Hace unos años, en 2011, se cumplieron XIII siglos de la famosa Batalla de Guadalete, una de las más renombradas y decisiva de cuantas se han librado en nuestro territorio y que de manera determinante marcó la Historia de España.
En los orígenes de este episodio se confunden los mitos y las leyendas con los hechos históricos que tienen como principales protagonistas a Musa, Tarif, Táriq, Don Rodrigo, el conde Don Julián y su hija Florinda, los hijos de Witiza… Tras una primera expedición de Tarif, diferentes historiadores árabes refieren que a lo largo del mes de Rayab del año 92 H., o del mes de Shaban (abril o mayo de 711 d. de C.) Táriq Ibn Ziyad, gobernador de Tánger, siguiendo las instrucciones del wali de la región, Musa ibn Nusayr, fue desembarcando tropas al abrigo del monte que luego tomaría su nombre, Yabal Táriq (Gibraltar), hasta conformar una fuerza militar con la que emprender la conquista de al-Andalus. Apenas dos meses después, las tropas de Táriq y las de Rodrigo se van a enfrentar a orillas del Guadalete, el 19 de julio de 711, en un duro y prolongado combate que una semana después, el 26 de julio, se saldará a favor de los musulmanes.
ero si en lo relativo a las fechas en las que aconteció la famosa batalla hay bastantes coincidencias, en lo que se refiere al escenario geográfico de la contienda, se disparan las hipótesis más peregrinas. Dejamos para otra ocasión la larga controversia académica sobre el lugar exacto donde tuvo lugar aquella confrontación histórica, aquel “choque de civilizaciones” que supuso la desaparición de la Hispania visigoda. El río Barbate, la Laguna de La Janda, las inmediaciones de Vejer o Medina, los alrededores de Sidueña, los campos de Sangonera, en Murcia... han sido otros tantos escenarios donde los historiadores han querido ubicar esta decisiva contienda.
Sea como fuere, en la historiografía tradicional y aún en el imaginario colectivo, se habla siempre de la batalla de Guadalete para aludir a este suceso histórico y que historiadores como Claudio Sánchez Albornoz ubican en las orillas del Wadi Lakka, nuestro Guadalete. Dada la cercanía del río a nuestra ciudad, muchos autores han vinculado algunos parajes de la campiña próximos al Guadalete, con el posible escenario de esta batalla. Así, por ejemplo, A. Ponz o el francés A. de Latour, la sitúan en los Llanos de La Ina, mientras que otros como Gabriel Alonso de Herrera o Adolfo de Castro apuestan por los Llanos de Caulina.
Los Llanos de Caulina como escenario de la Batalla.
Sin más fundamento que su intuición y dejándose llevar de la mano de una visión romántica y legendaria de la historia, el célebre historiador gaditano Adolfo de Castro, señala que los campos situados entre Jerez, Espera y Arcos, los parajes que se extienden a los pies de las sierras de Gibalbín y Gamaza, las Mesas de Santiago y, en especial, los Llanos de Caulina, fueron el escenario de las luchas entre Rodrigo y Táriq.
“Los tiempos son como ríos que no pueden volver atrás. De ellos queda en la memoria de los hombres el recuerdo de las hazañas más insignes así en valor y en virtud como en maldad. Senda estrecha y trabajosa es por donde camina el historiador, y en la que se hallan más tropiezos y estorbos de cuantos están en el campo abierto que ofrecen al entendimiento humano las buenas letras. Sin la verdad y la crítica imposibles es mover por ella con seguro pié los pasos”. Con esta solemne reflexión sobre el díficil trabajo del historiador comienza la “Historia de Cádiz y su provincia desde los tiempos remotos hasta 1814” escrita por Adolfo de Castro y publicada en Cádiz por la Imprenta de la Revista Médica en 1858 (1).
Adolfo de Castro (1823-1898), escritor, historiador y erudito, fue también alcalde de Cádiz y gobernador de Cádiz y Huelva. A él se deben, entre otros trabajos que abordan temas vinculados con la provincia, una Historia de Jerez (1845) y su más conocida “Historia de Cádiz”, de la que extraemos las hipótesis y argumentos que sobre la Batalla de Guadalete, vierte en su autor.
Señala en esta obra el historiador gaditano que Rodrigo, tras conocer las primeras noticias de la invasión, encamina su ejército hacia el sur especulando acerca del itinerario seguido por sus tropas que “… Al ir hacia los sitios que ocupaban los invasores, que eran Gibraltar y su campo, claramente se infiera que no había de dirijirse por Montellano y otras sierras con un ejército cuya fuerza mayor consistía en tropas á caballo. Rodrigo tomaría el mismo camino real por Utrera y Lebrija hacia Jerez que fue lo mismo que para recuperar las Algeciras hizo con su ejército don Alonso XI.” Para Adolfo de Castro, Táriq, en su avance, habría evitado los terrenos quebrados y montuosos para salir al encuentro de Rodrigo con su ejército de doce mil hombres y “…haría lo que todo invasor en sus entradas: llevar a su gente por los caminos reales hasta presentar la batalla al enemigo que salga á impedir el paso. La extensión de los llanos de Caulina, tan inmediatos á a la antigua vía romana y al camino real moderno, y próximos al Guadalete, lugar el más á propósito para una batalla, y batalla en que combatió mucha caballería, desde luego con las observaciones que he presentado ofrece la historiador motivos para la conjetura de que fue teatro de la sangrienta lucha que originó la pérdida de España, como en parte fue teatro de la acción, no menos terrible, en que César venció a los hijos de Pompeyo” (2).
Ya tenemos pues, según la opinión de Castro, un escenario probable para esta batalla, un espacio físico en el que, a su entender, encajan la “lógica” de la estrategia militar, las razones de índole geográfico, y las antiguas vías de comunicación que tendrían que haber seguido los ejércitos contendientes: los Llanos de Caulina.
Los campamentos musulmanes: entre Arcos y Espera.
Nuestro erudito historiador aún encuentra otros argumentos en auxilio de su tesis, recurriendo a la toponimia. Así, cree ver confirmada y “perpetuada” en los nombres de dos arroyos de la zona, la presencia de los dos principales caudillos árabes. Veamos su ingenioso razonamiento que hoy se nos antoja una fantasía de erudito ingenioso: “En dos arroyos se conservan nombres, en mi entender alusivos á la batalla del Guadalete. Uno en el arroyo Fontetar, corrupción indudable de Fonte Táriq ó la fuente de Táriq, del mismo modo que “Gebal-Táriq se dijo Gibraltar. Aquí, pues, está consignado el nombre del caudillo de la expedición. El otro es el arroyo Musas, donde aún dura, ligeramente corrompido por el vulgo el nombre de Músa ben Nossayr, lugarteniente del Califa y por tanto el jefe del ejército, si bien no se hallaba presente. Esto prueba que por este sitio debió colocarse el campamento de los árabes. No están ambos arroyos muy distantes de Arcos ni del Guadalete: sabido es también que los llanos de Caulina se encuentran entre Arcos y Jerez” (3).
Adolfo de Castro acude aquí al valor probatorio de los registros toponímicos al afirmar que “…Imposible parecería que del sitio de un hecho tan notable no se hubiese conservado la memoria por nombres que de generación en generación el vulgo repitiera, aún sin saber lo que decía…De sucesos tan trascendentales para la historia de una nación ó se mantiene vivo el recuerdo en inscripciones, ó en los nombres de los sitios donde han ocurrido”. Está claro que, a falta de lo primero, ante la ausencia de monumentos conmemorativos, lápidas y vestigios arqueológicos, hay que apoyarse en lo segundo, en la toponimia, y nuestro historiador cree haber encontrado la prueba que busca: “En los arroyos Fontetar y Musas, encuentra el investigador dilijente de estas memorias las pruebas bastantes á designar los lugares de la victoria de Táriq, el caudillo enviado de Músa” (4).
El historiador gaditano, de la mano de estos dos topónimos tan sugerentes como “forzados”, hace situar los campamentos de las tropas invasoras en las tierras que hoy se sitúan entre Arcos y Espera desde donde saldrían al encuentro de las huestes de Rodrigo, apenas detectada su presencia dirigiéndose hacia los Llanos de Caulina a través de las Mesas de Santiago. Veamos como lo cuenta: “El campo de Táriq, estuvo entre Arcos y Espera, según mis conjeturas. El arroyo Fontetar ó Fonte Tariq corre a un cuarto de legua del Guadalete, y el de Músas, casi paralelo a Fontetar, dista de este mismo Arroyo como tres cuartos de legua. La batalla empezaría en la tierra quebrada que media entre el lugar del campamento y los Llanos de Caulina, terminándose en estos. El ser inferior Táriq a Rodrigo en caballería hace verosímil que por este lado fueran los combates primeros” (5).
Un paseo por los “escenarios” de la historia y la leyenda.
¿Qué queda hoy de estos topónimos que sirvieron de base a sus conjeturas? Si el lector curioso consulta la cartografía del Instituto Geográfico Nacional, así como los inventarios toponímicos comprobará que en las diferentes ediciones de la Hoja 1049 (Arcos), no aparece ninguna referencia a estos arroyos en los lugares mencionados por Adolfo de Castro, que se corresponden con el espacio por el que discurre la carretera entre Arcos y Espera.
Esta vía la cruzan hoy pequeños cursos fluviales. Uno de ellos, el más próximo a Arcos atraviesa las tierras de la Pequeña Holanda y pasa junto a la Cooperativa Agrícola Arcense (a unos 4 km de Arcos) cuyas instalaciones se ubican al pie de la citada carretera. Se trata del arroyo denominado de Fronteta. Con este nombre figura (“deformado” a nuestro entender) en la primera edición de la citada hoja 1049 (1917) y con este mismo se mantiene en las siguientes ediciones hasta la más moderna de 2005, (la hoja 1049-1 de Bornos del MTN-25). Se trata sin duda del Arroyo de Fontetar (o de “Fuente de Táriq”) al que alude Adolfo de Castro y que arranca de las inmediaciones del Cortijo de San Andrés, en la cercana Sierra del Calvario, para desembocar en el Salado de Espera en las proximidades de El Peral y Jadramil. De más difícil localización es el arroyo de Musas o de Musa, al que alude nuestro historiador y que identificamos con el actual Arroyo de La Saucedilla. Como el anterior, también cruza la carretera Arcos-Espera, en este caso junto al cortijo del Chupón, para embalsarse en una pantaneta en sus cercanías.
¿De dónde tomó pues estos nombres Adolfo de Castro, su principal argumento para ubicar los escenarios de la batalla de Guadalete? Creemos que lo hizo del mapa de Tomás López (6). Se trata del Mapa geográfico de los términos de Xerez de la Frontera Tempul Algar sus despoblados y pueblos confinantes, publicado en Madrid en 1787 y del que nos hemos ocupado en otras ocasiones en estas páginas de “entornoajerez” (7). En él se aprecian con claridad estos dos topónimos que, a buen seguro, llamarían la atención de un erudito como Adolfo de Castro quien encontró importantes piezas para el puzle que trataba de encajar.
No pasó desapercibido tampoco para el historiador otro topónimo que figura en el citado mapa, esta vez junto al Guadalete, aguas debajo de El Portal: la Barca de Florinda En estas referencias a los nombres de lugares que pudieran estar vinculados a los protagonistas de la Batalla de Guadalete, no ignora Adolfo de Castro el personaje de Florinda, protagonista de la leyenda de La Cava, tan ligada al episodio que desencadenó la invasión árabe. Este curioso topónimo debe su nombre a una barca de pasaje que existió en este lugar explotada por la familia Florinda (8). Afortunadamente, en este caso, las conjeturas del historiador son más prudentes y sin dejarse llevar por los sugestivos ecos de la leyenda de La Cava, descarta cualquier relación directa con la contienda: “Hay un pasaje del Guadalete entre Jerez y Puerto real llamado la Barca de Florinda. Ignoro el tiempo en que se impuso. Sea como quiera, no puede significar que en aquel sitio ocurrió la batalla” (9).
Al recorrer en estos días los campos de Espera, las tierras de El Peral y Jadramil, las soledades de Sierra Gamaza, las suaves lomas de las Mesas de Santiago… no podemos sino recordar las conjeturas de Adolfo de Castro imaginando con él, las tropas de Táriq acampadas en espera de la contienda con el ejército de Rodrigo que ya se aproxima, camino del Guadalete, por los Llanos de Caulina.
Para saber más:
(1) Castro de, Adolfo: Historia de Cádiz y su provincia desde los tiempos remotos hasta 1814. Cádiz. Imprenta de la Revista Médica, 1858.
(2) Ibidem, p. 214.
(3) Ibidem, p. 214.
(4) Ibidem, p. 214.
(5) Ibidem, p. 239
(6) López, Tomás: Mapa geográfico de los términos de Xerez de la Frontera Tempul Algar sus despoblados y pueblos confinantes: Dedicado al Excmo. Señor Conde de Florida Blanca... Por los cabildos Eclesiástico y secular de dicha ciudad y por mano del Ilmo. Señor Baylio Don Francisco Zarzana. Madrid 1787. (Agradecemos a nuestro amigo el profesor F.B. Zuleta Alejandre la copia digitalizada de dicho mapa). Otra copia del mismo puede consultarse en el Archivo Municipal.
(7) García Lázaro, J. y A.: El mapa de Tomás López: un recorrido por los términos de Xerez y Tempul a finales del siglo XVIII. Diario de Jerez 15/02/2015 y 22/02/2015.
(8) García Lázaro, J. y A. : Al pasar la barca. Una pequeña historia de las barcas que cruzaban el río Guadalete (1). Diario de Jerez, 29/05/2016.
(9) Castro de, Adolfo: Historia de Cádiz… p. 214.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Trece siglos de Guadalete, Guadalete, Paisajes con Historia, Por los Llanos de la Ina con don Rodrigo y Orelia. La Batalla de Guadalete en la versión de Antoine de Latour (I).,
Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 1/10/2017
1 comentario :
Que buen artículo y que buenas fotos!
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