PAISAJES CON HISTORIAS EN TORNO A JEREZ (2): PRESENTACIÓN.

 


El próximo miércoles 1 de diciembre, a las 19:00, en el Museo Arqueológico, presentamos un nuevo libro, editado por Ediciones Remedios 9, que lleva por título “Paisajes con Historias en torno a Jerez (2)". En marzo del pasado año, en plena pandemia, se publicó la primera entrega que ha conocido dos ediciones, lo que nos ha animado a dar continuidad al trabajo iniciado entonces. 

Si en esta anterior publicación nos centrábamos en diferentes personajes y figuras relacionados con nuestra historia y con nuestro entorno, en esta ocasión ponemos el acento en parajes concretos, en muchos rincones de nuestro término que encierran múltiples aspectos de interés desde el punto de vista geográfico, patrimonial, histórico, literario, etnográfico… tratando de aportarles así una “capa cultural” que nos ayude a redescubrir esos espacios conocidos con una nueva mirada. 

El Puerto de Gáliz, la cañada de Cuartillos, el pago de Añina, La Torre de Pedro Díaz, las Peñas del Cuervo, las salinas de Fortuna, las Mesas de Santiago, La Corta, El Palmar del Conde junto al Guadalete, Morabita, La sierra de la Gallina, El Aljibe ,el Mojón de la Víbora, la Torre de Cera, Las Tablas, la laguna de los Tollos, el arroyo Salado, las riberas del río en La Cartuja, Majarromaque ,Garrapilos ,Las Salinillas de la carretera del Calvario, los Alijares, Balbaína, San Telmo, El Portal, Montegil, la viña El Telégrafo, la Fuente de la Salud, el Rancho de la Bola… son algunos de los lugares que recorremos en Paisajes con Historias entorno a Jerez (2). Y lo hacemos a través de 20 relatos que tienen como denominador común el escenario geográfico de paisajes cercanos donde se desenvuelven historias relacionadas con Jerez y sus gentes, sobre los que aportamos una nueva visión. Y es que, como nos gusta recordar “un día cualquiera, como en aquel cuento de Borges, descubrimos que después de buscar en parajes remotos aquel tesoro soñado, estaba escondido en el patio de nuestra casa, donde nunca hubiéramos imaginado encontrarlo: en torno a Jerez”. 



Para ilustrar algunas historias, con frecuencia se intercalan en el texto citas de diferentes obras literarias, históricas, geográficas o de artículos de investigación que hemos referenciado en el apartado de “Notas” al final de cada capítulo y donde el lector curioso podrá ampliar información sobre los temas tratados. Las 260 referencias que en total se ofrecen son sólo un ejemplo de las muchas que de nuestro entorno cercano pueden encontrarse en la bibliografía general y especializada. 

Completan los textos un total de 256 ilustraciones que, de manera visual, trasladan al lector a los escenarios de las distintas historias en las que se enmarcan, incluyéndose además 36 mapas o planos que localizan espacialmente muchas de ellas. 

El libro que ahora presentamos tiene que agradecer también a muchas personas, seguidores de nuestro blog o lectores de nuestro anterior trabajo, el hecho de que nos hayan animado a publicar este segunda parte. Sin embargo, todo ello no hubiese llegado a feliz término sin la ayuda de Manuel Romero Bejarano a quien agradecemos que, de nuevo, haya hecho posible su edición. Gracias amigos lectores por vuestra amabilidad, con el deseo de que Paisajes con Historias en torno a Jerez (II) sea de vuestro agrado. 


El acto, abierto a las personas interesadas hasta completar aforo, estará presentado por Francisco Camas, Teniente de Alcaldesa, Delegado de Cultura y Patrimonio, y por Ramón Clavijo, ex director de la Biblioteca Municipal de Jerez y escritor. ¡Os esperamos!

Paisaje con montañas al fondo.
En homenaje a Manuel Gil Monreal, montañero.




En homenaje a Manuel Gil Monreal, MONTAÑERO, en el 50 aniversario de la puesta en marcha del Club Montañero Sierra del Pinar que, junto a otros amigos, fundó

Durante los años que vivimos en el barrio de la Azucarera de Jédula, entre 1972 y 1980, lo primero que veíamos cada mañana al levantarnos era la silueta inconfundible de la Sierra de Grazalema. Orientada al este, nuestra ventana nos ofrecía un día sí y otro también el juego del sol, siempre cambiante, asomándose entre los perfiles de aquellos montes, sin nombre para nosotros todavía.

Unos años después, a finales de los 70, cayó en nuestras manos en la Biblioteca del Instituto de Estudios Gaditanos un libro recién publicado que nos abrió de par en par las puertas de la sierra, mostrándonos los caminos poco transitados que empezaban a trazarse por aquellas montañas que, por la razones comentadas nos resultaban tan familiares. Aquel trabajo llevaba por título “La Serranía de Grazalema. Guía excursionista y montañera” (1), siendo pionero en su género, considerado hoy todo un clásico. Su autor, el profesor y montañero Manuel Gil Monreal, a quien conocimos después y de cuyas descripciones aprendimos los primeros pasos por estos montes, le “ponía” por fin nombre a aquellos omnipresentes perfiles que desde la campiña de Jerez o la Bahía de Cádiz son el telón de fondo de la provincia.

En 1984, Gil Monreal, junto a otros compañeros, publicará también el primer mapa de cordales de la Sierra de Grazalema donde aparece uno de sus precisos dibujos, que aquí presentamos como homenaje a este montañero y amigo.



En él se esquematizan los relieves más sobresalientes de la Sierra de Cádiz, tal como los vemos desde las tierras situadas al oeste, la campiña de Jerez y la Bahía de Cádiz. (2)

Cuatro siglos atrás: la Serranía de Grazalema en una carta náutica del XVI



Sirva esta introducción para proponerle al lector una mirada. Sitúese en un lugar abierto y despejado, oriéntese hacia el este – mejor si es al amanecer- y, si puede, elija un punto con algo de altura que le permita otear el paisaje sin obstáculos ante su vista. A poco que lo intente descubrirá a lo lejos, cerrando el horizonte, los perfiles de la Sierra de Cádiz presididos por la mole del Torreón, el pico más alto de la Sierra del Pinar que los antiguos conocían también como San Cristóbal. Esos mismos perfiles que minuciosa y precisamente se dibujan por primera vez, hace casi 40 años, por Manuel Gil Monreal.



Curiosamente, son los mismos que cuatro siglos atrás reflejó el holandés Ioannes Doetecum -pintor, grabador y cartógrafo- en su “Andaluzia ora marítima…”, una singular carta para navegantes donde se representa la fachada atlántica andaluza. La carta forma parte de uno de los atlas náuticos más famosos de su época, siendo tal vez el primero que alcanzó una gran difusión: Spieghel der Zeevaert. Este Espejo del Navegante, obra del cartógrafo alemán Lucas Jans Waghenaer, fue editado por primera vez en Leyden en 1584.

Durante toda la segunda mitad del siglo XVI Ioannes Doetecum y su hermano Lucas, con quien firma mucha de sus obras, realizan numerosos trabajos (acuarelas, cuadros, estampas, cartas náuticas, mapas y vistas de ciudades…). Uno de estos trabajos como grabadores es la carta dedicada a la costa andaluza a la que hacemos referencia y, aunque desconocemos la fecha exacta de su elaboración, debió ser realizada entre 1580 y 1584, fechas en las que fueron trazadas otras de las hojas de este atlas.

Junto a otros avances técnicos en la elaboración de mapas, el Espejo del Navegante supone para los marinos de la época el primer atlas que compendia un completo conjunto de cartas náuticas, derroteros, datos de distancias y sondas, así como consejos prácticos de navegación por las costas de las que se ocupa.



Uno de estos elementos que aporta la carta de Ioannes Doetecum es la de los perfiles de las montañas observables desde la costa, dato que supone para los pilotos una importante ayuda para la navegación.



Como reza la leyenda (“Andaluzia ora marítima…”) esta singular carta náutica refleja el espacio costero comprendido entre la desembocadura del Guadiana y la costa gaditana. Este hermoso y colorista mapa, donde se dan la mano el latín, el holandés, el alemán y el castellano, aporta interesantes datos sobre las poblaciones del litoral, los estuarios fluviales, los puertos… pero lo traemos aquí porque es tal vez el primero en el que aparecen reflejados con nitidez y precisión los perfiles de la Sierra de Cádiz, así como los del Peñón de Gibraltar. Y ello por una razón práctica de primer orden ya que estos relieves, divisables desde grandes distancias, constituyen referencias visuales y seguras para los navegantes.

Si bien es verdad que en la década anterior, Joris Hoefnagel había realizado las primeras estampas en las que aparecían –y se reconocían con cierta fidelidad- las montañas de los alrededores de Zahara y Bornos, esta primera representación gráfica de toda la serranía que nos aporta Ioannes Doetecum apunta con gran acierto los elementos más relevantes del conjunto montañoso. La leyenda de la carta se refiere a la Serranía como “Montañas de Granada”, pero en sus perfiles se reconoce con claridad, de izquierda a derecha Sierra Margarita, Loma Becerra o Zafalgar, la mole de la Sierra del Pinar que destaca en el horizonte, tal vez la sierra de Albarracín, delante de aquella…



Igualmente definidas se presentan las cumbres del Endrinal, apuntándose también, de manera menos clara El Caillo, Los Pinos… Habría que esperar más de cuatro siglos para que los dibujos de Manuel Gil Monreal trazaran una imagen más precisa de los perfiles de la Sierra.



La Sierra del Pinar: faro de los navegantes.



La carta de I. Doetecum, al reflejar la silueta de nuestras montañas no hizo sino utilizar de manera práctica algo que los navegantes ya venían haciendo desde la antigüedad: orientarse por esa referencia visual que cierra al este el horizonte de las tierras gaditanas, ese “faro pétreo” e imponente que la mole rocosa del Torreón o Pinar, con sus 1654 m. de altitud, supone para quienes se acercan a nuestras costas.



Ya en el siglo XVII, el historiador Fray Esteban Rallón, al referirse al nacimiento del río Guadalete, menciona esta sierra, incluyéndola en la cordillera de montañas de la que forman parte las sierras granadinas, como se especifica también en la carta náutica ya mencionada. Dice Rallón que “constante cosa es que el Guadalete nace al pie de la que hoy llamamos sierra de Ronda o de el Pinar que es la parte más prominente de los montes Orospedas (así los llama Florián de Ocampo) y comienzan en el Estrecho de Gibraltar desde donde se dilatan hasta Granada, llamándola hoy en su principio la Serranía de Ronda, y en su fin las Alpujarras…; de modo que todo Guadalete nace en las faldas de esta sierra a quien el moro llamaba Montebur porque en su tiempo tenía aquel nombre…" (3).



Una de las muchas referencias a la Sierra del Pinar como hito visual para los marinos la aporta Madoz (1850): “El punto más culminante de todas las sierras de la provincia es la llamada de San Cristóbal, que nace o se levanta desde otras sierras bien elevadas, sobre la v. de Grazalema, y va a morir en la del Pinar: es la primera que distinguen los navegantes cuando regresan de América, y desde su cúspide, con el auxilio de un buen telescopio, se distinguen, el cabo de San Vicente y las ciudades de Cádiz, Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga y Gibraltar. (4). En esta descripción aparece nombrada como San Cristóbal, denominación con la que también se conocía a las cumbres del Pinar.



El insigne geólogo José Mac-Pherson, apunta también unas décadas más tarde, al escribir su “Bosquejo geológico de la provincia de Cádiz”, esta misma idea: “La Sierra del Pinar está formada de dos trozos distintos separados por la depresión que forma el Puerto del Pinar… El primero y más importante es el trozo del que forma parte el mencionado Cerro del Pinar, atalaya de los navegantes y conocido por ellos con el nombre de Cerro de San Cristóbal. Este era el primer punto de la Península Ibérica que se divisaba cuando los antiguos galeones venían de retorno del Nuevo Mundo”. (5)



Unos años después, F. de Asís Vera y Chilier, quien se apoyará para sus trabajos en gran medida en la obra de Mac-Pherson, vincula otra vez el San Cristóbal (o Pinar) a los navegantes, atribuyéndole incluso a estos el nombre con el que se conoce al monte: “Frente á la sierra del Endrinal y formando el otro lado del puerto, se levanta el áspero e imponente picacho de la Cruz de San Cristóbal a 1.562 m. sobre el nivel del mar, enclavado en la masa del cerro del Pinar, punto culminante de toda la provincia.



Este cerro es parte de la sierra del Pinar comprendido entre los puertos de Royal y del Algamazón y que con sus dos contrafuertes las sierras de la Silla y Albarracín, es uno de los lugares más amenos. Su arbolado es muy corpulento. La sierra del Pinar está formada de dos trozos distintos, separados por la depresión que forma el puerto del Pinar, de los cuales el más importante es el llamado cerro del Pinar, nombrado por los navegantes cerro de San Cristóbal
”. (6)



De lo que no cabe duda es que, los inconfundibles perfiles de la Sierra de Grazalema han sido desde antiguo una referencia en el paisaje, para quienes navegan por la fachada atlántica gaditana, y para los que desde la campiña, o la sierra, “navegamos por los mares interiores” de esta provincia donde hay un “faro” con el que orientarse: la Sierra del Pinar.



Esa que hace más de cuatro siglos, Ioannes Doetecum dejó reflejado en sus cartas. La misma que desde hace cuatro décadas comenzó a ser conocida para todos los aficionados a la naturaleza y al senderismo de la mano de los trabajos y publicaciones de un pionero de nuestras montañas, Manuel Gil Monreal,  socio fundador del Club Montañero Sierra del Pinar, de la que se cumplen 50 años.




Para saber más:
(1) Gil Monreal, M.:La Serranía de Grazalema. Guía excursionista y montañera”. Instituto de Estudios Gaditanos-Diputación Provincial. Cádiz. 1977.
(2) González J.M., Gil M., Ceballos J.J., Lebrero F., Rodríguez F., Barcell M.: La Sierra de Cádiz. Información general y mapas. Gráficas Orla. Jerez, 1984.
(3) Rallón, E.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. I, pg. 4
(4) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. Pg. 67.
(5) Mac-Pherson, J.: Bosquejo geológico de la provincia de Cádiz. 1873. pg. 47.
(6) Vera y Chilier, F. de Asís.: Memoria sobre la formación de las rocas de la provincia de Cádiz, 1897Anales de la Sociedad Española de Historia Natural. Seri II, Tomo octavo XXVIII) Madrid 1899, pg. 309.


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Puedes ver otros artículos relacionados en nuestro blog enlazando con : Cartografía histórica y grabados, Paisajes con Historia.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 26/04/2015



Violencia contra las mujeres en Jerez.
Un recuerdo... para olvidar.


El 25 de noviembre se conmemora cada año el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”. 

Esta forma de violencia,, que cuenta en la actualidad con el más absoluto rechazo social, constituye una gravísima vulneración de los derechos humanos a la vez que supone la mayor discriminación y atentado al derecho a la igualdad entre mujeres y hombres. Por ello es considerada como la forma más extrema de desigualdad que, desgraciadamente,  tiene muchas veces como resultado el asesinato y, en todos los casos,  la brutal ruptura del proyecto de vida de muchas mujeres y sus hijas e hijos.

En Jerez, el último crimen machista se produjo el pasado 10 de septiembre del año pasado, un triste suceso que supone la máxima expresión de esta violencia contra la mujer. De la misma manera, cada año se reciben cientos de denuncias que, sin llegar a tan trágicos extremos, muestran con claridad el largo camino que todavía queda por recorrer para la erradicación de la violencia machista contra las mujeres. El año pasado doblaron en la provincia de Cádiz los casos de violencia contra las mujeres.



Desgraciadamente, el problema viene de lejos. Desde siempre, diríamos con tristeza y pesar, tal como hemos comprobado en numerosas ocasiones cuando, en busca de información sobre otros asuntos en la prensa local, nos hemos tropezado en numerosas ocasiones con noticias que apuntan a casos de malos tratos contra la mujer, con una frecuencia que nos deja helados.

En lo que sigue, hemos querido hacer esa mirada al pasado mostrándoles algunas de estas noticias, recogidas extraídas del diario local El Guadalete, la mayoría de los años 1901, 1920 y 1924, que nos dibujan cuan arraigada estaba en nuestra ciudad la violencia machista contra las mujeres en casi todos los ámbitos de la vida.

La primera de ellas se refiere a una "paliza" a una mujer por su "ex-amante" en la venta del Paraíso, que se ubicaba junto a la rotonda del número "1", de la Ronda Este, con intervención de médicos, juez y con necesidad de hospitalización por las graves lesiones. Obsérvese que, como en todos los casos que siguen, se publicaba el nombre de los agredidos... y de los agresores. (El Guadalete, 3 julio 1901).


En numerosas ocasiones, los malos tratos y las agresiones, tienen lugar por hombres borrachos, lo que lejos de ser una eximente, como en tiempos pasados sucedía, debiera haber sido siempre una agravante. (El Guadalete, 5 Dic 1924).


De nuevo, un "ventorrillo de la carretera de Cartuja" es el escenario de las agresiones. Obsérvese el comentario "gracioso" (hoy sería intolerable) del periodista que , aunque entrecomillado, duele. (El Guadalete, 7 Julio 1901).


Otro caso de violencia, protagonizado por un hombre borracho, en esta ocasión contra su mujer y su hija, lo que era muy frecuente. ¿Se imaginan que hoy día se  publicitara, como entonces el nombre del agresor para su público conocimiento? (El Guadalete, 10 Dic 1924).


En este caso no es la esposa ni la hija. La agredida es la madre quien sufre las agresiones de su hijo. El periodista destaca el hecho de que la madre no haya ido a curarse... para no denunciar al hijo. (El Guadalete,  11 Dic 1924)


En el siguiente caso, los gritos de la mujer provocan "alarma social" y acude el vecindario ante las agresiones. El periodista, "suaviza" l escena con expresiones como "atontolinaba" y "pescozones"... Pero ahí están, con pelos y señales, como en el siguiente caso, nombres, apellidos y dirección de los agresores... y de las víctimas, algo impensable hoy día. (El Guadalete, 12 Dic 1924).


La sufrida esposa que va a buscar al marido que no llega a casa a la hora habitual, y sabe que lo encontrará en el tabanco, es, con mucha frecuencia, víctima de las iras de su pareja que, borracho, no duda en agredirla. CAsos como este, hemos encontrado muchos. (El Guadalete, 17 Dic 1924).


Otros dos casos de hombres borrachos que agreden a su mujer, en uno de ellos auxiliada por los vecinos. De nuevo, el tratamiento, entre "gracioso" e indolente, que de la noticia hace el periodista nos da a entender que lo habitual de estos hechos que se denuncian, les hacía ser ya rutinarios y cotidianos sin que se optará por parte de la prensa, por una condena taxativa de estos sucesos. (El Guadalete, 25 Nov  1924).


En este último caso, las causas de la agresión no están claras, aunque presumimos que,como en los anteriores casos, el agresor sería la pareja. (El Guadalete, 7 Nov  1920).


Por las Tablas y Añina.
Mosto, paisajes e historia.




Como ya conocen nuestros lectores, en estas páginas de “entornoajerez” nos gusta pasear sin prisas por los rincones menos transitados de la campiña, recreándonos en los paisajes y en la historia. Y para ello nada mejor que recorrer esas poco frecuentadas carreteras secundarias que se adentran por los parajes serranos, en los amplios espacios marismeños o las que, en los alrededores de la ciudad, nos permiten acercarnos a los tradicionales pagos de viñas.

Hoy les proponemos un paseo por la conocida como carretera de La Tablas (CA-3100), una vía de 4 km de recorrido perteneciente a la red provincial (1) que une la Autovía de Sanlúcar con la carretera de El Barroso, también conocida como de Bonanza, de “Las Viñas” o “del Calvario” (2). Un siglo atrás, este camino era denominado Cañada de Marihernández y por su primer tramo discurría también, desde mediados del siglo XIX -como veremos- el Ferrocarril de Jerez a Bonanza. La carretera cruza hoy un hermoso paraje dejando a sus lados afamados pagos de viña, aunque lamentablemente ya se han perdido muchas de ellas. Así, a la derecha de la ruta se extienden, por este orden, los viñedos de los pagos de San Julián, Zarzuela y Añina mientras que a la izquierda lo hacen los de Marihernández, Las Tablas y Añina (3). ¿Nos acompañan?

Tras las huellas de Roma.



Nuestro recorrido comienza tomando el desvío señalizado en la autovía de Sanlúcar que deja a la derecha la viña Santa Honorata. Pintado en los tejados de sus lagares, como era tradicional hace unas décadas, se aprecia desde la carretera el nombre de la casa propietaria de estos viñedos: Sánchez Romate. Junto a la bodega está el carril de acceso al cercano enclave diseminado de El Polila que con Las Tablas y Añina forman una misma barriada rural. Este lugar toma el nombre de un conocido ventorrillo que a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado se abrió en la zona. Por el apodo de “El Polila” era conocido su propietario, llegado de Trebujena, en torno a cuya venta se establecieron otras viviendas (4).

Ya en la carretera de Las Tablas, sale a nuestro encuentro, a la izquierda, la antigua viña de Candelero, que cuenta hoy con un establecimiento de hostelería, un “mosto”, que figura, junto al de Añina, entre los más renombrados de la campiña. En sus accesos, el paseante podrá observar una curiosa muestra de antigua maquinaria agrícola que se utilizaba en las faenas de la viña y la bodega, entre las que destaca una singular prensa. No en balde, la viña de Candelero, cuenta con más de un siglo y medio de historia a sus espaldas siendo una de las pocas de estos pagos que no ha cambiado de nombre tal como puede comprobarse en los planos y mapas de época.

Según distintos autores, este camino por el que ahora se traza la carretera pudo ser el que recorría hace 20 siglos la Vía Augusta, una de las más importantes de cuantas cruzaban la Bética (5). Partiendo de Gades (Cádiz) y pasando por el Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María), esta antigua vía romana atravesaba las tierras de Añina en dirección a Hasta Regia para continuar después su largo recorrido hacia Roma. En épocas no muy lejanas, a mediados del siglo XIX, el mapa provincial de Francisco Coello (1868) aún daba constancia de ello señalando en estos parajes su hipotético trazado con la leyenda “vestigios de la vía romana” (6). Todavía hoy, la fotografía aérea nos revela el trayecto que seguía entre El Barroso y el cortijo de Tabajete hasta las inmediaciones de las Mesas de Asta, donde se encontraba la ciudad romana de Hasta Regia (7).

No es de extrañar por ello la aparición en estos parajes de restos romanos. De algunos nos daba cuenta ya en el siglo XVIII el historiador Bartolomé Gutiérrez quien al hacer balance de los vestigios arqueológicos jerezanos relata: “De estas Romanas memorias tenemos otras dos lápidas halladas a una legua de Xerez, en el pago llamado de San Julián. Agostando en la viña de D. Gerónimo Mures, Presvítero, descubrieron una Bóbeda ó Sepulcro de bien labrada Arquitectura con dos lápidas en los estremos, y sobre él una piedra ó Losa grande sin rótulo pero las otras dos estaban escritas con un epitafio cada una que contenían los enterramientos de Padre e hijo” (8). Una de estas lápidas tenía grabado el nombre de LVCIUS, mientras que la otra, en caracteres latinos rezaba “En este sitio reposa Lucio Alpidio hijo de Lucio. Séate la tierra ligera” (9).

Otra posible muestra de esta antigua presencia romana en la zona es el propio topónimo “Añina”. Al igual que sucede con Balbaina, al que se pone en relación con las posesiones de la familia de los Balbo, de la Gades romana; según distintos autores el nombre de Añina, de origen latino, apunta a un posible nomen possessoris, el de un romano llamado Annius (o Anius), nombre que consta en la epigrafía gaditana y que tal vez fuera uno de los primeros propietarios de viñas de la zona (10).

Continuando con nuestro camino, y dejando atrás Candelero, la carretera inicia ahora un suave descenso que deja a la derecha las tierras del pago de San Julián. Una puerta enrejada nos anuncia el camino de acceso a la antigua viña Las Conchas. Juan Pedro Simó desvelaba como este curioso patronímico femenino era debido a cuatro mujeres de nombre “Concha”, pertenecientes a la familia Pérez-Lila, antigua propietaria de la hacienda (11), que tiene su caserío principal en El Paraíso, una hermosa estancia rodeada de una frondosa arboleda y un cuidado jardín, visible desde la Cañada de Cantarranas.



Algo más adelante, frente a las primeras casas de Las Tablas y lindando con Las Conchas, una portada reclama nuestra atención: “Phelipe Zarzana Spínola”. Se trata del acceso a los cuidados viñedos de Ximénez-Spínola que, desde el s. XVIII vienen cultivando en exclusiva la variedad Pedro Ximénez, produciendo unos vinos sencillamente excepcionales, situados ya entre los de mayor calidad del marco.

Las Tablas. Un curioso pasado ferroviario.

Como se ha dicho, el primer tramo de la carretera por la que venimos recorriendo estos paisajes, sigue la huella de la antigua Cañada de Marihernández, pero como dato curioso, hace tan sólo cincuenta años podía verse también, junto al camino, la traza del Ferrocarril de Jerez a Bonanza que, con 29 km de recorrido, tenía parada en Las Tablas, donde se construyó un apeadero en el km 11,5 de la línea. Como nos recuerda el investigador Francisco Sánchez Martínez, el mejor estudioso de nuestro pasado ferroviario, “el apeadero fue abierto al servicio cuando se inauguró el trozo de Alcubilla a Sanlúcar el 30 de agosto de 1877 y se cerró cuando fue clausurada la línea el 1 de octubre de 1965, posteriormente fue demolido” (12). Se ha cumplido por tanto el 150 aniversario de la puesta en marcha de aquella línea que permitió que, durante casi un siglo, el tren circulara por estos pagos transportando hasta el embarcadero de Bonanza las botas de los caldos jerezanos y prestando un gran servicio a los trabajadores de las viñas de estos pagos.



Recuerda el citado autor que ya desde sus inicios todos sus trenes en ambos sentidos (hasta 8 servicios en 1878) paraban en el apeadero de Las Tablas “debido posiblemente al número de viticultores que se desplazarían a trabajar en las viñas colindantes” (13). Hasta tal punto debió estar concurrido el apeadero que la Dirección de los Ferrocarriles Andaluces reclamó ya en 1878 vigilancia de una pareja de guardias de la Guardia Rural jerezana en la estación de Las Tablas para que estuviesen presentes en las horas de salidas y llegadas de los trenes, al objeto de “observar un buen orden”, como sucedió. Una muestra de la permanente utilización de esta pequeña estación-apeadero fue la construcción en 1931 por parte del Ayuntamiento de una variante que desde el camino vecinal del Barroso (actual carretera del Calvario) enlazaba con la Estación de Las Tablas, esa misma vía que se conocería después como carretera de Añina-Las Tablas (14). Como recuerdo de aquel concurrido apeadero nos queda la imagen conservada por el Club Ferroviario Jerezano (15).

El núcleo rural de Las Tablas comenzó a desarrollarse a partir de la década de los 20 del siglo pasado cuando en torno al apeadero comenzaron a construirse las primeras chozas de los jornaleros de las viñas, en el llano conocido como Descansadero de las Tablas.



Este lugar, donde hoy se levanta la barriada, era un amplio espacio público de “10 aranzadas de extensión” situado en el cruce de la Cañada de las Tablas (que venía desde Montana) con la de Marihernández (16). Sin embargo, estos parajes tuvieron ya desde antiguo una importante población diseminada. De los pagos cercanos a la ciudad, las tierras de Añina, San Julián y Las Tablas siempre se encontraron entre las que contaban con más casas de viña, muchas con población estable. Por citar sólo algunos datos, recordaremos que, en el Nomenclátor de 1850, época de expansión del viñedo, se citan para Añina 55 viviendas, 33 para San Julián y 3 para El Barroso. Las Tablas no aparece todavía como diseminado. A finales de siglo, en 1892 se cuentan ya en Añina 74 edificios diseminados con 174 habitantes. San Julián tiene 21 edificios con 144 habitantes (17). En la década de los noventa del siglo pasado, entre los tres núcleos que integran la barriada rural de las Tablas, sumaban 500 vecinos. Hoy cuenta con unos 300 habitantes que se multiplican cada fin de semana con los muchos visitantes de sus conocidas ventas para degustar el mosto, el ajo campero y la berza. No en balde aquí se celebra desde 2004 en diciembre la popular Fiesta del Mosto, cita gastronómica ineludible que atrae cada año cientos de visitantes, como ha vuelto a suceder el pasado viernes 8 de diciembre en su XIV edición.

Por el pago de Añina.



Saliendo de Las Tablas, la carretera deja a la derecha la viña La Zarzuela, una finca segregada de Las Conchas, que cuenta con renovadas instalaciones de la mano de la empresa Spirit Sherry y donde se realizan interesantes actividades de enoturismo. Junto a ella están también las tierras de la antigua viña de la Vera Cruz que hoy se presenta ante el paseante en su portada con el nombre de “G.L.”.



La carretera sube ahora, camino de Añina, por una pequeña cuesta dejando a ambos lados tradicionales viñedos. A la izquierda, casi oculta entre los cipreses la Casa Viña del Alcalde, que fuera del editor y escritor Vicente Fernández de Bobadilla. Esta viña es la "protagonista" de su primer libro: "Huésped de mi viña", publicado en 1950 y que ha conocido recientemente una reedición en cuya portada figura un hermoso dibujo de esta viña.



Su autor fue uno de los máximos responsables de la prestigiosa revista Selecciones del Reader Digest, de la que llegó a ser vicepresidente y director de la edición para España e Iberoamérica. En su obra, recoge unas deliciosas descripciones de la vida en la viña, de sus tareas y de los paisajes de estos pagos de Las Tablas y de Añina.

A la izquierda del camino, aislado entre las cepas, llama la atención del paseante un antiguo caserón (Casa de María) desde el que se observa un amplio panorama.

Llegamos así al pequeño núcleo rural de Añina, construido en el descansadero del mismo nombre donde se cruzan la carretera de Las Tablas con la Hijuela de Añina.

Como se ha comentado, el nombre de Añina puede tener origen latino, lo que podría confirmar la antigua ocupación de estas tierras de albariza para el cultivo de la vid hace ya veinte siglos.

De lo que si hay constancia documental es de la presencia de viñedos en el Pago de San Julián, al menos desde 1392 y en Añina desde finales del siglo XV, por lo que los paisajes de vides y la elaboración de mostos y vinos viene desde antiguo (18).



Una parada en Añina, que cuenta también con un famoso “mosto” donde degustar los productos de la campiña, puede ser el pretexto para pasear por el camino que conduce a la Viña El Álamo, desde cuyo tramo final puede contemplarse un hermoso paisaje con las tierras de Montana, Prunes y Tabajete en el horizonte; o mejor aún, hacerlo por la Hijuela de Añina, que arranca junto al Mosto Añina por la que el paseante puede conectar con la cañada de Cantarranas. En ambos casos podremos observar los curiosos pozos de viña que se conservan a orillas del camino. Con bóveda de ladrillo y encalados de blanco, o construidos en sillares de arenisca de la Sierra de San Cristóbal, los pozos son ya valiosas muestras del patrimonio rural de la campiña que se están perdiendo con el tiempo y que bien merecerían conservarse ya que dan valor al paisaje del viñedo donde se asientan.



Siguiendo nuestro camino, vamos dejando a los lados antiguas casas de viña de nombres populares como La Blanquita-Las Boneas, a la izquierda, o Santa Luisa a la derecha, por citar sólo algunas. Pasado el km 1, a la izquierda de la carretera, se conserva una de las más antiguas que mantiene aún la fisonomía tradicional: El Almendral. Algo más lejos, adivinamos oculta entre cipreses sobre una colina la antigua viña El Aljibe, que se cuenta también entre las más nombradas de estos pagos como atestiguan los antiguos planos y mapas.



Nuestro camino llega a su fin y frente a nosotros vemos ya las dependencias del cortijo de El Barroso donde la carretera de las Tablas se une a la de Las Viñas o del Calvario. Este lugar, donde tradicionalmente hace su parada (“rengue”) la hermandad del Rocío de Jerez, era un importante descansadero de ganado conocido como Prado del Toro. Frente a él, a la derecha de la ruta, en su tramo final la finca colindante con la carretera lleva el curioso nombre de Haza del Mármol, un topónimo que de nuevo nos remite a la historia y a la presencia romana en estas tierras de Añina. El viajero podrá observar aquí, casi llegando al cruce, dos antiquísimos pozos con abrevaderos. Junto a ellos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo.



En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco”, señalando también que ”existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de D. Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción (“el mármol”) que localizaron aproximadamente “…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso”. Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñoz y Gómez en su carta a Fita: “Respecto á la importante lápida cristiana de “Hasta Regia”…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo. Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperada decía lo siguiente: “(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo...” (19).

Ya en el cruce de la carretera del Calvario, una vez terminado nuestro recorrido, regresamos a Jerez dejando atrás las tierras de Las Tablas y de Añina a las que volveremos de nuevo en primavera, cuando las viñas empiecen a pintar de verde las albarizas de estos hermosos paisajes cargados de historia.

Para saber más:
(1) Red de carreteras de Andalucía. Provincia de Cádiz, Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía, 2008, p. 29
(2) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014.
(3) Una visión de los pagos de viñas y del viñedo de este sector de la campiña, tal como era hace un siglo puede obtenerse consultando López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(4) Plan Especial de Hábitat Rural Diseminado El Polila. Área de Planeamiento, Delegación de Urbanismo, Ayuntamiento de Jerez, 2012, p. 5.
(5) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas de Jerez de la Frontera. Epigrafía y contexto, Editorial UCA – Diputación de Cádiz, 2016, p. 173. Ver también, a este respecto: López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, págs. 163-164.
(6) Coello F.: Mapa provincial de Cádiz. 1868
(7) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo, Op. Cit., p. 164.
(8) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, p 82.
(9) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas… Op. Cit. p.174-175
(10) Ibidem, p. 173 y Padilla Monge, A.: La transferencia del poder de Gades a Asido. Su estudio a través de la perspectiva social. Habis, 21, 1990, pg. 249.
(11) Simó J.P.: José Luis Torres: empresario; Diario de Jerez, 21 de septiembre de 2014.
(12) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas, Revista de Historia de Jerez, Vol. 16-17, pp. 249-275, 2010, p. 265.
(13) Sánchez Martínez, F.: Ferrocarril de Jerez a Sanlúcar de Barrameda y Bonanza (1877-1965), Revista de Historia de Jerez, Vol. 14-15, pp. 311-330, 2008-2009, p. 320.
(14) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas… Op. cit. p. 265.
(15) La imagen del apeadero de Las Tablas está tomada de la magnífica página web del Club Ferroviario Jerezano, imprescindible para conocer nuestro pasado ferroviario.
(16) Clasificación de las Vías Pecuarias Término municipal de Jerez. Ayuntamiento de Jerez, 1948.
(17) Los datos han sido tomados del Nomenclátor de la provincia de Cádiz. 1850 y del Nomenclátor de las ciudades villas, lugares… de España, en 1º de Enero de 1888. Cuaderno 11, provincia de Cádiz, ambos disponibles en el Archivo Municipal de Jerez.
(18) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, pp. 147 y 154.
(19) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014. Agradecemos a nuestro amigo, el historiador Jesús Caballero Ragel, la transcripción del documento titulado "Carta de A. Muñoz y Gómez donde informa a F. Fita del hallazgo de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV" con calco; existe otra parte, pero es muy difícil recuperar", donde se da cuenta de los restos encontrados en El Higuerón en 1893. Puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, Carreteras secundarias, Cortijos, viñas y haciendas, Rutas e itinerarios

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 10/12/2017

 
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