En otras ocasiones nos hemos ocupado en Entornoajerez, de los hermosos paisajes y rincones de nuestra campiña, de la mano de pasajes literarios o de las descripciones de viajeros ilustres que nos visitaron, algunas tan idealizadas e irreales. Junto a ellas, queremos también traer a estas páginas otras descripciones menos amables, pero tanto o más valiosas si cabe que aquellas, y que nos ayudan también a comprender lo que fuimos y lo que somos.
Una de estas visiones es la que nos ofrece el escrito valenciano Vicente Blasco Ibáñez en su novela La Bodega (1905). Formando parte de las filas de Unión Republicana, partido por el que ocupó un escaño en el Congreso de los Diputados entre 1898 y 1907, visitará Jerez por primera vez en mayo de 1902 acompañando a Alejandro Lerroux quien había venido a la ciudad para participar en un mitin político. Ese mismo año, dos meses más tarde, muere en un hospital de caridad de nuestra ciudad, Ramón de Cala, el célebre político republicano que en los últimos años de su vida, olvidado por todos, conocerá de cerca esa miseria que denunció especialmente en uno de sus libros.
No sabemos si Blasco Ibáñez llegó a entrevistarse con Ramón de Cala en esa primera visita, aunque estamos seguros de que le habría sido de gran utilidad para sus propósitos ya que dos años más tarde, en julio de 1904 volverá a nuestra provincia, en su condición de diputado, para conocer sobre el terreno los problemas de algunos pueblos y, en especial, la forma de vida de los jornaleros del campo de la que éste daba ya buena cuenta en su obra titulada El problema de la Miseria (1884).
Durante su estancia en Jerez, alojado en el Hotel Los Cisnes, Vicente Blasco Ibáñez aprovechará para documentarse y recabar datos de primera mano que le serán de gran utilidad en la nueva novela que proyecta: “La Bodega” (1). En ella pretende reflejar la realidad social de la vida de los jornaleros en la campiña jerezana que, en el último tercio del siglo XIX estuvo marcada por la aparición del anarquismo o episodios convulsos como los de la Mano Negra o la marcha de campesinos sobre Jerez de 1892. Como nos recuerda J. Luis Jiménez, con esta visita Blasco pretende recoger información “…sobre las circunstancias sociales y económicas en las que vivía el jornalero jerezano. De informarle en detalle se encargarían… dos grandes personajes de la ciudad, el cirujano, Fermín Aranda, y el sindicalista, Manuel Moreno Mendoza, que llegaría a ser alcalde de Jerez en la corporación municipal republicana”. (2)
Acompañado por Moreno Mendoza, líder obrero nacido en Medina Sidonia, cuyos padres habían sido jornaleros del campo y habían sufrido las duras condiciones de vida en las gañanías, Blasco Ibáñez recorrerá la campiña jerezana visitando algunos cortijos y viñas de nuestro entorno. Moreno Mendoza es entonces, junto a Fermín Aranda, una de las figuras más destacada del republicanismo jerezano. Líder jornalero, masón y sindicalista, quien sería en 1931 alcalde republicano de Jerez, es en 1904 editor del periódico La Unión Obrera. Eco de la clase trabajadora (3). Aspectos estos que no pasan desapercibidos para el escrito valenciano, quien acude también a la provincia con el propósito de dar un impulso al republicanismo.
La bodega: un libro plagado de referencias sobre nuestro entorno.
Fruto de estas observaciones directas de Blasco, en La Bodega descubriremos luego numerosas reflexiones y consideraciones de índole política y social sobre las condiciones de vida de los gañanes o sobre la explotación de los jornaleros por la oligarquía terrateniente y bodeguera que en el libro aparece nombrada como la familia “Dupont”. De la misma manera, por sus páginas desfilan también algunos conflictos sociales de la época como los sucesos de La Mano Negra o los ecos del Asalto Campesino a Jerez de 1892, y no faltan tampoco figuras políticas del momento como “Fernando Salvatierra”, que no es otro que el mítico anarquista gaditano Fermín Salvochea. En el personaje de “El Maestrico”, algunos han querido ver rasgos de la biografía del propio Manuel Moreno Mendoza, quien será su principal informante junto al médico republicano Fermín Aranda.
No es de extrañar por ello que desde este conocimiento directo del terreno, junto a la descripción de la “cuestión social” que constituye el núcleo de la novela, La Bodega esté plagada de referencias al paisaje e incluya descripciones de muchos rincones de la Campiña. Así, tanto en los nombres ficticios de los personajes, como en los escenarios reales que, de manera
más o menos explícita, se describen, es posible descubrir estas vinculaciones con el contexto y el entorno jerezano. Por citar sólo algunos ejemplos, Zarandilla o Matacardillo, son topónimos de sendos parajes que el autor utiliza como nombres o apodos de algunos de estos
personajes; la viña de Marchamalo, la propiedad emblemática de Pablo Dupont se asocia fácilmente a la de Macharnudo; el cortijo de Matanzuela, las dehesas cercanas donde se crían las toradas que Blasco describe en su novela, los llanos de Caulina… son parajes y lugares que perviven en la actualidad con estos mismos nombres. El Ventorrillo del Grajo puede asociarse a cualquiera de los más populares por aquella época, al de El Cuervo, por ejemplo. El de El Mojo es posterior.
La dura vida vida de los jornaleros del campo.
La Bodega es una novela de gran calado social pero también, en buena medida, una obra cargada de referencias históricas, sociológicas y antropológicas. Por esta razón, hemos querido rescatar algunos pasajes que ponen el acento en la descripción de las gañanías, donde el autor relata
con gran fidelidad las condiciones de vida de los jornaleros del campo. De especial crudeza es el relativo a la alimentación:
“En verano, durante la recolección, les daban un potaje de garbanzos, manjar extraordinario, del que se acordaban todo el año. En los meses restantes, la comida se componía de pan, sólo de pan. Pan seco en la mano y pan en la cazuela en forma de gazpacho fresco o caliente, como si en el mundo no existiera para los pobres otra cosa que el trigo. Una panilla escasa de aceite, lo que podía contener la punta de un cuerno, servía para diez hombres. Había que añadir unos dientes de ajo y un pellizco de sal, y con esto el amo daba por alimentados a unos hombres que necesitaban renovar sus energías agotadas por el trabajo y el clima. Tres comidas tenían al día los braceros, todas de pan: una alimentación de perros. A las ocho de la mañana, cuando llevaban más de dos horas trabajando, llegaba el gazpacho caliente, servido en un lebrillo. Lo guisaban en el cortijo, llevándolo a donde estaban los gañanes, muchas veces a más de una hora de la casa, cayéndole la lluvia en las mañanas de invierno. Los hombres tiraban de sus cucharas de cuerno, formando amplio círculo en torno de él…
A mediodía era el gazpacho frío, preparado en el mismo campo. Pan también, pero nadando en un caldo de vinagre, que casi siempre era vino de la cosecha anterior, que se había torcido. Únicamente los zagales y los gañanes en toda la pujanza de su juventud, le metían la cuchara en las mañanas de invierno, engulléndose este refresco, mientras el vientecillo frío les hería las espaldas. Los hombres maduros, los veteranos del trabajo, con el estómago quebrantado por largos años de esta alimentación, manteníanse a distancia, rumiando un mendrugo seco.
Y por la noche, cuando regresaban a la gañanía para dormir, otro gazpacho caliente: pan guisado y pan seco, lo mismo que por la mañana. Al morir en el cortijo alguna res cuyas carnes no podían aprovecharse, se regalaba a los braceros, y los cólicos de la intoxicación alteraban por la noche el amontonamiento de carne adormilada en la gañanía. Otras veces, los que eran más brutales en su batalla con el hambre, si conseguían matar a pedradas en el campo un cuervo o algún otro pajarraco de rapiña, conducíanlo en triunfo al cortijo y lo guisaban, celebrando con una risa desesperada este banquete extraordinario”.
Desconocemos si Blasco Ibáñez tuvo algún contacto con Ramón de Cala (cosa que dudamos). De lo que si estamos seguro es que conocía su libro “El problema de la Miseria” ya que esta última descripción sobre la comida de los gañanes parece estar inspirada en este otro pasaje de Ramón de Cala en el que relata la “alimentación de los jornaleros del campo: “Por la mañana el ajo, especie de sopa con aceite, que ni para los candiles, sal, pimiento y agua caliente. Al mediodía gazpacho con los mismos ingredientes en frío, y la agregación de vinagre, que parece legía, según está de turbio y mal formado. A la noche se repite el ajo. Y así un día y otro día, y todos los del año, como no sea que la suerte depare en alguno el festín de una res muerte de enfermedad o por accidente, cuya res se guisa y se devora en perjuicio de los buitres”. Como ven Blasco se ha inspirado, en lo esencial, en el relato de Cala. (4)
Niños yunteros en la campiña jerezana: los “rempujeros”.
Otro de los pasajes de La Bodega, nos recuerda a la figura del “niño yuntero”, a la que dedica un conocido poema Miguel Hernández. Es el que se refiere a los “rempujeros”: …“Los hombres empezaban de pequeños el aprendizaje de la fatiga, del hambre engañada. A la edad en que otros niños más felices iban a la escuela, ellos eran zagales de labranza por un real y los tres gazpachos. En verano servían de rempujeros, marchando tras las carretas, cargadas de mies, como los mastines que caminan a la zaga de los carros, recogiendo las espigas que se derramaban en el camino y esquivando los latigazos de los carreteros que los trataban como a las bestias. Después eran gañanes, trabajaban la tierra, entregándose a la faena con el entusiasmo de la juventud, con la necesidad de movimiento y el alarde fanfarrón de fuerza, propios del exceso de vida. Derrochaban su vigor con una generosidad que aprovechaban los amos, Estos preferían siempre para sus labores la inexperiencia de los mozos y de las muchachas. Y cuando no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos…”
La descripción del interior de las estancias donde los jornaleros hacían su vida, las gañanías, figuran también en varios pasajes de La Bodega. En el que sigue, el mítico anarquista Fernando Salvatierra, recién salido de la cárcel, llega por la noche a un cortijo y contempla la gañanía:
…“El aspecto de la gañanía, el amontonamiento de la gente, evocó en la memoria de Salvatierra el recuerdo del presidio. Las misma paredes enjabelgadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios.
Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas, todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos… Los más dormían en esteras, sin desnudarse, descansando sus huesos doloridos por el trabajo sobre la tierra dura”.
Apenas 25 años antes, Ramón de Cala describía las gañanías diciendo de ellas que eran “un departamento… no tan ventilado, ni tan higiénico como el establo de los bueyes, ni como la zahúrda de los cerdos. Desván en lo grande, no en lo alto, con poyetes de piedra corridos a lo largo de las paredes, que a la vez sirven de asiento y de cama, y por muelle colchón una estera. En medio, o en un extremo, está el fogari, donde arde rara vez leña, y de ordinario excremento de los bueyes. Que expide una humareda asfixiante”. (4)
El completo y rotundo estudio realizado por Juan Cabral Bustillo y Antonio Cabral Chamorro sobre Las gañanías de la campiña gaditana 1900-1930, en el que se analizan el estado de las gañanías de 72 cortijos de Jerez y 11 de Arcos en los años 1931-1932, tomando como referencia la información proporcionada por la Inspección de Sanidad del Ayuntamiento jerezano, confirma en buena medida los testimonios que se traslucen en La Bodega. Después de todo lo anterior, no es de extrañar que Blasco Ibáñez, en boca de uno de sus personajes exprese lo siguiente:
“Zarandilla, que había presenciado todo esto, indignábase de que tachasen de holgazanes a los braceros. ¿Por qué habían de trabajar más? ¿Qué aliciente les ofrecía el trabajo…?...
-Y la tierra Rafaé, es jembra, y a las jembras, pa que sean agradecías y se porten bien, hay que quererlas. Y el hombre no puede queré a una tierra que no es suya. Sólo deja el sudor y la sangre sobre los terrones de que puede sacar el pan. ¿Digo mal, muchacho?”
Como ya hemos escrito en otras ocasiones, cada vez que recorremos la campiña en torno a Jerez y estamos ante una gañanía… sentimos un profundo respeto en recuerdo de aquellos jornaleros del campo, de su explotación y de las penosas condiciones de vida que sufrieron. Que no se olviden y que no se repitan.
Para saber más:
(1) Blasco Ibáñez, Vicente.: La bodega. Plaza Janés Editores, 1979. A esta edición se refieren las citas.
(2) Jiménez García, J.L.: El Jerez y los escritores viajeros. www.jerezdecine.com
(3) Morales Benítez, A.: Prensa, masonería y republicanismo. Manuel Moreno Mendoza (1862-1936). Ayuntamiento de Jerez, 2008.
(4) Ramón de Cala: El problema de la miseria resuelto por la harmonía de los intereses humanos (1884) Edición Facsímil (2002), pp. 92-94. Editada por el Ayuntamiento de Jerez y coordinada por Joaquín Carrera Moreno, a quien agradecemos las referencias a la obra de Ramón de Cala y las condiciones de vida de los jornaleros del campo.
(5) Cabral Bustillos, J. y Cabral Chamorro, A.: Las gañanías de la campiña gaditana, 1900-1930: Una contribución al estudio de las condiciones de trabajo de los obreros agrícolas andaluces. Historia social, nº 9, 1991, pp. 3-16
Procedencia de las ilustraciones:
Vicente Blasco Ibáñez: wikiquote.org/wiki
Manuel Moreno Mendoza: tarifaweb
Fermín Aranda: commons.wikimedia.org/wiki
Fermín Salvochea: El Blog de Fita
Gañanía de 'El Sotillo': Cortijos, haciendas y lagares de la Provincia de Cádiz
Gañanía de El Chorreadero Viejo. S. José del Valle: Arte informado
Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.
Otros enlaces que pueden interesarte: El paisaje y su gente, El paisaje en la Literatura y Canción triste de las gañanías.
Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 18/05/2014
Cuánto me ha gustado. Tanto las relaciones que tuvo BI en sus visitas, como el refresco de la memoria sobre el esclavista que también aquí existía con los jornaleros. Ninguna diferencia con el sur de EE.UU ni con los barbacoas de los campos de concentración. Qué vergüenza y qué impunidad.
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