Cuando se desborda el Guadalete.
Noticia de algunas avenidas e inundaciones históricas.




Reproducimos aquí, ahora que en estos días hemos asistido a una gran crecida del Guadalete, un artículo que publicamos en Diario de Jerez el 15 de febrero de 2014: 

Cada año, cuando empiezan las lluvias en la campiña y, cuando como en estos días pasados se registran fuertes precipitaciones en la Sierra de Grazalema, el Guadalete baja crecido y caudaloso, como todo un gran río. En algunas ocasiones, tal como ha sucedido en las últimas décadas, sus grandes avenidas han llegado a provocar graves inundaciones en la vega baja. A veces, su cauce se ve desbordado también por los importantes volúmenes desembalsados en los episodios más agudos y así, de una u otra forma, nuestro Guadalete llega a presentar un aspecto que sobrepasa con mucho la imagen típica de río “discreto” y de “segunda fila” que tenemos de él. Por estas razones, no es de extrañar que de un tiempo a esta parte, cuando llueve durante unos días por encima de la media habitual, todas las poblaciones ribereñas están pendientes del río.




En nuestro recorrido de hoy vamos a acercarnos al Guadalete para observar los efectos de sus “salidas de madre”, (nunca mejor dicho). Pero esta vez el paseo lo haremos en el tiempo para recordar algunas de las inundaciones históricas de los últimos dos siglos. ¿Es el Guadalete un río caudaloso? Veamos algunos datos.

El caudal de un río es el volumen de agua que fluye en un determinado lugar por unidad de tiempo. Si en las fuentes y manantiales el caudal se mide en litros por segundo, en lo que respecta a los ríos se expresa en metros cúbicos por segundo y, como es lógico, resulta un parámetro muy variable que está en función de las precipitaciones que se registran en los distintos puntos de la cuenca, de la red de afluentes tributarios y de otras cuestiones no menos importantes como la evaporación, la infiltración, la extracción y derivación de aguas para riegos…

Si algo define a nuestro río es la irregularidad de sus caudales, característica común a otros cursos fluviales de nuestra región que, como el Guadalete, presentan un régimen que puede ser calificado de “subtropical mediterráneo de origen pluvial” (1). Aunque la fuerte regulación a la que está sometida toda la cuenca por efecto de los embalses,



desdibuja en buena medida el funcionamiento natural de nuestro río y, por lo tanto, afecta también al caudal que de ordinario cabría esperar, puede afirmarse que, por lo general, el Guadalete experimenta grandes crecidas en otoño e invierno y un fuerte descenso de caudales en verano. La variabilidad de las precipitaciones a lo largo del año y de los distintos sectores de la cuenca es la causante principal de las grandes oscilaciones de este caudal que, frente a los altos valores de diciembre y febrero,presenta un extremado estiaje en los meses más cálidos. Así pues, salvo en caso de fuertes precipitaciones (como las de estos inviernos pasados) o de grandes sequías (como las de hace unos años), las variaciones del caudal son estacionales respondiendo más o menos regularmente a las condiciones climáticas de las que son reflejo. Conviene aclarar que de un tiempo a esta parte, los continuos desembalses para el riego de la comarca Noroeste hacen que quien se asome al río en verano lo encuentre, por lo general, con tanta o más agua que en otoño o primavera ya que, con la construcción del azud de El Portal el tramo comprendido entre la Junta de los Ríos y Jerez, mantiene un caudal regular que no es el que de manera natural le correspondería.



El caudal medio de la cuenca, tal como extraemos de distintos informes de la GHG (2), es de unos 6,5 m3/s, cifra que, como cabe suponer, sufre enormes variaciones. Así, a modo de ejemplo, estos datos medios alcanzan valores más altos en los años húmedos como 1978/79, acercándose a los 17m3/s, o descienden a valores inferiores a los 2 m3/s en años de fuerte sequía como 1975/76, por citar sólo algunas referencias.

Los excepcionales registros pluviométricos de la Sierra de Grazalema.

Es conocido que la Serranía de Grazalema, en la cabecera de la cuenca del Guadalete, alcanza los mayores registros pluviométricos del país, por lo que estos datos también tienen su reflejo en los caudales medios específicos del curso alto de nuestro río y en los de sus afluentes que se benefician de los efectos de estas elevadas precipitaciones. Así se han obtenido valores medios de 8,1 m3/s para el Guadalete hasta el Pantano de Bornos, de 17,2 m3/s para el Majaceite hasta Los Hurones, o de 6,1 m3/s. para la cuenca parcial de este río entre Los Hurones y el Pantano de Guadalcacín;



datos todos ellos superiores al caudal medio de la totalidad de la cuenca. Para los lectores curiosos, recordamos que se conocen con exactitud los caudales diarios del Majaceite a su paso por el Pantano de Guadalcacín desde 1932 y los del Guadalete en Bornos desde octubre de 1958. (3)

En algunas ocasiones los caudales registrados arrojan cifras fuera de lo común que nos hacen pensar en datos referidos al río Ebro o al Tajo, y no al Guadalete. En años extraordinariamente lluviosos la enorme red de drenaje que constituye la cuenca del Guadalete ha canalizado descomunales volúmenes de agua que han provocado graves avenidas e inundaciones de las vegas. Entre las mayores que se recuerdan desde que existen registros de estas mediciones, están las de marzo de 1917, y, sobre todo,

RíoFecha CaudalMedido en
MajaceiteEnero 1881650 m3/sEmbalse de Guadalcacín
MajaceiteJunio 1930915 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteJunio 19301.100 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteMarzo 1960845 m3/sEmbalse de Bornos
GuadaleteFebrero 19631.400 m3/sEmbalse de Bornos
MajaceiteFebrero 1963700 m3/sEmbalse de Guadalcacín
GuadaleteEnero 19701.260 m3/sEmbalse de Bornos

las de febrero de 1963, cuando el caudal del río en el Pantano de Bornos llegó a los 1.400 m3/s, aunque como puede verse en el cuadro anterior, durante el pasado siglo algunas episodios de crecidas llegaron a superar los 700 m3/s.

Algunas inundaciones históricas.

De las avenidas de 1881 el periódico local El Guadalete daba cumplida información. En su edición del 30 de enero se decía: “Si grande fue la crecida del Guadalete el viernes mayor la tuvo ayer como natural consecuencia del diluvio que cayó desde las 10 de la madrugada hasta cerca de las 10 de la mañana. La laguna de Torrox, tan próxima a Jerez, aparecía con tal cantidad de agua que se unía, según nos dicen con las vertientes del río por el lado de El Portal, habiendo quien juzgaba que al amanecer, cuando estuvo más plena, se pasara con una lancha desde dicha laguna hasta el mismo río. La verdad es que la campiña rebosa agua por todas partes ocasionando ésta no pocos daños”.

Aún recordamos las grandes inundaciones de diciembre de 1996, o las más recientes de diciembre de 2009, enero de 2010 y diciembre de 2010. De todas ellas se hicieron eco los medios de comunicación nacionales. Los llanos de la Ina y las Pachecas y las inmediaciones de El Portal del Puente de la Cartuja fueron entonces portada de todos los telediarios. Pues la gravedad de estos últimos



sucesos se vio superada con creces con los episodios de inundaciones vividos en 1881. Así, el mismo periódico, informaba el 1 de febrero de ese año que: “... Multitud de personas en carruajes y a pie acudieron el domingo a ver el puente de la Cartuja y sus inmediaciones. El molino sigue sin funcionar y aunque ya habían descendido bastante las aguas, todavía era extraordinaria la crecida, viéndose cubiertos algunos pequeños caseríos, en cuyos tejados se dice que el viernes hubieron de refugiarse por algunas horas los que los habitaban. Por el lado del arrecife del Portal hubo bastante concurrencia de curiosos, a examinar los grandes desbordamientos que por allí ha tenido el río, ocasionando no pocos desperfectos en la vía férrea y fuera de ella. Los trenes de Cádiz llegaron también el domingo con retraso”.

Los efectos de esa avenida en las infraestructuras y en otros puntos de la cuenca, como la Junta de los Ríos, eran también recogidos por “El Guadalete”, donde podía leerse “… ayer se nos aseguró por una persona procedente de Arcos que el puente de la confluencia del Majaceite y el Guadalete en la carretera de Arcos a Paterna, estaba casi destruido por la riada”.

De mayor gravedad aún fueron las inundaciones de 1930. En el Pantano de Guadalcacín se midió un caudal para el Majaceite de 915 m3/s. El aliviadero del embalse desalojó en 76 horas un volumen de 103.000.000 de m3, casi una vez y media del equivalente a su capacidad. La crecida del Guadalete en la cerrada de Bornos, lugar en el que décadas más tarde se construiría otro embalse, fue determinada experimentalmente en el laboratorio de hidráulica que se instaló en la presa de Bornos y se evaluó en 1.100 m3/s.



Aguas abajo, en las vegas de Arcos y de Jerez, estas avenidas ocasionaron graves inundaciones. El sábado 7 de junio de 1930, el Diario de Jerez recogía en titulares: “Continúa el temporal causando daños y víctimas. Se desborda el río Guadalete y las aguas arrastran hogares, cosechas y ganados. Varios cortijos inundados. Rotura del Puente de la Florida. Familias sin albergue. Cuadro desolador. Comunicaciones ininterrumpidas”.

El mismo día se narra como, al igual que ahora, ya se producía lo que algunos han dado en llamar “turismo de catástrofes” y así, relata el diario que muchos jerezanos acudieron a Los Albarizones, desde donde se veían inundadas las vegas de La Cartuja, trasladándose el ejército a rescatar a las personas cuyas casas inundadas habían quedado aisladas. La Ina, Los Villares, La Gredera, Zarandilla, Río Viejo, El Torno… quedaron entonces, como ahora, rodeados por las aguas.



El domingo 8 de junio de 1930, el mismo periódico anunciaba en titulares: “Después del temporal. Sus víctimas y sus efectos. La Cartuja Inundada. En las barriadas rurales de San José del Valle, El Mimbral y El Portal. Daños y víctimas. El Vecindario se muestra interesado en la desgracia y generoso con las víctimas”.

Las grandes lluvias de febrero de 1963 (en Grazalema se llegaron a registrar aquel año 4.385 litros por metro cuadrado), provocaron la mayor avenida que se conoce en el Guadalete, cuyo caudal máximo en el Pantano de Bornos fue de 1.400 m3/s. Al estar construidos ya los embalses de Bornos y Arcos, los efectos de la gran avenida se atenuaron. Pese a todo, las enormes crecidas que el río experimentó afectaron gravemente a los Llanos de la Ina y El Portal que se inundaron, como volvió a ocurrir en la crecida de 1970 y, más recientemente en las de 1996 y en las actuales de 2009 y 2010.



En otra ocasión “viajaremos” en el tiempo para relatar los efectos de estas graves inundaciones de 1963 y de otras que alcanzaron también proporciones de catástrofe, como las de marzo de 1917. En este último episodio, las aguas del Guadalete arrastraron los puentes de Villamartín, Arcos, Junta de los Ríos y el puente-sifón de la Florida por el que cruzaba el río la tubería del acueducto de Tempul, tal como nos muestra la fotografía que el arquitecto Francisco Hernández Rubio realizo de aquel suceso. A consecuencia de ello, la ciudad se quedó entonces sin suministro de agua potable. Otras inundaciones y crecidas del Guadalete que asolaron nuestros campos durante el siglo XX fueron, junto a la ya comentada de 1917,  las de los días 3 y y de junio de 1930. De gran importancia también hay que señalar las de 1946, 1970 y, más cerca de nuestro tiempo y que recordarán muchos lectores, la de 1996, que provocó la evacuación de muchas familias de la zona de Las Pachecas, El Portal y El Portalillo.



Pero esas son otras historias a las que volveremos en otros recorridos “en torno a Jerez”. Hoy, después de estos días de lluvia, es un buen día para acercarnos hasta el río y ver que, afortunadamente, sus aguas no se han “salido de madre”.

Para saber más:
(1) García Lázaro, A.: El Guadalete, Cuadernos de Jerez. Cuaderno del Profesor. Ayuntamiento de Jerez, 1989. pp.36-40.
(2) CHG: Aprovechamientos hidráulicos de la cuenca del Guadalete. Dirección General de Obras Hidráulicas. 1961
(3) CHG: Estudio preliminar para la redacción del anteproyecto de la presa de algodonales en el río Guadalete. (S/F) y Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente. CHG.: Redacción de la Propuesta del Plan Hidrológico del Guadalete-Barbate. Memoria. Synconsult. S.L. 1994.
Periódicos El Guadalete y Diario de Jerez.: Ediciones de las fechas citadas en el artículo, consultadas en la Biblioteca Municipal de Jerez.

Observación: situando el cursor sobre una fotografía, podremos leer el pie de foto.  Si pulsamos sobre cualquiera de ellas, podrán verse todas a pantalla completa.

Si te interesa puedes ver más artículos en este blog relacionados con El río Guadalete y las inundaciones.

Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, 15/02/2014

Con nombre de mujer
Topónimos femeninos en la campiña de Jerez (1)




Cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Establecido en 1977 por la Asamblea General de la ONU, se pretende conmemorar con este día “la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”. Como aún estamos muy lejos de alcanzar este noble objetivo de la igualdad, es necesario que días



como estos sirvan para llamar la atención del largo camino que nos queda por recorrer para conseguirlo.

Desde estas páginas, dedicadas al conocimiento de nuestro entorno, queremos sumarnos modestamente a esta conmemoración subrayando el olvido que en la historia de nuestra ciudad han tenido las mujeres. Como apunta acertadamente Isabel Allende, “la historia la escriben los hombres” y



aunque las mujeres hayan jugado el papel más determinante en el progreso y en el avance de los pueblos, quedan injustamente invisibilizadas.

Basta fijarnos en nuestra historiografía local para comprobar las escasas referencias que nos han llegado de la segura contribución de las mujeres en la historia de nuestra ciudad. Así, por ejemplo, Parada y Barreto, en su conocido libro Hombres Ilustres de la ciudad de Jerez



de la Frontera
, uno de los primeros que estudia los jerezanos que por algún motivo ocuparon un lugar destacado en la historia local, menciona sólo a 5 mujeres entre los 289 personajes que describe, desde la dominación árabe hasta 1875. Se trata de Sor Rita de Cazares, Francisca Trujillo abadesa del monasterio de Ntra. Sra. de Gracia, la beata Inés de Medina y las fundadoras de sendos beaterios Ana Díaz y Antonia Tirado, todas ellas,


como vemos relacionadas con lo religioso (1). Hace medio siglo el profesor Fedriani Fuentes, en su Jerezanos insignes (1967), incluía en su selección 259 nombres entre los que sólo aparecen 9 mujeres, las mencionadas anteriormente más las benefactoras Juana de Dios Lacoste, Carmen Núñez de Villavicencio, Micaela Parada y Elena del Páramo (2). Antonio Mariscal Trujillo actualizó y completó recientemente estos estudios en su libro Jerezanos para la Historia. Siglos XIX y XX (2011) resaltando a 177 personajes entre los que encontramos 9 mujeres: Pilar Aranda, Carmen Carriedo, Lola Flores, J. de Dios Lacoste, Francisca Méndez, M. del Carmen Requejo, Josefa de los Reyes, Isabel Ruiz y Mª A. de Jesús Tirado (3). Otra pista de la escasa presencia femenina en nuestra historia local nos la aporta José Ruiz Mata en su libro Mil años de escritores y libros en Jerez (del año 1000 a 1999), donde se incluye 377 referencias de las que sólo 14 corresponden a mujeres y 12 de ellas del siglo XX (4). Ante datos como estos cabe preguntarse: ¿dónde queda entonces la memoria de tantas mujeres anónimas que contribuyeron con su dedicación y trabajo a escribir las pequeñas historias cotidianas de la que está hecha, en suma, la Historia de nuestra ciudad?

Para responder aunque sólo sea mínimamente a esta pregunta, hemos querido rendir un sencillo homenaje a muchas de aquellas mujeres olvidadas por los libros de las que si hemos encontrado modestas referencias en los paisajes en torno a Jerez, en muchos rincones de nuestra campiña, en parajes poco conocidos del término, en los nombres de pagos de viñas, de lomas y cerros, de casas y



cortijos, de cañadas, coladas e hijuelas, de pozos, fuentes y arroyos… La toponimia ha sido, afortunadamente, más generosa con las mujeres que las historias locales y para dar tan sólo una muestra de ello les proponemos hoy un itinerario por aquellos lugares que guardan la memoria de nombres femeninos. ¿Nos acompañan?

Doña Benita, La Suara, La Catalana...

El de Doña Benita es uno de los topónimos más antiguos de nuestro término y da nombre a un rincón de la campiña ubicado en las proximidades de la dehesa de la Matanza y de la barriada rural del Mojo. Se llega hasta él a través de la Cañada de la Cuesta del Infierno que une este último enclave con Torrecera, pasando por los Entrechuelos.



Estas tierras se reparten hoy entre los cortijos de Doña Benita la Alta y Doña Benita la Baja, estando dedicadas a cultivos de secano y olivar y en las que se enclava un gran parque eólico con la misma denominación. Este antropónimo da también nombre a un arroyo salado y a unas antiguas salinas, conocidas también como “de Fortuna” o “de la Matanza”.

El profesor Emilio Martín Gutiérrez ha investigado el origen de este antropónimo en el repartimiento urbano realizado tras la incorporación de la ciudad a la corona de Castilla. Así consta que “Domingo Minno” y su mujer “donna Benita”, recibieron casas en la collación de San Dionisio y heredaron “cavallería”; es decir, el “heredamiento correspondiente a un caballero”. Conviene recordar que en el Libro del Repartimiento figuran también otras cinco mujeres con el nombre de “donna Benita” por lo que, en cualquier caso, la denominación con la que se conoce este lugar de nuestro alfoz se remonta al último tercio del siglo XIII (5).

Con el nombre de La Suara, otro antropónimo femenino muy conocido por los jerezanos, se designa en la actualidad a un cortijo, una dehesa y un Parque Forestal situado en las cercanías de La Barca de la Florida, muy visitado por la población al ser uno de los lugares de esparcimiento más cercanos a la ciudad. Su origen hay que buscarlo en las propiedades que desde principios del siglo XV tenían en la zona Diego Suarez y su mujer Teresa Martínez. Ambos mantuvieron pleitos con la ciudad por usurpaciones de tierras en este sector que, a la muerte de Diego Suárez, continuaron de la mano de su mujer y sus hijos.



La Suara (probable apelativo de Teresa Martínez) dio nombre a estas tierras (6) que ocupan en buena parte los suelos de una extensa terraza del río Guadalete. En la actualidad se conservan en este lugar sectores con la vegetación propia del monte mediterráneo (alcornoque, encinas, quejigos, acebuches…), así como extensas manchas de pinos y eucaliptos fruto de repoblaciones realizadas en la segunda mitad del pasado siglo las cuales que están siendo sustituidas progresivamente por especies autóctonas.

Entre los cortados de Montealegre y las tierras de Estella del Marqués y Lomopardo se abre una extensa vaguada por la que discurre el Arroyo Salado y la traza de la autopista Sevilla-Cádiz. Se trata de los Llanos de La Catalana, al que da nombre un curioso antropónimo femenino que tiene casi quinientos años. Por el profesor Emilio Martín



Gutiérrez sabemos que “en los años treinta del siglo XV, los propietarios de esta dehesa fueron Juan Fernández Catalán y su mujer Isabel Martínez. Se sostiene que el antropónimo hace referencia al apelativo con el que se conocía a Isabel Martínez”, “la Catalana” (7). Con este nombre se conoce también una amplia finca agrícola situada frente al Cementerio Municipal situada en la zona más alta de este rincón de la campiña cercano a la ciudad y que era paso obligado de los caminos que unían Sevilla y el Campo de Gibraltar a través de Gibalbín, el Guadalete y Medina.



La Astera, La Martelilla, La Bernala…

La autovía de Sanlúcar divide en dos las tierras del Cortijo de Santo Domingo, antigua posesión de los Dominicos desde los tiempos el repartimiento de las tierras del alfoz, en el último tercio del siglo XIII. Saliendo de Jerez, a la derecha de la vía, puede verse el magnífico edificio, de aire señorial, de la que fuera su singular casa de viña.

Frente a ella, al otro lado de la carretera, en un paraje que atravesara en tiempos pretéritos la traza del ferrocarril Jerez-Bonanza, aún se conserva el Pozo de la Astera y su antiguo abrevadero. Ubicado en el Descansadero del mismo nombre (que con 12 aranzadas es uno de los mayores del término), este pozo era parada obligada para los ganados que circulaban por la Cañada de Gudajabaque, una de las más



importantes de cuantas circundaban la ciudad. Este curioso nombre tiene su origen en el apelativo con el que era conocida una singular dama jerezana: Dª Elvira Martínez de Trujillo, “La Astera”. El archivero e historiador Agustín Muñoz y Gómez nos recuerda que en una Capilla de San Dionisio está enterrada “La Astera”, mujer de D. Alonso Sánchez conocido como “El Astero”, fabricante de astas para lanzas.



Esta piadosa señora se distinguió por sus obras de caridad y llegó a fundar varias capellanías en la Colegial y otras iglesias de la ciudad, según se desprende de distintas escrituras realizadas ante el escribano Juan Román fechadas en 1420, siendo también protectora del Convento de Espíritu Santo, fundado en 1431 (8).

Más dudoso es el antropónimo de Martelilla o La Martelilla que da nombre a la conocida finca situada en el km 9 de la carretera de Medina donde se cría una rama de la afamada ganadería del Marqués de Domecq. En estos parajes, el concejo de la ciudad abrió en el s. XVI una cantera de la que se obtendría la piedra para la construcción del Puente de Cartuja y, posteriormente, de las casas del Cabildo Municipal. Algunos investigadores relacionan este nombre con el de un posible antropónimo romano ya que en la



epigrafía gaditana encontramos distintos cognomina (Marcellus, Martialis, Martilla) de los que pudiera derivar (9). Otros autores platean un probable origen castellano como diminutivo femenino de Martel.



Otro curioso topónimo del rincón nororiental del término es La Bernala. Sus tierras, ubicadas en las proximidades de la barriada rural de Gibalbín, junto a la Cañada Real de Arcos a Lebrija, fueron arrebatadas por el concejo jerezano al arcense, junto a las de las dehesas de la Cespedosa y Cabrahigo en los primeros años del siglo XIV (10). Los litigios por la posesión de estas tierras se mantuvieron durante los siglos siguientes, decantándose finalmente su posesión, como la de las tierras de Berlanga y el Abadín por la ciudad de Jerez. En la actualidad La Bernala sigue dando nombre a una dehesa, una cañada y un cortijo, ubicado frente a la Bodega de Barbadillo en Gibalbín, en el inicio de la carretera que desde este enclave rural se dirige hacia Arcos.



La Rendona, Las Pavonas, La Basurta, Las Pachecas…



Junto a los ya citados, otros muchos nombres de lugares hacen referencia a apellidos notables de la ciudad, algunos de los cuales se remontan a los primeros repobladores. En un momento de la historia, algunas de las mujeres de estas familias adquirieron un mayor protagonismo o pasaron a ser herederas o titulares de sus tierras, hecho singular que permaneció ya para siempre en la toponimia. Este es el caso de La Rendona, que da nombre a un rincón situado junto a la Cañada de los Arquillos, colindante a la finca de los Isletes. El arroyo de la Rendona cruza este mismo paraje de suaves lomas que albergaron hasta hace unos años un gran viñedo hoy desaparecido. En el cerro de La Rendona se conservan también los restos de una de las torres del sifón de Los Arquillos perteneciente al antiguo acueducto romano de Tempul a Gades. Como señala A. Muñoz y Gómez es un apelativo “muy común á diversas mujeres descendientes del caballero Garci-Pérez de Rendón”. Se trata de Garci Pérez de Burgos, uno de los primeros pobladores de Jerez que según la “leyenda” adquirió el apelativo de Rendón” en 1292, en los combates “intrépidos y sin reparo” (que es lo que significa literalmente esta palabra) que protagonizó sin la autorización expresa de Sancho IV contra las tropas de Abu Yusuf establecidas en Tarifa (11). Diferentes mujeres con este apellido figuran con el apelativo de “la Rendona” en distintos documentos del siglo XVI, siendo una de ellas Catalina García La Rendona, viuda del Guarda de Términos Diego de la Fuente, de quien tal vez provenga la denominación de este rincón de la campiña jerezana (12).

Las Pavonas da nombre a una finca agrícola ubicada en las proximidades de Nueva Jarilla, junto a la Cañada de Romanina, y su nombre puede proceder de las descendientes del ilustre linaje de “los Pavones de Xerez” (13). Muy cerca de este lugar, junto a la antigua Cañada de Espera, encontramos las tierras de La Basurta. Esta finca está también próxima a la pantaneta del cortijo de Jara, junto a la carretera de Gibalbín. El cerro de La Basurta, a cuyos pies se unen varios arroyos que bajan de las Mesas de Santiago y de la Sierra de Gibalbín, está cubierto por un olivar y debe su nombre a una descendiente de esta familia de origen vizcaíno. Diego Pérez de Basurto, caballero procedente de Medina se estableció en Jerez a comienzos del s. XVI y de él deriva la rama jerezana de este apellido (14). Conviene recordar que ya a mediados del siglo XIX, una de las cinco mujeres latifundistas que figuran en la relación de los principales propietarios de tierra de la nobleza jerezana es Dª Josefa Basurto y Sopranis (15). Algo parecido ocurre con Las Pachecas, cuyo nombre hay que buscarlo en el apelativo de sus antiguas propietarias, descendientes de una notable familia jerezana. Este topónimo bautiza a un cortijo y a una extensa finca situada junto a la carretera de Medina, entre el Guadalete y el Cerro del Viento y da nombre también a una barriada rural establecida en las inmediaciones del antiguo cortijo junto a la que fuera Cañada de Medina.
(Continuará)

Para saber más:
(1) Parada y Barreto D. I.: Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera . Edición facsímil. Extramuros, Sevilla, 2007.
(2) Fedriani Fuentes, E.: Jerezanos Insignes. Gráficas San Luis, Jerez, 1968.
(3) Mariscal Trujillo, A.: Jerezanos para la historia. Siglos XIX y XX, Tierra de Nadie Editores, Jerez, 2011.
(4) Ruiz Mata, J.: Mil años de escritores y libros en Jerez de la Frontera (del año 1000 al 1999). Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Jerez, 2000.
(5) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia y aplicación al estudio del poblamiento. El Alfoz de Jerez de la Frontera durante la Baja Edad Media. En Historia Instituciones y Documentos, nº 30. Universidad de Sevilla, 2003, pg. 278. LA referencias a Dª Benita están tomadas de González Jiménez, M. y González Gómez, A.: El libro del Repartimiento de Jerez de la Frontera. Estudio y edición. Cádiz, 1980. Prt. 1813, XX y 184.
(6) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , pg. 281.
(7) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , págs. 276-77. Este autor documenta un amojonamiento realizado por Alfonso Núñez en el año 1434, en el que se cita este antropónimo.
(8) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas de Xerez de la Frontera. Edic. Facsímil 1903, BUC. P. 90
(9) Martín Gutiérrez, E.: Análisis de la toponimia… , pg. 300.
(10) Mancheño y Olivares, Miguel: Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera. Edición de María José Richarte García. Servicio de Publicaciones de la UCA y Excmo. Ayto. de Arcos. 2002. Vol. I. pg. 150.
(11) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, Edición de Ángel Marín y Emilio Martín, Cádiz, 1997, vol. II, p. 9-10.
(12) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas… pg. 274.
(13) Rallón, Esteban.: Historia de la ciudad de Xerez… vol. I, p. 239.
(14) Muñoz y Gómez, A.: Calles y Plazas… pg. 122.
(15) Lozano Salado, L.: La tierra es nuestra. Retrato del agro jerezano en la crisis del Antiguo Régimen. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz-Diputación Provincial, 2001, p. 166.


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Artículo publicado en DIARIO DE JEREZ, el 8/03/2015

 
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