Un amigo nos puso sobre aviso. Sabía que andábamos haciendo un trabajo sobre distintos elementos patrimoniales que podemos admirar en nuestras calles, como los azulejos… y le llamó la atención su “desaparición”. ¡Otro azulejo menos!, nos dijo. Y nos envió esa foto en la que aparece el hueco que ocupaba en la pared.
Era un azulejo sencillo, de 6 piezas… Pero era el “alma” de esos muros blancos y desnudos de una calle pequeña y estrecha: la calle Cotofre, esa que une Pedro Alonso con Corredera. Estaba allí desde siempre…
No era uno de esos paneles de más de 100 piezas que lucen en la fachada de una iglesia o en las paredes de un cortijo… pero tenía su encanto. El azulejo, de seis piezas, representaba a la Virgen el Carmen con el Niño, portando los escapularios en sus manos, en una de las representaciones más repetidas en la iconografía.
Lo había pintado hace ya un siglo uno de esos artesanos “anónimo”, P.P. Molina, un talaverano que trabajó en distintos talleres sevillanos. En la década de los 20 del siglo pasado firmó numerosos retablos cerámicos, la mayoría de temas religiosos. Este de la calle Cotofre se elaboró en la fábrica trianera de Manuel Montero Asquith, donde nuestro modesto pintor firmó en esa década numerosos paneles devocionales. Durante la guerra, murió a consecuencia de una bomba desviada que cayó en esa zona del barrio de Triana.
Pensando en positivo, tal vez el dueño lo haya querido preservar poniéndolo a resguardo para evitar su robo…
En todo caso, un azulejo menos que contemplar en nuestras calles.
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