Hace ya muchos años, cuando nos perdíamos por esas carreteras del rincón noreste de la provincia de Cádiz donde se unen la tierras de nuestras provincia con las de Sevilla y Málaga, paramos en la Aldea de Pozo Amargo, entre Puerto Serrano y Morón, en cuyas cercanías nace el río Guadaíra.
Íbamos a ver las Salinas del Concejo, un curioso paraje cercano también al lugar. Habíamos leído algunas cosas sobre el antiguo y famoso balneario que aquí se levantó, al amparo de sus salutíferas aguas y recordábamos la reseña que de este lugar hacía Madoz en su Diccionario a mediados del XIX. Aquella primera visita nos dejó ya para siempre “enganchados” a la Aldea y a su atmósfera de paz y tranquilidad, propias de otros tiempos.
Desde entonces he llevado a amigos y familiares en diferentes ocasiones, especialmente en verano, para disfrutar del verdor de sus arboledas, del colorido de las flores que primorosamente cuidan los vecinos, de la sombra de las moreras, del frescor de sus aguas sulfurosas que alimentan esa “piscina” a los pies del pozo centenario del que sigue manando un caño de agua, del ambiente tranquilo y sosegado de sus pobladores que charlan plácidamente en la puerta de sus casas, sin prisas, de la visita a su pequeña iglesia que amablemente siempre nos abre una vecina…
De su historia de más de dos siglos ha escrito nuestro amigo Juan Jesús Portillo Ramos, investigador, profesor e historiador que nos deleita con sus textos sobre las tierras de Puerto Serrano, Villamartín y otros rincones de la Sierra y que, en 2019, publicó en la editorial DSS Network, el delicioso libro “Aguas de Pozo Amargo. 200 años al servicio de la salud”, donde relata el proceso de construcción del antiguo balneario, que fue sin duda uno de los más innovadores a nivel nacional en el tránsito del siglo XIX al XX, en aquella época dorada del termalismo.
Los interesados pueden adquirirlo online en el enlace http://editorial.dssnetwork.es/.
Lo decía Paul Eluard: “hay otros mundos, pero están en este”.
Y pequeños paraísos cercanos donde sentirnos bien, en lugares cercanos que nunca visitamos. Como esta Aldea de Pozo Amargo, que es para mí como un oasis de paz y tranquilidad, cargado de historia, de esos en los que el tiempo se detiene y pasa más despacio. De esos que ya quedan pocos.
¡Qué cantidad de rincones y sucesos interesantes nos dais a conocer! Gracias!
ResponderEliminarCuando se conoce la historia del lugar no hay duda de que una vez allí el embrujo y la paz te envuelve y he intentado buscar palabras y frases para describirlo mejor, pero luego de pensar, he desistido, porque añadir belleza a lo bello se corre el riesgo de emborronar una página que ya de por sí es perfecta, así que no me queda más que decir: ve, vívelo y disfruta de todo cuánto allí se encuentra.
ResponderEliminarJosé. Me olvidé de firmarlo.
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