Los topónimos forman parte de la memoria colectiva y son, de alguna manera, propiedad de todos. Tanto si se trata de nombres de lugares usados en la actualidad, como si ya pertenecen al pasado y han dejado de utilizarse, son un elemento más del patrimonio cultural que han quedado ya para siempre ligados a nuestros paisajes.
Hoy vamos a ocuparnos de algunos de estos topónimos, que entre los más de tres mil que hemos podido registrar en el término municipal de Jerez, llaman la atención por su singularidad. Y para ello les proponemos un relajado paseo por los alrededores de la ciudad, caminando sin prisas por las antiguas cañadas e hijuelas que aún discurren entre viñedos. Iremos en primer lugar hasta el "Infierno" para visitar después el “Purgatorio” en busca de las “Ánimas”. Tras un breve descanso en el "Limbo", ascenderemos hasta el "Cielo" y el "Paraíso" para estar en "La Gloria"… Y todo ello sin salir de la campiña en torno a Jerez. ¿Nos acompañan?
Una visita a “los Infiernos”
Nuestros “infiernos” más cercanos están en las proximidades de Torrecera y en la Sierra de dos Hermanas, en San José del Valle. Con el nombre de Cañada de la Cuesta del Infierno se conoce también a la de Los Arquillos, una importante vía pecuaria que arranca de la Cañada Real de Medina, en la barriada rural de El Mojo y que cruza por terrenos de las dehesas de Espínola y Doña Benita y por las lomas de Los Entrechuelos. La Cuesta del Infierno se abre después camino entre el Guadalete y el cerro del Castillo, donde se asienta el torreón de Torrecera, por cuyas faldas traza empinados repechos. La cañada se abre paso aquí entre las albarizas y los materiales margosos del triásico, en los que se producen frecuentes deslizamientos que en otro tiempo, debieron transformar estos caminos en barrizales intransitables en épocas de lluvia.
El apelativo de “Cuesta del Infierno” se explica por estas malas condiciones del terreno, aunque hoy en día, con la modificación y reparación de la carretera entre Espínola y Torrecera la Baja, estos parajes del “Infierno” jerezano han perdido parte de su leyenda.
A los pies del cerro del Castillo, el viajero podrá asomarse a las Vegas de la Harina y de El Torno para disfrutar de la contemplación de los dilatados paisajes del bajo Guadalete. En este lugar, en el arcén junto a la carretera, llamará nuestra atención una pequeña hornacina con una imagen de la Virgen que, de manera simbólica, hace olvidar el antiguo nombre de este rincón de la campiña.
En las proximidades del cortijo de Fuente Imbro, en el término municipal de San José del Valle, persiste todavía otro de los “infiernos” de la campiña. Se trata el Arroyo de Infierno, que se abre paso en las vertientes occidentales de la Sierra de Dos Hermanas, bajando en acusada pendiente hasta el Majaceite, embalsado aquí en la presa de Guadalcacín. En los estratos basales de esta sierra caliza, en estos parajes del Infierno, el agua aflora por numerosas bocas cuando, después de episodios de intensas lluvias, se satura el acuífero. No es de extrañar por ello que el del Infierno sea un arroyo de furiosas crecidas como se aprecia en las paredes de su cauce. En algunos pequeños tramos, se labra en él una estrecha y profunda garganta en cuyas paredes se aprecian los paquetes de arenas y gravas erosionadas por la violencia de las aguas. Así puede verse, por ejemplo, en las cercanías de la cantera de la Sierra de Dos Hermanas donde un sólido puente salva el cauce del arroyo para dar paso a las conducciones del acueducto de los Hurones.
Por el Purgatorio, con las “Ánimas”.
Entre el infierno de la campiña (la Cuesta del Infierno) y el Cielo (la Ermita de Salto al Cielo), tenía que estar el purgatorio. Se trata en este caso de la Vaqueriza del Purgatorio, una mediana empresa ganadera y una de las mayores vaquerías de la campiña ubicada junto a San Isidro del Guadalete, a orillas del arroyo de Cuerpo de Hombre, otro curioso topónimo del que un día hablaremos. “El Purgatorio” es el topónimo de estos parajes, frente al Rancho Perea, colindantes con la carretera que desde Cuartillos nos trae hasta San Isidro y a donde llegamos poco después de haber pasado junto a Salto al Cielo. Frente a nosotros, despunta el Cerro de la Batida, al otro lado del río, y las cornisas de los Tajos del Infierno: Cielo, Purgatorio e Infierno…
En la toponimia de la campiña están también muy presentes las siempre inquietantes y misteriosas “animas”. Así, por ejemplo, nos encontramos con ellas en las cercanías de Estella del Marqués. Y es que La Hijuela o Cañada de las Ánimas discurría por el Pago de Cuartillos, entre Las Aguilillas y el antiguo Olivar de Domecq (ubicado tras la Potabilizadora). Hoy día aún podemos recorrer esta vía a través de un carril que arranca desde el mencionado parque periurbano (en la margen izquierda de la carretera de La Barca) y que discurre entre campos de labor y laderas de monte bajo hasta las proximidades de Cuartillos. En su tramo final, junto a la antigua casa de viña El Hacedor, podremos obtener unas magníficas vistas del entorno circundante.
Otra Cañada de las Ánimas sirve de límite para separar los términos de El Puerto de Santa María y Jerez, discurriendo por las tierras de los
pagos de Balbaína y Los Cuadros. Llegamos a ella tomando un desvío que encontramos a la derecha, en la carretera de Rota, pasada la Viña La Torre.
La cañada discurre por el hermoso paisaje que conforman los viñedos, salpicados de viejas casas de viña junto a las que despuntan los aerogeneradores del parque eólico La Rabia.
Tras dejar atrás la casa del Escudo y descender hasta el cruce del camino de Pocito Chico, la cañada trepa en cuesta por las laderas de Grañina conduciéndonos hasta los accesos de la Casa de la Viña de las Ánimas, como indican los azulejos de la puerta de entrada. El viejo caserón de esta viña, donde se localizó el posible emplazamiento del antiguo “Castillo de las Ánimas”, llama la atención por su curiosa estructura que le aporta también cierto toque de misterio. En lo más alto del muro que se orienta hacia la laguna del Gallo, aún se conserva un gran azulejo donde puede leerse “Las Ánimas”. En este paraje se ubicaba la antigua alquería medieval de Grañina, mencionada en el Libro de Repartimiento de El Puerto y podría corresponderse, en opinión del historiador J. A. Ruiz Gil, con la de Galyana o Ghaliana citada en fuentes árabes. Sea como fuere, un lugar cargado de historia.
Una parada en el Limbo.
En este mismo sector de la campiña, pero con su caserío en perfecto estado de conservación, encontramos El Limbo. Se trata de una antigua casa de viña, transformada actualmente en un negocio hostelero de celebración de fiestas y eventos. Accedemos hasta aquí desde la Carretera de Rota, por un desvío a la derecha bien señalizado, que se encuentra un poco antes del Centro Penitenciario Puerto II. Como reza en la inscripción de su fachada, la casa de El Limbo y Santa Ana se remonta a 1863. Rodeado por el hermoso paisaje de viñedos de las campiñas portuense y jerezana El Limbo no es el cielo, ni el paraíso, pero por su entorno diríamos que se encuentra muy cerca de ellos.
La Gloria…baja. Y “El Paraiso”.
Hemos tomado ahora la carretera de Sanlúcar para llegar hasta La Gloria. Se trata de “La Gloria Baja”, como reza el rótulo que leemos en los muros de una modesta construcción, lo que queda del antiguo Rancho del Pandero. Ubicada en el pago de Los Cuadros, esta vieja casa de viña ha perdido hasta las cepas que la rodeaban. Es, a todas luces, una gloria “venida a menos”, aunque su nombre hace alusión a la situación topográfica de la finca, al pie de las laderas cercanas, donde destacan los cuidados caseríos y cortijos de renombre como los de Alijarillo, el Herrador, Casa Alta, La Soledad….
Quien sí hace honor a su topónimo es el Cortijo del Paraíso. Lo encontramos en el pago de Añina, protegido por la espesa arboleda de un jardín centenario que oculta su el caserío de El Paraíso, como si de un edén secreto se tratase. Rodeado de viñedos, El Paraíso se alza en la parte elevada de la ladera de un cerro que comparte con la casa y lagares de la Viña Las Conchas. Frente a ellos despunta el Cerro de la Solana y entre ambos discurre la Cañada de Cantarranas, que une el asentamiento rural de Polila con la carretera del Calvario. Son los rincones más escondidos de los renombrados pagos de viñas de Añina, Cantarranas, El Corchuelo…
En los paisajes de la memoria queda ya la que fuera afamada Venta del Paraíso, situada en la salida de la carretera de Medina, junto al Puente de Cádiz, como recoge el primer mapa del IGN de 1917.
Y al Cielo… de un salto.
Y dejamos para el final el “cielo”, que está también presente en la toponimia de la campiña de una manera muy relevante de la mano de la “Cartuja Chica”, como se conoce popularmente a la Ermita de Salto Al Cielo. Distintas fuentes se refieren también a este topónimo como Alto Cielo. Con este nombre figura en el primer mapa del IGN (1917) o en la Clasificación de las Vías Pecuarias del Término Municipal de Jerez (1948), donde se menciona la Dehesa y la Cañada de Alto Cielo (o de las Parrillas), que desde Cuartillos se dirigía en dirección al río Guadalete, donde finaliza, pasando junto a la Ermita de Salto al Cielo. La tradición popular apunta que el nombre de esta ermita obedece a que a este lugar acudían los ancianos cartujos cuando ya estaban próximos a la muerte para dar el “Salto al Cielo”…
Recreándonos en estas viejas leyendas que adornan tantos rincones de nuestra campiña, de vuelta a casa, nos gustaría poder tomar una copita –en consonancia con el paseo- de aquellos viejos vinos para consagrar de Carrizosa y Garvey o de aquel otro de Carmona y López, la auténtica “Gloria” de Andalucía, como figura en estas singulares etiquetas que nos ha facilitado gentilmente J.L. Jiménez.
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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 12/10/2013
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