27 abril 2019

Vientos.
Un recorrido por los paisajes del viento en nuestra campiña.




De nuevo soplaba el viento de Levante. Hacia el mediodía se paró el tiempo y comenzó un minuto eterno de polvo y arena. Los eucaliptos, las faldas y los toldos cobraron de repente una nueva vida, alada e inquieta…” Así, con el Levante, arranca la novela “Del Viento al Infinito”, obra del escritor jerezano Sebastián Rubiales (1), con ese mismo Levante que nos recuerda que, en muchas ocasiones y sin esperarlo, el viento se hace presente en nuestra tierra con una fuerza arrolladora para recordarnos que esta es la provincia del viento.

El viento modela nuestros paisajes.

Más que ningún otro meteoro, si hay un hecho climático que caracterice a la provincia de Cádiz, ese es el viento, especialmente en el sur y en la costa atlántica, donde sopla con fuerza todo el año. Y es que el viento, con su terquedad y persistencia, ha condicionado no pocos aspectos de nuestra existencia cotidiana: el urbanismo de algunos de nuestros pueblos y ciudades con su peculiar estructura de callejas estrechas e intrincadas, la agricultura, los modos de vida, la preservación del litoral de la fachada sur atlántica de la provincia, la vegetación y los paisajes, el ocio y el turismo... (2).



El incansable trabajo constante del viento ha construido las barras arenosas y las dunas de muchos parajes costeros (Caños de Meca, la Algaida, Valdevaqueros, Punta Paloma, Trafalgar, Valdelagrana,…) y ha sido también quien ha frenado la voracidad inmobiliaria y la especulación urbanística y depredadora del territorio en muchos rincones de nuestro litoral y así, gracias al viento aún podemos disfrutar de espacios naturales en relativo buen estado de conservación.

El viento ha posibilitado las explotaciones salineras y ha remodelado así los paisajes marismeños, condicionando también el uso del suelo y la agricultura. Buena parte de las regiones costeras y de la mitad sur de la provincia, las conocidas “campiñas con Levante” han debido orientarse hacia la ganadería ante los frustrados intentos de desarrollar cultivos, siempre limitados por la acción del viento de Levante, que termina por asurar las cosechas en los secanos.



Ante su fuerza de poco sirven las pantallas vegetales de cipreses, de cañas o de “transparentes” que vemos en La Ina, Río Viejo, Malabrigo o Magallanes, por citar sólo algunos lugares de nuestra campiña más cercana en cuyos campos se libra esta singular batalla.

Poniente y Levante.



Los vientos dominantes en nuestro territorio son, principalmente, los conocidos como Poniente y Levante (3). El Poniente, de procedencia atlántica, se desplaza de Oeste a Este y suele ser húmedo y fresco, siendo el viento predominante en el Marco de Jerez y la campiña. A los vientos de poniente debemos principalmente las precipitaciones en nuestras comarcas, que aumentan en las zonas interiores de la provincia a medida que las masas nubosas, condicionadas por el relieve, ascienden y se condensan al enfriarse. El poniente veraniego tiene además un efecto benéfico en nuestros viñedos a los que aporta humedad en los meses más secos del estío, en un momento crucial para que los frutos consigan la maduración deseada. De la misma manera que para las cepas, es también beneficioso para la crianza de los vinos, mediante la “flor” o flora microbiana en las bodegas por su carga de humedad. Como indica García del Barrio, sin el viento de Poniente, “puede decirse que no existiría el vino de Jerez, y sobre todo los vinos tipo “fino”, que tienen crianza biológica”.



Por contraposición al viento de levante, este autor señala que el de poniente tiene por principales características el ser un viento “húmedo, menos fuerte, frío y que sopla también en verano, que es cuando produce los máximos beneficios”. (4).

Y luego está el Levante. Procedente del Sureste (y no del Este, como muchos piensan) y originado en las tierras continentales africanas, alcanza su máxima velocidad en la zona próxima al Estrecho de Gibraltar. En nuestras campiñas puede también soplar con gran fuerza, siendo por lo general un viento seco y de efectos negativos para la agricultura a la que condiciona y limita especialmente, cuando sopla abrasador y persistente en verano. No en balde está considerado el “mayor azote agrícola” de la provincia, impidiendo los cultivos de cereal en el sector de la provincia más castigado por el viento. En el viñedo de nuestra campiña, su presencia hace disminuir enormemente la humedad ambiental que puede llegar hasta el 30% de humedad relativa del aire (más propia de climas desérticos), teniendo en cuenta que el promedio existente al mediodía, cuando el fruto está en sazón es de un 50% y del 75% durante la noche (4).

Isidro García del Barrio, menciona como las principales características del Levante el ser “seco, cálido, fuerte y veraniego” (5) y para ilustrar el poder que tienen la velocidad y el efecto secante de este viento, cuenta como anécdota que “la antigua laguna de la Janda, que tenía profundidades de hasta tres metros, se ha visto desecar en unas semanas con un temporal de viento de levante, incuso durante el invierno” (6).

Aunque hacia el interior los vientos de Levante pierden relevancia, se hacen también presentes y, pese a la dominancia anual del Poniente, la “personalidad” del Levante marca también nuestro territorio y nos afecta, de una u otra manera, a todos.



Como acertadamente apunta un dicho popular “no se pueden ponen puertas al Levante”, a su carácter indómito y rebelde que sólo parecen entender y sobrellevar las veletas. Lo expresa magistralmente Sebastián Rubiales en su novela: “El Levante aparecía, de cuando en cuando, dejando señales de su capricho por trastocarlo todo, como una voluntad superior y despiadada”.

Junto a ellos, otros vientos están también presentes en nuestro territorio, si bien no cobran la importancia de los anteriores. Así, los vientos del Suroeste que penetran por el Golfo de Cádiz (por el “tercer cuadrante”) son los que traen los grandes temporales de lluvias, el Norte, que baja las temperaturas y apenas se deja sentir en nuestra comarca, o el viento del Este, que muchos confunden con el Levante, y que se deja sentir con más fuerza en el sur de la provincia y en el Estrecho.



El viento como fuente de riqueza. Los nuevos paisajes del viento.

Si el viento condiciona, como se ha dicho, buena parte de nuestros modos de vida, de la actividad agropecuaria o de los usos del litoral, gracias a él se han desarrollado en las últimas décadas otras fuentes de riqueza. Así, el auge de algunos deportes náuticos que atraen tantos turistas a nuestras playas, la denominada invasión “surfera”, no sería posible sin el viento, el mismo viento que –paradojas de la vida- las desalojaba de bañistas cada vez que hacía su aparición e impedía su desarrollo urbanístico…



De la misma manera, de la mano de la abundancia de vientos, nuestro territorio ocupa un puesto de vanguardia en la producción de energía eólica. Lejos quedan los tiempos en los que la fuerza del viento movía las aspas de los molinos harineros de Vejer (donde aún se conservan algunos ingenios), Medina, Paterna o Jerez, donde todavía existe en la parte más elevada del barrio de San Miguel la calle Molino del Viento, para recordarnos el emplazamiento de un antiguo molino en nuestro casco urbano.



Los vientos soplan ahora a favor de las energías renovables y conviene recordar a este respecto, que si Andalucía ha experimentado un importante crecimiento eólico en la última década al multiplicar por casi 10 la potencia instalada, la provincia de Cádiz ha sido la de mayor crecimiento, contando a finales de 2015 con 67 parques eólicos en funcionamiento, disponiendo de un total de 1.308,99 MW, casi el 40% de la potencia eólica instalada en Andalucía (7). Tras Tarifa, Jerez es el segundo municipio andaluz con mayor potencia instalada, contando en la actualidad con 11 parques eólicos en los que hay funcionando un total de 162 aerogeneradores. Estos nuevos “molinos de viento”, de dimensiones colosales, levantados en torres de entre 80 y 90 m de altura, llaman la atención por sus enormes góndolas en las que giran tres grandes palas que, en el caso de las instaladas en los parques eólicos de la campiña, tienen entre 35 y 45 m de longitud. A diferencia de los primeros “molinos” de Tarifa que producían apenas 100 kilovatios cada uno, los nuevos aerogeneradores ofrecen por término medio entre 1,5 y 2 megavatios de potencia.



Entre los parques de nuestra campiña destacan el denominado Jerez (en el Mojo), con 42,50 MW de potencia y 27 “molinos” instalados, el de Doña-Benita-Cuellar, próximo al anterior, con 32 MW y 16 aerogeneradores, o el de Chorreaderos Bajos, con 30 MW y 16 molinos, cercano a Gigonza y Paterna.



En este mismo sector se encuentran también los dos parques de Los Isletes y el de Chorreaderos Altos, entre las lomas de las carreteras que unen Torrecera y San José del Valle con Paterna.



Por su ubicación en una planicie elevada sobre la campiña, destaca el parque de Bolaños, situado como el de Roa la Bota al sur de la ciudad, visibles desde la carretera de Medina en el paraje conocido como Mesas de Bolaños donde entre ambas instalaciones suman 31 molinos. Por último, situados al oeste del casco urbano, visibles desde las carreteras de Rota y Sanlúcar, se emplazan los parques de La Rabia, junto a la antigua viña de La Esperanza, el de Alijar (en tierras del cortijo del mismo nombre), y El Olivillo, cercano este último al paraje de La Ventosilla, en la carretera del Calvario, y próximo al antiguo estuario del Guadalquivir (8).

La riqueza generada por estas fuentes de energía alternativa y no contaminante, posibles gracias al viento, ha tenido como contrapartida el gran impacto visual que los aerogeneradores y las líneas de conducción eléctrica causan en muchos rincones de nuestro territorio.



Es el tributo de un paisaje redibujado con los perfiles de estos nuevos molinos de viento que ya de manera permanente van a estar presentes en los horizontes de la campiña.

Para saber más:
(1) Rubiales, S.: Del viento al infinito, Pre-Textos, 2000.
(2) García del Barrio, I. y otros: Mapas Provinciales de suelos. Cádiz. Ministerio de Agricultura. 1971. pp.119-124.
(3) Sousa Alaejos, R.: Notas para una climatología de Jerez de la Frontera. Instituto Nacional de Meteorología. Madrid. 1998. pp. 33-38. De este trabajo hemos tomado la ilustración de la rosa de los vientos anual de Jerez: p, 35
(4) García del Barrio, I.: La tierra del vino de Jerez, Sexta, S.A. , 1979, p, 81.
(5) García del Barrio, I.: La tierra… p, 80
(6) García del Barrio, I. y otros…, p, 119.
(7) Informe de Infraestructuras energéticas. Provincia de Cádiz. Actualización a 31 de diciembre de 2015. Agencia Andaluza de la Energía. Consejería de Empleo, Empresa y Comercio, 2015, p, 2.
(8) Informe de Infraestructuras energéticas… pp, 22-23.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar Miscelánea, Veletas en la campiña. Un paseo por las veletas en torno a Jerez.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 13/03/2016

19 abril 2019

Ventas con historia.
Un recorrido por antiguas ventas en torno a Jerez.




Las ventas son, y han sido, uno de los espacios públicos gaditanos con mayor enjundia. Sin ellos el tejido de relaciones humanas de la provincia de Cádiz no podría entenderse” (1). Con esta contundencia se expresa la escritora Elena Posa en su libro “Cádiz, venta a venta”, un delicioso trabajo publicado hace unos años, en el que realiza un recorrido histórico, literario y cultural por estos singulares establecimientos y en el que hace un completo recorrido por la geografía provincial recalando en lo mejor de estas populares instalaciones hosteleras.

A las ventas más conocidas que se levantaron junto a las carreteras y los caminos más transitados, hay que añadir los ventorrillos del entorno rural y las humildes ventas del campo, próximas a descansaderos de ganados, cruces de cañadas, vados y pasadas de ríos y arroyos.

Cumplían estos espacios una función insustituible como punto de abastecimiento de materias básicas y lugar de relación social, de encuentro, charlas y compañía entre vecinos, siendo también marco de pequeñas transacciones comerciales en el medio rural: compras, ventas, trueques, difusión de novedades… No faltaban en las ventas y ventorrillos los productos naturales recolectados en el entorno más cercano, los procedentes de la caza o los elaborados por los lugareños más hábiles en cualquiera de las ramas de la artesanía popular.

Aún hoy, en nuestros itinerarios por la comarca y por los caminos del interior de la provincia, las ventas se nos antojan como puertos seguros en los que hacer un alto, en los que parar un rato para encontrarnos también, en muchas ocasiones, con la historia, con la geografía y, como no podía ser menos, con la gastronomía. Entre todas las ventas, las que más nos gustan son aquellas que se encuentran identificadas con el paisaje, las que están estrechamente unidas al territorio del que son ya un hito inseparable.



Nos referimos especialmente, a esas viejas ventas con historia que, con edificios renovados o no, anclan sus raíces en un pasado que en ocasiones se remonta más de un siglo atrás, en un tiempo en el que fueron posadas, ventorrillos, casas de postas, lugares de parada obligada junto a caminos inciertos.

Aquellas antiguas ventas.

Como señala Elena Posa, “…el carácter de las ventas también ha ido variando a lo largo del tiempo. Empezaron vendiendo algo más que cosas y mercancías: alojamiento, descanso, calor humano y animal, porque a menudo… no había cosas ni mercancías que vender. Y por ese linaje suyo de acoger en descampado, se han erigido a lo largo de los siglos en escenario rural único de relaciones humanas” (2).

Esta evolución en la fisonomía y las funciones de nuestras tradicionales ventas viene de antiguo. Algunos autores las han llegado a relacionar con las “mansio” romanas, lugares de parada en la red de calzadas donde pasar la noche durante el viaje. También en los siglos de dominio andalusí, los viajeros podían descansar al final de cada jornada en los “manzil” que, a modo de posadas u hospederías, podían encontrarse en las vías de comunicación más importantes. Para Covarrubias, en su “Tesoro”, el vocablo “venta” designa ya a “la casa en el campo, cerca del camino real a donde los passageros suele parar al medio día y a necesidad hacen noche”, como nos recuerda también E. Posa.

En nuestro entorno, no faltan referencias a ventas, posadas o casas de postas en los relatos de viajeros, historiadores, escritores o naturalistas que nos aportan algunas pistas de los aspectos más relevantes de estos establecimientos y de su evolución desde la época medieval hasta nuestros días (3).



Por mencionar sólo algunas de las más celebres, recordaremos como ya en el siglo XVI se da cuenta de la Venta de Casas Viejas, en la que comió y descansó en 1579 el rey de Portugal, Don Sebastián, cuando se dirigía a su corte de Lisboa después de haber desembarcado en Gibraltar, invitado por el Duque de Medina Sidonia.

En su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera, Fray Esteban Rallón menciona la Venta de la Vizcayna, entre Jerez y Las Cabezas, que a mediados del s. XVII servía de posada a los viajeros que realizaban la ruta entre Sevilla y nuestra ciudad (4). La carretera de Madrid a Cádiz (conocida también como el “arrecife”), impulsada por Floridablanca a finales del s. XVIII como la principal vía que comunicaba la Corte con Andalucía, contaba en su recorrido con numerosas posadas, ventas y casas de postas.

Entre ellas, por citar sólo algunos ejemplos, se encontraba la de Torres de Alocaz y la más cercana y conocida Venta de El Cuervo, célebre casa de postas, cuyo viejo edificio aún se conserva habiendo sido objeto de una reciente restauración. Todas ellas guardan entre sus muros páginas literarias e históricas de las que nos iremos ocupando en próximas entregas. También en el s. XVIII ya era conocida la Venta de Lleja o Ventalleja, ubicada en un paraje situado en las proximidades del Mojón de la Víbora, entre El Cándalo y Garganta Millán, lugar de parada obligada para los viajeros que transitaban los caminos que desde Jerez y Alcalá de los Gazules se dirigían a Ubrique. Esta venta, junto a la situada en la Ermita del Mimbral , ya figuran en un pergamino conservado en el Archivo Municipal de Jerez que muestra un plano-mapa del sector más oriental del término municipal atribuido a las primeras décadas del citado siglo (5).



Antonio Ponz, Pérez Bayer, Richard Ford, Gustavo Doré, Madoz, Fernán Caballero, Abel Chapman y W.J. Buck o Wilhelm Giese, son algunos de los muchos autores que nos han dejado diferentes escenas sobre cómo eran las ventas de nuestro entorno en los últimos tres siglos. Entre las ya desaparecidas, citadas por Madoz a mediados del siglo XIX, recordamos aquí la Venta del Zumajo, (cerca del cortijo de Berlanga, junto al arroyo del mismo nombre), la de El Polvorilla, ente Alcalá y Los Barrios (desaparecida hace más una década con la construcción de la nueva autovía), las ventas de Torres de Alocaz y El Cuervo, en el camino real de Jerez Sevilla, la de Los Badalejos, en Benalup, o la Venta del Cantero, en el camino de Jerez a Espera y cuyo antiguo edificio se halla hoy oculto a la vista del viajero, entre las viviendas de la actual barriada rural de Gibalbín (6). Esta última venta, junto a la de la Vizcayna, figura también en el Mapa geográfico de Xerez de la Frontera, de Tomás López (1787) (7). En relación a la Venta del Zumajo hemos de decir que sería sustituida por la de Santa Inés, situada muy cerca de aquella, en el molino del mismo nombre. De este lugar todavía se conservan los restos del edificio situados a orillas del arroyo del Zumajo, en los caminos que unían Arcos con Medina (8).

Ventas con mucha historia.



Entre las ventas que hunden sus raíces en el siglo XIX o comienzos del XX, mencionaremos la de Nepomuceno, en Cuartillos, recientemente demolida por las obras de la carretera Jerez-La Barca o la del Molino de Cartuja, remodelada a mediados del siglo pasado y ampliada de nuevo hace unos años con la incorporación de parte de las instalaciones del antiguo molino.

En esa época surgen también la de Gibalbín, la de San Miguel (ubicada en El Chaparrito, en el cruce de las carreteras de Jerez a Cortes y de Arcos a Vejer y ya fuera de servicio), la de El Pedroso (en el cruce de las carretera de Jerez-Medina y Puerto Real -Paterna), la Venta de Pinto, en La Barca de Vejer o la de La Perdiz (a los pies de Sierra Aznar, entre Arcos y Algar), por citar sólo algunas.



En el camino de Jerez a Arcos estuvo la vieja venta de La Cueva en Torremelgarejo (un singular establecimiento excavado en la roca que fue cerrado tras la construcción de un hotel con el mismo nombre), La Primera (en Jédula) o La Mina, junto al puente del Arroyo Salado, en un paraje ubicado a los pies del cerro del Guijo, donde existió una mina de azufre de la que tomó su nombre.

En San José del Valle se cuentan entre las más antiguas la de La Parada del Valle (mencionada ya por los naturalistas ingleses Abel Chapman y Walter J. Buck. a finales del XIX en su obra España Agreste) o la de El Boquete que aún persiste en un paraje singular, conocido con ese mismo nombre, por donde el Arroyo Garganta del Valle cruza una angosta cerrada ubicada a los pies del Monte de la Cruz.



Entre nuestras preferidas, por el marco geográfico en el que se enclavan y por la historia que encierran entre sus muros, están también las ventas de Tempul y Puerto de Gáliz, el ventorrillo de Las Cañillas y la venta de la Junta de los Ríos. La de Tempul, próxima al manantial del mismo nombre, se enclava desde mediados del siglo pasado en un edificio colindante con la Casa de las Aguas que vino a sustituir al del antiguo ventorrillo, situado al otro lado de la carretera y cuyas



estancias presentan en la actualidad estado ruinoso.

Con la de Puerto de Gáliz sucede algo parecido. Situada en un cruce de caminos serranos vino también a tomar el relevo de un antiguo ventorrillo del siglo XIX cuyas ruinas aún se mantienen en pie junto al Peñón de Ballesteros, frente a la venta actual de mediados del siglo XX. Hace apenas 20 años, aún se mantenía abierta por su último ocupante, el entrañable y recordado “Juan el Igualeja” y Catalina, su mujer, que ofrecían café de pucherete en una modesta estancia, al pie de la chimenea, donde un curioso cartel alertaba al visitante: “Venta de Juan el Igualeja: el que tenga bulla que se vaya” (9). El Ventorrillo de las Cañillas persiste todavía, junto al puente del mismo nombre en el río Hozgarganta y era parada obligada para los viajeros que desde el Puerto de Gáliz se dirigían a Jimena después de pasar por la Sauceda.



Para terminar dejamos la Venta de la Junta de los Ríos, una de nuestras favoritas, situada en la confluencia del Guadalete y el Majaceite, junto a los conocidos sifones del canal de la zona regable del Guadalcacín, las populares “morcillas” (10). Esta venta, regentada desde 2001 por Juan Jesús Ramírez Alpresa, cumplió el pasado 2010 su primer centenario. La remodelación de sus instalaciones no ha hecho perder al local su antiguo encanto. A los servicios de bar y restaurante, se suman también los de tienda de recuerdos y de productos de artesanía. Cerámica, cacharros de barro, piezas de forja, cuchillera, objetos de madera y corcho pueden verse y admirarse en sus apretadas estanterías en las que lo mismo hallamos una jaula para perdices que un esquilo, un búcaro, un dornillo, un cuchillo de Albacete, un taburete de corcho, una olla de porcelana de las antiguas… La venta cuenta también con una amplia muestra de vinos y aceites de localidades cercanas, de mieles, chacinas, dulces, legumbres, quesos, aceitunas… de manera que este rincón se nos antoja como el más completo expositor de productos de la tierra y donde, por un momento, nos transportamos a aquellas antiguas ventas que salpicaban los caminos y carreteras formando parte, como ahora, del paisaje de nuestra memoria.

Para saber más:
(1) Posa, Elena.: Cádiz, Venta a Venta. Diputación Provincial de Cádiz. Cádiz. 1999, pg. 8.
(2) Posa, Elena.: Cádiz, Venta a Venta…, pg. 14.
(3) Para conocer algunas de las visiones que de las ventas de nuestro entorno dejaron algunos viajeros puede consultarse Clavijo Provencio, Ramón.: Viajeros apasionados. Diputación de Cádiz. Cádiz, 1997. Otras referencias de interés pueden encontrarse también en Jurado Sánchez, José.: Caminos y pueblos de Andalucía (S. XVIII). Editoriales Andaluzas Unidas S.A. Sevilla, 1989. Sobre la sierra de Cádiz pueden encontrarse referencias en Wilhelm Giese.: Sierra y Campiña de Cádiz. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1996, p. 429. De este libro ha sido tomada la imagen del ventorrillo entre Benaocaz y El Bosque.
(4) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. I, pg. 10
(5) Fragmentos de un mapa de las sierras del término de la ciudad de Jerez. Anónimo, [s.XVIII], en pergamino. AMJF. C.12, nº 4 BIS.
(6) Madoz, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. “Cádiz”. Edición facsímil, 1986.
(7) López T.: Mapa Geográfico de los Términos de Xerez de la Frontera, Algar, Tempul y despoblados y pueblos confinantes….1787. AMJF, C. 13, nº 27. 33 x 42 cms.
(8) García Lázaro A. y J.: “Santa Inés, el monasterio jerezsano que nunca existió”. Blog “Entornoajerez”, 23/05/2012.
(9) García Lázaro A. y J.: “Con Juan el Igualeja, en el Puerto de Gáliz”. Blog “Entornoajerez”, 17/03/2009.
(10) García Lázaro A. y J.: “La venta de la Junta de los Ríos cumple cien años”. Blog “Entornoajerez”, 18/10/2010.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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- En el Puerto de Gáliz. Un recuerdo a Juan “el Igualeja”

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 5/04/2015