Por las Tablas y Añina.
Mosto, paisajes e historia.




Como ya conocen nuestros lectores, en estas páginas de “entornoajerez” nos gusta pasear sin prisas por los rincones menos transitados de la campiña, recreándonos en los paisajes y en la historia. Y para ello nada mejor que recorrer esas poco frecuentadas carreteras secundarias que se adentran por los parajes serranos, en los amplios espacios marismeños o las que, en los alrededores de la ciudad, nos permiten acercarnos a los tradicionales pagos de viñas.

Hoy les proponemos un paseo por la conocida como carretera de La Tablas (CA-3100), una vía de 4 km de recorrido perteneciente a la red provincial (1) que une la Autovía de Sanlúcar con la carretera de El Barroso, también conocida como de Bonanza, de “Las Viñas” o “del Calvario” (2). Un siglo atrás, este camino era denominado Cañada de Marihernández y por su primer tramo discurría también, desde mediados del siglo XIX -como veremos- el Ferrocarril de Jerez a Bonanza. La carretera cruza hoy un hermoso paraje dejando a sus lados afamados pagos de viña, aunque lamentablemente ya se han perdido muchas de ellas. Así, a la derecha de la ruta se extienden, por este orden, los viñedos de los pagos de San Julián, Zarzuela y Añina mientras que a la izquierda lo hacen los de Marihernández, Las Tablas y Añina (3). ¿Nos acompañan?

Tras las huellas de Roma.



Nuestro recorrido comienza tomando el desvío señalizado en la autovía de Sanlúcar que deja a la derecha la viña Santa Honorata. Pintado en los tejados de sus lagares, como era tradicional hace unas décadas, se aprecia desde la carretera el nombre de la casa propietaria de estos viñedos: Sánchez Romate. Junto a la bodega está el carril de acceso al cercano enclave diseminado de El Polila que con Las Tablas y Añina forman una misma barriada rural. Este lugar toma el nombre de un conocido ventorrillo que a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado se abrió en la zona. Por el apodo de “El Polila” era conocido su propietario, llegado de Trebujena, en torno a cuya venta se establecieron otras viviendas (4).

Ya en la carretera de Las Tablas, sale a nuestro encuentro, a la izquierda, la antigua viña de Candelero, que cuenta hoy con un establecimiento de hostelería, un “mosto”, que figura, junto al de Añina, entre los más renombrados de la campiña. En sus accesos, el paseante podrá observar una curiosa muestra de antigua maquinaria agrícola que se utilizaba en las faenas de la viña y la bodega, entre las que destaca una singular prensa. No en balde, la viña de Candelero, cuenta con más de un siglo y medio de historia a sus espaldas siendo una de las pocas de estos pagos que no ha cambiado de nombre tal como puede comprobarse en los planos y mapas de época.

Según distintos autores, este camino por el que ahora se traza la carretera pudo ser el que recorría hace 20 siglos la Vía Augusta, una de las más importantes de cuantas cruzaban la Bética (5). Partiendo de Gades (Cádiz) y pasando por el Portus Gaditanus (El Puerto de Santa María), esta antigua vía romana atravesaba las tierras de Añina en dirección a Hasta Regia para continuar después su largo recorrido hacia Roma. En épocas no muy lejanas, a mediados del siglo XIX, el mapa provincial de Francisco Coello (1868) aún daba constancia de ello señalando en estos parajes su hipotético trazado con la leyenda “vestigios de la vía romana” (6). Todavía hoy, la fotografía aérea nos revela el trayecto que seguía entre El Barroso y el cortijo de Tabajete hasta las inmediaciones de las Mesas de Asta, donde se encontraba la ciudad romana de Hasta Regia (7).

No es de extrañar por ello la aparición en estos parajes de restos romanos. De algunos nos daba cuenta ya en el siglo XVIII el historiador Bartolomé Gutiérrez quien al hacer balance de los vestigios arqueológicos jerezanos relata: “De estas Romanas memorias tenemos otras dos lápidas halladas a una legua de Xerez, en el pago llamado de San Julián. Agostando en la viña de D. Gerónimo Mures, Presvítero, descubrieron una Bóbeda ó Sepulcro de bien labrada Arquitectura con dos lápidas en los estremos, y sobre él una piedra ó Losa grande sin rótulo pero las otras dos estaban escritas con un epitafio cada una que contenían los enterramientos de Padre e hijo” (8). Una de estas lápidas tenía grabado el nombre de LVCIUS, mientras que la otra, en caracteres latinos rezaba “En este sitio reposa Lucio Alpidio hijo de Lucio. Séate la tierra ligera” (9).

Otra posible muestra de esta antigua presencia romana en la zona es el propio topónimo “Añina”. Al igual que sucede con Balbaina, al que se pone en relación con las posesiones de la familia de los Balbo, de la Gades romana; según distintos autores el nombre de Añina, de origen latino, apunta a un posible nomen possessoris, el de un romano llamado Annius (o Anius), nombre que consta en la epigrafía gaditana y que tal vez fuera uno de los primeros propietarios de viñas de la zona (10).

Continuando con nuestro camino, y dejando atrás Candelero, la carretera inicia ahora un suave descenso que deja a la derecha las tierras del pago de San Julián. Una puerta enrejada nos anuncia el camino de acceso a la antigua viña Las Conchas. Juan Pedro Simó desvelaba como este curioso patronímico femenino era debido a cuatro mujeres de nombre “Concha”, pertenecientes a la familia Pérez-Lila, antigua propietaria de la hacienda (11), que tiene su caserío principal en El Paraíso, una hermosa estancia rodeada de una frondosa arboleda y un cuidado jardín, visible desde la Cañada de Cantarranas.



Algo más adelante, frente a las primeras casas de Las Tablas y lindando con Las Conchas, una portada reclama nuestra atención: “Phelipe Zarzana Spínola”. Se trata del acceso a los cuidados viñedos de Ximénez-Spínola que, desde el s. XVIII vienen cultivando en exclusiva la variedad Pedro Ximénez, produciendo unos vinos sencillamente excepcionales, situados ya entre los de mayor calidad del marco.

Las Tablas. Un curioso pasado ferroviario.

Como se ha dicho, el primer tramo de la carretera por la que venimos recorriendo estos paisajes, sigue la huella de la antigua Cañada de Marihernández, pero como dato curioso, hace tan sólo cincuenta años podía verse también, junto al camino, la traza del Ferrocarril de Jerez a Bonanza que, con 29 km de recorrido, tenía parada en Las Tablas, donde se construyó un apeadero en el km 11,5 de la línea. Como nos recuerda el investigador Francisco Sánchez Martínez, el mejor estudioso de nuestro pasado ferroviario, “el apeadero fue abierto al servicio cuando se inauguró el trozo de Alcubilla a Sanlúcar el 30 de agosto de 1877 y se cerró cuando fue clausurada la línea el 1 de octubre de 1965, posteriormente fue demolido” (12). Se ha cumplido por tanto el 150 aniversario de la puesta en marcha de aquella línea que permitió que, durante casi un siglo, el tren circulara por estos pagos transportando hasta el embarcadero de Bonanza las botas de los caldos jerezanos y prestando un gran servicio a los trabajadores de las viñas de estos pagos.



Recuerda el citado autor que ya desde sus inicios todos sus trenes en ambos sentidos (hasta 8 servicios en 1878) paraban en el apeadero de Las Tablas “debido posiblemente al número de viticultores que se desplazarían a trabajar en las viñas colindantes” (13). Hasta tal punto debió estar concurrido el apeadero que la Dirección de los Ferrocarriles Andaluces reclamó ya en 1878 vigilancia de una pareja de guardias de la Guardia Rural jerezana en la estación de Las Tablas para que estuviesen presentes en las horas de salidas y llegadas de los trenes, al objeto de “observar un buen orden”, como sucedió. Una muestra de la permanente utilización de esta pequeña estación-apeadero fue la construcción en 1931 por parte del Ayuntamiento de una variante que desde el camino vecinal del Barroso (actual carretera del Calvario) enlazaba con la Estación de Las Tablas, esa misma vía que se conocería después como carretera de Añina-Las Tablas (14). Como recuerdo de aquel concurrido apeadero nos queda la imagen conservada por el Club Ferroviario Jerezano (15).

El núcleo rural de Las Tablas comenzó a desarrollarse a partir de la década de los 20 del siglo pasado cuando en torno al apeadero comenzaron a construirse las primeras chozas de los jornaleros de las viñas, en el llano conocido como Descansadero de las Tablas.



Este lugar, donde hoy se levanta la barriada, era un amplio espacio público de “10 aranzadas de extensión” situado en el cruce de la Cañada de las Tablas (que venía desde Montana) con la de Marihernández (16). Sin embargo, estos parajes tuvieron ya desde antiguo una importante población diseminada. De los pagos cercanos a la ciudad, las tierras de Añina, San Julián y Las Tablas siempre se encontraron entre las que contaban con más casas de viña, muchas con población estable. Por citar sólo algunos datos, recordaremos que, en el Nomenclátor de 1850, época de expansión del viñedo, se citan para Añina 55 viviendas, 33 para San Julián y 3 para El Barroso. Las Tablas no aparece todavía como diseminado. A finales de siglo, en 1892 se cuentan ya en Añina 74 edificios diseminados con 174 habitantes. San Julián tiene 21 edificios con 144 habitantes (17). En la década de los noventa del siglo pasado, entre los tres núcleos que integran la barriada rural de las Tablas, sumaban 500 vecinos. Hoy cuenta con unos 300 habitantes que se multiplican cada fin de semana con los muchos visitantes de sus conocidas ventas para degustar el mosto, el ajo campero y la berza. No en balde aquí se celebra desde 2004 en diciembre la popular Fiesta del Mosto, cita gastronómica ineludible que atrae cada año cientos de visitantes, como ha vuelto a suceder el pasado viernes 8 de diciembre en su XIV edición.

Por el pago de Añina.



Saliendo de Las Tablas, la carretera deja a la derecha la viña La Zarzuela, una finca segregada de Las Conchas, que cuenta con renovadas instalaciones de la mano de la empresa Spirit Sherry y donde se realizan interesantes actividades de enoturismo. Junto a ella están también las tierras de la antigua viña de la Vera Cruz que hoy se presenta ante el paseante en su portada con el nombre de “G.L.”.



La carretera sube ahora, camino de Añina, por una pequeña cuesta dejando a ambos lados tradicionales viñedos. A la izquierda, casi oculta entre los cipreses la Casa Viña del Alcalde, que fuera del editor y escritor Vicente Fernández de Bobadilla. Esta viña es la "protagonista" de su primer libro: "Huésped de mi viña", publicado en 1950 y que ha conocido recientemente una reedición en cuya portada figura un hermoso dibujo de esta viña.



Su autor fue uno de los máximos responsables de la prestigiosa revista Selecciones del Reader Digest, de la que llegó a ser vicepresidente y director de la edición para España e Iberoamérica. En su obra, recoge unas deliciosas descripciones de la vida en la viña, de sus tareas y de los paisajes de estos pagos de Las Tablas y de Añina.

A la izquierda del camino, aislado entre las cepas, llama la atención del paseante un antiguo caserón (Casa de María) desde el que se observa un amplio panorama.

Llegamos así al pequeño núcleo rural de Añina, construido en el descansadero del mismo nombre donde se cruzan la carretera de Las Tablas con la Hijuela de Añina.

Como se ha comentado, el nombre de Añina puede tener origen latino, lo que podría confirmar la antigua ocupación de estas tierras de albariza para el cultivo de la vid hace ya veinte siglos.

De lo que si hay constancia documental es de la presencia de viñedos en el Pago de San Julián, al menos desde 1392 y en Añina desde finales del siglo XV, por lo que los paisajes de vides y la elaboración de mostos y vinos viene desde antiguo (18).



Una parada en Añina, que cuenta también con un famoso “mosto” donde degustar los productos de la campiña, puede ser el pretexto para pasear por el camino que conduce a la Viña El Álamo, desde cuyo tramo final puede contemplarse un hermoso paisaje con las tierras de Montana, Prunes y Tabajete en el horizonte; o mejor aún, hacerlo por la Hijuela de Añina, que arranca junto al Mosto Añina por la que el paseante puede conectar con la cañada de Cantarranas. En ambos casos podremos observar los curiosos pozos de viña que se conservan a orillas del camino. Con bóveda de ladrillo y encalados de blanco, o construidos en sillares de arenisca de la Sierra de San Cristóbal, los pozos son ya valiosas muestras del patrimonio rural de la campiña que se están perdiendo con el tiempo y que bien merecerían conservarse ya que dan valor al paisaje del viñedo donde se asientan.



Siguiendo nuestro camino, vamos dejando a los lados antiguas casas de viña de nombres populares como La Blanquita-Las Boneas, a la izquierda, o Santa Luisa a la derecha, por citar sólo algunas. Pasado el km 1, a la izquierda de la carretera, se conserva una de las más antiguas que mantiene aún la fisonomía tradicional: El Almendral. Algo más lejos, adivinamos oculta entre cipreses sobre una colina la antigua viña El Aljibe, que se cuenta también entre las más nombradas de estos pagos como atestiguan los antiguos planos y mapas.



Nuestro camino llega a su fin y frente a nosotros vemos ya las dependencias del cortijo de El Barroso donde la carretera de las Tablas se une a la de Las Viñas o del Calvario. Este lugar, donde tradicionalmente hace su parada (“rengue”) la hermandad del Rocío de Jerez, era un importante descansadero de ganado conocido como Prado del Toro. Frente a él, a la derecha de la ruta, en su tramo final la finca colindante con la carretera lleva el curioso nombre de Haza del Mármol, un topónimo que de nuevo nos remite a la historia y a la presencia romana en estas tierras de Añina. El viajero podrá observar aquí, casi llegando al cruce, dos antiquísimos pozos con abrevaderos. Junto a ellos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo.



En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco”, señalando también que ”existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de D. Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción (“el mármol”) que localizaron aproximadamente “…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso”. Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñoz y Gómez en su carta a Fita: “Respecto á la importante lápida cristiana de “Hasta Regia”…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo. Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperada decía lo siguiente: “(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo...” (19).

Ya en el cruce de la carretera del Calvario, una vez terminado nuestro recorrido, regresamos a Jerez dejando atrás las tierras de Las Tablas y de Añina a las que volveremos de nuevo en primavera, cuando las viñas empiecen a pintar de verde las albarizas de estos hermosos paisajes cargados de historia.

Para saber más:

(1) Red de carreteras de Andalucía. Provincia de Cádiz, Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía, 2008, p. 29
(2) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014.
(3) Una visión de los pagos de viñas y del viñedo de este sector de la campiña, tal como era hace un siglo puede obtenerse consultando López-Cepero, Adolfo.: Plano Parcelario del término de Jerez de la Frontera. Dedicado al Excmo. Sr. D. Pedro Guerrero y Castro y al Sr. D. Patricio Garvey y Capdepón. 1904. patrocinadores del proyecto, por D. Adolfo López Cepero.- Año de 1904. Escala 1:25.000.
(4) Plan Especial de Hábitat Rural Diseminado El Polila. Área de Planeamiento, Delegación de Urbanismo, Ayuntamiento de Jerez, 2012, p. 5.
(5) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas de Jerez de la Frontera. Epigrafía y contexto, Editorial UCA – Diputación de Cádiz, 2016, p. 173. Ver también, a este respecto: López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo. El Puerto de Santa María. Cádiz. Ediciones El Boletín. 2013, págs. 163-164.
(6) Coello F.: Mapa provincial de Cádiz. 1868
(7) López Amador J.J. y Pérez Fernández E.: El Puerto Gaditano de Balbo, Op. Cit., p. 164.
(8) Gutiérrez, B.: Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Xerez de la Frontera, Jerez, 1886 edición facsimilar de 1989, t. I, p 82.
(9) Ruiz Castellanos A., Vega Geán E.J. y García Romero F.A.: Inscripciones latinas… Op. Cit. p.174-175
(10) Ibidem, p. 173 y Padilla Monge, A.: La transferencia del poder de Gades a Asido. Su estudio a través de la perspectiva social. Habis, 21, 1990, pg. 249.
(11) Simó J.P.: José Luis Torres: empresario; Diario de Jerez, 21 de septiembre de 2014.
(12) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas, Revista de Historia de Jerez, Vol. 16-17, pp. 249-275, 2010, p. 265.
(13) Sánchez Martínez, F.: Ferrocarril de Jerez a Sanlúcar de Barrameda y Bonanza (1877-1965), Revista de Historia de Jerez, Vol. 14-15, pp. 311-330, 2008-2009, p. 320.
(14) Sánchez Martínez, F.: Las estaciones jerezanas… Op. cit. p. 265.
(15) La imagen del apeadero de Las Tablas está tomada de la magnífica página web del Club Ferroviario Jerezano, imprescindible para conocer nuestro pasado ferroviario.
(16) Clasificación de las Vías Pecuarias Término municipal de Jerez. Ayuntamiento de Jerez, 1948.
(17) Los datos han sido tomados del Nomenclátor de la provincia de Cádiz. 1850 y del Nomenclátor de las ciudades villas, lugares… de España, en 1º de Enero de 1888. Cuaderno 11, provincia de Cádiz, ambos disponibles en el Archivo Municipal de Jerez.
(18) Martín Gutiérrez, E.: La organización del Paisaje Rural durante la Baja Edad Media. El ejemplo de Jerez de la Frontera. Universidad de Sevilla-Universidad de Cádiz. 2004, pp. 147 y 154.
(19) García Lázaro, J. y A.: Por la carretera del Calvario: buscando el Guadalquivir (1), Diario de Jerez, 1 de junio de 2014. Agradecemos a nuestro amigo, el historiador Jesús Caballero Ragel, la transcripción del documento titulado "Carta de A. Muñoz y Gómez donde informa a F. Fita del hallazgo de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV" con calco; existe otra parte, pero es muy difícil recuperar", donde se da cuenta de los restos encontrados en El Higuerón en 1893. Puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto. Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Para ver más temas relacionados con éste puedes consultar: Paisajes con Historia, Carreteras secundarias, Cortijos, viñas y haciendas, Rutas e itinerarios

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 10/12/2017

Violencia contra las mujeres en el Jerez y la España de hace un siglo.
Un recuerdo... para olvidar.


El 25 de noviembre se conmemora cada año el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”. 

Esta forma de violencia,, que cuenta en la actualidad con el más absoluto rechazo social, constituye una gravísima vulneración de los derechos humanos a la vez que supone la mayor discriminación y atentado al derecho a la igualdad entre mujeres y hombres. Por ello es considerada como la forma más extrema de desigualdad que, desgraciadamente,  tiene muchas veces como resultado el asesinato y, en todos los casos,  la brutal ruptura del proyecto de vida de muchas mujeres y sus hijas e hijos.


Desgraciadamente, el problema viene de lejos. Desde siempre, diríamos con tristeza y pesar, tal como hemos comprobado en numerosas ocasiones cuando, en busca de información sobre otros asuntos en la prensa local, nos hemos tropezado en numerosas ocasiones con noticias que apuntan a casos de malos tratos contra la mujer, con una frecuencia que nos deja helados.

En lo que sigue, hemos querido hacer esa mirada al pasado mostrándoles algunas de estas noticias, recogidas extraídas del diario local El Guadalete, la mayoría de los años 1901, 1920 y 1924, que nos dibujan aquel tiste panorama que en la España y el Jerez de hace un siglo, la violencia machista contra las mujeres estaba presente en  casi todos los ámbitos de la vida.

La primera de ellas se refiere a una "paliza" a una mujer por su "ex-amante" en la venta del Paraíso, que se ubicaba junto a la rotonda del número "1", de la Ronda Este, con intervención de médicos, juez y con necesidad de hospitalización por las graves lesiones. Obsérvese que, como en todos los casos que siguen, se publicaba el nombre de los agredidos... y de los agresores. (El Guadalete, 3 julio 1901).

En numerosas ocasiones, los malos tratos y las agresiones, tienen lugar por hombres borrachos, lo que lejos de ser una eximente, como en tiempos pasados sucedía, debiera haber sido siempre una agravante. (El Guadalete, 5 Dic 1924).


De nuevo, un "ventorrillo de la carretera de Cartuja" es el escenario de las agresiones. Obsérvese el comentario "gracioso" (hoy sería intolerable) del periodista que , aunque entrecomillado, duele. (El Guadalete, 7 Julio 1901).


Otro caso de violencia, protagonizado por un hombre borracho, en esta ocasión contra su mujer y su hija, lo que era muy frecuente. ¿Se imaginan que hoy día se  publicitara, como entonces el nombre del agresor para su público conocimiento? (El Guadalete, 10 Dic 1924).


En este caso no es la esposa ni la hija. La agredida es la madre quien sufre las agresiones de su hijo. El periodista destaca el hecho de que la madre no haya ido a curarse... para no denunciar al hijo. (El Guadalete,  11 Dic 1924)


En el siguiente caso, los gritos de la mujer provocan "alarma social" y acude el vecindario ante las agresiones. El periodista, "suaviza" l escena con expresiones como "atontolinaba" y "pescozones"... Pero ahí están, con pelos y señales, como en el siguiente caso, nombres, apellidos y dirección de los agresores... y de las víctimas, algo impensable hoy día. (El Guadalete, 12 Dic 1924).


La sufrida esposa que va a buscar al marido que no llega a casa a la hora habitual, y sabe que lo encontrará en el tabanco, es, con mucha frecuencia, víctima de las iras de su pareja que, borracho, no duda en agredirla. CAsos como este, hemos encontrado muchos. (El Guadalete, 17 Dic 1924).


Otros dos casos de hombres borrachos que agreden a su mujer, en uno de ellos auxiliada por los vecinos. De nuevo, el tratamiento, entre "gracioso" e indolente, que de la noticia hace el periodista nos da a entender que lo habitual de estos hechos que se denuncian, les hacía ser ya rutinarios y cotidianos sin que se optará por parte de la prensa, por una condena taxativa de estos sucesos. (El Guadalete, 25 Nov  1924).


En este último caso, las causas de la agresión no están claras, aunque presumimos que, como en los anteriores casos, el agresor sería la pareja. (El Guadalete, 7 Nov  1920).


Por los Montes de Jerez con el botánico Abū’l-Jayr al-Išbīlī.
Un paseo en el siglo XI por Montifarte y la Sierra de las Cabras.




En el último tercio del siglo XI, la Sevilla musulmana vive días de esplendor bajo el reinado de al-Mutamid (1040-1095). El conocido como rey-poeta ha sucedido al frente de la taifa sevillana a su padre y durante su mandato, entre 1069 y 1090, ampliará sus posesiones conquistando los territorios cercanos. El reino de Sevilla se extiende entonces por buena parte de la actual Andalucía y el sur de Portugal tras anexionarse las taifas vecinas. Junto al poder político y militar, al-Mutamid transformará su corte en un centro literario de primer orden. Poetas, músicos y escritores harán de la Isbiliya musulmana, bajo el mecenazgo de al-Mutamid, un foco de las letras en el que también estarán presentes otros muchos sabios que cultivan las más variadas ramas del saber. Geógrafos, astrónomos, médicos, geóponos, botánicos… gozarán del favor del rey haciendo de la ciudad una de las más florecientes de Al-Andalus.

Uno de estos hombres de ciencia es Abū’l-Jayr al-Išbīlī, uno de los más afamados agrónomos andalusíes de su tiempo. Como “jardinero” del rey al-Mutamid, sus saberes se extienden más allá de la práctica agrícola para abarcar lo que hoy denominaríamos “botánica aplicada”. Arboricultor, conocedor de la farmacopea tradicional y de las propiedades y utilidades médicas y culinarias de los vegetales, Abū’l-Jayr es uno de los sabios más relevantes de cuantos se dedican en esta época al estudio de las plantas y sus aplicaciones. Buen conocedor de las obras clásicas de Dioscórides y Galeno, debemos a este agrónomo andalusí uno de los más completos tratados botánicos de la época, que lleva por título ’Kitāb ʻUmdat al-ṭabīb fī maʻrifat al-nabāt li-kull labīb: “Sostén del médico para el conocimiento de las plantas, utilizable por toda persona inteligente”.

Esta obra médica, que recoge muchas aportaciones de las fuentes clásicas y en la que se citan más de treinta botánicos, de cuyas referencias se nutre, constituye en la práctica una auténtica enciclopedia en la que se mencionan millares de especímenes. Su tratado encierra una “valiosísima información etnobotánica, farmacológica y lingüística, porque incluye los nombres vulgares de las plantas (árabes dialectales o romandalusíes). Con respecto a la ciencia botánica, se estima que esta obra presenta uno de los primeros intentos de clasificación orgánica de las plantas agrupadas en géneros, especies y variedades”. (1)

En sus páginas, el lector curioso se asoma al conocimiento de los vegetales y sus aplicaciones médicas de la mano de uno de los botánicos andalusíes más relevantes, deleitándose también con sus curiosos nombres, con sus variadas denominaciones y con el rico caudal lingüístico de quien conoce todo el saber de su época sobre esta materia. Junto a todo ello, el autor hace continuas alusiones a sus recorridos por distintos rincones de la geografía del al-Andalus y del norte de África. De la misma manera, se aportan valiosas referencias toponímicas al comentar la recolección de plantas y sus herborizaciones por los territorios de las taifas vecinas a Sevilla, como la de Arcos, que incluía en ese tiempo buena parte de las campiñas gaditanas y de los actuales Montes de Jerez.

Por la Sierra de las Cabras y Montifarte en busca de enebros.



En las descripciones de las numerosas especies de plantas que Abū’l-Jayr cita en su obra “Umdat al-tabib…”, es frecuente que mencione los lugares de donde son originarias, o que cite aquellos parajes donde las ha encontrado o recogido. Gracias a estas referencias se ha podido atestiguar la existencia en el siglo XI de algunas aldeas y alquerías en nuestro territorio y, a través de sus pistas geográficas, se ha logrado seguir la pista al origen de ciertos topónimos que aún se conservan en nuestros días. Tal es el caso de Montifarte (o Montifarti), que da nombre a un paraje de los Montes de Jerez, junto a la Sierra de las Cabras y la del Aljibe.

El profesor Juan Abellán señala que autores como Ibn Yulyul (médico cordobés del s. X) y el también andalusí Abū’l-Jayr al-Išbīlī, en mayor medida, se refieren a este lugar –Montifarte-



por hallarse en él unas plantas de gran utilidad medicinal: los enebros. En las obras de este último se menciona que crecían en las laderas de poniente de este monte, identificado también con la Sierra de las Cabras, utilizándose sus semillas para curar, entre otras, dolencias cardiacas. Su localización no deja lugar a dudas y así, Abū’l-Jayr lo describe como un yabal que domina la fortaleza de Tempul (hins Tubayl) próxima a los famosos manantiales (2). Este es el pasaje de Abū’l-Jayr (según la versión del profesor J. Bustamante Costa) recogido en su obra “Umdat al-tabib…”:

Hay una especie de enebro (´ar´ar) que tiene las hojas como las del enebro conocido entre nosotros, pero más gruesas, cuya madera es rojiza y aromática. Es de alta envergadura y tiene un fruto de forma triangular, parecido a la baya del laurel (rand), que cuando se seca se divide en tres partes dando paso a una simiente como la del ciprés (sraw), pero más pequeñas, de olor aromático y buen sabor, cuya propiedad es curar el dolor de corazón y el algafacán. (…) Yo he visto esta especie al sur de Arcos (Arkus), en el monte Munt Fart, que domina sobre una aldea que se llama Taqbl, en la ladera de la parte de poniente, sobre tierra roja…” (3).



Esta variedad de enebro o sabina que Abu l-Jayr localiza en las laderas de la Sierra de las Cabras, en el yabal Munt Fart (Montifarte), en ese monte que da sobre la aldea de Tempul (Taqbl, Tanbul, es buscada por las propiedades de sus frutos en el tratamiento de las taquicardias o palpitaciones (algafacán). Según nuestro botánico, también “abunda en el Magreb central, desde Tremecén hasta Mahdía, y esta variedad tiene dentro un sándalo [sandal] perfumado excelente… tiene un solo tallo que alcanza como la altura de un hombre sentado y tiene un penetrante aroma”.

En su descripción, además de sus características botánicas, se informa de sus propiedades medicinales, su localización geográfica y su distribución por otros puntos de los territorios del Islam. De la misma manera, se relaciona con otras especies conocidas, y así señala que “…Entran en esta variedad y son parecidos en la forma, el cedro del Líbano [arz] y el del Atlas [sarbin]...” (4).

Pero, aunque el botánico andalusí da pistas sobre las características morfológicas de estos “enebros” o “sabinas” … ¿a qué especie concreta se refiere? Todo apunta a que no se trata de una especie del género Cedrus, con las que el botánico ve ciertas similitudes, sino más bien con alguna de la familia Cupressaceae. En las laderas de la Sierra de las Cabras, en sus suelos calizos, crecen hoy día dos especies de esta familia pertenecientes ambas al género Juniperus: J. oxycedrus L. y J. phoenicea L. Son, respectivamente, las conocidas como enebro o enebro de la miera y como sabina o sabina negral.

Sin embargo, distintos autores sugieren que tal vez Abū’l-Jayr esté describiendo otra cupresácea distinta a las anteriores: la especie Tetraclinis articulata (Vahl), conocida como “araar”, tuya articulada o Ciprés de Cartagena. Tanto los traductores de la obra de Abū’l-Jayr (4), como otros investigadores (5) se inclinan por esta posibilidad al apuntar que "…el término "araar" se utiliza todavía para designar al ciprés de Berbería (Tetraclinis articulata), especie de distribución norteafricana (N de Argelia y Marruecos), presente también de forma muy localizada y fragmentada en la sierra de Cartagena (Murcia). Su parecido no sólo con el ciprés, sino más especialmente con las sabinas, nos hace suponer que pudo ser utilizado para designar alguna de estas especies. No obstante los límites de uso y aplicación del término entre sabinas y enebros no están claras.

Otra idea muy sugestiva pudiera ser la de su empleo para designar específicamente al citado Tetraclinis articulata, lo que podría llevarnos a conclusiones especulativas sobre una mayor presencia de esta especie en al-Andalus y en la época de referencia
"(5). De confirmarse esta última y arriesgada hipótesis, Abū’l-Jayr estaría aportando en su obra un importante dato de carácter geobotánico o fitogeográfico: la presencia en nuestros montes de una especie hoy ausente también en la flora andaluza, una auténtica rareza de la flora española que mantiene en los montes de Cartagena y La Unión (Murcia) sus últimos ejemplares.

Íñigo Sánchez García, biólogo-conservador del Zoobotánico de Jerez y presidente de la Sociedad Gaditana de Historia Natural cuestiona esta interpretación y señala que “en la Sierra de las Cabras es muy escaso el enebro de la miera y muy abundante la sabina negral, que es la única presente en cortados rojizos cercanos a Tempul”, especie esta última que coincide también con algunos aspectos de la descripción del botánico andalusí.



A ello habría que sumar el hecho de que, “a pesar de que algunos autores que han defendido una mayor presencia del Araar en la Península en el pasado, no hay pruebas convincentes de que estuviera más extendida en tiempos históricos, de lo que habrían quedado registros polínicos e incluso evidencias históricas más claras” (6).

Montifarte: un topónimo singular.



Las descripciones del botánico andalusí proporcionan otras interesantes claves sobre la toponimia de la zona, estudiadas por el profesor Joaquín Bustamante. El yabal Munt Fart, donde crecen los “enebros” no es sino el actual “Montifarte” (o Montifarti) o, por extensión, toda la Sierra de las Cabras. Según este autor el nombre deriva del árabe “fart”: “abundante” , “bien provisto” y se trata de un “romancismo sustrático”. “El hecho de repetir /gabal/, “monte” junto a /munt/ “monte”, demuestra que /Munt Fart/ es un topónimo sustrático, cuya significación primera no es consciente ya para el hablante de árabe andalusí. Como cuando en español supuestamente repetimos “rio Guadalquivir… “. La aldea de Majafarta (“cortijo bien abastecido”) a la que se hace alusión el repartimiento de Vejer, comparte esa misma derivación. (7)

Sea como fuere, Montifarte, Montifarti o Montifartillo son topónimos aún en uso en esta zona de los Montes de Propios de Jerez que se han mantenido desde la época andalusí hasta nuestros días y de los que encontramos referencias en otras fuentes medievales como el Libro de la Montería del rey Alfonso XI, donde al describir los lugares de caza en el entorno de la Sierra del Aljibe se apunta que “(...)Et son las armadas la una en el abertura de cara a Montifarte; et es la otra armada en fondon de la Breña como vá Barbate Ayuso” (8).



La Sierra de las Cabras o Montifarte, los Montes de Jerez… un espacio geográfico con singulares especies botánicas y con muchas historias a sus espaldas a las que nos hemos querido acercar de la mano de Abu l-Jayr, el “jardinero”.

Para saber más:
(1) “Sobre botánica andalusí”. Ovidi. Celtiberia.net.
(2) Abellán Pérez, J.: La cora de Sidonia, Málaga, 2004. Pgs. 26 y 146
(3) Abū’l-Jayr al-Išbīlī.: “Umdat al-tabib…, II, 563-564. Versión de Joaquín Bustamante Costa. Puede consultarse en ABELLÁN PÉREZ, J.: El Cádiz islámico a través de sus textos, Cádiz, 1996, p. 154.
(4) Abū’l-Jayr al-Išbīlī.: Kitabu `Umdati t-tabib fi ma`rifati nnabat likulli labib : (Libro base del médico para el conocimiento de la Botánica por todo experto). Edición, notas y traducción castellana de J. Bustamante, F. Corriente y M. Tilmatine. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2004-2010. 4 v. pg. 547-548.
(5) J.Mª Carabaza, E. García, J.E. Hernández, A. Jiménez.:Árboles y arbustos en los textos agrícolas andalusíes (I)”, en Ciencias de la naturaleza en al-Andalus. 269-309 . Textos y Estudios V. Editados por C. Álvarez de Morales. CSSIC. 1998. Pg. 288
(6) Sánchez García, I.: Comunicación personal
(7) Bustamante Costa, J.:Toponimia árabe del cuadrante sudoccidental de la provincia de Cádiz”, en Janda. Anuario de Estudios Vejeriegos, 3 (1997), 27-42, pg. 40
(8) Valverde J.A.: Anotaciones al Libro de la Montería del Rey Alfonso XI. Ediciones Universidad de Salamanca. pg. 1392


Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 15/11/2015

 
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