31 marzo 2018

La Cola del Caballo.
Una sorprendente cascada en las paredes de
Las Cambroneras.


Como la mayoría de los senderistas saben, uno de los parajes naturales más excepcionales de la provincia de Cádiz es el conocido como Garganta Verde, enclavado en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Este estrecho cañón, tallado por las aguas del río Bocaleones, es un verdadero paraíso para las aves de roca y para la vegetación, así como un lugar del máximo interés para los amantes de la geología y el paisaje (1).

Abierto entre las moles calizas de este rincón de la sierra, la mayor atracción de este paraje es sin duda la sorprendente gruta conocida como Cueva de la Ermita o Ermita de la Garganta que pasa por ser, con todo merecimiento, uno de los mayores atractivos naturales de la provincia. Sin embargo, la Garganta Verde guarda otros muchos atractivos y así, los verticales tajos del monte de Las Cambroneras, que la escoltan a su derecha, albergan una de las mayores colonias de buitre leonado de Andalucía.



A todos estos atractivos se suma la excepcional cascada que se forma en los paredones de Las Cambroneras y que sólo puede verse, temporalmente, en momentos de grandes e intensas lluvias. Se trata del salto de agua de más de 50 m de altura que se precipita hacia el Bocaleones, conocido como como “La Cola del Caballo” o cascada del Tajo de la Bodega que ha podido verse de nuevo activo con motivo de las copiosas lluvias de marzo de 2018.

Las primeras imágenes de esta espectacular chorrera las recogía ya en 1917 el geólogo Juan Gavala y Laborde, quien la menciona en su Descripción Geográfica y Geológica de la Sierra de Grazalema (2).

Nuestro amigo Manuel Gil Monreal, captó también unas hermosas imágenes de esta cascada en la década de los 80 del siglo pasado, muy similares a las que un siglo antes obtuviera Gavala.

Hace unas semanas, de nuevo la cascada de la Cola del Caballo o del Tajo de las Bodegas sorprendió a quienes se acercaron a las proximidades del Puente de los Palominos, y pronto circularon por internet las sorprendentes imágenes que acompañan a este texto, que a diferencia de las anteriores están ya en color. Bien que nos gustaría citar a los autores, pero desconocemos sus nombres, aunque estaríamos encantados de incluirlos en esta breve reseña si alguien nos los hace llegar. ¡Que ustedes las disfruten!

Para saber más:
(1) Bel Ortega, Carlos y García Lázaro, Agustín (1990): La Sierra Norte. Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz, pp. 165-174.
(2) Gavala y Laborde, Juan.: Descripción geográfica y geológica de la Serranía de Grazalema. (del Boletín del Instituto Geológico de España, tomo XIX, 2ª serie). Madrid, 1918, p. 143.


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Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Geología y paisaje, Parajes naturales, Rutas e itinerarios.

25 marzo 2018

Por el camino de Jerez a Arcos.
La alcantarilla del Salado: un viejo puente con siglos de historia.




En entornoajerez nos gusta transitar por los carriles y cañadas de la campiña, por esos viejos y olvidados caminos en los que aún es posible descubrir algunos testimonios de la importancia que en tiempos pasados jugaron en las comunicaciones entre poblaciones cercanas. A sus orillas se instalaron antiguas ventas y casas de postas y, cuando su trazado se veía interrumpido por un arroyo, se habilitaban vados o se construían alcantarillas. La mayoría de estas últimas han ido desapareciendo a medida que la construcción de nuevas carreteras las iba sustituyendo por puentes más sólidos, cuando no caían arrastradas por las crecidas de los ríos y arroyos que cruzaban. Sin embargo, muchos de estos pequeños puentes han llegado hasta nuestros días y aún es posible encontrarlos, entre olvidados y perdidos, en aquellos parajes por los que un día discurrían antiguas vías de comunicación. Hoy vamos a visitar uno de ellos, un sobreviviente con cuatro siglos de historia entre sus sillares y arcos de ladrillo: la alcantarilla del Salado, en el camino de Arcos a Jerez.

Por las tierras de El Guijo, Valdejudíos y Macharaví.



Las carreteras cambian de trazado y de fisonomía, pero los paisajes que atraviesan conservan muchos elementos que los hacen reconocibles a pesar del paso del tiempo. La que une Arcos y Jerez recorre, en buena parte, los mismos parajes que el camino que unía estas poblaciones hace cinco siglos, según los testimonios que han llegado hasta nosotros. En uno de estos puntos, donde arranca la cuesta de Valdejudíos, entre los cerros del Guijo y de La Mina y los olivares de Macharaví, la carretera atraviesa el curso del Salado de Espera, afluente del Guadalete y río de desbordantes avenidas. En numerosas ocasiones, inunda los llanos que se abren junto a sus riberas habiendo llegado a cortar en sus crecidas la antigua carretera de Arcos a la altura de la conocida Venta La Mina. En este paraje, como un auténtico superviviente del azote de las furiosas riadas de los últimos siglos, aún sigue en pie un pequeño puente de un solo ojo, edificado con sillares de piedra y ladrillo: la alcantarilla del Salado.

Esta singular obra es conocida también con otros nombres. Así en la hoja 1049 del Instituto Geográfico (en su primera edición de 1917) figura como Puente de Valdejudío, mientras que en otras fuentes es denominada como “alcantarilla de Matajaca”, o incluso como “alcantarilla de Jerez”, como veremos. El puente se encuentra en la actualidad, casi oculto entre la vegetación de ribera, “fuera de servicio”, aguas abajo de los viaductos de la autovía Jerez-Arcos y del nuevo puente de la carretera cuyo tablero fue elevado en los años 90 para evitar las frecuentes inundaciones en la zona.

Su abandono hay que buscarlo a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado cuando se realizaron obras en los alrededores de la Venta de La Mina y se varió parcialmente el trazado de la carretera, entonces, “la alcantarilla del Salado, el sitio de Barreros y Valdejudíos, fueron los pasajes más afectados en el camino de Jerez” (1).

Un pequeño puente con siglos de historia.

La alcantarilla del Salado, guarda, pese a lo modesto de su fábrica, una larga historia. El célebre historiador arcense Miguel Mancheño aporta algunas pistas, un tanto confusas en ocasiones,



extraídas de los archivos municipales de Arcos, acerca de su construcción y sus sucesivas reparaciones. En la primera de estas referencias, al relatar una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en la población durante el año 1611, indica: “Construyóse un puente de un solo ojo en el camino de Jerez sobre el salado, que aún existe después de varias reformas” (2). Mancheño, que escribe sus Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera en 1896, identifica la alcantarilla del Salado “que aún existe”, es decir, la que hoy conocemos, con aquella que las crónicas señalan que se construye en los inicios del s. XVI, y que aún se mantiene en pie, gracias a “varias reformas”.

Otra posible cita sobre el origen de este puente la encontramos en este mismo autor que apunta que “Labráronse en 1695 las alcantarillas del camino de las Nieves y el de Jerez” (3). Si se refiere a la misma obra, estaría retrasando casi un siglo su construcción en relación con la primera referencia, si bien tal vez pueda interpretarse como una profunda reforma o reparación de aquella, o con la construcción de otras obras menores sobre los arroyos que cruzan el Camino de Arcos a Jerez. Más explícito es el dato que apunta a un origen más cercano de la obra cuando, en los hechos destacables acontecidos en la ciudad durante el siglo XVIII, indica que “labróse por el ayuntamiento en 1772 la alcantarilla de Matajaca sobre el arroyo Salado, para facilitar el tránsito de ganados, caballerías y viandantes de uno a otro lado de la campiña” (4).

De la existencia de este singular puente durante el siglo XVIII tenemos también referencias a través de un curioso manuscrito de la Biblioteca Nacional, “Descripción de caminos y pueblos de Andalucía”, de autor desconocido, escrito en torno a 1744. Detallando el camino que, partiendo de Arcos se dirige a Jerez, esta antigua guía de camino señala que “A la media legua (de Arcos) hay el arroyo Salado de esta ciudad, que pasa por una puente pequeña de ladrillo y mampostería, es el mismo que se encuentra al principio del camino que va a Las Cabezas” (5). Al referirse al camino de Arcos a Las Cabezas, vuelve a mencionarse nuestra alcantarilla: “hay en dicho camino, a la media legua, un arroyo llamado el Salado de Arcos, en donde se cuaja sal; tiene una alcantarilla pequeña de ladrillo y de mampostería, y su origen en el término de la villa de Espera, como a la media legua más arriba y a la derecha del camino que va a dicha villa desde dicha ciudad; corre por ambos términos y desagua en el río Guadalete, junto al molino de Casinas” (6).

Un siglo después, a mediados del XIX, Pascual Madoz nos aporta nuevas referencias sobre este pequeño puente, vital para las comunicaciones entre Arcos y Jerez. En su conocido Diccionario Geográfico, al referirse a los arroyos del partido judicial de Arcos menciona, entre los más importantes al Arroyo Salado de Espera y señala que “los más caudalosos tienen su alcantarilla ó puente de piedra y los demás se vadean” (7). De la misma manera, al describir los caminos más destacados de la provincia, se detiene en el de Arcos a Jerez indicando que se trata de un “Camino de ruedas, pero dificultoso en el invierno, de 5 leg. de long., de E. á O., abierto en terreno llano y colinas de labor. A unos ¾ de leg. De Arcos, después de atravesar por olivares sembrados en muchas y altas colinas, se pasa por un puente de un ojo llamado la alcantarilla de Jerez, sobre el Salado de Arcos que desagua en el Guadalete”. (8)

Si en el siglo XVIII, como hemos visto, el puente aparece como paso obligado de los caminos de Arcos hacia las poblaciones cercanas, en el siglo XIX, con el incremento del comercio, la alcantarilla jugará un papel fundamental en las comunicaciones entre Arcos y Jerez, ciudad esta última a la que se transporta buena parte de la producción agrícola de la campiña arcense. El historiador Miguel Mancheño se lamenta, a finales del XIX (1895), de lo dificultoso de esta empresa habida cuenta del mal estado de los caminos, que obligaban a que, en el transporte de mercancías entre ambas ciudades, en un carro tirado “por cinco poderosos mulos”, se invirtiera de 8 a 10 horas. De la misma manera, nos informa que los viajeros tuvieran que contentarse con “una sola empresa de carruajes establecida en Jerez, con servicio bastante deficiente, hace una expedición diaria de Jerez y otra de Arcos, por precio de cuatro pesetas por persona invirtiendo en el trayecto cuatro mortales horas” (9).

La alcantarilla del salado de Espera en la actualidad.



El viajero curioso que quiera visitar la alcantarilla del Salado puede acceder fácilmente a ella desviándose de la carretera de Arcos a la altura del paraje conocido como Venta de la Mina a orillas del arroyo Salado de Espera, un par de kilómetros antes de la cuesta de Valdejudíos. En este lugar -que debe su curioso nombre a la mina de azufre que allí existió, y de la que otro día nos ocuparemos-, siguiendo el curso del arroyo por un carril que discurre paralelo a su orilla derecha, descubriremos al poco, escondido entre carrizos y eneas, este singular puentecillo.

Sus estribos son de sillares y mampostería y su sólido arco está construido por hiladas de ladrillo contrapeadas para ganar en resistencia y solidez. En su parte superior discurre la calzada sobre la fábrica, que tiene unos 30 m. de longitud y algo más de 5m de anchura, conservando aún restos del asfalto que la cubría, señal inequívoca de su uso hasta hace menos de cincuenta años. El grosor del arco de ladrillo es de 1,30 m, uno de los mayores que recordamos en las alcantarillas del siglo XVIII que aún se mantienen en pie.

De acuerdo a las fuentes consultadas por el historiador Miguel Mancheño que llevan su construcción hasta 1611, la alcantarilla del Salado, reformada en los siglos posteriores, cumplió hace unos años cuatro siglos. Sea como fuere, ahora que también se ha reabierto -ya renovada- la antigua Venta La Mina, donde paraban los arrieros y carreteros que frecuentaban estos caminos, sería un buen pretexto para que su entorno fuese adecentado y se consolidasen sus estribos y su calzada de manera que pudiese ser visitada con mayor comodidad. En todo caso, sugerimos al lector curioso acercarse a este original puentecillo que debe figurar, por méritos propios como un elemento singular del patrimonio de la caminería de nuestro entorno rural.

Para saber más:
(1) De las Cuevas J. y J.: Arcos de la Frontera. Diputación de Cádiz. 1985. Pg. 14-15
(2) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera. Edición de María José Richarte García. Servicio de Publicaciones de la UCA y Excmo. Ayto. de Arcos. 2002. Vol. I. pg. 160.
(3) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes… pg. 169.
(4) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes… pg. 229.
(5) Jurado Sánchez, J.:Descripción de caminos y pueblos de Andalucía”, Editoriales Andaluzas Unidas, S.A. Sevilla 1989. Pg.67
(6) Jurado Sánchez, J.:Descripción… Pg. 66.
(7) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Ed. facsímil. Ámbito, Salamanca, 1986. Pg. 45.
(8) Diccionario Geográfico… Pg. 82.
(9) Mancheño y Olivares, Miguel: Riqueza y cultura de Arcos de la Frontera… pg. 54-55.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Puentes y obras públicas, Paisajes con historia, Arcos de la frontera y su entorno, Patrimonio en el medio rural.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 25/03/2018

19 marzo 2018

De los Llanos del Republicano a las Eras del Pantano
Insólitas imágenes de un excepcional fenómeno geológico




Como es sabido, uno de los rincones más frecuentados por senderistas y excursionistas que visitan el Parque Natural de las Sierra de Grazalema es paraje conocido como los Llanos del Republicano, en Villaluenga del Rosario.

Llegamos hasta él desde este pueblo serrano, por una pista bien señalizada que arranca junto a la piscina municipal y nos lleva hasta el Puerto de las Viñas. Desde aquí arranca una pista forestal que, atravesando el frondoso bosque de encinas y alcornoques que se desarrolla en las faldas de las Sierra del Peralto, nos conduce hasta los Llanos. Cuando apenas hemos recorrido 1,5 km desde nuestra salida, un hermoso paraje se abre ante nosotros, a punto ya de abandonar el bosque, pudiendo contemplar una magnífica panorámica de los Llanos del Republicano y de las cumbres calizas de la Sierra de Libar.



Como telón de fondo se nos presentan de izquierda a derecha, el torcal de Cancha Bermeja, el pico de Mojón Alto, que sobresale en el relieve casi en la vertical de la Sima del Republicano que se abre a sus pies. A la derecha, más cercanas a nosotros, despuntan las cimas de los Navazos de Libar y el Peñón Bermejo montes todos ellos que marcan el límite entre las provincias de Cádiz y Málaga. Este es el paisaje habitual que pueden ver los senderistas que llegan hasta los Llanos del Republicano y que se acercan después hasta la Sima, con las únicas variaciones que el paso de las estaciones imprime al verde de los prados (1).

Es sabido que la circulación superficial de las aguas por los cauces del Arroyo de los Álamos y sus tributarios es canalizada por la Sima del Republicano (también conocida como del Cabo de Ronda) al interior del sistema kárstico. Estudios realizados por la Universidad de Málaga con trazadores apuntan a que sus aguas vierten al valle del Guadiaro, al otro lado de la Sierra de Libar, realizando un gran recorrido subterráneo de unos 18 km, para aflorar en la surgencia conocida con Fuente del Moro, en la Garganta de las Buitreras próxima a la Estación de El Colmenar, en el término municipal de Cortes de la Frontera (2).



Sin embargo, en estos días de intensas lluvias se ha producido un sorprendente fenómeno que, por lo inusual, podemos calificar de “histórico”. Durante algunos días, los llanos han aparecido cubiertos de agua en buena parte de su superficie y en especial en el sector colindante con los paredones calizos de la Sierra de Libar. La insólita visión de un enorme pantano que, como si de un nuevo embalse se tratase, sorprendió a los pocos que pudieron asomarse a contemplarlo en las escasas horas que se mantuvo este inmenso aguazal. Las causas eran no menos sorprendentes: la saturación del acuífero kárstico alimentado por la Sima del Republicano que, incapaz de canalizar los grandes caudales aportados por las lluvias, se “taponó” no pudiendo “tragar” más agua.

De este curioso fenómeno tenemos ya constancia hace justo un siglo, en 1917. De él da cuenta el insigne geólogo Juan Gavala Laborde quien al describir la Sima del Cabo de Ronda cuenta que “…esta sima presenta la particularidad de cegarse en ocasiones, quedando las aguas remansadas en los llanos que se extienden a lo largo de la sierra, y que, sin duda por este motivo se llaman las Eras del Pantano. Estos embalses duran poco tiempo, pues la misma presión del agua estancada pone en franquicia los conductos subterráneos” (3).

Y si bien, el fenómeno era conocido, no teníamos hasta ahora constancia gráfica del mismo. Gracias a las fotografías captadas por Daniel Gil, Bernabé Barea y Diego Mendoza, quienes gentilmente nos las han facilitado para ilustrar esta reseña y a quienes agradecemos el poder visualizar este excepcional fenómeno geológico.

18 marzo 2018

Los paisajes del agua en torno a Jerez.
Un paseo por “Los canales de Jerez”.




A Alberto M. Cuadrado Román, in memoriam

Estas semanas en las que las intensas lluvias han llenado de grandes lagunas los alrededores de Jerez y se han cubierto con extensas láminas de agua muchos parajes próximos al casco urbano, hemos vuelto a recuperar, siquiera por unos días los paisajes de nuestra geografía antigua en los que, como acreditan distintas fuentes documentales, los esteros penetraban hasta las cercanías de la ciudad. Y como no podía ser de otro modo, hemos recordado los trabajos del añorado compañero, Alberto Manuel Cuadro Román, miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos. En uno de ellos, titulado “Los canales de Jerez” (1) recreaba algunos de estos enclaves marcados por los antiguos cursos fluviales, por los esteros y marismas en torno a Jerez. Como un sencillo homenaje a sus documentadas aportaciones, hemos recorrido algunos de estos parajes.

Por el Arroyo del Carrillo.

Los lectores que en estos días pasados hayan circulado por la autovía Jerez-El Puerto habrán reparado, a buen seguro, en las grandes balsas de agua que se formaban a ambos lados de la carretera, poco antes de llegar a la cuesta de Matajaca. Su “causante” es el Arroyo del Carrillo, también conocido como Mata Rocines, un modesto tributario del Guadalete al que se une en las inmediaciones de Puerto Franco y del Cortijo de San Felipe, frente a las Calandrias.

Con apenas 10 km de recorrido, recoge las aguas de varios cursos menores que, desde las laderas de los cerros de La Carrahola y El Calderín, se unen en los Llanos de Mirabal y Santa Isabel. En este lugar, a los pies del Cerro Colores, donde se encuentra el Colegio y Residencia Escolar de Sordos, se forma una gran laguna, a la derecha de la carretera, en la antigua llanura de inundación del arroyo que, como hemos comprobado, tiene incontrolables crecidas.



El arroyo del Carrillo cruza bajo la autovía por dos grandes tubos de desagüe que apenas pueden dar salida a los extraordinarios caudales embalsados por los terraplenes de esta obra.




Desde aquí, el arroyo atraviesa la antigua Trocha de El Puerto, pasando por el viejo puente de Mata Rocines del que se tiene constancia de su existencia en el s. XVIII (2). Su rosca de ladrillo se ha visto casi superada en estos días por los crecidos caudales del arroyo que han




inundado los llanos colindantes al cortijo Espanta Rodrigo, convertidos en una inmensa laguna donde el agua ha llegado a cortar el camino de acceso al mismo en los momentos de mayor crecida.




Desde este lugar, el arroyo del Carrillo discurre por la amplia vaguada que se extiende a los pies de la Sierra de San Cristóbal, al sur, y que limitan al norte los cerros de Torrox y Parpalana.

La Cañada del Carrillo, que corre en paralelo a su curso, se llegó a inundar totalmente durante varios días, ya que la anchura ocupada por la lámina de agua ha sido en muchos puntos de decenas de metros, impidiendo el paso a las fincas colindantes, como ha recogido los medios de comunicación. Los diques sobre los que cruzan estos llanos la conducción del acueducto de los Hurones, camino de los Depósitos de San Cristóbal, han represado también la gran balsa de agua que se extendía junto a las instalaciones del Rancho de la Bola, inundando la totalidad de la cañada.



En el cruce con la carretera que desde El Portal va hasta El Puerto, el desbordamiento del arroyo cubrió con una extensa lámina de agua el bosquete de eucaliptos que se extiende a los pies de la Sierra de San Cristóbal, como podían ver los viajeros que circulaban por esta vía, dejando tras de sí una gran capa de lodo.



Desde las cumbres de esta sierra pudimos tomar fotos panorámicas del desbordamiento del Arroyo del Carrillo, que mostraba a las claras una amplia banda de terreno inundado entre la Ronda Oeste y el Guadalete, descubriendo ante nosotros lo que en tiempos remotos fue un amplio estero que, en comunicación con el río, estaba sometido al influjo de las mareas.



Por el tramo final de este arroyo, hasta su confluencia con el punto donde se ubicó la conocida Barca de Puerto Franco (3), se proyectó el arranque del canal que en el siglo XVII pretendía unir el Guadalete con el Guadalquivir (4)

Por el Guadajabaque.

Estos días de lluvia han servido también para recordar que un antiguo río, el Guadajabaque, maltratado y transformado por el crecimiento urbano hasta su casi total desaparición, seguía estando presente en las cercanías de Jerez, mostrándose activo tratando de recuperar su antiguo cauce en muchos rincones.

Este curioso topónimo, rescatado hace apenas dos décadas para dar nombre a las nuevas urbanizaciones levantadas junto a la laguna de Torrox, da desde siglos nombre a un río que, con apenas 12-13 km. de recorrido, es tributario del Guadalete al que se unía en las cercanías del antiguo embarcadero de El Portal. Su nombre, de origen árabe (Wadt as-sabak o “río de las redes”) apunta ya a su antigua conexión con un estero del Guadalete que en el Jerez andalusí era utilizado para la pesca (5).

En los siglos medievales aparece ya con diferentes variantes como Guadaxabaque, Guadajabaque, Guadabajaque y Guadabaxaque, todas ellas con referencias en las fuentes documentales (6).



Este río ya “desaparecido” por las grandes transformaciones de su cauce en el pasado siglo, tiene su origen en la confluencia de los arroyos del Amarguillo y del Zorro (o de la Loba, que pasa a los pies del cerro de Santiago).



A partir del paraje de Las Salinillas, en las proximidades de Área Sur, discurre en paralelo a la antigua Cañada de la Loba (también llamada de Guadajabaque, Corchuelo y Moro) cruzando la autovía de Sanlúcar y bordeando la zona trasera de las bodegas de Williams & Humbert.



Desde este paraje, donde aún mantiene algunos sotos de tarajes y pozas encharcadas buena parte del año, es canalizado bajo la autovía de El Puerto, para ser conducido a la nueva “laguna de Torrox”, desde la que un aliviadero subterráneo conduce sus aguas hasta el Guadalete.





Antiguamente recibía las aguas del arroyo de Curtidores que tenía su origen en pleno casco histórico. Desde finales del siglo XIX se le conoció también por el nombre de arroyo de Morales y con la construcción del Polígono Industrial El Portal en la década de los sesenta del pasado siglo, se canalizó su curso con un colector subterráneo, olvidándose hasta su nombre (7).

Sin embargo, cuando las grandes lluvias hacen su aparición, el antiguo Guadajabaque “resucita”, mostrándose como un arroyo de violentas crecidas que recoge las aguas de una cuenca de más de 4.500 hectáreas del sector noroccidental que rodea a la ciudad.

Y para “verlo en acción” fuimos a su encuentro a las proximidades de la carretera del Calvario, donde el arroyo del Amarguillo se desbordaba en las proximidades de La Constancia. A los pies de Cerro Nuevo y Cerro Viejo, el arroyo del Zorro o de La Loba bajaba también muy crecido, y juntos los dos, en las inmediaciones del camino que conduce a las Bodegas de Luis Pérez, transformado ya su curso en el Guadajabaque, inundaban el paraje de Las Salinillas desaguando bajo la Ronda Oeste en una gran laguna que desde el centro comercial de Área Sur se extendía hasta la carretera de Sanlúcar, rozando sus aguas el tablero de los puentes construidos sobre su modesto cauce, ahora desbordado.

Junto a la Bodega de Williams & Humbert, el Guadajabaque bajaba rebosante, con el brío que tuvo en tiempos pasados, antes de que transformaran su antiguo cauce. Sus aguas turbulentas, cargadas de los lodos que arrastra en su curso, se depositarán en la laguna de Torrox, aterrando poco a poco su vaso. Para verlo en perspectiva, aún subimos hasta el Olivar de Colores, desde el que pudimos contemplar buena parte de su recorrido y desde el que,



viéndolo vivo, como el río que fue, pudimos recordar aquellos viejos proyectos por los que, a través de su cauce, se proyectó ya en el siglo XVII un canal de casi 34 km. por el que unir el Guadalete y el Guadalquivir (8).

Por el Salado y La Catalana.

Procedente de las laderas de la sierra de Gibalbín que miran al sur, diferentes cursos menores se unen en la cabecera de Caulina dando lugar al arroyo Salado de Caulina. Su tramo final corre en paralelo a la vaguada de la autopista Sevilla-Cádiz, desembocando en el Guadalete entre Viveros Olmedo y La Cartuja.

El valle de este arroyo, de origen tectónico, se estrecha entre La Cartuja y Lomopardo, ensanchándose en una amplia llanura conocida como Llanos de Caulina. Esta depresión aluvial en la que se encaja el Salado fue durante el Plio-Pleistoceno, dos millones de años atrás, un brazo del Guadalquivir que, a través del Caño de Casablanca y el arroyo de Romanina, se unía por el valle del Salado con el estuario del Guadalete en las cercanías del actual monasterio de La Cartuja. Durante el Cuaternario, hace aproximadamente 1,5 millones de años, nuevas fallas y pliegues crearon la actual divisoria entre ambas cuencas, al norte de Caulina, abandonándose este brazo del Betis que funcionó hasta su progresivo aterramiento, como un estero, con penetración marina desde el Guadalete (9).

Con esta historia geológica, no es de extrañar que, cada vez que se producen grandes lluvias, buena parte de los Llanos de Caulina se inunden en muchos puntos junto a las riberas del Salado, a pesar de los canales de drenaje que se practicaron en la segunda mitad del siglo pasado. Hace sólo unos años, en el invierno de 2009-2010, el arroyo se desbordó anegando buena parte de los Llanos y cortando la autopista (10).



Con las últimas lluvias, se ha podido ver el Salado rebosante a su paso por el puente de la carretera de Cortes en Estella, junto a la Venta La Cueva, habiéndose desbordado en algunos puntos aguas arriba de este lugar.



Algo más abajo, en los Llanos de la Catalana, se han formado grandes balsas de agua y una enorme lámina en la zona conocida como Las Salinillas (10), por la que cruzan las conducciones del acueducto de Tempul y de los Hurones, a sólo 6 m. sobre el nivel del mar.



El arroyo de La Canaleja, tributario del anterior con el que se une en las proximidades de la barriada de La Teja, se desbordó también en estos días, pudiendo verse junto a la rotonda nº 5 de la Ronda Este una enorme lámina de agua que llegaba casi hasta la autopista. Hay que recordar que este arroyo es el que recoge las aguas pluviales que caen sobre buena parte de la ciudad, canalizando las escorrentías que, desde la zona norte, bajan por las calles Porvera, Honda y Arcos hasta las barriadas de la Asunción y Zafer.



En las inmediaciones de este barrio, a la altura del antiguo acueducto de La Canaleja, los colectores subterráneos afloran a la superficie formando, aguas abajo del puente que cruza la Ronda Este, grandes balsas de agua por desbordamiento, como las que pudimos captar el pasado sábado 10 de marzo.

Por Tabajete y las Mesas de Asta.

Otro punto sensible, cuando se suceden episodios de grandes lluvias, es el entorno de Mesas de Asta, hasta donde nos desplazamos en los días posteriores.

Viniendo de Jerez, desde las cercanías del cortijo de Romanitos, se apreciaba ya a nuestra izquierda la antigua marisma de las Mesas cubierta por las aguas. Poco antes de llegar, la carretera cruza el caño de drenaje de Tabajete, que desde las cercanías de este cortijo (que dejamos a nuestra izquierda) lleva las aguas de estos llanos hasta el Guadalquivir atravesando también la



marisma de El Bujón
. El caño, rebosante de agua, desbordado ya en muchos puntos, canaliza los caudales de los pequeños arroyos que cruzan los pagos de San José de Prunes, El Barroso, Pozuela…




Estas zonas bajas de Tabajete y Mesas de Asta, situadas a unos 4 m. sobre el nivel del mar, formaban parte de los antiguos esteros que rodeaban a la histórica ciudad de Asta Regia y de los que ya encontramos referencias en las fuentes clásicas, en autores como Estrabón, Plinio el Viejo o Marciano de Heraclea, entre otros (11). A la entrada de Mesas de Asta, asomados a la marisma, pudimos ver anegadas las tierras que en otros tiempos estuvieron ocupadas por los esteros del Betis, recordando lo escrito en el cambio de Era por el geógrafo griego Estrabón: “los indígenas, conocedores de la naturaleza de la región y sabiendo que los esteros pueden servir para lo mismo que los ríos, han construido sus poblados y ciudades sobre aquellos, tal y como hacen en las riberas de los ríos.



Así fueron levantadas Asta, Nabrissa, Onoba…
” (12). En días como estos, en los que una inmensa lámina de agua cubre todos los bajos en torno a Mesas de Asta llegando hasta las tierras del cortijo de Espartinas, al otro lado de la marisma, resulta fácil dar un salto en el tiempo y adivinar la antigua imagen que estos parajes debieron tener hace 20 o 25 siglos.

Desde esta barriada rural nos acercamos, siguiendo el curso embarrado y casi intransitable de la Cañada Ancha, hasta las cercanías del cortijo del Rosario. A lo lejos, en esos dilatados horizontes que se abren hasta el Guadalquivir, pudimos divisar los grandes lagunazos que anegaban buena parte de las marismas de Rajaldabas, colindantes con las tierras de Casarejo y del término de Sanlúcar.

En las marismas de Casablanca.

Para terminar nuestro periplo, tomamos la carretera de Morabita, antiguo Camino de Lebrija, desviándonos por el puerto de Capita, hasta el borde mismo de la marisma de Casablanca. Las lluvias de estas últimas semanas habían transformado estos parajes en un inmenso aguazal, con Gibalbín como telón de fondo (mirando hacia el este), y en el que el gran edificio del silo de trigo de la Estación de El Cuervo, parecía un gran navío sobre el espejo de las aguas que todo lo cubrían.

Ya de regreso a Jerez hicimos un alto junto al Cortijo de Casablanca (13) para recrearnos en esta hermosa marisma, que figura en el Inventario de Humedales de Andalucía (14) y que había recobrado la vida en estos días de marzo. Aún volvimos a parar en el Alto de Montegil para disfrutar de las inigualables vistas que desde allí



se contemplan sobre este territorio, de nuevo inundado tal como podía verse en la antigüedad y como nos recreaba en sus trabajos el recordado Alberto M. Cuadrado Román.

Para saber más:
(1) Cuadrado Román, A.M.:Los canales de Jerez”. Revista de Historia de Jerez, 14-15, 2008/09, pp. 67-90.
(2) García Lázaro, J. y A.: Viejos puentes en viejos caminos, Diario de Jerez, 11 y 18 de octubre de 2015.
(3) García Lázaro, J. y A.: Al pasar la barca. Una pequeña historia de las barcas que cruzaban el Guadalete (1), Diario de Jerez, 29 de mayo de 2016.
(4) Díaz Blanco, J.M.: Presión monárquica y resistencia municipal: Jerez de la Frontera contra el gobierno de Felipe IV. Studia Histórica: Historia Moderna, 34, 2012, pp. 303-304.
(5) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004. Pg.308. Esta misma denominación puede verse en Abellán Pérez, J.: Poblamiento y administración provincial en al-Andalus. La cora de Sidonia. Ed. Sarriá, Málaga, 2004. p. 145.
(6) Gutiérrez, Bartolomé.: Historia del estado presente y antiguo de la mui noble y mui leal ciudad de Xerez de la Frontera, Edición facsímil. BUC. Ayuntamiento de Jerez, 1989, Vol I Pg. 48. Este autor apunta que el nombre podría aludir a las pesquerías que se realizaban en este río al que, en la época medieval, llegaría a través del Guadalete el influjo de las mareas.
(7) García Lázaro, J. y A.: Tras las huellas del Guadajabaque y del arroyo de Morales, publicado en http://www.entornoajerez.com/2012/10/la-laguna-de-torrox-2-tras-las-huellas.html, 9 de octubre de 2012
(8) Díaz Blanco, J.M.: Presión monárquica… obra citada, pp. 3303-304.
(9) González Rodríguez, R. y Ruiz Mata, D.: “Prehistoria e Historia Antigua de Jerez”, en Caro Cancela, D. Coord.: “Historia de Jerez de la Frontera. De los orígenes a la época medieval”. Tomo 1. Diputación de Cádiz. 1999, p. 22.
(10) García Lázaro, J. y A.: El Guadalete se desborda. Imágenes de las inundaciones de febrero de 2010, publicado en: http://www.entornoajerez.com/2010/02/imagenes-de-las-inundaciones-de-febrero.html, 26 de febrero de 2010. Ver también I.G.M.E.: Mapa Geológico de España, Hoja 1048, Jerez de la Frontera, 1988, p. 32.
(11) González Rodríguez, R. y Ruiz Mata, D.: “Prehistoria…”, obra citada, p.p. 114-115.
(12) Ibidem.
(13) García Lázaro, J. y A.: Topónimos curiosos en torno a Jerez, Diario de Jerez, 4 de marzo de 2018.
(14) Inventario de humedales de Andalucía: Marisma de Casablanca, Consejería de Medio Ambiente, 2008


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: El Guadalete se desborda, Lagunas y humedales, Paisajes con historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 18/03/2018