Entre los muchos viajeros y visitantes ilustres que a lo largo de los últimos tres siglos han dejado referencias en sus libros sobre Jerez y su entorno, tal vez sea al célebre naturalista y cazador inglés Abel Chapman, a quien debemos las mejores reseñas sobre la fauna salvaje presente en nuestros montes y marismas, en nuestros bosques y humedales.
De la mano de su amistad con Walter J.Buck, quien se había establecido en Jerez en 1868 como exportador de vinos y con quien compartía su afición a la caza y su interés por la naturaleza, Chapman visitará en numerosas ocasiones nuestro país y nuestra ciudad siendo huésped del Sr. Buck y su esposa en el Recreo de las Cadenas, donde residían y, posteriormente, cuando ambos mueren, de su hija Violet Buck en su castillo de Arcos de la Frontera.
Ambos amigos dejaron testimonio de sus andanzas naturalistas y cinegéticas en dos libros de obligada consulta para quienes quieran conocer los aspectos más sobresalientes del medio natural de finales del siglo XIX y de principios del XX: La España Agreste (1899) y La España Inexplorada (1910). De esta última obra, dimos cuenta en un anterior artículo en el que se relataba la excursión de sus autores por los Cerros de Chipipi (el actual Peñón de La Batida), ubicado en las cercanías de Torrecera, junto al río Guadalete. (1)
En esta ocasión vamos a volver a acompañarlos en un paseo por los humedales cercanos a nuestra ciudad, que realizan una mañana de febrero en los primeros años del siglo XX, cuyas referencias hemos extraído también de su obra La España Inexplorada.
“Un paseo vespertino desde Jerez”.
La ruta comienza, como todas las que tienen como destino nuestros montes y campiñas, partiendo del Recreo de las Cadenas y en su descripción, lo primero que llama la atención de los citados autores es la estrecha conexión ciudad-campo que se da en nuestro territorio, lo que
nos permite la posibilidad de disfrutar de la naturaleza sin largos y costosos desplazamientos. Y ello, incluso en grandes ciudades como Jerez que se cuenta entre las más pobladas de Andalucía y que en 1900 ocupa el decimoquinto lugar de las españolas.
Esta es la reflexión inicial de nuestros naturalistas: “Los pueblos y aldeas españolas se hallan aisladas como las “ciudades amuralladas” de los tiempos bíblicos. Los Pueblecitos de la sierra parecen una mancha de blanco en la falda marrón de la montaña. Una vez que se atraviesan las puertas se está ya en el campo. Incluso Jerez, con sus 60.0000 habitantes, no tiene una zona suburbana. Con un paseo de media hora se pueden presenciar escenas de la avifauna agreste por las que los naturalistas de nuestro país (Inglaterra) suspiran en vano”.
Nos encontramos ahora en nuestro “pantano local” a una milla o dos de distancia; es a mediados de febrero. A quince yardas una docena de cigüeñuelas avanzan con pasos majestuoso en el agua; cerca hay un grupo de agujas, algunas de ellas escarbando en el cieno y el resto arreglándose las plumas con el pico en excéntricas poses.
Más allá, la orilla más seca se halla adornada con garcillas bueyeras (Ardea bubulcus), blancas como la nieve, algunas de ellas posadas sobre el ganado, librándoles de las garrapatas que tanto le atormentan. De esta forma, a menos de cincuenta yardas, hemos podido contemplar tres de las aves más raras y exquisitas en Gran Bretaña. Y la lista puede ser ampliada. Un aguilucho lagunero, con vuelo amenazante y barriendo con sus amplias alas los aneales, cruza el pantano, espantando a un ánade real y a varias agachadizas. Hay cigüeñas y zarapitos trinadores a la vista (aunque estos últimos posiblemente sean zarapitos finos) y hay una banda de sisones agazapados entre los palmitos a 500 yardas. De un sumidero de la ciénaga salta un andarríos grande; y cuando tomamos el camino de vuelta, ambientados por el sonido de las ranas toro y alacranes cebolleros, resuena sobre nuestras cabezas el trompeteo de las grullas que surcan el cielo en su camino hacia el norte”. (2)
A diferencia de otras salidas que realizan por las cercanías de la ciudad, en esta ocasión no concretan el lugar que visitan, refiriéndose a él, como “pantano local”. El sentido que aquí tiene esta expresión es el de un lugar, situado en una hondonada, donde se recogen de manera natural las aguas de lluvia.
Aunque existe la tentación de identificar esta zona húmeda con la Laguna de Medina, extraña que no se hagan referencias a otros lugares de gran interés (La Cartuja, el Puente, el río Guadalete, los llanos de las Pachecas y Zarandilla…) por los que habrían tenido que pasar y de los que nuestros naturalistas, curiosos y precisos observadores, hubiesen hecho, a buen seguro, alguna mención. A juzgar por los datos que se desprenden de la narración (proximidad a la ciudad, “paseo de media hora”, “una milla o dos de distancia”…), no parece tampoco que la Laguna de Medina sea el lugar visitado en esta ocasión. Otras antiguas lagunas como las de Rajamancera, Mesas de Asta, La Isleta, Bocanegra, del Rey, Las Quinientas, quedan descartadas al encontrarse a una mayor distancia de la que apuntan los naturalistas.
Los humedales próximos a la ciudad.
Algunos pequeños humedales más cercanos al casco urbano pueden responder con mayores posibilidades a las características que apuntan los naturalistas. Estamos en febrero y, con las lluvias, se encharcan las zonas bajas próximas a Jerez como los amplios terrenos colindantes con la Cañada de la Loba, entre la carretera de Sanlúcar y la del Calvario o las tierras de Las Salinillas, junto a esta última carretera. Todos estos aguazales aún se siguen formando los años más lluviosos en la trasera de los centros comerciales de Área Sur y Luz Shopping siguiendo el curso del Guajabaque.
Las proximidades del arroyo del Zorro, a los pies de Cerro Viejo, son zonas en las que habitualmente pueden aparecer también otras pequeñas lagunas estacionales, al igual que sucede en las llanadas encharcables existentes junto al arroyo del Carrillo, en las proximidades del cortijo Espanta Rodrigo -donde abundan las garzas- y que son visibles desde la autovía de El Puerto. Todos estos lugares quedan “a mano” del Recreo de las Cadenas, lugar desde el cual pueden visitarse estos “pantanos” en poco tiempo y en un corto paseo. Pese a las claras opciones de cualquiera de ellos, nos inclinamos a pensar, sin embargo, que el rincón descrito pudiera haber sido la antigua Laguna de Torrox. Este humedal, muy cercano a la ciudad, presentaba, hasta su desaparición y transformación en el actual estanque, encharcamientos más permanentes y duraderos en el tiempo que los anteriores.
Sea como fuere, lo sorprendente es que todavía hoy, “a una o dos millas de distancia de la ciudad”, a menos de media hora de paseo, la naturaleza se nos sigue mostrando en todo su esplendor, y todavía es posible presenciar muchas de las escenas descritas por Chapman y Buck. Casi, casi,… como cien años atrás.
Para saber más:
(1) García Lázaro A. y J.: “Con Buck y Chapman por los Cerros de Chipipe, Un paseo al encuentro de la vida salvaje en torno a Jerez”. Diario de Jerez, 06/04/2014.
(2) Chapman, A. y Buck, W.J..: La España Inexplorada. Junta de Andalucía y Patronato del Parque Nacional de Doñana. Sevilla, 1989. pp. 424-424.
Nota: Las acuarelas de aves que ilustran este artículo han sido tomadas de: W.H. Riddell. Pintor y Naturalista (1880-1946). Catálogo de la exposición organizada por la Asociación de Amigos de Parque Natural de Los Alcornocales. Jerez, 2002. Debemos recordar que William Hutton Riddell fue gran amigo de Abel Chapman, amistad que le permitió conocer a Violet Buck – hija de su amigo W.J. Buck- con quien se casaría años más tarde y con quien residiría en el castillo de Arcos desde 1928 hasta su muerte en 1946.
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
Sobre Flora y fauna "entornoajerez" y Lagunas y humedales "entornoajerez"...hemos publicado también...
Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 11/01/2015
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