001, p. 49.
(12) Leve a vue de la route de Jerez de la Frontera au cortijo de la Peñuela : fesant partie de la communication de Jerez a Ronda‎, Escala 1:20.000‎, 1827, Centro Geográfico del Ejército.
(13) Parada y Barreto, D.I.: Cultivo de la vid. Noticias sobre la historia y el estado actual del cultivo de la vid y del comercio vinatero. Imprenta del Guadalete, Jerez, 1868, p. 101
(14) Hemos extraído los fragmentos entrecomillados del cuento “Lucas García”, de Fernán Caballero, incluido en su obra “Cuadros de costumbres” pp. 209-210), editada en Leipzig, 1865, disponible en Internet.
(15) Comisión de la Flora Forestal Española. Resumen de los trabajos verificados por la misma durante los años de 1869 y 1870, Madrid, Tipografía del Colegio Nacional de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1872, pp. 86. Debemos a nuestro amigo Pedro Oteo Barranco, la localización de este interesante estudio.
(16) Pérez Garzón, J.S.: Luis Morote: la problemática de un republicano (1862-1913), Castalia, 1976, p. 48
(17) Aguilar Villagrán, J.: El asalto campesino a Jerez de la Frontera en 1892, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Jerez 1984. Pp. 25-26.


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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 19/02/2017