En estos tiempos confusos hay quien se dedica a “BLANQUEAR LA HISTORIA”. Otros, sin embargo, son mucho más expeditivos y, directamente, la ENCALAN. Si, así de fácil, con su cubo de cal y brocha en mano, pintan un menhir, un hito megalítico reconocido como Bien de Interés Cultural y lo dejan blanco reluciente.
Aunque suene un poco a pitorreo, esto es lo que denunciamos justo el año pasado por estas fechas en nuestro blog (https://www.entornoajerez.com/2022/09/el-menhir-de-la-lancha-blanqueando-y.html), de lo que se hicieron eco en los días siguientes más de una veintena de diarios de prensa escrita y digital de nuestro país y seis cadenas de televisión de ámbito nacional. A lo largo de estos meses la noticia (ya antigua) ha sido retomada en distintos programas dedicados a “antologías del disparate”, a “deterioro del patrimonio histórico-cultural” y otros temas parecidos.
Un año después, hemos vuelto al lugar, un apartado rincón al que se llega por la carretera provincial CAP-5234, una deliciosa vía secundaria que une la de Arcos a El Bosque con la de Villamartín a Prado del Rey y que atraviesa el paraje de La Sevillana, una vez que se han dejado atrás la tierras del Regantío y las colas del del pantano de Bornos. Y allí sigue “nuestro” menhir, tanto o más resplandeciente que la primera vez que lo vimos, como si el sol de agosto (o una nueva mano de pintura…) le hubiesen hecho más blanco.
Allí luce, desde lejos, como un faro, en un paisaje que se abre a los horizontes de los llanos de Villamartín y la Sierra de Grazalema. Junto a la carretera queda el antiguo Descansadero de las Palomas donde se cruzan la Cañada de las Carboneras y la Cañada Real de Ronda. En este lugar, a la izquierda de la carretera (en dirección a Villamartín), nos llamará la atención ese gran bloque de piedra que marca el camino de acceso al cortijo del Convento, y que destaca con rotundidad entre los cultivos de cereal por su blancor: el Menhir de la Lancha El Pilón (1).
Por refrescar la memoria del lector, recordaremos que, como informamos el año pasado a los medios de comunicación, se trata de un hito megalítico hincado verticalmente sobre el terreno que, con una altura máxima de 1,77 m, “se inserta en un túmulo de en torno a 1,80 m de diámetro” que no ha sido excavado y que podría deparar valiosos testimonios. Cuando lo visitamos por primera vez, hace más de diez años, lo hicimos atraído por la descripción que de él hacían los autores de un interesante estudio (2) publicado en “Arqueología y Cuaternario”, un libro homenaje a Francisco Giles Pacheco. Entonces podían verse con claridad algunos detalles que se adivinaban en las caras de este gran bloque de arenisca, aún después del desgaste que la erosión había ocasionado en su superficie. Así, se observaban huellas de abrasión en una de sus caras que, como se indicaba en el citado estudio, “se disponen en sentido semicircular, a 1,80 m del suelo actual, produciendo una imagen esteliforme de carácter antropomorfo”. En la descripción se añadía también que “tanto la cara Oeste, que da al camino actual, como la cara Norte ,presentan pequeñas cazoletas de origen natural, documentando la búsqueda intencional de piezas que sugerían motivos reconocibles por los constructores del momento”. El menhir de La Lancha ya se mencionaba en antiguos documentos de deslinde, en un lugar ya definido y localizado por distintas crónicas desde finales del siglo XV, porque su singular presencia en este paisaje, desde milenios atrás, no podía pasar desapercibida (3).
En los años posteriores, y en distintas ocasiones, llevé a algunos amigos por esta carretera secundaria que tanto me gusta recorrer sin prisas y todos, sin excepción, quedaban sorprendidos ante este menhir que nos retrotrae a la ocupación del hombre en la más remota antigüedad en un territorio en el que se descubrió también el cercano y famoso dolmen de Alberite o el más modesto, pero no menos interesante de Las Rosas.
Pues bien, sirva todo este largo preámbulo para decir que, hace unos días volvimos al lugar… para comprobar que todo seguía igual y que ni el megalito se había limpiado, ni se había señalizado ni se había protegido… ni nada de nada. Si hace un año calificábamos de despropósito aquel “encalado” de la historia, y reclamábamos para el algún tipo de protección, señalización y limpieza, un año después tenemos que hablar de desidia, de abandono, de despreocupación por el patrimonio y de desprecio por la historia.
Si entonces podíamos ser “bien pensados” y achacar al desconocimiento del valor de este elemento patrimonial, aquel “blanqueado”, hoy no podemos sino reprochar a “quien corresponda” (Delegación Provincial de Cultura, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Arcos…) su falta de actuación para devolver a su estado original, señalizar y proteger, este elemento del patrimonio cultural (tal vez de cinco milenios de antigüedad) que hoy sigue cubierto de una capa de cal, para vergüenza de todos.
NOTAS
(2) Bueno Ramírez, P, De Balbín Behrmann, R.,
Gutiérrez López, J.Mª y Enríquez Jarén, L. , 2010.: “Hitos visibles de
megalitismo gaditano”, en Mata Almonte, E. (Coord.), Cuaternario y
arqueología: Homenaje a Francisco Giles Pacheco, Cádiz, pp. 212-214.
(3) OSUNA, C. 3459, D/ y OSUNA, C.3459, D8. Citado en la referencia 1.