Es bien conocido de los lectores que el término de Jerez ha contado desde antiguo con importantes masas forestales, situadas mayoritariamente en su sector oriental y en especial en la zona de los Montes de Propios. Este amplio territorio, donde los suaves colinas de la campiña dejan paso a los abruptos relieves de los montes y sierras, conservan aún extensas manchas de bosques de alcornoques y quejigos o dehesas de encinas y acebuches, que dan testimonio de la importancia que tuvieron los espacios arbolados en nuestra economía y nuestros paisajes.
Alcornocales, encinares, acebuchales y quejigales constituyeron, por este orden, las formaciones predominantes en nuestros montes, mientras que los pinares tuvieron siempre una presencia muy escasa, casi residual, frente al papel predominante del que gozaron en muchas poblaciones vecinas donde los pinos fueron, con mucho, la especie más abundante en los paisajes de las campiñas, los bordes marismeños y el litoral.
En el paseo que hoy les proponemos vamos a tratar de rescatar la memoria de aquellos pinares jerezanos, hoy prácticamente desaparecidos, y de algunos de los pinos centenarios que aún se conservan en distintos rincones de la ciudad y sus alrededores.
Los pinares en los siglos XVII y XVIII.
Aunque, como se ha dicho, los pinares nunca ocuparon extensiones significativas en nuestro territorio, si contamos con muchas referencias que apuntan a su presencia en las cercanías de la ciudad. Ya a mediados del siglo XVII tenemos constancia de la existencia de pinares en los Llanos de Caulina, tal como se desprende del testamento de D. Diego Pabón y su esposa Ana de Vera a favor de su hijo D. Miguel Pabón de Fuentes, Caballero de Santiago, a quien en 1650 asignan entre otros bienes, tierras en Montegil, el cortijo de la Torre de Cera, el del Trobal y “el pinar de Caulina”, próximo a éste último (1), que pasaría más adelante, a comienzos del XVIII a manos de su nieto y heredero, Miguel José Pavón de Fuentes y González Rojas, nombrado en 1706 por Felipe V como primer Marqués de Casa Pavón (2).
Un siglo después, en las respuestas al Catastro de Ensenada (1752) se apunta la existencia de “ciento quince y media aranzadas de Pinar de primera calidad, sesenta y media de Segunda y treinta y tres y quartas la tercera” (3), es decir, una extensión de poco más de 200 aranzadas, que pone de manifiesto lo escasa entidad de estas formaciones arbóreas en nuestro alfoz. Destinadas principalmente a la obtención de madera y leña, para el consumo local, su cultivo no aportaba beneficios significativos y, según la misma fuente, “la aranzada de Pinar de primera Calidad se considera el rendimiento anual por corta de madera en ella sesenta reales, veinte la de Segunda y diez la de inferior”, menguada rentabilidad si la comparamos, por ejemplo, con lo que producía una aranzada de cañaveral (600 reales) o de sauzal (240 reales) (4).
Parada y Barreto nos aporta un interesante dato sobre la superficie del término destinada a pinares a mediados del siglo XVIII (1754) coincidente con la de las “respuestas”: apenas 199 aranzadas, frente a las 7.554 de olivares, las 9.112 de viñas o las 27.680 de encinares (entendemos que se engloban aquí los alcornocales y quegijales) (5). A esta estadística hace referencia Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico señalando que en ese mismo año en el término de Jerez se contabilizaban 20.811.603 árboles, entre los que aparecen 163.632 pinos, frente a 15.412.591 alcornoques, 3.138.340 encinas, o 1.2900.675 acebuches o 772.245 quejigos (6).
Sobre la ubicación de estos pinares jerezanos a finales del XVIII, ofrece una valiosa información Bartolomé Gutiérrez, en su Historia de Xerez (1787), si bien no aclara su superficie, ya que la presenta unida a la de otros cultivos: “De olivares Huertos y Pinares son ocho mil las aranzadas que se cuentan” (7). Con todo, son de gran interés sus referencias a los lugares donde se encuentran así como a sus propietarios, señalando que: “Los Pagos de Siembra de Pinares componen las suertes siguientes: El pinar de D. Álvaro Carrizosa y Perea. El de D. Pedro Miraval. El de las monjas de Espíritu-Santo. El de D. Marcos Picado. El de la Compañía de Jesús. El de D. Alonso Paredes. El de S. Juan de Dios. 2 del Monasterio de la Cartuxa. El de D. Gerónimo Enciso. El de la condesa de Villafuerte. El del Marqués de Valhermoso. Y el del Marqués de Casa Pabón, que todos los más están en las Abiertas de Caulina y componen el número de 13” (8). Algunos de estos pinares permanecerán hasta bien entrado el siglo XIX siendo un referente en el paisaje de la campiña y aún en nuestros días, la toponimia guarda la huella de la ubicación de varios de ellos como son los casos de los de Carrizosa, Mirabal o Las Pavonas, en las proximidades de El Trobal.
Otra curiosa información sobre aquellos pinares del dieciocho es la que aporta el ilustrado Antonio Ponz quien en su Viage de España informa como en 1789 existen 166 aranzadas de pinar, frente a la 7.969 de olivar o las 8.245 de viñas, por lo que se pone de manifiesto que en apenas medio siglo la superficie de los pinares se ha reducido notablemente. Ponz hace también un retrato de otro rincón del alfoz jerezano donde aún se encontraban algunos pinares de pino piñonero: el sector de marismas situado en los límites con el término de Puerto Real. En su camino desde La Cartuja a Puerto Real, nuestro ilustrado viajero bordea la marisma por el camino de la antigua Cañada de la Isla y de Cádiz y según informa, el terreno “no da otras producciones que palmitos, y ruines pinares, aunque tales quales son, pueden considerarse de extrema necesidad para surtimiento de Cádiz, de la Isla de León…” (9). Ponz se lamenta amargamente del lamentable estado de estos pinares y apunta que, según le han informado, los propietarios no dejan crecer los árboles, cortándoles la guía principal para evitar que “creciendo el árbol, lo marque luego la
Marina, y prive al dueño del usufruto; por tanto solo creen las ramas tortuosas de los lados que se aprovechan en hacer leña, sin que se encuentre un tronco de quatro varas, ni poderse cortar una biga para uso dalguno en los dilatados términos que ocupan dichos pinares” (10). Hoy día, afortunadamente, los hermosos pinares de pino piñonero de La Zarza y de la Dehesa de las Yeguas ofrecen un magnífico aspecto que a buen seguro, hubiese sido alabado por Antonio Ponz.
Los pinares jerezanos en el siglo XIX: “El Pinar”.
Tanto el número de árboles, como la superficie ocupada por los pinares iría disminuyendo, como se ha visto, a lo largo del s. XVIII y en las primeras décadas del XIX habría descendido a más de la mitad. Eso es al menos lo que se deduce de los datos estadísticos del Apeo de Garay, que los reducen a 79,5 aranzadas en 1818, tal como ha estudiado Dolores Lozano Salado (11). Los parajes donde permanecían estos pinares, ya residuales, seguían siendo los mismos, y estaban situados en los bordes de los Llanos de Caulina y en las proximidades de la ciudad, al este y al noreste.
Una “prueba gráfica” del emplazamiento de algunos de estos pinares del diecinueve nos la aporta un curioso mapa militar francés, elaborado en el primer tercio del siglo XIX. En el aún se conserva memoria de aquellos bosquetes de pinos cercanos a la población. Así, a la izquierda del camino que desde la ciudad parte hacía Arcos, figura una gran parcela señalada como “Pinar”, pasada la alcantarilla de Los Alunados, y en las proximidades de la antigua Venta de La Cuchara, en un sector que hoy se correspondería con toda la zona de Chapín y Torresblancas, en la antesala de los Llanos de Caulina (12).
En esta misma zona de la campiña, un paraje se ha denominado desde antiguo “El Pinar”, nombre que hoy ha perdurado en una gran urbanización de unifamiliares. Ya en 1868, Parada y Barreto, al estudiar describir los Pagos de Viñas en Jerez menciona el de El Pinar y testimonia que aún existen allí pinares de considerable extensión: “toma este pago su nombre del plantío de pinos que existe en él, y se halla á la derecha de la carretera de Arcos en la inmediación del Badalejo, con unas cien aranzadas: se halla en el mismo grupo de viñedo que Barbadillo, Mirabal y Cabrestera, participando de sus caracteres” (13). Los pinares debían crecer en las cercanías de la actual “Ciudad de los Niños” y en los alrededores del Cementerio, donde todavía la finca “Mirabal”, en la carretera de Estella del Marqués, nos recuerda que aquí se ubicaba uno de los pinares dieciochescos a los que hacía alusión Bartolomé Gutiérrez, el de D. Luis de Mirabal y Espínola, jerezano que fuera presidente del Consejo de Castilla a quien Felipe V en 1722 otorgó el Marquesado de Mirabal.
Con todo, en el último tercio del siglo XIX, apenas debían quedar ya en este sector de la campiña sino pequeños rodales y ejemplares aislados, testigos decadentes de lo que fueron los antiguos pinares de Caulina. No es de extrañar por ello que la escritora Fernán Caballero apenas los mencione cuando en uno de sus cuentos, “Lucas García”, publicado en 1862, nos describe el camino entre Jerez y la Torre de Melgarejo cruzando los Llanos de Caulina, en los que sólo reclaman su atención los palmitares: “Saliendo de Jerez en dirección á los montes de Ronda… se atraviesa una extensa llanura, que lleva el nombre de Llanos de Caulina. El uniforme y desnudo camino, después arrastrarse dos leguas por entre palmitos, hace alto al pié de la primera elevación de terreno… Vese á la derecha el castillo de Melgarejo, que es de las pocas construcciones moriscas, que no han llegado á destruir el tiempo y la impericia, su fiel auxiliadora en la destrucción…” (14).
Algo más de atención que la escritora gaditana debieron poner en la observación del paisaje de los Llanos de Caulina los ingenieros de montes y los botánicos que realizaron los trabajos de catalogación para la Comisión de la Flora Forestal Española. Tan sólo unos años más tarde (1869-1870), realizan una excusión científica por los alrededores de la Torre de Melgarejo para estudiar las especies vegetales presentes. En su informe describen el camino de Jerez hasta la Dehesa de La Torre: "Ésta dista de la ciudad unas dos leguas, siguiendo la carretera de Arcos. Caminando por esta, se encuentran á ambos lados viñedos protegidos por grandes setos de tunas ó chumberas... Al cabo de unos tres cuartos de hora se entra en los "Llanos de Caulina", extenso palmitar de vegetación poco variada, destinado á pastos. A la entrada el llano se encuentra la “huerta del pinar”, así llamada sin duda por tener un rodalito de pino, que parece ser el piñonero” (15).
De nuevo El Pinar, topónimo que aún persiste en el mismo lugar donde estuvo siempre, entre la Cañada de Albadalejo, el camino de Arcos y los pinares de Mirabal, hoy ocupados en parte por el Cementerio. Estos mismos pinares que apenas unos años después, en 1892, serán testigo de un importante acontecimiento. Como escribió Luis Morote, periodista de “El Liberal” destacado como corresponsal en Jerez para cubrir los sucesos de enero de 1892, El Pinar fue el escenario preparatorio del conocido como “Asalto Campesino a Jerez de la Frontera” (16). Acuciados por la calamidad, en estos parajes de los Llanos de Caulina, se concentraron centenares de obreros del campo venidos de todas las localidades cercanas, al abrigo de estos pinares, el 8 de enero de 1892 para emprender la marcha a la ciudad entre las 11 y las 11,30 de la noche, recorriendo los 4 km que separaban este pago del Paseo de Capuchinos, por donde entraron (17).
Continuará...
Para saber más:
(1) Lasso de la Vega, M.: Historia nobiliaria española: contribución a su estudio, Imp. Y Editorial Maestre, 1953, p. 298, disponible en Internet.
(2) Parada y Barreto, D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, Imprenta del Guadalete, 1878, Edición Facsimil Extramuros, 2007, p.328.
(3) Orellana González, C.: “El Catastro de Ensenada en Jerez de la Frontera”, Colección de monografías nº 2, Separata de la Revista de Historia de Jerez, nº 8, 2002. P. 9
(4) Ibdem, p. 10
(5) Parada y Barreto, D.I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera, Imprenta del Guadalete, 1878, Edición Facsimil Extramuros, 2007, p. LXXXIV.
(6) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986, pp. 73 y 248. Esta estadística no es otra que la que ofrece el “Extracto de las estadísticas de riqueza inmueble y pecuaria de esta ciudad y su término”, 1754, A.M.J.F. Memoranda 4, fol. 95. Citada por la profesora e investigadora Dolores Lozano Salado en su libro La Tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación de Cádiz, 2001, p. 49.
(7) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, (Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, p 19.
(8) Ibídem, pp. 26-27.
(9) Ponz, A.: Viage de España, Tomo XVII, 1791, Carta Quinta, 85, p 262. Disponible en Internet.
(10) Ibídem, Carta Sexta pp. 292-293. Disponible en Internet.
(11) Lozano Salado, L.: La Tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación de Cádiz, 2001, p. 49.
(12) Leve a vue de la route de Jerez de la Frontera au cortijo de la Peñuela : fesant partie de la communication de Jerez a Ronda, Escala 1:20.000, 1827, Centro Geográfico del Ejército.
(13) Parada y Barreto, D.I.: Cultivo de la vid. Noticias sobre la historia y el estado actual del cultivo de la vid y del comercio vinatero. Imprenta del Guadalete, Jerez, 1868, p. 101
(14) Hemos extraído los fragmentos entrecomillados del cuento “Lucas García”, de Fernán Caballero, incluido en su obra “Cuadros de costumbres” pp. 209-210), editada en Leipzig, 1865, disponible en Internet.
(15) Comisión de la Flora Forestal Española. Resumen de los trabajos verificados por la misma durante los años de 1869 y 1870, Madrid, Tipografía del Colegio Nacional de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1872, pp. 86. Debemos a nuestro amigo Pedro Oteo Barranco, la localización de este interesante estudio.
(16) Pérez Garzón, J.S.: Luis Morote: la problemática de un republicano (1862-1913), Castalia, 1976, p. 48
(17) Aguilar Villagrán, J.: El asalto campesino a Jerez de la Frontera en 1892, Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Jerez 1984. Pp. 25-26.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 19/02/2017
Que buen trabajo. ¿Tenéis pensado dedicar otro estudio como este a los encinares o alcornocales? ¡Gracias!
ResponderEliminarSi... ya tenemos avanzado el de los encinares, con datos muy curiosos sobre la utilización de su madera para aperos y para la construcción de lagares.
ResponderEliminarGracias por visitarnos.